DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LA LUZ QUE HAY EN TI


Tenemos un pacto eterno de amor. Tu luz mora en mi y la mía en tí... y aunque la oscuridad puede envolverla, no puede extinguirla.


La luz que hay en ti

 | Vídeo Myspace

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 5 - A. de Mello

MEDITACION 5
       
"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que no entre un rico en el Reino de Dios"
(Mc. 10,25)



¿Qué puede hacerse para alcanzar la felicidad? No hay nada que ni tú ni cualquier otro podáis hacer. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que ahora mismo ya eres feliz, ¿y cómo vas a adquirir lo que ya tienes? Pero, si es así ¿Por qué no experimentas esa felicidad que ya posees? Pues, simplemente, porque tu mente no deja de producir infelicidad. Arroja esa infelicidad de tu mente, y al instante aflorará al exterior la felicidad que siempre te ha pertenecido. ¿Y cómo se arroja fuera la infelicidad? descubre qué es lo que la origina y examina la causa abiertamente y sin temor: la infelicidad desaparecerá automáticamente.

Ahora bien, si te fijas como es debido, verás que hay una sola cosa que origina la infelicidad: el apego. ¿Y qué es el apego? Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada, originado por la creencia de que sin esa cosa o persona no es posible ser feliz. Tal estado emocional se compone de dos elementos; uno positivo y otro negativo. El el momento positivo es el fogonazo de placer y la emoción el estremecimiento que experimentas cuando logras aquello a lo que estás apegado. El elemento negativo es la sensación de amenaza y de tensión que siempre acompaña al apego. Imagínate a alguien encerrado en un campo de concentración y que no deja de engullir comida: con una mano se lleva la comida a la boca, mientras que con la otra protege la comida restante de la codicia de sus compañeros de encierro, que tratarán de arrebatársela en cuanto baje la guardia. He aquí la imagen perfecta de la persona apegada. Por su propia naturaleza, el apego te hace vulnerable al desorden emocional y amenaza constantemente con hacer añicos tu paz. ¿Cómo puedes esperar, entonces, que una persona apegada acceda a ese océano de felicidad que llamamos el "Reino de Dios"? ¡es como esperar que un camello pase por el ojo de una aguja!.

Ahora bien, lo verdaderamente trágico del apego es que, si no se consigue su objeto, origina infelicidad; y si se consigue, no origina propiamente la felicidad, sino que simplemente produce un instante de placer, seguido de las preocupación y el temor de perder dicho objeto. Dirás: "Entonces, ¿no puedo tener ni un solo apego?" Por supuesto que sí. Puedes tener todos los apegos que quieras. Pero por casa uno de ellos tendrás que pagar un precio en forma de pérdida de felicidad. Fíjate bien: los apegos son de tal naturaleza que, aun cuando lograras satisfacer muchos de ellos a lo largo de un día, con que sólo hubiera uno que no pudieras satisfacer, bastaría para obsesionarte y hacerte infeliz. No hay manera de ganar la batalla de los apegos. Pretender un apego sin infelicidad es algo así como buscar agua que no sea húmeda. Jamás ha habido nadie que haya dado con la fórmula para conservar los objetos de los propios apegos sin lucha, sin preocupación, sin temor y sin caer, tarde o temprano derrotado.

En realidad, sin embargo, si hay una fórmula de ganar la batalla de los apegos: renunciar a ellos. contrariamente a lo que suele creerse, renunciar a los apegos es fácil. Todo lo que hay que hacer es ver, pero ver realmente, las siguientes verdades. PRIMERA VERDAD; estás aferrado a una falsa creencia, a saber, la que sin una cosa o persona determinada no puedes ser feliz. examina tus apegos uno a uno y comprobarás la falsedad de semejante creencia. Tal vez tu corazón se resista a ello; pero, en el momento en que consigas verlo, el resultado emocional se producirá de inmediato y en ese mismo instante el apego perderá su fuerza. SEGUNDA VERDAD: si te limitas a disfrutar las cosas, negándote a quedar apegado a ellas, es decir, negándote a creer que no podrás ser feliz sin ellas, te ahorrarás toda la lucha y toda la tensión emocional que supone el protegerlas y conservarlas. ¿No conoces lo que es poder conservar todos los objetos de tus distintos apegos sin renunciar a uno sólo de ellos, y poder disfrutarlos más a fin a base de no apegarte ni aferrarte a ellos, porque te encuentras pacífico y relajado y no sientes la menor amenaza en relación a su disfrute? TERCERA Y ÚLTIMA VERDAD: Si aprendes a disfrutar el aroma de un millar de flores, no te aferrarás a ninguna de ellas ni sufrirás cuando no puedas conseguirla. si tienes mil platos favoritos, la pérdida de uno de ellos te pasará inadvertida, y tu felicidad no sufrirá menoscabo.  Pero son precisamente tus apegos los que te impiden desarrollar un más amplio y más variado gusto por las cosas y las personas.

A la luz de estas tres verdades, no hay apego que sobreviva. Pero la luz, para que tenga efecto, debe brillar ininterrumpidamente. Los apegos sólo pueden medrar en la oscuridad del engaño y la ilusión. Si el rico no puede acceder al reino del gozo y de la alegría, no es porque quiera ser malo, sino porque decide ser ciego.

¿RECONOCES ESTA SENSACION...?

Este mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente sabes que esto es verdad. El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si hubiera un lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la voz, ni lo que ésta te recuerda. No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí, proce­dente de algún lugar desconocido. No es algo tan concreto que puedas decir con certeza que eres un exilado aquí. Es más bien un sentimiento persistente, no más que una leve punzada a veces, que en otras ocasiones apenas recuerdas, algo que descartas sin ningún miramiento, pero que sin duda ha de volver a rondarte otra vez.





No hay nadie que no sepa de qué estamos hablando. Sin embargo, hay quienes tratan de ahogar su sufrimiento entrete­niéndose en juegos para pasar el tiempo y no sentir su tristeza: Otros prefieren negar que están tristes, y no reconocen en abso­luto que se están tragando las lágrimas. Hay quienes afirman incluso que esto de lo que estamos hablando son ilusiones y que no se debe considerar más que como un sueño. Sin embargo, ¿quién podría honestamente afirmar, sin ponerse a la defensiva o engañarse a sí mismo, que no sabe de lo que estamos hablando?

Hoy hablamos en nombre de todo aquel que vaga por este mundo, pues en él no está en su hogar. Camina a la deriva enfras­cado en una búsqueda interminable, buscando en la oscuridad lo que no puede hallar, y sin reconocer qué es lo que anda buscando. Construye miles de casas, pero ninguna de ellas satisface a su desasosegada mente. No se da cuenta de que las construye en vano. El hogar que anda buscando, él no lo puede construir. El Cielo no tiene sustituto.
(LE-pI.1-3)



Si esta sensación te viene una y otra vez… Enhorabuena !!! Caminas por la senda correcta. Reconoces que más allá de la forma en la que vives, existe algo diferente; un recuerdo que despierta en tu interior. El recuerdo de una forma de vivir diferente que ya casi habías olvidado. Bienaventurado seas, que tienes dentro de ti la chispa que encenderá una nueva forma de ver y entender las cosas en un nuevo Hogar.

Ahora solo es precisa tu voluntad, porque no existe fuerza lo suficientemente fuerte o digna, excepto tu propia voluntad, como para poder guiarte. Pues no puede existir confusión alguna en la mente de un Hijo de Dios al ser su voluntad, la misma que la del Padre, toda vez que la Voluntad del Padre es su Hijo y su felicidad.

Hacer la Voluntad de Dios perfectamente es el único gozo y la única paz que pueden conocerse plenamente, al ser la única función que se puede experimentar plenamente.
(T-8.3.2:1)

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 4 - A. de Mello

MEDITACION 4

"... Y el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes"
(Mc. 10,22)


¿Has pensado alguna vez que has sido "programado" para ser infeliz y que, por lo tanto, hagas lo que hagas para obtener la felicidad, estás abocado al fracaso?

Es como si introdujeras una serie de ecuaciones matemáticas en un ordenador, y éste fallara cada vez que pulsas el teclado para obtener un pasaje de Shakespeare.

Si quieres ser feliz, no necesitas hacer ningún tipo de esfuerzo; ni siquiera necesitas buena voluntad o buenos deseos, sino comprender con claridad de qué manera has sido "programado" exactamente. Lo que ha ocurrido es lo siguiente: primero, tu sociedad y tu cultura te han enseñado a creer que no puedes ser feliz sin determinadas personas y determinadas cosas. Echa un vistazo a tu alrededor, y por todas partes verás personas que en realidad han construido sus vidas sobre la creencia que sin determinadas cosas - dinero, poder, éxito, aceptación, fama, amor, amistad, espiritualidad, Dios... - no pueden ser felices. ¿Cuál es la combinación exacta en tu caso?

Una vez que te has "tragado" tu creencia, has desarrollado instintivamente un especial apego a esa persona o cosa, sin la que estabas convencido de no poder ser feliz. Luego vinieron los consabidos esfuerzos por adquirirla, aferrarte a ella una vez conseguida y eliminar toda posibilidad de perderla. Todo ello te llevó finalmente a una servil dependencia emocional de ella, hasta el punto de concederle el poder de hacerte estremecer al conseguirla, de angustiarte ante la posibilidad de verte privado de ella y entristecerte en el caso de perderla efectivamente. Detente ahora por unos momentos y contempla horrorizado la lista interminable de ataduras que te tienen preso. Piensa en cosas y personas concretas, no en abstracciones... Una vez que tu apego a ellas se hubo apoderado de ti, comenzaste a esforzarte al máximo, en cada instante de tu vida consciente, por reordenar el mundo que te rodeaba, en orden a conseguir y conservar los objetos de tu adhesión. Es ésta una agotadora tarea que apenas te deja energías para dedicarte a vivir y disfrutar plenamente la vida. Pero, además, es una tarea imposible en un mundo que no deja de cambiar y que tú, sencillamente, no eres capaz de controlar. Por eso, en lugar de una vida de plenitud y serenidad, estás condenado a vivir una vida de frustración, ansiedad, preocupación, inseguridad, incertidumbre y tensión. Durante unos pocos y efímeros momentos, el mundo, efectivamente, cede a tus esfuerzos y se acomoda a tus deseos, y gozas entonces de una pasajera felicidad. Mejor dicho: experimentas un instante de placer, que en modo alguno sustituye la felicidad, porque viene acompañado de un difuso temor a que, en cualquier momento, ese mundo de cosas y personas que con tanto esfuerzo has conseguido construir escape a tu control y te llene de frustración, que es algo que, tarde o temprano, acaba siempre por suceder.

Hay algo aquí que conviene meditar: siempre que te encuentras inquieto o temeroso, es porque puedes perder o no conseguir el objeto de tu deseo, ¿no es verdad? Y siempre que sientes celos, ¿no es porque alguien puede llevarse aquello a lo que tú estás apegado? ¿Acaso tu irritación no se debe a que alguien se interpone entre ti y lo que deseas? Observa la paranoia que te entra cuando ves amenazado el objeto de tu adhesión o de tu afecto: no eres capaz de pensar con objetividad, y toda tu visión se deforma, ¿no es así? Y cuando te encuentres fastidiado, ¿no es porque no has conseguido en suficiente medida lo que tú crees que puede hacerte feliz o por lo que sientes apego? Y cuando estás deprimido y triste, ¿acaso no ve todo el mundo que es porque la vida no te da aquello sin lo que estás convencido de que no puedes ser feliz? Casi todas las emociones negativas que experimentas son fruto directo de un apego de este tipo.

Así pues estás agobiado por la carga de tus ataduras... y luchando desesperadamente por alcanzar la felicidad precisamente aferrándote a dicha carga. La sola idea es verdaderamente absurda. Pero lo trágico es que ése es el único método que nos han enseñado para lograr la felicidad (un método seguro, por otra parte para producir desasosiego, frustración y tristeza). A casi nadie le han enseñado que, para ser auténticamente feliz, una sola cosa es necesaria: desprogramarse, liberarse de esas ataduras.

Cuando uno descubre esta palmaria verdad, le aterra pensar el dolor que pude suponerle el liberarse de sus ataduras. Pero lo cierto es que no se trata de un proceso doloroso, ni mucho menos. Al contrario: liberarse de las ataduras constituye una tarea absolutamente gratificante, con tal de que el instrumento empleado para ello no sea la fuerza de voluntad ni la renuncia, sino la visión. Todo cuanto tienes que hacer es abrir los ojos y ver que, de hecho, no necesitas en absoluto eso a lo que estás tan apegado; que has sido programado y condicionado para creer que no puedes ser feliz o que no puedes vivir sin esa persona o cosa determinada. Seguramente recuerdas la angustia que experimentaste cuando perdiste a alguien o algo que era para ti de incalculable valor; probablemente estabas seguro de que nunca más volverías a ser feliz. Pero, ¿qué sucedió después? Pasó el tiempo, y aprendiste a arreglártelas perfectamente, ¿no es así? Aquello debería haberte hecho ver la falsedad de tu creencia, la mala pasada que estaba jugándote tu mente "programada".

Un apego no es un hecho. Es una creencia, una fantasía de tu mente, adquirida mediante una "programación". Si esa fantasía no existiera en tu mente, no estarías apegado. Amarías las cosas y las personas y disfrutarías de ellas; pero, al no existir la creencia, disfrutarías de ellas sin ataduras de ningún tipo. ¿Existe, de hecho, otra forma de disfrutar realmente de algo? Pasa revista a todos tus apegos y ataduras, y dile a cada persona u objeto que te venga a la mente: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz" Limítate a hacer esto con toda honradez, y verás el cambio que se produce en ti: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz".

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 3 - A. de Mello

MEDITACIÓN 3

"Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica,
déjale también el manto: y a quien te fuerce
a caminar una milla, acompáñalo dos"
(Mt 5.40-41)



Si observas de qué modo estás hecho y cómo funcionas, descubrirás que hay en tu mente todo un "programa", toda una serie de presupuestos acerca de cómo debe ser el mundo, cómo debes ser tú mismo y qué es lo debes desear.

¿Quién es el responsable de ese "programa'' Tú no, desde luego. No eres realmente tú quien ha decidido cosas tan fundamentales como son tus deseos y exigencias, tus necesidades, tus valores, tus gustos, tus actitudes... Han sido tus padres, tu sociedad, tu cultura, tu religión y tus experiencias pasadas las que han introducido en tu "ordenador" las normas de funcionamiento. Ahora bien, sea cual sea tu edad y vayas adonde vayas, tu "ordenador" va contigo y actúa y funciona en cada momento consciente del día, insistiendo imperiosamente en que sus exigencias deben ser satisfechas por la vida, por la gente y por ti mismo. De hacerlo así, el "ordenador" te permitirá vivir pacífica y felizmente: de lo contrario, y aunque tú no tengas la culpa, generará unas emociones negativas que te harán sufrir.

Cuando, por ejemplo, otras personas no viven con arreglo a las expectativas de tu "ordenador", éste te atormenta a base de frustración, de ira, de amargura... O cuando, por ejemplo, las cosas escapan a tu control, o el futuro es incierto, tu "ordenador" insiste en que experimentes ansiedad, tensión, preocupación... Entonces empleas un montón de energías en hacer frente a esas emociones negativas. Y generalmente te las apañas para gastar aún más energías en intentar cambiar el mundo que te rodea, al objeto de satisfacer las exigencias de tu "ordenador". Con lo cual obtienes una cierta dosis de una paz bastante precaria, porque en cualquier momento la menor nimiedad (un tren que se retrasa, una grabadora que no funciona, una carta que no llega...) no es conforme con el programa de tu "ordenador", y éste se empeñará en que vuelvas a preocuparte de nuevo.

Por eso llevas una existencia patética, siempre a merced de las cosas y las personas, tratando desesperadamente de que se ajusten a las exigencias de tu "ordenador", a fin de poder tú disfrutar de la única paz que conoces: una tregua temporal de tus emociones negativas, cortesía de tu "ordenador" y de tu "programa".

¿Tiene esto solución? Por supuesto que sí. Naturalmente, no podrás cambiar tu "programa" de buenas a primeras, o quizá nunca. Pero ni siquiera lo necesitas. Intenta lo siguiente: imagina que te encuentras en una situación o con una persona que te resulta desagradable y que ordinariamente tratas de evitar. Observa ahora cómo tu "ordenador" entra instintivamente en funcionamiento e insiste en que evites dicha situación o trates de modificarla. Si consigues resistir y te niegas a modificar la situación, observa cómo el "ordenador" se empeña en que experimentes irritación, ansiedad, culpabilidad o cualquier otra emoción negativa. Sigue considerando esa situación (o persona) desagradable hasta que caigas en la cuenta de que no es ella la que origina las emociones negativas (ella se limita a "estar ahí" y a desempeñar su función bien o mal, acertada o equivocadamente: es lo de menos). Es tu "ordenador" el que, gracias al "programa", se empeña en que tú reacciones a base de emociones negativas. Lo verás mejor si logras comprender que hay personas que, con un programa diferente, y frente a esa misma situación, persona o acontecimiento, reaccionan con absoluta calma y hasta con gusto y contento. No cejes hasta haber captado esta realidad: la única razón por la que tú no reaccionas de ese modo es porque tu "ordenador" insiste obstinadamente en que es la realidad la que debe ser modificada para ajustarse a su "programa". Observa todo esto desde fuera, por así decirlo, y comprueba el prodigioso cambio que se produce en ti.

Una vez que hayas comprendido esta verdad y, consiguientemente, haya dejado tu "ordenador" de generar emociones negativas, puedes emprender cualquier acción que creas conveniente. Puedes evitar la situación o a la persona en cuestión: puedes tratar de cambiarla; puedes insistir en que se respeten tus derechos o los derechos de los demás; puedes incluso recurrir al uso de la fuerza... Pero sólo después de haber conseguido liberarte de tus trastornos emocionales, porque sólo entonces tu acción nacerá de la paz y del amor, no del deseo neurótico de satisfacer a tu "ordenador", de ajustarte a su "programa" o de liberarte de las emociones negativas que genera. Y sólo entonces comprenderás cuán profunda es la sabiduría de estas palabras: "Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica. déjale también el manto; y a quien te fuerce a caminar una milla, acompáñalo dos". Porque te resultará evidente que la verdadera opresión proviene, no de las personas que pleitean contigo ni de quien te somete a un trabajo excesivo, sino de tu "ordenador, cuyo "programa" acaba con la paz de tu mente en el momento en que las circunstancias externas dejan de ajustarse a sus exigencias. Se sabe de personas que han sido felices... ¡incluso en el opresivo clima de un campo de concentración! De lo que necesitas ser liberado es de la opresión de tu "programa". Sólo así podrás experimentar la libertad interior que está en el origen de toda revolución social, porque esa intensísima emoción, esa pasión que brota en tu corazón a la vista de los males sociales y te impulsa a la acción, tendrá su origen en la realidad, no en tu "programa" ni en tu ego.

EL ORIGEN DE LA CULPA


Hemos olvidado nuestro origen. El mundo que hemos creado y en el que creemos vivir no es sino una proyección de nuestra mente a través de nuestros sentidos corporales, para hacernos creer que estamos separados de nuestro creador. En este mundo experimentamos la dualidad y la separación y el correspondiente castigo que esta separación lleva implícito.



El único origen de la culpabilidad son los pensamientos de pecado que surgen como consecuencia la separación. Son estos pensamientos los que crean en nuestra mente un profundo sentimiento de culpa por la usurpación del poder de Dios. 

La condición que existía antes de la separa­ción, el Reino de los Cielos, era el verdadero hogar del Hijo de Dios. Un Reino que no es un lugar ni una condición, sino un estado mental de perfecta unicidad entre Dios y su creación, en el que nada se necesitaba y en el que se reconocía que no había nada más. Pero un día decidiste pensar por tu cuenta… Dios, al crearte te había hecho  libre, porque la libertad es amor, y fue en ese momento de libertad, cuando ya gozabas de la unidad con todo, en un instante cósmico, cuando pensaste… “Y si…” 

Ese momento de aparente individualidad, no es otra cosa que separación y dualidad. La percepción del mundo de la multiplicidad y de los infinitos sujetos y objetos que percibes. UCDM establece una clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento (extensión) y la percepción (proyección) de los cuales surgen dos sistemas opuestos de pensamiento. En el mundo del conocimiento, el mundo de la verdad, no existe ningún pensamiento más allá de Dios, porque tanto Él como el Hijo de Dios, comparten una Voluntad única, la verdad es inalterable y eterna. El mundo de la percepción, está basado en los opuestos, en la separación, el tiempo y el conflicto permanente entre todas ellas. Lo que la separación ve y oye no es más que un sueño en el que quedas atrapado, un sueño que parece real porque sólo eres capaz de ver aquello que deseas, dando por ello origen a un mundo de ilusiones.

 El uso inadecuado de la extensión -la proyección- tiene lugar cuando crees que existe en ti alguna carencia o vacuidad, y que puedes suplirla con tus propias ideas, en lugar de con la verdad. Este proceso comprende los siguientes pasos:
Primero: Crees que tu mente puede cambiar lo que Dios creó.
Segundo: Crees que lo que es perfecto puede volverse imper­fecto o deficiente.
Tercero: Crees que puedes distorsionar las creaciones de Dios, incluido tú.
Cuarto: Crees que puedes ser tu propio creador y que estás a cargo de la dirección de tu propia creación.”
 (T-2.I.1:7-12)

Creaste un sistema de pensamiento distorsionado al percibirte como un ser necesitado fabricando al ego en pos de la consecución de dichas ilusiones: El intento de tu mente de sentirte como te gustaría ser en lugar de verte como realmente eres. 

El ego cree en la separación que es constantemente representada como un enojo o una alteración de tu paz interior que siempre es una manera de revivir aquella primera ocasión en que eras perfectamente feliz en el Cielo y de repente te sentiste muy enojado, siendo ésa la primera vez que pensaste que estabas separado de Dios. Pensaste que habías “pecado” y que merecías un castigo, un castigo que te habías de infringir a ti mismo: la culpabilidad.

El plan del ego es un permanente intento de hacerte sentir mal, culpable, o atemorizado. Todo eso implica la emisión de un juicio sobre la circunstancia que te incomoda, y al juzgar haces real el pensamiento, reforzando la realidad de la separación. Son pues las respuestas y reacciones a lo que percibimos lo que confiere realidad al mundo irreal. Durante toda tu vida, desde el momento que naces, hasta el momento en que mueres recibes permanentes mensajes destinados a recordarte que dijiste o no dijiste, que hiciste o qué dejaste de hacer, qué sentiste o no. Ese sentimiento de culpabilidad oscurece nuestro bienestar, despertando en la memoria aquel momento inicial, de ese pecado irreal que se erige en el mundo de las ilusiones

En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. ¿Cómo, entonces, ibas a poder verlo? Al hacerlo invisible, surgió el mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes. Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa
(T-13.I.2:1-5)

Pero en realidad esto nunca ha sucedido. Todo es un sueño. Un sueño demente en el que nuestro Creador nos espera al final de nuestros días, dispuesto a inflingirnos un terrible castigo por ese “pecado” que cometimos. Sueñas con un mundo donde la pérdida, la destrucción y la muerte son inevitables, y este mundo, el que percibimos a través de nuestros ojos, es el mundo en el que creemos que podemos escapar del castigo, es, el chivo expiatorio de nuestra “culpa imaginaria”.

“La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido sólo tuvo lugar en ilusiones, y todos sus "pecados" no son sino el producto de su propia imaginación. Su realidad es eternamente inmacu­lada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado. En sus sueños se ha traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que tiene lugar en sueños no tiene lugar real­mente. Es imposible convencer al que sueña de que esto es así, pues los sueños son lo que son debido a la ilusión de que son rea­les. Sólo al despertar se libera uno completamente de ellos, pues sólo entonces resulta perfectamente evidente el hecho de que no afectaron en modo alguno la realidad y de que no la han cam­biado”.
(T-17.I.1:1-7)

La regla de oro para evitar la culpa:
No les hagas a otros, lo que no deseas que te hagan a ti mismo

La regla de diamante para deshacer la culpa:
Haz a otros lo que te gustaría que te hicieran a ti mismo

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 2 - A. de Mello

MEDITACIÓN 2

"Si alguno viene a mí, y no odia a su padre ni a su madre,
a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas
y hasta su propia vida no puede ser discípulo mío".
(Lc 14. 26)






Echa un vistazo al mundo y observa la infelicidad que hay en torno a ti y dentro de ti mismo. ¿Acaso sabes cuál es la causa de tal infelicidad? Probablemente digas que la causa es la soledad, o la opresión, o la guerra, o el odio, o el ateísmo... Y estarás equivocado. La infelicidad tiene una sola causa: las falsas creencias que albergas en tu mente; creencias tan difundidas, tan comúnmente profesadas, que ni siquiera se te ocurre la posibilidad de ponerlas en duda. Debido a tales creencias. Ves el mundo y te ves a ti mismo de una manera deformada. Estás tan profundamente "programado" y padeces tan intensamente la presión de la sociedad que te ves literalmente obligado a percibir el mundo de esa manera deformada. Y no hay solución, porque ni si quiera sospechas que tu percepción está deformada, que piensas de manera equivocada, que tus creencias son falsas.

Mira en derredor tuvo y trata de encontrar a una sola persona que sea auténticamente feliz: sin temores de ningún tipo, libre de toda clase de inseguridades, ansiedades, tensiones, preocupaciones... Será un milagro si logras encontrar a una persona así entre cien mil. Ello debería hacerte sospechar de la "programación" y las creencias que tanto tú como esas personas tenéis en común. Pero resulta que también has sido "programado" para no abrigar sospechas ni dudas y para limitarte a confiar en lo que tu tradición, tu cultura, tu sociedad y tu religión te dicen que des por sentado. Y si no eres feliz, ya has sido adiestrado para culparte a ti de ello, no a tu "programación" ni a tus ideas y creencias culturalmente heredadas. Pero lo que empeora aún más las cosas es el hecho de que la mayoría de las personas han sufrido tal lavado de cerebro que ni siquiera se dan cuenta de lo infelices que son...: como el hombre que sueña y no tiene ni idea de que está soñando.

¿Cuáles son esas falsas creencias que te apartan de la felicidad? Veamos algunas. Por ejemplo, ésta: "No puedes ser feliz sin las cosas a las que estás apegado y que tanto estimas". Falso. No hay un solo momento en tu vida en el que no tengas cuanto necesitas para ser feliz. Piensa en ello durante un minuto... La razón por la que eres infeliz es porque no dejas de pensar en lo que no tienes, en lugar de pensar más bien en lo que tienes en este momento. O esta otra: "La felicidad es cosa del futuro". No es cierto. Tú eres feliz aquí y ahora; pero no lo sabes. Porque tus falsas creencias y tu manera deformada de percibir las cosas te han llenado de miedos, de preocupaciones, de ataduras, de conflictos, de culpabilidades y de una serie de "juegos" que has sido "programado" para jugar. Si lograras ver a través de toda esa maraña, comprobarías que eres feliz... y no lo sabes...

Otra falsa creencia: "La felicidad te sobrevendrá cuando logres cambiar la situación en que te encuentras y a las personas que te rodean". Tampoco es cierto. Estás derrochando estúpidamente un montón de energías tratando de cambiar el mundo. Si tu vocación en la vida es la de cambiar el mundo: ¡adelante, cámbialo!; pero no abrigues la ilusión de que así lograrás ser feliz. Lo que te hace feliz o desdichado no es el mundo ni las personas que te rodean, sino los pensamientos que albergas en tu mente. Tan absurdo es buscar la felicidad en el mundo exterior a uno mismo como buscar un nido de águilas en el fondo del mar. Por eso, si lo que buscas es la felicidad, ya puedes dejar de malgastar tus energías tratando de remediar tu calvicie, o de conseguir una figura atractiva, o de cambiar de casa, de trabajo, de comunidad, de forma de vivir o incluso de personalidad. ¿No te das cuenta de que podrías cambiar todo eso, tener la mejor de las apariencias, la más encantadora personalidad, vivir en el lugar más hermoso del mundo... y, a pesar de ello, seguir siendo infeliz?

En el fondo, tú sabes que esto es cierto; sin embargo, te empeñas en derrochar esfuerzos y energías tratando de obtener lo que sabes muy bien que no puede hacerte feliz. Y otra falsa creencia más: "Si se realizan todos tus deseos, serás feliz". También esto es absolutamente falso. De hecho, son precisamente esos deseos los que te hacen vivir tenso, frustrado, nervioso, inseguro y lleno de miedos. Haz una lista de todos tus apegos y deseos, y a cada uno de ellos dile estas palabras: "En el fondo de mi corazón, sé que aunque te obtenga te alcanzaré la felicidad". Reflexiona sobre la verdad que encierran estas palabras. Lo más que puede proporcionarte el cumplimiento de un deseo es un instante de placer y de emoción. Y no hay que confundir eso con la felicidad.

¿Qué es entonces, la felicidad? Muy pocas personas lo saben, y nadie puede decírtelo, porque la felicidad no puede ser descrita. ¿Acaso puedes describir lo que es la luz a una persona que no ha conocido en toda su vida más que la oscuridad? ¿O puedes quizá describir la realidad a alguien durante un sueño? Comprende tu oscuridad, y ésta se desvanecerá; entonces sabrás lo que es la luz. Comprende tu pesadilla como tal pesadilla, y ésta cesará; entonces despertarás a la realidad. Comprende tus falsas creencias, y éstas perderán fuerza; entonces conocerás el sabor de la felicidad.

Si las personas desean tanto la felicidad, ¿por qué no intentan comprender sus falsas creencias? En primer lugar, porque nunca las ven como falsas, ni siquiera como creencias. De tal manera han sido "programadas" que las ven como hechos, como realidad. En segundo lugar, porque les aterra la posibilidad de perder el único mundo que conocen: el mundo de los deseos, los apegos, los miedos, las presiones sociales, las tensiones, las ambiciones, las preocupaciones, la culpabilidad..., con los instantes de placer, de consuelo y de entusiasmo que tales cosas proporcionan. Imagínate a alguien que temiera liberarse de una pesadilla, porque, a fin de cuentas, fuera ése el único mundo que conociera...: he ahí tu retrato y el de otras muchas personas.

Si quieres obtener una felicidad duradera, has de estar dispuesto a odiar a tu padre, a tu madre... y hasta tu propia vida, y a perder cuanto posees. ¿De qué manera? No desprendiéndote de ello ni renunciando a ello (porque, cuando se renuncia a algo forzadamente, queda uno vinculado a ello para siempre), sino, más bien, procurando verlo como la pesadilla que en realidad es; y entonces, lo conserves o no, habrá perdido todo dominio sobre ti y toda posibilidad de dañarte. Y al fin te habrás liberado de tu sueño, de tu oscuridad, de tu miedo, de tu infelicidad...

Dedica, pues un tiempo a tratar de ver tal como son cada una de las cosas a las que te aferras: una pesadilla que, por una parte, te proporciona entusiasmo y placer y, por otra, preocupación, inseguridad, tensión, ansiedad, miedo, infelicidad...

El padre y la madre: una pesadilla. La mujer y los hijos, los hermanos y hermanas: una pesadilla. Todas tus pertenencias: una pesadilla. Tu vida, tal como es: una pesadilla. Cada una de las cosas a las que te aferras y sin las que estás convencido de que no puedes ser feliz: una pesadilla... Por eso odiarás a tu padre y a tu madre, a tu mujer y a tus hijos, a tus hermanos y hermanas... y hasta tu propia vida. Por eso deberás dejar todas tus pertenencias, es decir, dejarás de aferrarte a ellas, y de ese modo habrás destruido su capacidad de dañarte. Por eso, finalmente, experimentarás ese misterioso estado que no puede ser descrito con palabras: el estado de una felicidad y una paz permanentes. Y comprenderás cuán cierto es que quien deja de aferrarse a sus hermanos y hermanas, a su padre. a su madre. a sus hijos, a sus tierras y posesiones... recibe el ciento por uno y obtiene la vida eterna.

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 1 - A. de Mello


A lo largo de los proximos días añadiremos fragmentos de este libro correspondientes a las  31 meditaciones del autor . El libro versa, ante todo, sobre el amor y los obstáculos al mismo: apegos, instintos, deseos...; en una palabra: sobre los condicionamientos y el modo de liberarse de ellos y conseguir ver, conseguir amar.

Se trata, de profundas meditaciones que intentan ayudamos a evadimos de la prisión de nuestros condicionamientos y liberarnos de las fórmulas que nos impiden ver la realidad. Meditaciones que nos hacen caer en la cuenta de que, para alcanzar la Verdad, necesitamos un corazón que renuncie a todas sus "programaciones" y a todo su egoísmo, un corazón que no tenga nada que proteger y nada que ambicionar, un
corazón, por tanto, libre y audaz.
 

MEDITACION  1

"¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo
si pierde su vida?"
(Mt. 16, 26)




Recuerda la clase de sentimiento que experimentas cuando alguien te elogia, cuando te ves aprobado, aceptado, aplaudido... Y compáralo con el sentimiento que brota en tu interior cuando contemplas la salida o la puesta del sol, o la naturaleza en general, o cuando lees un libro o ves una película que te gustan de veras. Trata de revivir este último sentimiento y compáralo con el primero, el producido por el hecho de ser elogiado. Comprende que este primer tipo de sentimiento proviene de tu propia "glorificación" y "promoción" y es un sentimiento mundano, mientras que el segundo proviene de tu propia realización y es un sentimiento anímico.

Veamos otro contraste: recuerda la clase de sentimiento que experimentas cuando obtienes algún éxito, cuando consigues algo que anhelabas, cuando "llegas arriba", cuando vences en una partida, en una apuesta o en una discusión. Y compáralo con el sentimiento que te invade cuando disfrutas realmente con tu trabajo, cuando de veras te absorbe por entero la tarea que desempeñas. Y observa, una vez más, la diferencia cualitativa que existe entre el sentimiento mundano y el sentimiento anímico.

Y todavía otro contraste más: recuerda lo que sentías cuando tenías poder, cuando tú eras el jefe y la gente te respetaba y acataba tus órdenes, o cuando eras una persona popular y admirada. Y compara ese sentimiento mundano con el sentimiento de intimidad y compañerismo que has experimentado cuando has disfrutado a tope de la compañía de un amigo o de un grupo de amigos con los que te has reído y divertido de veras.

Una vez hecho lo anterior, trata de comprender la verdadera naturaleza de los sentimientos mundanos, es decir, los sentimientos de autobombo y vanagloria, que no son naturales, sino que han sido inventados por tu sociedad y tu cultura para hacer que seas productivo y poder controlarte. Dichos sentimientos no proporcionan el sustento y la felicidad que se producen cuando contemplas la naturaleza o disfrutas de la compañía de un amigo o de tu propio trabajo, sino que han sido ideados para producir ilusiones, emoción... y vacío.

Trata luego de verte a ti mismo en el transcurso de un día o de una semana y piensa cuántas de las acciones que has realizado y de las actividades en que te has ocupado han estado libres del deseo de sentir esas emociones e ilusiones que únicamente producen vacío, del deseo de obtener la atención y la aprobación de los demás, la fama, la popularidad, el éxito o el poder.

Fíjate en las personas que te rodean. ¿Hay entre ellas alguna que no se interese por esos sentimientos mundanos? ¿Hay una sola que no esté dominada por dichos sentimientos, que no los ansíe, que no emplee, consciente o inconscientemente, cada minuto de su vida en buscarlos? Cuando consigas ver esto, comprenderás cómo la gente trata de ganar el mundo y cómo, al hacerlo pierde su vida. Y es que viven unas vidas vacías, monótonas, sin alma...

Propongo a tu consideración la siguiente parábola de la vida: un autobús cargado de turistas atraviesa una hermosísima región llena de lagos, montañas, ríos y praderas. Pero las cortinas del autobús están echadas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay al otro lado de las ventanillas, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quién hay que aplaudir, quién es más digno de consideración... Y así siguen hasta el final del viaje.

LAS RELACIONES ESPECIALES por Gloria Martinez

 Sobre el autor: Gloria Martinez, oriunda de Venezuela, es
estudiante y articulista sobre Un Curso de
Milagros. Por email glomartinez55@gmail.com

 Cada uno de nosotros en su transitar por la vida adquirimos muchas cosas y entre ellas la forma de interactuar como individuos. Los diferentes roles que ocupamos en el camino existencial, nos van dando pautas de actuación de acuerdo al tipo de relación y del lugar que ocupa o no, en nuestros afectos. A esas relaciones por sus mismas características les damos una significación especial.


¿Que quiere decir especial? De acuerdo al Diccionario: “Singular o particular, que se diferencia de lo común. Muy adecuado para algún efecto”. Cotidianamente lo utilizamos, casi siempre, con una connotación positiva. Para nosotros es algo especial, aquello que se distingue de los demás, que goza de nuestro afecto, y lo cual privilegiamos.

Un Curso de Milagros no lo considera así. La acepción para dicho vocablo es diferente ya que se establece en función de relaciones que son especiales, porque nos atan, o nos supeditan a otros, o comprometen nuestra existencia en un círculo vicioso y aún así queremos mantenerlas dentro del mismo esquemaque tradicionalmente hemos repetido. Mientras más infelices somos, más nos adecuamos a un mundo de confrontaciones, y más nos reafirmamos en “la lucha de los contrarios”

Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones.
No se basan exclusivamente en el amor inmutable.
Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto.
T.15.V.4:1-4
Página 8 Boletín Nº 64 de Milagros en Red - Centro de Estudios De Un Curso de Milagros ®
Pero ¿es esta la realidad? En un mundo tan descarnado, donde los seres humanos no somos dignos de la confianza del “otro”, indudablemente esto es verdad. Y nos hace sufrir, aunque infructuosamente tratemos de ser felices, buscando formas o fórmulas que nos permita sobrevivir en él...