DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

2012: EL COMIENZO DEL NUEVO CURSO


Con cada comienzo de año, miles de propósitos convencionales, vienen a nuestra mente con el objetivo de hacer el año diferente y limpiar de nuestra consciencia aquellos pensamientos que nos llenan de culpa: adelgazaremos, haremos ejercicio, dejaremos de fumar, reemprenderemos aquellos estudios que quedaron olvidados, o aquella relación  maltratada…

Sin embargo en pocas ocasiones estos propósitos se enfrentan a la única necesidad mucho más allá de cualquier necesidad material: la búsqueda interior y el reencuentro con uno mismo.

El camino que cada uno de nosotros sigue para alcanzar este objetivo, está predeterminado y sólo requiere de nuestra pequeña dosis de buena voluntad para que una pequeña revolución acontezca en tu vida. Recuerda que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro. ¿Por qué esperar? ¿Por qué susti­tuirlo por ilusiones mundanas, cuando tu felicidad se encuentra a tan sólo un instante? El final es indudable una vez el camino ha comenzado y está garantizado por Dios.

Todos los caminos llevan a un mismo objetivo; no existen caminos mejores ni peores, pero desde estas páginas de estudio de Un Curso de Milagros, te ofrecemos el nuestro. Si por algún motivo estas leyendo estas letras, quizás éste sea el tuyo, pues nada llega a ti sin un propósito.




Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario cristiano. Tengo absoluta confianza en que lograrás todo lo que te propongas hacer. Nada te ha de faltar, y tu voluntad será completar, no destruir. Dile, entonces, a tu her­mano:

* Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.
* Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti para aprisionarme a mí mismo.
* En nombre de mi libertad elijo tu liberación porque reconozco que nos hemos de liberar juntos.

De esta forma damos comienzo al año con alegría y en libertad. Es mucho lo que aún os queda por hacer, y llevamos mucho retraso. Acepta el instante santo con el nacimiento de este año, y ocupa tu lugar -por tanto tiempo vacante- en el Gran Despertar. Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. Y permite que todas tus relaciones te sean santificadas. Ésta es nuestra voluntad. Amén. (T-15.XI.10)


Nuestro propio año nuevo nacerá de nuestro propio tiempo de Cristo. De la mano del Curso, aceptamos unirnos a Jesús en su tarea (el Gran Despertar), en un año de dicha y libertad, en el que nuestras relaciones se hacen santas, y en el que todo es lo mismo, porque todo en él está dedicado a un único propósito: Nuestro despertar y el de nuestros hermanos.

Decídete este año a no negar lo que Dios te ha dado. No hagas interpretaciones que se opongan al Amor de Dios, pues tienes muchos testigos que hablan de él tan claramente, que sólo los ciegos y los sordos podrían no verlos ni oírlos. Decídete este año a no negar lo que Dios te ha dado. Despierta y compártelo, pues ésa es la única razón por la que Él te ha llamado. Su Voz ha hablado claramente, pero tienes muy poca fe en lo que oíste debido a que has preferido tener más fe en el desastre que has ocasionado. Resolvamos hoy juntos aceptar las buenas nuevas de que ese desastre no es real y de que la realidad no es un desastre. (T-16.II.8:1-5)

Para ello, un Curso de Milagros provee un programa de estudios sumamente individualizado, en el que todos sus aspectos están bajo el cuidado y la dirección especial del Espíritu Santo.

Pregunta y Él te contestará. Ésa es Su responsabilidad, y sólo Él está capacitado para asumirla. Responder es Su función. Dirigirle a Él tus preguntas es la tuya.
 (M-29.2:6-10)


El Espíritu Santo jamás ha dejado de resolver por ti ningún problema que hayas puesto en Sus manos, ni jamás dejará de hacerlo. Cada vez que has tratado de resolver algo por tu cuenta, has fracasado. ¿No es hora ya de que conectes todos estos hechos y te des cuenta de lo que significan? Éste es el año en que debes poner en práctica las ideas que se te han dado. Pues las ideas son fuerzas poderosísimas que deben ponerse en práctica y no dejar en desuso. Ya te han dado suficientes pruebas de su poder como para que desees depositar tu fe en ellas y no en su negación. Dedica este año a la verdad y déjala obrar en paz. Ten fe en Aquel que tiene fe en ti. Piensa en lo que realmente has visto y oído, y acéptalo. ¿Cómo puedes estar solo con seme­jantes testigos?
(T-16.II.9:1-10)

El Curso se encuentra organizado enteramente como una herramienta de enseñanza, no es un curso de especulación filosófica, ni está intere­sado en una terminología precisa. Se orienta únicamente hacia la Expiación o corrección de la percepción. El medio de la Expia­ción es el perdón. 

Consiste en tres libros: un Texto de 622 páginas, un Libro de Ejercicios de 478 páginas, y un Libro para Maestros de 88 páginas. El orden en el cual los estudiantes elijan usar los libros y las formas en las que lo estudien dependen de sus necesidades y preferencias particulares.

¿Qué es mejor para unos y qué es mejor para otros? Es posi­ble que a algunos alumnos les sea más útil leer primero el manual. A otros les puede resultar mejor empezar con el libro de ejercicios. Y todavía habrá otros que quizá necesiten empezar en el nivel más abstracto que ofrece el texto. 

Para que los ejercicios del libro de ejercicios tengan sentido para ti, es necesario, como marco de referencia, disponer de una base teórica como la que provee el texto.

Es la práctica de los ejercicios, no obstante, lo que te permitirá alcanzar el objetivo del curso. Una mente sin entrenar no puede lograr nada. El propó­sito de este libro de ejercicios es entrenar a tu mente a pensar según las líneas expuestas en el texto.

Los ejercicios son muy sencillos. No requieren mucho tiempo, y no importa dónde se hagan. No requieren ninguna prepara­ción. El período de entrenamiento dura un año. Las lecciones van numeradas de la 1 a la 365. No intentes hacer más de una serie de ejercicios por día.

El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principa­les. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a adquirir una percepción verdadera. A excep­ción de las sesiones de repaso, los ejercicios diarios están planeados en torno a una idea central que se enuncia primero. A ésta le sigue una descripción de los procedimientos concretos mediante los cuales debe aplicarse la idea del día.

Decídete hoy, cierra los ojos, piensa para tus adentros y dispónte este año a hacer algo diferente, algo distinto de todo lo que ha sucedido antes: Seguro que no te arrepentirás !!!

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -28- A. de Mello

Meditación 28


"Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida...
Mirad las aves del cielo ... Fijaos en los lirios del campo..."
(Mi 6,25ss)



En un momento o en otro, todo el mundo experimenta sensaciones de lo que conocemos con el nombre de "inseguridad". Te sientes inseguro de la cantidad de dinero que tienes en el banco, de la cantidad de amor que obtienes de tus amigos, de la educación que has recibido... O tienes sentimientos de inseguridad en relación a tu salud, a tu edad, a tu apariencia física. Si te preguntaran: "¿Qué es lo que te hace sentirte inseguro?", casi con toda certeza darías una respuesta errónea. Tal vez dirías: "Tengo un amigo que no me quiere lo suficiente", o "no tengo la formación académica que necesitarla", o algo por el estilo. En otras palabras, aludirías a algún condicionante externo, sin darte cuenta de que los sentimientos de inseguridad no se deben a nada exterior a ti, sino únicamente a tu "programación" emocional, a algo que tú te dices a ti mismo mentalmente. Si cambiaras tu "programa", tus sentimientos de inseguridad se desvanecerían en un santiamén, aun cuando todo lo existente en el mundo exterior a ti permaneciera exactamente igual que antes. Hay personas que se sienten absolutamente seguras sin tener un duro en el banco, mientras que otras se sienten inseguras a pesar de tener millones. Lo importante no es la cantidad de dinero, sino la "programación". Hay personas que no tienen amigos y. sin embargo, se sienten perfectamente seguras del amor de la gente; otras, en cambio, se sienten inseguras aunque gocen de las más posesivas y exclusivas relaciones del mundo. Una vez más, la diferencia viene marcada por la "programación".

Si quieres hacer frente a tus sentimientos de inseguridad, hay cuatro hechos que debes examinar y comprender:

Primero: es inútil que trates de mitigar tus sentimientos de inseguridad intentando cambiar las cosas exteriores a ti. Puede que tus esfuerzos se vean coronados por el éxito, aunque no es eso lo más frecuente; puede que consigas al menos algún alivio, pero éste no será muy duradero. No merece la pena, por tanto, que gastes tus energías y tu tiempo en mejorar tu apariencia física, en hacer más dinero o en asegurarte del amor de tus amigos.

Segundo (y éste es un hecho que te hará atacar el problema donde realmente se encuentra: en tu interior): hay personas que, a pesar de encontrarse en las mismísimas condiciones en que tú te encuentras ahora, no sienten la menor inseguridad. Esas personas existen, y seguramente conoces a alguna. Consiguientemente, el problema no depende de la realidad exterior a ti, sino de ti mismo, de tu "programación".

Tercero: debes comprender que esa "programación" te ha sido impuesta por personas inseguras que, cuando aún eras muy joven e impresionable. te enseñaron, con su comportamiento y con sus reacciones de pánico, que siempre que el mundo exterior no se ajuste a una determinada norma, debes crear en tu interior una confusión emocional llamada "inseguridad" y hacer cuanto esté a tu alcance por reordenar dicho mundo exterior: hacer más dinero, buscar más motivos de tranquilidad, aplacar y agradar a las personas a las que has ofendido..., a fin de que desaparezcan los sentimientos de inseguridad. El simple hecho de caer en la cuenta de que no tienes que hacer semejante cosa, de que el hacerlo no resuelve realmente nada, y de que la confusión emocional se debe exclusivamente a ti y a tu cultura, hará que te distancies del problema, y obtendrás un considerable alivio.

Cuarto: siempre que te sientas inseguro acerca de lo que puede depararte el futuro, limítate simplemente a recordar que en los últimos seis o doce meses has estado igualmente inseguro acerca de los acontecimientos que habrían de producirse, y que cuando, finalmente, éstos se produjeron, te las arreglaste para dominarlos de un modo u otro, gracias a las energías y recursos que acumulaste en el momento, y no gracias a toda tu anterior preocupación, que únicamente sirvió para hacerte sufrir innecesariamente y para debilitarte emocionalmente. Por consiguiente, intenta decirte a ti mismo: "Si hay algo que pueda hacer ahora con respecto a mi futuro, lo haré. Fuera de eso, me limitaré a dejarle que siga su curso y me dedicaré a disfrutar del momento presente, porque la experiencia me ha enseñado que sólo puedo hacer frente a las cosas cuando éstas se presentan, no antes de que ocurran, y que el presente me proporciona siempre los recursos y la energía necesarios para afrontarlas".

La desaparición definitiva de los sentimientos de inseguridad sólo se producirá cuando hayas adquirido esa bendita capacidad de las aves del cielo y de los lirios del campo para vivir plenamente el presente, momento a momento, porque el instante presente nunca es insufrible, por muy doloroso que sea. Lo que sí es insufrible es lo que tú piensas que va a suceder dentro de cinco horas o de cinco días: e insufribles son también esas palabras que no dejas de repetir en tu interior: "¡Es terrible!"; "¡Es insoportable!"; "¿Cuánto tiempo va a durar esto?"... y cosas parecidas. Las aves y las flores tienen la ventaja sobre los humanos de que no tienen el concepto del futuro, ni palabras en sus mentes, ni preocupación alguna por lo que sus semejantes piensen de ellos. Por eso son imágenes perfectas del reino. No te inquietes, pues, por el mañana. porque el mañana ya cuida de sí. Cada día tiene su propia malicia. Busca el reino por encima de cualquier otra cosa, y todo lo demás se te dará por añadidura.

LA NAVIDAD Y EL AÑO NUEVO EN UCDM

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -27- A. de Mello

Meditación 27

"He venido a traer fuego a la tierra.
¡y cuánto desearla que ya estuviera ardiendo!"
(Lc 12,49)


Si quieres saber lo que significa ser feliz, observa una flor, un pájaro, un niño...: ellos son imágenes perfectas del reino, porque viven el eterno ahora, sin pasado ni futuro. Por eso no conocen la culpa y la inquietud que tanto atormentan a los seres humanos, están llenos de la pura alegría de vivir y se deleitan, no tanto en las personas o cosas, cuanto en la vida misma. Mientras tu felicidad esté originada o sostenida por algo o por alguien exterior a ti, seguirás en la región de los muertos. El día en que seas feliz sin razón alguna, el día en que goces con todo y con nada, ese día sabrás que has descubierto ese país de la alegría interminable que llamamos "el reino".

Encontrar el reino es lo más fácil del mundo, pero también lo más difícil. Es fácil, porque el reino está a tu alrededor y aun dentro mismo de ti. y lo único que tienes que hacer es extender tu mano y tomar posesión de él. Y es difícil, porque, si deseas poseer el reino, no puedes poseer nada más. Es decir, debes acceder a lo más hondo de ti mismo sin apoyarte en nada ni en nadie, arrebatando a todos y a todo, para siempre, el poder de estremecerte, de emocionarte o de darte una sensación de seguridad o de bienestar. Para lo cual, lo primero que necesitas es ver con absoluta claridad esta contundente verdad: contrariamente a lo que tu cultura y tu religión te han enseñado, nada, absolutamente nada, puede hacerte feliz. En el momento en que consigas ver esto, dejarás de ir de una ocupación a otra, de un amigo a otro, de un lugar a otro, de una técnica espiritual a otra, de un gurú a otro... Ninguna de esas cosas puede proporcionarte ni un solo minuto de felicidad. Lo más que pueden ofrecerte es un estremecimiento pasajero, un placer que al principio crece en intensidad, pero que se convierte automáticamente en dolor en cuanto los pierdes, y en hastío si se prolongan indefinidamente.

Piensa en las innumerables personas y cosas que tanto te han entusiasmado en el pasado. ¿Qué ha sucedido? En cada caso, han acabado produciéndote sufrimiento o aburrimiento, ¿no es verdad? Es absolutamente esencial que consigas ver esto, porque, mientras no lo hagas, no habrá posibilidad alguna de que descubras el reino de la alegría. La mayoría de las personas no están preparadas para verlo en tanto no hayan padecido repetidas veces la desilusión y la tristeza. Y, aun así, sólo una persona entre un millón siente el deseo de ver. Los demás, la inmensa mayoría, se limitan a seguir llamando patéticamente a la puerta de otras criaturas, mendigando sin recato, implorando afecto, aprobación, consejos, poder, honor, éxito... Y es que se niegan obstinadamente a entender que la felicidad no está en ella, cosas.

Si buscas dentro de tu corazón, descubrirás algo que te permitirá entender: una chispa de desencanto y descontento que, si se atiza, se convertirá en un fuego devastador que consumirá todo el mundo ilusorio en el que vives, desvelando así ante tus asombrados ojos el reino en el que, sin sospecharlo siquiera, has estado viviendo siempre. ¿Te has sentido alguna vez asqueado de la vida, mortalmente aburrido de huir constantemente de miedos y ansiedades, cansado de mendigar, harto de dejarte arrastrar por tus apegos y tus "adicciones"? ¿Has sentido alguna vez la absoluta falta de sentido de luchar por conseguir un título, encontrar un trabajo y dedicarte a experimentar el aburrimiento de la vida o, si eres una persona que no puede parar quieta, vivir en una confusión emocional originada por aquellas cosas que te afanas por conseguir? Si lo has sentido -y difícilmente habrá un ser humano que no lo haya hecho-, entonces la llama divina del descontento ha prendido en tu corazón, y es el momento de alimentarla, antes de que la apaguen los rutinarios quehaceres de la vida. Es la ocasión que te depara el destino para que, simplemente, encuentres el momento de escapar y de examinar tu vida, permitiendo que la llama siga creciendo mientras lo haces, negándote a permitir, en cambio, que nada en el mundo te distraiga de esa tarea.

Es el momento de que comprendas que no hay absolutamente nada ajeno a ti que pueda proporcionarte una alegría duradera. Pero, en el instante mismo en que lo hagas, comprobarás que en tu corazón nace un temor: el temor a que, si das pábulo al descontento, éste se convierta en una pasión devastadora que se apodere de ti y te haga rebelarte contra todo cuanto tu cultura y tu religión consideran estimable, contra toda una forma de pensar, sentir y percibir el mundo que ellas (tu cultura y tu religión) te han obligado a aceptar. Ese fuego devorador no se limitará a poner en peligro tu nave, sino que la reducirá a cenizas. De pronto te encontrarás viviendo en un mundo del todo diferente, infinitamente alejado del mundo de las personas que te rodean, porque todo cuanto los demás estiman y por lo que claman sus corazones (honor, poder, aceptación, aprobación, seguridad, riqueza...) es visto como la hedionda, repugnante y nauseabunda basura que en realidad es. Y todo aquello de lo que los demás huyen sin parar ya no volverá a infundirte terror. Te has vuelto una persona serena, intrépida y libre, porque has abandonado tu mundo ilusorio y has entrado en el reino.

Ahora bien, no confundas este descontento divino con la desesperación que a veces induce a la gente a la locura y al suicidio, en cuyo caso no se trataría del impulso místico hacia la vida, sino del impulso neurótico hacia la autodestrucción. Ni lo confundas tampoco con el gimoteo de quienes no hacen más que quejarse de todo: estas personas no son místicos, sino pelmazos en constante campaña en favor de una mejora de sus condiciones carcelarias, cuando lo que necesitarían sería abrir las puertas de su prisión y salir a la libertad.

La mayoría de las personas, cuando sienten en sus corazones el aguijonazo de este descontento, o bien huyen de él drogándose con la búsqueda febril de trabajo, de compañía y de amistad, o bien canalizan el descontento hacia una labor social o hacia la literatura, la música o las llamadas tareas creativas, y se contentan con la reforma, cuando lo que hace falta es la rebelión. Estas personas, aunque tremendamente activas, en realidad no están vivas en absoluto, sino muertas y contentas de vivir en la región de los muertos. La prueba de que tu descontento es divino la constituye el hecho de que no haya en él el menor rastro de tristeza o de amargura, sino que, por el contrario, y aun cuando pueda brotar frecuentemente el miedo en tu corazón, el descontento se vea siempre acompañado de alegría, de la alegría del reino.

He aquí una parábola de dicho reino: el reino se parece a un tesoro escondido en un campo y que es descubierto por un hombre, el cual, loco de contento, va, vende cuanto tiene y compra dicho campo. Si tú no has descubierto aún el tesoro, no malgastes tu tiempo buscándolo, porque puede ser descubierto, pero no puede ser buscado, dado que no tienes la menor idea de en qué consiste dicho tesoro. Lo único que conoces es la letal felicidad de tu actual existencia. Consiguientemente, ¿qué vas a buscar? ¿Y dónde? Mejor será que busques en tu corazón la chispa del descontento y la mantengas hasta que se convierta en un auténtico incendio que reduzca a escombros tu mundo.
Jóvenes o viejos, la mayoría de nosotros estamos descontentos, simplemente porque deseamos algo (más conocimientos, un mejor trabajo, un coche más potente, un salario más abundante...). Nuestro descontento se basa en nuestro deseo de "más". Si la mayoría de nosotros estamos descontentos, es únicamente porque deseamos algo más. Pero no me estaba refiriendo a esta clase de descontento. Evidentemente, el desear "más" nos impide pensar con claridad; pero, si estamos descontentos, no porque deseemos algo, sino porque no sabemos lo que deseamos; si nos sentimos insatisfechos con nuestro trabajo, con la necesidad de hacer dinero y lograr poder y posición, con la tradición, con lo que tenemos y lo que podríamos tener, si estamos insatisfechos, no con algo en particular, sino con todo, entonces creo que descubriremos que nuestro descontento nos proporciona claridad. Cuando no aceptamos ni seguimos, sino que dudamos, investigamos e inquirimos. Entonces se da una intuición o penetración que da lugar a la creatividad y la alegría.

Por lo general, el descontento que experimentas se debe a que no tienes suficiente de algo: estás insatisfecho porque piensas que no tienes suficiente dinero, o poder, o éxito, o fama, o virtud, o amor, o santidad... No es éste el descontento que conduce a la alegría del reino, porque su origen es la codicia y la ambición, y su consecuencia el desasosiego y la frustración. El día en que estés descontento, no porque desees más de algo, sino porque no sabes qué es lo que deseas; el día en que estés mortalmente harto de todo cuanto has estado persiguiendo hasta entonces, harto incluso de perseguirlo, ese día tu corazón alcanzará una inmensa claridad, una intuición. una perspicacia que, de un modo misterioso, te permitirá deleitarte con todo y con nada.

EL PROCESO DE SEPARACION (2/4): la segunda división

Ya hemos comentado en una anterior entrada que una vez producida la primera separación de la Mente Unificada entre la Mente de Dios y la mente separada del Hijo de Dios, se han de producir una serie de nuevas divisiones en aras a mantener la existencia de esa mente y olvidar el origen de la separación.




LA SEGUNDA DIVISIÓN


Sin embargo Dios mismo, en el momento en que el pensamiento de separación penetró en la mente del Hijo de Dios, otorgó su Respuesta en forma del Espíritu Santo, para evitar que olvidásemos a la Mente de la que se separó.

El Espíritu Santo comenzó a existir como medió de protección al producirse la separación, lo cual inspiró simultáneamente el principio de la Expiación. Antes de eso no había necesidad de curación, pues nadie estaba desconsolado. La Voz del Espíritu Santo es la Lla­mada a la Expiación, es decir, a la restitución de la integridad de la mente”.
(T-5.I.5:2-4)

Puesto que la separación tiene lugar en la mente, Dios coloca su Respuesta –el Espíritu Santo- allí donde se necesita: en la mente fuente del origen del conflicto y único lugar donde puede ser sanada.

“El Espíritu Santo mora en la parte de tu mente que es parte de la Mente de Cristo.” (CT-6.4:1)

De modo que el Espíritu Santo en su función, sirve de vínculo de unión entre nuestra mente dividida y nuestro Creador, recordando continuamente mediante el principio de la Expiación [percepción verdadera], que la separación inicial o primera división, en realidad nunca ocurrió, pues fueron puestos los medios para que no ocurriese.

“Tanto la separación como el principio que gobierna la Expia­ción  dieron comienzo simultáneamente.  Cuando el ego fue engendrado, Dios puso en la mente la llamada al júbilo.” (T-5.II.3:1-2)

Este ínfimo instante que deseas conservar y hacer eterno, se extinguió tan fugazmente en el Cielo que ni siquiera se notó. Lo que desapareció tan rápidamente que no pudo afectar el conoci­miento del Hijo de Dios, no puede estar aún ahí para que lo pue­das elegir como maestro.”
(T-26.V.5:1-2)

El Espíritu Santo no es más que un pensamiento de Dios que nos recuerda permanentemente su Amor: Una presencia dentro de la mente fragmentada que nos acerca a la lejana memoria de nuestra Fuente, y nos vincula de nuevo con Dios, manteniendo en el presente una memoria pasada casi olvidada.

Habla por Dios y también por ti, ya que está unido a Ambos. Por consiguiente, Él es la prueba de que Ambos son uno solo.” (CT-6.4:3-4)

Por supuesto que el hecho de hablar no es más que una interpretación metafórica o simbólica, pues en sí, el Espíritu Santo carece de forma, pues no adquiere una estructura antropomorfa como persona, ni tan siquiera como una paloma como el cristianismo ha venido a representarlo. Ahora bien, si que es cierto que dentro del sueño de separación, puede manifestarse de la forma más adecuada para el cumplimiento de su función en cada persona. Así para muchos será una voz interior, para otros un presentimiento o una intuición o incluso puede manifestarse activamente como un hecho o una circunstancia inesperado.

“El Espíritu Santo parece ser una Voz, pues de esa forma es como te comunica la Palabra de Dios. Parece ser un Guía por tierras lejanas, pues ésa es la clase de ayuda que necesi­tas. Y parece ser también cualquier cosa que satisfaga las necesi­dades que creas tener.”
(CT-6.4:5-7)

Esta nueva mente que parece haber llegado a la existencia y que interactúa separada e independiente, continúa dividiéndose en dos nuevas mentes en lo que el curso ha venido en llamar, la mentalidad errada y la mentalidad correcta representadas por el ego y por el Espíritu Santo.

Estas dos mitades de la mente separada actúan independientemente y de forma excluyente entre ellas mediante experiencias distintas en la mente dividida; por tanto parece lógico pensar que dentro de esta mente una parte de la misma deba elegir entre ambas mitades.

Aunque en el Curso no se otorga nombre a esta parte de la mente, ha venido siendo denominada por algunos estudiosos como “el tomador de decisiones” aquella parte de la mente a la que Jesús se dirige en el Curso y a quien anima a cambiar su elección.

“Cada día, cada hora y cada minuto, e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección, entre el ego y el Espíritu Santo. El ego es la elección en favor de la culpa­bilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia. De lo único que dispones es del poder de decisión. (T-14.III.4:1-3)

Resumiendo en la mente que parece haberse separado, existen tres componentes: la mentalidad errada, representada por el ego separada e independiente de su creador; la mentalidad correcta representada por el Espíritu Santo que es un pensamiento de Dios y el recuerdo de lo que verdaderamente uno es, y por ultimo el tomador de decisiones que debe elegir entre una de las anteriores.

Puesto que la mente representada por el ego y la representada por el Espíritu Santo son incompatibles y la existencia de una de ellas deviene en la desaparición de la otra, el ego procura por todos los medios evitar el recuerdo de Dios, interactuando sobre el tomador de decisiónes con el engaño y la manipulacion en aras de mantener su existencia; pues una vez este haya tomado la suya, se le otorgará realidad a la misma, y será una decisión en la cual se creerá y en base a la cual se actuará.

“La grandeza es de Dios y sólo de Él. Por lo tanto, se encuentra en ti. Siempre que te vuelves consciente de ella, por vagamente que sea, abandonas al ego automáticamente, ya que en presencia de la grandeza de Dios la insignificancia del ego resulta perfecta­mente evidente.”
(T-9.VIII.1:1-3)

El ego continuará maniobrando con sucesivas divisiones que harán aparecer la culpa, el miedo y el pecado como símbolo del temor a Dios, lo que obligará al tomador de decisiones a tomar su decisión a su favor, asegurando su existencia, como veremos en la tercera parte de la entrega

A modo de ejemplo muestro esta imagen en la que se resume lo acontecido hasta ahora  con las dos divisiones producidas:


UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -26- A. de Mello

Meditación 26


"¿No era necesario que el Cristo padeciera eso
y entrara así en su gloria?"
(Lc 24,26)


Piensa en algunos de los acontecimientos dolorosos de tu vida. ¿Cuántos de ellos son hoy para ti motivo de agradecimiento por haberte servido para cambiar y crecer? Hay aquí implícita una verdad elemental de la vida que la mayoría de las personas no llegan nunca a descubrir. Los acontecimientos afortunados hacen la vida más placentera, pero no son causa de autoconocimiento, de crecimiento y de libertad. Este es un privilegio reservado a aquellas cosas, personas y situaciones que nos ocasionan algún dolor.


Todo acontecimiento doloroso encierra una semilla de crecimiento y de liberación. A la luz de esta verdad, vuelve ahora sobre tu vida y fíjate en tal o cual acontecimiento por el que no te sientas especialmente agradecido, y trata de descubrir el potencial de crecimiento que encierra y del que no has tomado conciencia hasta ahora, por lo que no has podido beneficiarte de él. Piensa también en algún acontecimiento reciente que te haya ocasionado dolor y sentimientos negativos. Cualquiera que haya sido la cosa, persona o situación que te ha producido tales sentimientos, ha sido "maestra" para ti porque te ha revelado algo (o mucho) acerca de ti que probablemente no sabías y te ha invitado y desafiado a descubrirte y conocerte mejor y, consiguientemente, a crecer y acceder a la vida y a la libertad.


Intenta ahora identificar el sentimiento negativo que ese acontecimiento ha despertado en ti. Puede haber sido un sentimiento de inquietud, de inseguridad, de envidia de ira, de culpa... ¿Qué te dice esa emoción acerca de ti mismo, de tus valores, de tu manera de percibir el mundo y la vida y, sobre todo, de tu "programación" y tus condicionamientos? Si consigues descubrirlo, te librarás de alguna ilusión o espejismo al que hasta ahora te hablas aferrado, o dejarás de percibir alguna cosa de manera deformada, o corregirás alguna falsa creencia, o aprenderás a distanciarte de tu sufrimiento... con tal de que comprendas que todo ello ha sido causado por tu "programación", no por la propia realidad: e inesperadamente comprobarás que te sientes plenamente agradecido por esos sentimientos negativos y por la persona o el acontecimiento que los ha originado.


Intenta ahora dar un paso más. Considera todo cuanto piensas, sientes, dices y haces... y no te agrada: tus emociones negativas, tus defectos, tus "handicaps", tus errores, tus apegos, tus neurosis, tus dependencias... y tus pecados, naturalmente. Puedes considerarlo todo ello como una parte necesaria de tu desarrollo; como algo que te ofrece una promesa de crecimiento y de gracia para ti y para otros y que no se daría sin esa cosa concreta que tanto te desagrada. Y si tú mismo has ocasionado dolor y sentimientos negativos a otros, piensa que en ese momento has ejercido con ellos la función de "maestro" y les has dado ocasión de autoconocerse y de crecer. Puedes seguir considerándolo hasta que lo veas todo ello como una "feliz culpa", como un pecado necesario que es ocasión de un inmenso bien para ti y para el mundo.


Si eres capaz de hacerlo, tu corazón se verá inundado de paz, de agradecimiento, de amor y de aceptación de todas y cada una de las realidades. Y habrás descubierto qué es lo que la gente busca en todas partes sin jamás encontrarlo: la fuente de la serenidad y de la alegría que se esconde en cada corazón humano.

EL PROCESO DE SEPARACION (1/4): la primera división

EL PROCESO DE SEPARACION


Una de las grandes cuestiones que todo estudiante del Curso se plantea en algún momento, es cómo es posible que pudiera aparecer la separación y cómo la imperfección pudo llegar a la existencia. 

El Curso en sí, no realiza especulación alguna acerca del tema, sobre cuál fue el origen o porque aconteció dicha situación, aunque efectivamente describe el asunto: “pareció como si lo imposible hubiese ocurrido” y provee al respecto una aplicación práctica:

“Sin embargo no tiene objeto dar una respuesta en función del pasado porque el pasado no importa, y la historia no existiría si los mismos errores no siguiesen repitiéndose en el presente.” (T-4.II.1:3)

No entraré yo tampoco, al tratar este tema, en la dinámica de realizar preguntas que carecen de respuesta, ni ofrecer respuesta a aquello que no la tiene, pues ese es el trabajo del ego. Conocer cómo o porqué se originó la separación, no es nuestra función, pues la búsqueda del error no puede otorgarle realidad, ni ninguna definición que se haya hecho de una mentira puede hacer que ésta sea verdad, y como el curso dice:

“El ego exigirá muchas respuestas que este curso no provee. EI curso no reconoce como preguntas aquellas que sólo tienen la apariencia de preguntas, pero que son imposibles de contestar. El ego puede preguntar: "¿Cómo sucedió lo imposible?", ¿A qué le ocurrió lo imposible?", y lo puede preguntar de muchas maneras. Mas no hay una respuesta para ello; sólo una experiencia. Busca sólo ésta y no permitas que la teología te retrase.” (CT-Int.4:1-5)

Sin embargo, este proceso de separación es de capital importancia para entender como la Mente Única, la Mente de Dios, que no contiene más que pensamiento unificado, pudo ir más allá de su Fuente, y evolucionar mediante una serie de divisiones y fragmentaciones que ocurren dentro de la mente separada, hasta la creación del mundo y del sistema de pensamiento del ego.



LA PRIMERA DIVISION

En la perfecta unidad de la Mente de Dios se introdujo de repente, un pensamiento de locura en el que el Hijo de Dios se creyó diferente de su Padre, con un yo y una voluntad independientes. 

“Una diminuta y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó de reírse, se adentró en la eternidad, donde todo es uno.” (T-27.VIII.6:2)

Ese pensamiento de separación pudo responder a cualquiera de las siguientes preguntas: ¿Esto es todo lo que hay?, ¡Quiero ser algo más allá de la Unidad! ¡Quiero ser independiente y libre! ¡Quiero tener mi propia Voluntad! ¿Soy capaz de crear la realidad por mi cuenta? 

Es fundamental en este momento, comprender que pese a todo cuanto podamos creer, el pensamiento de habernos separado de Dios, no es sino un pensamiento ilusorio con apariencia de realidad, de algo que nunca llegó a ocurrir. 

“En el instante en que la idea de la separación se intro­dujo en la mente del Hijo de Dios, en ese mismo instante Dios dio Su Respuesta. En el tiempo esto ocurrió hace mucho. En la reali­dad, nunca ocurrió.”
(M-2.2:6-8)

Esta idea de separación se convierte en algo real, algo serio, algo como esto:

“Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que transciende lo eterno. Ahí el mundo de los ídolos ha sido establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma, y de que configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. Ahí lo inmortal viene a morir, lo que todo lo abarca a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en esclavo del tiempo. Ahí lo inmutable cambia, y la paz de Dios, que Él otorgó para siempre a toda cosa viviente, da paso al caos. Y el Hijo de Dios, tan perfecto, impeca­ble y amoroso como su Padre, viene a odiar por un tiempo, a padecer y finalmente a morir.” (T-29.VIII.6:2-6)

Si Dios tiene un solo Hijo, podemos afirmar que solo hubo un único pensamiento de separación original, pues la fragmentación del Hijo de Dios en diferentes egos todavía no había sucedido.

Esa “alocada idea” pareció ocurrir y fue “como si lo imposible pudiese haber ocurrido”: La Mente de Dios se separa en dos, dejando a la Filiación divida en dos partes aparentes, por un lado la Mente de Cristo, unida todavía a la Mente de Dios; y la mente separada del Hijo de Dios, ahora separada de su Fuente.

“En este mundo, puesto que la mente está dividida, los Hijos de Dios parecen estar separados. Sus mentes, asimismo, no parecen estar unidas. En ese estado ilusorio, el concepto de una "mente individual" parece tener sentido.” (CT-1.2:1-3)

Es importante destacar que al separarse, la mente que se divide, se olvida de su origen, de aquello de lo que se separó y sólo recuerda aquello en lo que se convierte al separarse y por eso sólo recordamos nuestra identidad como yos separados. Este es el objetivo del Curso, que a través del Espíritu Santo pretende descorrer ese velo del olvido, para recordar quienes somos a los que lo olvidamos y a olvidar lo que recordamos como identidad del ego a los que así lo creemos.

Por ello no podemos sino recalcar de nuevo, que esta primera división no ocurrió en verdad, pues Dios puso los medios para evitarla.

Lo que tú recuerdas nunca sucedió, pues procedió de una ausencia de causa, que tú pensaste que era una causa. Cuando te des cuenta de que has estado recordando consecuencias que care­cen de causa y de que, por lo tanto, jamás pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte (T-28.I.9:1-3)

Sin embargo en nuestra consciencia, desde el punto de vista de la mente engañada del ego, se le otorgó realidad y parece como si ese instante de separación se revive una y otra vez, como si estuviese ocurriendo ahora

“Lo que ocu­rrió hace mucho parece estar ocurriendo ahora. Las decisiones que se tomaron en aquel entonces parecen como si aún estuvie­sen pendientes; como si aún hubiera que tomarlas. Lo que hace mucho que se aprendió, se entendió y se dejó de lado, se consi­dera ahora un pensamiento nuevo, una idea reciente, un enfoque diferente. Puesto que tu voluntad es libre, puedes aceptar lo que ha ocurrido en cualquier momento que así lo decidas, y sólo en­tonces te darás cuenta de que siempre había estado ahí.” (M-2.3:2-5)

En resumen, en esta primera división, parece como si la Mente unificada de Dios, se divide en dos: Mente y mente, cada una de ellas con una realidad coexistente. A partir de allí, esta mente separada comienza una nueva serie de divisiones para asegurar su existencia y olvidar su verdadero origen; pero esta lo explicaremos en entradas posteriores.