DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

OBSERVANDO AL QUE PIENSA

 
Usted probablemente se ha cruzado en la calle con "locos" que hablan o murmuran para sí mismos incesantemente. Bueno, esto no es muy diferente de lo que usted y otras personas "normales" hacen, excepto por el hecho de que usted no lo hace en voz alta. La voz comenta, especula, juzga, compara, se queja, acepta, rechaza, y así sucesivamente. La voz no es necesariamente relevante para la situación en la que usted se encuentra en ese momento; puede estar revisando el pasado reciente o lejano o ensayando o imaginando posibles situaciones futuras. En este caso, frecuentemente imagina resultados negativos o problemas; este proceso se llama "preocuparse". A veces esta pista de sonido va acompañada por imágenes visuales o "películas mentales". Incluso si la voz es relevante para la situación del momento, la interpretará de acuerdo con el pasado. Esto se debe a que la voz pertenece a su mente condicionada, que es el resultado de toda su historia pasada así como del escenario mental de la cultura colectiva que usted heredó. Así, usted ve y juzga el presente con los .ojos del pasado y obtiene una visión de él totalmente distorsionada. No es raro que esa voz sea el peor enemigo de la persona. Muchos viven con un torturador en la cabeza que continuamente los ataca y los castiga y les drena la energía vital. Esto causa sufrimiento e infelicidad así como enfermedad.

Lo bueno es que usted puede liberarse de su mente. Esa es la única liberación verdadera. Usted puede dar el primer paso ahora mismo. Empiece por oír la voz de su cabeza tan a menudo como pueda. Preste atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, esos viejos discos que han sonado en su cabeza quizá durante años. Eso es a lo que llamo "observar al que piensa", que es otra forma de decir: escuche la voz de su cabeza, esté allí como si fuese un testigo. Cuando usted escuche esta voz hágalo imparcialmente. Es decir,. no juzgue. No juzgue o condene lo que oye, porque hacerlo significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta trasera. Pronto empezará a darse cuenta de esto: está la voz y estoy yo escuchándola, observándola. Esta comprensión del Yo Soy, esta sensación de su propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.

Ekhart Tolle - El Poder del Ahora

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 19- A. de Mello

MEDITACION 19

"Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios"
(Lc. 9,62)



El Reino de Dios es amor. Pero ¿qué significa amar? Significa ser sensible a la vida, a las cosas y a las personas; tener sentimientos hacia todo y hacia todos, sin excluir nada ni a nadie. Porque a la exclusión sólo se llega a base de endurecerse, a base de cerrar las propias puertas. Y el endurecimiento mata la sensibilidad. No te resultará difícil encontrar ejemplos de esta clase de sensibilidad en tu propia vida. ¿No te has detenido nunca a retirar una piedra o un clavo de la carretera para evitar que alguien pueda sufrir daño? Lo de menos es que tú no llegues nunca a conocer a la persona que va a beneficiarse de ello, o que no se recompense ni se reconozca tu gesto. Lo haces por puro sentimiento de benevolencia y bondad. ¿No te has sentido alguna vez afligido ante la absurda destrucción, en cualquier parte del mundo, de un bosque que nunca ibas a ver ni del que te ibas a beneficiar jamas? ¿No te has tomado nunca más molestias de las normales por ayudar a un extraño a encontrar la dirección que buscaba, aunque no conocieras ni fueras nunca a volver a ver a esa persona, simplemente por haber experimentado un sentimiento de bondad? En esos y en otros muchos momentos, el amor ha aflorado a la superficie en tu vida, haciendo ver que se hallaba en tu interior esperando ser liberado.

¿Cómo puedes llegar a poseer esta clase de amor? No puedes, porque ya está dentro de ti. Todo lo que tienes que hacer es quitar los obstáculos que tú mismo pones a la sensibilidad, y ésta saldrá a la superficie.

Esos obstáculos a la sensibilidad son dos: La opinión y el apego. Hablemos primero de la opinión. En cuanto tienes una opinión, ya has llegado a una conclusión acerca de una persona, una situación o una cosa. Te has quedado fijo en un punto y has renunciado a tu sensibilidad. Te has predispuesto, y ya sólo verás a esa persona o cosa desde tu predisposición o prejuicio. En otras palabras, vas a dejar de verla para siempre. ¿Y cómo puedes ser sensible a alguien que ni siquiera ves? Piensa en una persona a la que conozcas y haz una lista de las numerosas conclusiones, positivas o negativas, a las que hayas llegado y sobre la base de las cuales te relacionas con ella. En el momento en que digas: "Fulano es inteligente", o "cruel", o "desconfiado", o "cariñoso", o lo que sea, en ese mismo momento ya has endurecido tu percepción, te has formado un pre - juicio y has dejado de observar a esa persona en su constante devenir; es algo análogo al caso del piloto que se pusiera a volar hoy con el informe meteorológico de la semana pasada. Examina con mucho cuidado dichas opiniones, porque el simple hecho de comprender que se trata de opiniones, conclusiones o prejuicios, no reflejos de la realidad, hará que desaparezcan.

En cuanto al apego, ¿cómo se forma? Ante todo, proviene del contacto con algo que te ocasiona placer o satisfacción: un auto, un moderno aparato anunciado de manera atrayente, una frase de elogio, la compañía de una persona... Viene luego el deseo de aferrarte a ello, de repetir la gratificante sensación que esa cosa o persona te ha ocasionado. Por último, llegas a convencerte de que no serás feliz sin esa cosa o persona, porque has identificado el placer que te proporciona con la felicidad. Y ya tienes un apego con todas las de la ley; un apego, que inevitablemente, te hace excluir otras cosas y ser insensible a todo cuanto no forme parte de él. Consiguientemente, cada vez que tengas que dejar el objeto de tu apego, dejarás con él tu corazón, que ya no podrás poner en ninguna otra cosa. La sinfonía de la vida prosigue, pero tú no dejas de mirar atrás, de aferrarte a unos cuantos compases de la sinfonía, de cerrar tus oídos al resto de la música, produciendo con ello una desarmonía y un conflicto entre lo que a vida te ofrece y aquello a lo que tú te aferras. Y vienen a continuación la tensión, la ansiedad, que constituyen la muerte misma del amor y de la gozosa libertad que el amor conlleva. Y es que el amor y la libertad sólo se encuentran cuando se sabe disfrutar de cada nota en el momento en que ésta se produce, pero sin tratar de apresarla, a fin de mantenerse plenamente receptivo a las notas siguientes.

¿Cómo liberarse de un apego? Muchos suelen intentarlo por medio de la renuncia. pero renunciar a unos cuantos compases de la sinfonía, hacerlos desaparecer de la consciencia, origina precisamente la misma clase de violencia, conflicto e insensibilidad que el aferrarse a ellos. Lo único que se consigue, una vez más, es endurecerse. El secreto reside en no renunciar a nada ni aferrarse a nada, en disfrutar de todo y permitir que todo pase. Y esto ¿cómo se hace? A base de muchas horas de observar el carácter corrompido y viciado del apego. Por lo general, lo que haces es centrarte en la emoción, en la ráfaga de placer que el objeto de tu apego te produce. ¿Por qué no intentas ver la ansiedad, el sufrimiento y la falta de libertad que también te ocasiona, a la vez que la alegría, la paz y la libertad que experimentas cuando desaparece? entonces dejarás de mirar atrás y podrás sentir el hechizo de la música en el instante presente.

Finalmente, echa un vistazo a la sociedad en la que vivimos, podrida de apegos hasta la médula. Porque, si uno está apegado al poder, al dinero, a la propiedad, a la fama, al éxito; si uno busca todas estas cosas como si su felicidad dependiera de ellas, será considerado como un miembro dinámico, trabajador y productivo de la sociedad. En otras palabras, si uno persigue esas cosas con una arrolladora ambición capaz de destruir la sinfonía de su vida y convertirle en un ser duro, frío e insensible para con los demás y para consigo mismo, entonces la sociedad le considerará un ciudadano "como es debido", y sus parientes y amigos se sentirán orgullosos del "status" que han alcanzado. ¿A cuantas personas conoces, de las que llaman "respetables", que hayan conservado esa tierna sensibilidad del amor que sólo la falta de apegos puede proporcionar? Si piensas en ello detenidamente, experimentarás una repugnancia tan profunda que instintivamente arrojarás de ti todo apego, como harías con una serpiente que te hubiera caído encima. Te rebelarás y tratarás de liberarte de esta pútrida cultura, basada en la codicia y el apego, en el ansia y la avaricia y en la dureza e insensibilidad del desamor.

LAS SIETE LEYES ESPIRITUALES DEL EXITO: 7/7

Séptima ley: La ley del Dharma




“…Todo el mundo tiene un propósito en la vida… un don único o talento especial para ofrecer a los demás. Y cuando combinamos ese talento único con el servicio a los demás experimentamos el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu, que es la meta última de todas las metas.”



La séptima ley espiritual del éxito es la ley del dharma.” ‘Dharma’, como ya vimos en la tercera ley, “es una palabra en sánscrito que significa ‘propósito en la vida’. Esta ley dice que nos hemos manifestado en forma de física para cumplir un propósito. Es decir, que hemos venido a este mundo con una tarea muy concreta a cumplir.

Cómo expresar ese propósito y cómo usarlo para ayudar a los demás es parte de nuestro aprendizaje.

Esta Ley se activa preguntándonos cuando vamos a hacer algo, "cómo puedo ayudar?" en lugar de "qué gano yo con eso?". Este solo cambio de pregunta interna, trae una gran evolución espiritual, hace que nuestro espíritu se haga presente y apoye nuestras acciones.


Deepak Chopra nos desglosa la ley del dharma en tres componentes:
  1. Cultivar el amor a Dios y despertar  a la quietud del fondo del corazón
  2. Cada uno de nosotros debe llegar a identificar su talento único.
  3. Una vez descubierto el talento personal, buscar la manera de ponerlo al servicio de la humanidad. Es en este momento cuando tenemos acceso a la abundancia ilimitada.

 A este respecto UCDM es muy claro respecto cual es nuestro propósito en la vida. “desempeñar la función especial que Dios nos dio, que no es otra que la salvación del mundo.

Jesús nos exhorta a estar en el mundo pero a reconocer que no somos de este. La función especial que ocupa todo el capítulo 25 del libro de texto, es clave en cuanto a como reinterpretar los símbolos del mundo. La relación especial es el arma del ego en contra de Dios y por eso, el especialismo se convierte en el símbolo del mundo físico que percibimos fabricado por el ego en contra del Amor de Dios. Es en este mundo donde el Espíritu Santo actúa mediante el ejercicio del perdón en nuestras mentes en contra del resentimiento y el sufrimiento que experimentamos en nuestra experiencia de vida en el mundo percibido.

“Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. A cada cual Él le asigna una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción” (T-25.VI.4:1-3).

Las relaciones especiales que se traen ante el Espíritu santo se reconvierten en relaciones santas para convertir el deseo de hacer daño en el deseo de sanar.

“El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. 4Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación. El perdón es para todos. Mas sólo es com­pleto cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él” (T-25.VI.5:3-6).

De esta manera nuestras vidas toman un giro inesperado en el que la función especial del perdón le corresponde a todo el mundo, aunque a cada uno le corresponde en diferente forma aunque compartiendo un mismo contenido. En esta diferente actitud ante el mundo, ni se le abandona ni se le busca.  

“No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él”. (T-21.Int.1:7)

Cuando estamos centrados en nuestras metas, es imposible disfrutar del camino. Nuestra vista está fija al frente, al final de éste; nos olvidamos de ser felices y vivir con alegría, puesto que la meta, nos mantiene en un estado permanente de ansiedad y tensión por la consecución de nuestros deseos, que son siempre del ego. Aquí estamos pendientes del resultado, y la búsqueda de resultados específicos, es siempre una búsqueda del ego relacionada con nuestros falsos ídolos.

“Tu función especial es aquella forma en particular que a ti te parece más significativa y sensata para demostrar el hecho de que Dios no es demente. El contenido es el mismo. La forma se adapta a tus necesidades particulares, y al tiempo y lugar concre­tos en los que crees encontrarte, y donde puedes ser liberado de dichos conceptos, así como de todo lo que crees que te limita”. (T-25.VII.7:1-3).

Vivir en tu función es muy sencillo; es vivir cada paso de camino con toda la intensidad al máximo, saboreando todo lo que te acontece, haciendo de cada situación yde cada instante, un instante santo. Estar en propósito de tu vida es vivir la vida de manera diferente, en perfecta Unidad, paz y armonía, reflejando el Amor de Dios en todo cuanto hacemos. Nuestra finalidad es servir a Dios, compartiendo su Voluntad y lo hacemos a través del servicio a nuestros hermanos, y en ese compartir, testigo del amor sin expectativas, alcanzamos la experiencia de la Unidad en un perfecto gozo.

“La función especial de cada uno está diseñada de modo que se perciba como algo factible, como algo que se desea cada vez más a medida que se le demues­tra que es una alternativa que realmente desea”. (T-25.VII.9:2-3).

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 18 - A. de Mello

MEDITACION 18

"Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado"
(Jn. 15,12)



¿Qué es el amor? Fíjate en una rosa: ¿puede acaso decir la rosa: "Voy a ofrecer mi fragancia a las buenas personas y negársela a las malas"? ¿O puedes tú imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que trate de caminar por su luz? Sólo podría hacerlo si dejara de ser una lámpara. Observa cuán necesaria e indiscriminadamente ofrece el árbol su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos, altos y bajos, hombres y animales y cualesquiera seres vivientes... incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo. Ésta es, pues, la primera cualidad del amor: su carácter indiscriminado. Por eso se nos exhorta a que seamos como Dios, "que hace brillar su sol sobre los buenos y los malos y llover sobre justos e injustos; sed, pues, buenos como vuestro padre celestial es bueno". contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del árbol... , porque en ellos tienes la imagen de lo que sucede con el amor.

¿Cómo se obtiene esta calidad del amor? Todo cuanto hagas únicamente servirá para que tu amor sea forzado, artificial y, consiguientemente, falso, porque el amor no puede ser violentado ni impuesto. No hay nada que puedas hacer. Pero sí hay algo que puedes dejar de hacer. Observa el maravilloso cambio que se produce en ti cuando dejas de ver a los demás como buenos y malos, como justos y pecadores, y empiezas a verlos como inconscientes e ignorantes. Debes renunciar a tu falsa creencia de que las personas pueden pecar conscientemente. Nadie puede pecar "a consciencia". en contra de lo que erróneamente pensamos, el pecado no es fruto de la malicia, sino de la ignorancia. "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen..." Comprender esto significa adquirir esa cualidad no discriminatoria que tanto admiramos en la rosa, en la lámpara, en el árbol...

La segunda cualidad del amor es su gratuidad. Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a cambio. ¡Cómo despreciamos al hombre que se casa con una mujer, no por las cualidades que ésta pueda tener, sino por el dinero que aporta como dote...! De semejante hombre decimos, con toda razón, que no ama a la mujer, sino el beneficio económico que ésta le procura. Pero ¿acaso tu amor se diferencia algo de ese hombre cuando buscas compañía de quienes te resultan emocionalmente gratificantes y evitas la de quienes no lo son; o cuando te sientes positivamente inclinado hacia quienes te dan lo que deseas y responden a tus expectativas, mientras abrigas sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así? De nuevo, sólo necesitas hacer una cosa para adquirir esa cualidad de la gratuidad que caracteriza al amor: abrir tus ojos y mirar. el mero hecho de mirar y descubrir tu presunto amor tal como realmente es, como un camuflaje de tu egoísmo y tu codicia, es esencial para llegara adquirir esta segunda cualidad del amor.

La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto -consciencia, su espontaneidad. El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. Es lo mismo que ocurre con la lámpara que brilla sin pensar si beneficia o no a alguien, o con la rosa que difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa, independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de ella; o con el árbol que ofrece su sombra... La Luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas. El amor, simplemente, es, sin necesidad de ningún objeto. Y esas cosas (la luz, la sombra, la fragancia), simplemente, son, independientemente de que alguien se beneficie o no de ellas. Por tanto, no tienen consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien. Su mano izquierda no tiene conocimiento de lo que hace su mano derecha. "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento y te ayudamos?"

Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad. En el momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, en ese mismo momento muere el amor. Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación; y la lámpara no va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad. En cambio, piensa por un momento en toda la coacción y control por parte de los demás a que tú mismo te sometes cuando, para comprar su amor y su aprobación o, simplemente, por no perderlos, tratas tan desesperadamente de responder a sus expectativas. Cada vez que te sometes a dicho control y dicha coacción, destruyes tu natural capacidad de amar, porque no puedes dejar de hacer con otros lo que permites que otros hagan contigo. Observa y comprende, pues, todo el control y la coacción que hay en tu vida, y verás cómo se reducen y empieza a brotar la libertad. En definitiva, "libertad" no es más que otra palabra para referirse al amor.

2012: LA REVOLUCION HA COMENZADO

Es hora de transformar el mundo; no queremos mas destrucción, solo deseamos paz y amor. 
Reescribamos un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. 

Llegó la hora:  2012. CAMBIO MUNDIAL









Something truly amazing is occuring on this planet
For the first time in thousand of years
We have a real chance for PEACE on this planet
It is time AWAKEN
For many thousands of years
We have sought after peace only now have we realized
there Can be no peace until we find peace within
There is no time left to be complacent.
The world is changing Now. Not tomorrow.
Be part of the change for good. The love. Not the fear.
Let go your attachment to the old world and Embrace the new"

LA DESAPARICION DEL MUNDO


Sin duda, el concepto más difícil de comprender del curso es el hecho de la desaparición del mundo: El mundo no existe.

“¡ El mundo no existe ¡ Este es el pensamiento básico que este curso se propone enseñar” (L.pI.132.6:2-3)



Un Curso de Milagros es inequívoco al señalar que Dios no creo el universo físico:

“El mundo que ves no es más que la ilusión de un mundo. Dios no lo creó, pues lo que el crea tiene que ser tan tereno como Él. En el mundo que ves, no obstante, no hay nada que haya de perdurar para siempre. Algunas cosas durarán en el tiempo más que otras. Pero llegará el momento en el que a todo lo visible le llegue su fin” (C-4.1)

El mundo no es sino una ilusión creada por el ego. El ego proyecta fragmentos del pensamiento de separación –nacido de la culpa- más allá de sí mismo, fabricando el mundo. Toma aquello que le resulta aterrador e inaceptable y lo proyecta, y de esta manera fabrica un yo o un objeto específico que se percibe, experimenta y al que se otorga realidad fuera de él. Dado que, Las ideas no abandonan su fuente, y sus efectos sólo dan la impresión de estar separados de ellas” (T-26.VII.4.7), aquello hacia lo cual se separa, permanece unido con aquello de lo que se separó. Por lo tanto, el sistema de pensamiento de separación – pecado, culpa y miedo- se proyecta como un mundo que se cree real e independiente de la mente que lo ha originado.

Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido.”(T-3.VI.2.6)

Esta situación ilusoria que es el mundo, tiene por parte del ego el único propósito de confundirnos acerca de la unidad de nuestra verdadera realidad. Proyectados desde la mente, el ego continúa fragmentando en un número infinito de formas individuales (cuerpos, objetos, animales…) y al igual que en un proceso de división celular en el que dos células y mediante una serie de divisiones celulares acaban por constituir un cuerpo macroscópico, así se construye el mundo, ocultando y protegiendo bajo capas y capas el pensamiento inicial de separación y culpabilidad...

LOS CUATRO ACUERDOS

Los cuatro acuerdos son sencillos de comprender pero difíciles de realizar ya que todo lo que nos rodea esta estructurado para que no los cumplamos. Por eso es tan importante perseverar y no rendirse. Merece la pena porque es la forma de conseguir la felicidad. Miguel Ruiz propone tres métodos para tener éxito en nuestro propósito que desarrolla en el libro: el arte de la transformación, la disciplina del guerrero y la iniciación a la muerte. 



1.- No supongas.

No des nada por supuesto.
Si tienes duda, aclárala.
Si sospechas, pregunta.
Suponer te hace inventar historias increíbles que sólo
envenenan tu alma y que NO TIENEN FUNDAMENTO.

2.- Honra tus palabras.

Lo que sale de tu boca es lo que eres tú.
Si no honras tus palabras, no te estás honrando a ti mismo;
si no te honras a ti mismo, no te amas.
Honrar tus palabras es honrarte a ti mismo, es ser coherente
con lo que piensas y con lo que haces.
Eres auténtico, y te hace respetable ante los demás y ante ti mismo.

3.-Haz siempre lo mejor que puedas.

Si siempre haces lo mejor que puedas, nunca podrás
recriminarte nada o arrepentirte de nada

4.- No te tomes NADA personal.

Ni la peor ofensa.
Ni el peor desaire.
Ni la más grave herida, debes tomarlo personal.
Quien te ofende tiene un veneno que descarga contra ti, por no saber cómo deshacerse de él.
En la medida que alguien te quiere lastimar, en esa medida
ese alguien se lastima a sí mismo.
Pero el problema es de Él y no tuyo.

Basado en "Los 4 acuerdos" de Dr. Miguel Ruíz

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 17 - A. de Mello

MEDITACION 17

"Os aseguro que, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entrareis en el Reino de los Cielos"
(Mt.18,3)



Cuando mira uno los ojos de un niño, lo primero que llama la atención es su inocencia: su deliciosa incapacidad para mentir, para refugiarse tras de una máscara o para aparentar ser lo que no es. En este sentido, el niño  es exactamente igual que el resto de la naturaleza. Un perro es un perro; una rosa, una rosa; una estrella, una estrella. Todas las cosas son, simple y llanamente, lo que son. sólo el ser humano adulto es capaz de ser una cosa y fingir ser otra diferente. Cuando una persona mayor castiga a un niño por decir la verdad, por revelar lo que piensa y siente, el niño aprende a disimular y comienza a perder su inocencia. Y no tardará en engrosar las filas de las innumerables personas que reconocen perplejas no saber quienes son, porque, habiendo ocultado durante tanto tiempo a los demás la verdad sobre sí mismas, acaban ocultándosela a sí mismas. ¿Cuánto de la inocencia de tu infancia conservas todavía? ¿Existe alguien hoy en cuya presencia puedas ser simple y totalmente tú mismo, tan indefensamente sincero e inocente como un niño?

Pero hay otra manera muy sutil de perder la inocencia de la infancia: cuando el niño se contagia del deseo de ser alguien. Contempla la multitud increíble de personas que se aferran con toda su alma, no por llegar a ser lo que la naturaleza quiere que sean -músicos, cocineros, mecánicos, carpinteros, jardineros, inventores...- sino por llegar a ser "alguien"; por llegar a ser personas felices, famosas, poderosas...; por llegar a ser algo que les suponga, no mera y pacífica autorrealización, sino glorificación y agigantamiento de su propia imagen. Nos hallamos, en este caso, ante personas que han perdido su inocencia porque han escogido no ser ellas mismas, sino destacar y darse importancia, aunque no sea más que a sus propios ojos. Fíjate en tu vida diaria. ¿Hay en ella un sólo pensamiento, palabra o acción que no estén corrompidos por el deseo de ser alguien, aun cuando sólo pretendas ser un santo desconocido para todos,  menos para ti mismo? El niño, como el animal inocente, deja en manos de su propia naturaleza el ser simple y llanamente lo que es. Y, al igual que el niño, también aquellos adultos que han preservado su inocencia se abandonan al impulso de la naturaleza o al destino, sin pensar siquiera en "ser alguien" o en impresionar a los demás; pero, a diferencia del niño, se fían, no del instinto, sino de la continua consciencia de todo cuanto sucede en ellos y en su entorno; una consciencia que les protege del mal y produce el crecimiento deseado para ellos por la naturaleza, no el ideado por sus respectivos y ambiciosos egos.

Existe además otro modo de corromper la inocencia de la infancia por parte de los adultos, y consiste en enseñar al niño a imitar a alguien. En el momento en que hagas del niño una copia exacta de alguien, en ese mismo momento extingues la chispa de originalidad con que el niño ha venido al mundo. En el momento en que optas por ser como otra persona, por muy grande o santa que sea, en ese mismo momento prostituyes tu propio ser. No deja de ser triste pensar en la chispa divina de singularidad que hay en tu interior y que ha quedado sepultada por capas y más capas de miedo. Miedo a ser ridiculizado o rechazado si en algún momento te atreves a ser tú mismo y te niegas a adaptar mecánicamente a la de los demás tu forma de vestir, de obrar, de pensar... Y observa cómo es precisamente eso lo que haces: adaptarte, no sólo porque se refiere a tus acciones y pensamientos, sino incluso en lo que respecta a tus reacciones, emociones, actitudes, valores... De hecho, no te atreves a evadirte de esa "prostitución" y recuperar tu inocencia original. Ése es el precio que tienes que pagar para conseguir el pasaporte de la aceptación por parte de tu sociedad o de la organización en la que te mueves. Y así es como entras irremediablemente en el mundo de la insinceridad y del control y te ves exiliado del Reino, propio de la inocencia de la infancia.

Y una última y sutilísima forma de destruir tu inocencia consiste en competir y compararte con los demás, con lo cual canjeas tu ingenua sencillez por la ambición de ser tan bueno o incluso mejor que otra persona determinada. Fíjate bien: la razón por la que el niño es capaz de preservar su inocencia y vivir, como el resto de la creación, en la felicidad del Reino, es porque no ha sido absorbido por lo que llamamos "el mundo", esa región de oscuridad habitada por adultos que emplean sus vidas, no en vivir, sino en buscar el aplauso y la admiración; no en ser pacíficamente ellos mismos, sino en compararse y competir neuróticamente, afanándose por conseguir algo tan vacío como el éxito y la fama, aun cuando esto sólo pueda obtenerse a costa de derrotar, humillar y destruir al prójimo. Si te permitieras sentir realmente el dolor de este verdadero infierno en la tierra, tal vez te sublevarías interiormente y experimentarías una repugnancia tan intensa que haría que se rompieran las cadenas de dependencia y de engaño que se han formado en torno a tu alma, y podrías escapar al reino de la inocencia, donde habitan los místicos y los niños.

EL DESEO DE SER ESPECIAL

"La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo” (T.24.I.3:1-2)
El deseo de ser especial, es lo que nos mantiene separados de nuestro hermano, pues es el símbolo de todo lo que este mundo de separación y cuerpos es. El deseo de ser especial fue lo que nos llevó a experimentar esa diminuta y alocada idea por la nos creímos separados de nuestra Fuente. Este deseo es el que nos motiva a luchar por ilusiones que jamás nos satisfarán.


¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? ¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesi­dad de juzgar." (T-24..I.3:3-6)

El deseo de ser especial es un intento de separar a algo o a alguien, pues sólo los que creen ser especiales parecen ser diferentes. El ego eleva a algo específico por encima de lo otro, negando de esta manera que todo lo específico está exento de sentido. Para lograr eso, no puede sino emitir juicios que sólo pueden proceder de aquel se  siente “superior”, “diferente” o “mejor” que lo juzgado. Por lo tanto la búsqueda de esta especificidad, se convierte en un medio y un propósito para la separación y el ataque, pues parece que el ataque contra aquello que ha sido juzgado y considerado como “débil”, “frágil” y “pecador” no puede sino ser considerado como justo y natural.
Juzgar y establecer comparaciones, es el mecanismo del ego para buscar la falta en el otro y ver su pequeñez en contraposición a su grandeza; esa visión ilusoria supone un triunfo para ti y una derrota para tu hermano, pues establece lo que tú eres y lo que él es.

“Pero mientras tanto, juzgaras tu grandeza tal como juzgues la de tu hermano, y la aceptarás al aceptar la suya” (T-9.IV.9)