DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 22- A. de Mello

MEDITACION 22

"Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre despiertos cuando regrese"
(Lc. 12,37)



En todas partes del mundo, la gente anda buscando el amor, porque todos están convencidos de que sólo el amor puede salvar al mundo. Pero muy pocos comprenden en qué consiste realmente el amor y cómo brota en el corazón humano. Con demasiada frecuencia se equipara el amor a los buenos sentimientos para con los demás, a la benevolencia, a la no-violencia, al servicio... Pero todas esas cosas, en sí mismas, no son el amor. El amor brota del conocimiento consciente. Sólo e la medida que seas capaz de ver  a alguien tal como realmente es aquí y ahora, no tal como es en tu memoria, en tu deseo, en tu imaginación o en tu proyección, podrás verdaderamente amarla; de lo contrario, no será a la persona a la que ames, sino a la idea que te has formado de ella, o bien a la persona como objeto de tu deseo, pero no tal como es en si misma.

Por eso, el primer acto de amor consiste en ver a esa persona u objeto, esa realidad, tal como verdaderamente es. Lo cual exige la enorme disciplina de liberarte de tus deseos, de tus prejuicios, de tus recuerdos, de tus proyecciones, de tu manera selectiva de mirar; una disciplina tan exigente que la mayoría de las personas prefieren lanzarse de cabeza a realizar buenas acciones y a ser serviciales que someterse al fuego abrazador de semejante ascesis. Cuando te pones a servir a alguien a quien no te has tomado la molestia de comprender, ¿estás satisfaciendo la necesidad de esa persona o la tuya propia? El primer ingrediente del amor, por tanto, consiste en comprender realmente al otro.

El segundo ingrediente, tan importante como el primero, es comprenderte a ti mismo, iluminar implacablemente, con la luz del conocimiento consciente tus motivos, tus emociones, tus necesidades, tu falta de honradez, tu egoísmo, tu tendencia a controlar y a manipular. Lo cual significa llamar a las cosas por su nombre, por muy doloroso que resulte. Si logras tener esa clase de consciencia del otro y de ti mismo, sabrás lo que es el amor, porque poseerás una mente y un corazón alerta, vigilantes, claros y sensibles; una claridad de percepción y una sensibilidad que te harán reaccionar correcta y adecuadamente en cada situación y en cada momento. Unas veces te verás irresistiblemente llamado a la acción; otras, te refrenarás y te contendrás. Unas veces te verás obligado a ignorar a los demás; otras, les prestarás la atención que solicitan. Unas veces te mostrarás amable, y complaciente; otras, duro, intransigente, enérgico y hasta violento. Y es que el amor, que brota de la sensibilidad, adopta las más inesperadas formas y responde, no a pautas y principios preconcebidos , sino a la realidad concreta del momento. Cuando experimentes por primera vez esta clase de sensibilidad, probablemente sientas verdadero terror, porque todas tus defensas se vendrán abajo, tu falta de honradez quedará al descubierto y los muros de protección que te rodean serán destruidos.

Piensa en el terror que invade a un hombre acaudalado cuando alcanza a ver realmente la lastimosa situación de los pobres; o a un dictador sediento de poder cuando se digna contemplar el verdadero estado en que se encuentra el pueblo por él oprimido; o a un fanático intolerante cuando logra comprender que sus convicciones no se corresponden con los hechos. O piensa en el terror que invade al romántico enamorado cuando se decide de veras a admitir que lo que él ama no es a su amada, sino a la imagen que tiene de ella. Por eso es por lo que el más doloroso acto que un ser humano puede realizar es el acto de mirar. es en este acto de mirar donde nace el amor; mejor dicho, ese acto de mirar es el amor.

Una vez que empieces a mirar, tu sensibilidad te llevará a tomar consciencia, no sólo de las cosas que decidas ver, sino de todas las demás cosas. Y tu pobre ego tratará desesperadamente de embotar esa sensibilidad, porque se ha visto despojado de sus defensas y se ha quedado sin protección y sin nada a lo que aferrarse. Si alguna vez te permites mirar, será tu muerte. Por eso es por lo que el amor es tan aterrador: porque amar es mirar y mirar es morir. Peor es también la más deliciosa y estimulante experiencia de este mundo, porque en la muerte del ego está la libertad, la paz, la serenidad, la alegría...

Si lo que de veras deseas es amar, entonces ponte inmediatamente a mirar; pero tómatelo en serio. Fíjate en alguien que te desagrade y percibe de veras tus prejuicios; fíjate en alguien o en algo a lo que te aferres y comprueba realmente el sufrimiento, la inutilidad y la falta de libertad que supone aferrarse... y contempla detenida y tiernamente los rostros humanos y la conducta humana. Tómate tiempo para mirar asombrado a la naturaleza, el vuelo de un pájaro, la lozanía de una flor, la caída de una hoja seca, el fluir de un río, la salida de la luna, la silueta de una montaña a contraluz... Y mientras lo haces, la sólida coraza que protege tu corazón se reblandecerá y se fundirá, y tu corazón rebosará de sensibilidad y delicadeza. Se desvanecerá la oscuridad de tus ojos, tu visión se hará clara y penetrante, y al fin sabrás lo que es el amor.

LA PERCEPCION Y LOS SENTIDOS

La forma en la que percibimos mundo  que nos rodea es la que determina nuestra forma de interactuar con él. Parece como si nuestros sentidos, con la información que proveen, fueran la única forma de relacionarnos con él, la base sobre la que sustentamos la interpretación y evaluación de cada situación que parece acontecer.

Sin embargo cada uno de nosotros interpretamos el mundo de una manera diferente, cada persona le da un valor diferente a cada situación en dependencia de las diferentes percepciones percibidas. Pero, ¿Como es posible que ante un mismo acontecimiento pueda existir una percepción cambiante entre dos personas? Si asumimos que nuestras percepciones son como imágenes fijas (una especie de fotografía) que tomamos con la cámara de los sentidos, parece que hubiese de haber algo más, un sistema de evaluación constante de lo que percibimos en base a los diferentes deseos de cada persona, a las necesidades individuales a satisfacer sustentados por creencias arraigadas o a experiencias pasadas.




En realidad lo que sucede es lo contrario. La percepción es en realidad una proyección de lo pensamientos que se originan en nuestra propia mente. Es como la proyección de una película en el cine en la que lo que vemos no es sino la imagen proyectada (lo que perciben los sentidos) en una pantalla desde el proyector (la mente) que la verdadera artífice de lo que percibimos. Mientras más interesante sea la película tanto más nos sentimos identificados con los personajes y las situaciones de la misma, tanto es así que en ocasiones podemos olvidar donde nos encontramos y hacemos realidad las imágenes proyectadas en la pantalla.

Por todo ello parece lógico pensar que el estado en el que la mente se encuentra es el que determina lo que vamos a ver. Siempre miramos hacia dentro antes de mirar hacia fuera y lo que percibimos es lo que decidimos ver en base a como nos sentimos.

[La percepción] Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. Tal como el hombre piense así percibirá. No trates de cambiar el mundo, más bien elige cambiar de mentalidad acerca de él. La percepción es un resultado, no la causa. (T-21.Int.1:5-8)


Es por todo ello que el mundo que percibimos es un reflejo de lo que queremos ver, y por ello el mundo no es responsable de nada cuanto nos suceda, pues el verdadero origen del mismo está en la propia mente.

Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí. (T-21.2.2:3-5)


Es pues evidente que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas: miedo, culpa…lo único que nece­sitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:

¿Es esto lo que quiero ver?  ¿Es esto lo que deseo? (T-21.7.8:4-5)

NADIE PUEDE CULPAR A NADIE


Nadie puede culpar a nadie. Y no sucede por casualidad; es una elección. Una clase determinada de hombre elige una clase determinada de mujer. No es un accidente. Y la escoge por determinadas razones. Si esta mujer muere, él, de nuevo, escogerá el mismo tipo de mujer. Si él se divorcia de esta mujer, otra vez, se casará con el mismo tipo de mujer.

Puedes continuar cambiando esposas, pero a menos que el marido cambie, no hay un verdadero cambio. Solamente nombres que cambian, porque este hombre era el que elegía. A él le gusta una determinada cara, una determinada nariz unos ojos determinados, una forma de ser determinada.

Y eso es algo muy complejo. Si te gusta una determinada nariz -porque una nariz no es simplemente una nariz. Implica ira, implica ego, implica silencio, implica paz, implica muchas cosas- ­si te gusta una determinada nariz, puedes estar buscando una persona que te obligue a estar enfadado.

Una persona egotista tiene un tipo distinto de nariz. Puede parecer hermoso. Puede parecerte hermoso porque tú buscas a alguien que pueda crear a tu alrededor un infierno. Y antes o después, las cosas irán llegando. Puede que no seas capaz de ver su conexión, puede que no seas capaz de enlazarlas. La vida es muy compleja y estás tan implicado en ella que no puedes captado. Solamente lo verás cuando lo trasciendas.

Es como si vuelas en avión sobre Bombay. Ves a todo Bombay, cómo está distribuido. Si vives en Bombay y vas por las calles, no puedes observar toda su estructura. Bombay, al completo, no puede ser visto por aquellos que viven en Bombay. Solamente puede ser visto por aquellos que lo sobrevuelan. Entonces toda su estructura aparece. Entonces las cosas se ajustan a un
modelo. Trascender significa ir más allá de los problemas humanos. Entonces puedes entrar y ver.

He analizado a muchas, muchas personas. Hagan lo que hagan, no son conscientes de lo que están haciendo. Solamente toman consciencia cuando llegan los resultados. Van lanzando las semillas al suelo. No son conscientes, sino que solamente cuando tienen que cosechar se vuelven
conscientes. Y no son capaces de relacionar que ellos son la causa y ellos son los que cosechan.

Una mente que comprende que tú eres la causa, ha entrado en el camino. Ahora son posibles muchas cosas. Ahora puedes hacer algo respecto al problema que es tu vida. Puedes cambiarla. Simplemente cambiándote a ti mismo, puedes cambiarla.

Osho- Yoga La Ciencia del Alma. Vol.1 Pág. 161

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 21- A. de Mello

MEDITACION 21
       
"Los fariseos decían a los discípulos: '¿por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?"
(Mt. 9,11)



Si deseas entrar en contacto con la realidad de una cosa, lo primero que tienes que comprender es que toda idea deforma la realidad y constituye un obstáculo para ver dicha realidad . La idea no es la realidad: la idea "vino" no es el vino; la idea "mujer" no es esa determinada mujer. Si de veras quieres entrar en contacto con la realidad de esa mujer, debes dejar de lado tu idea de la mujer y tener la experiencia de ella en su singularidad concreta y en su unicidad. Por desgracia, la mayoría de las personas no se toman, la mayoría de las veces , la molestia de ver este tipo de cosas en su singularidad; se limitan a ver las palabras o las ideas, pero sin mirar nunca con ojos de niño esa realidad concreta, única, viva y con plumas que se mueve ahí mismo, delante de ellos; lo único que ven es un gorrión. Nunca ven el maravilloso prodigio de ese ser humano único que tienen ante sí; tan sólo ven a una mujer campesina hindú, por ejemplo. La idea, por consiguiente, es un obstáculo para percibir la realidad.

Por otro lado hay otro obstáculo a la percepción de la realidad: el juicio. Tal cosa o persona es buena o mala, fea o hermosa. Ya es suficiente obstáculo, a la hora de fijarse en esa persona concreta, el tener la idea de "hindú", de "mujer" o de "campesina". Pero, encima, ahora añado un juicio y digo: "es buena" o "es mala"; "es guapa y atractiva" o "es fea y poco atractiva". Lo cual me impide verla, porque no es ni buena ni mala. Es "ella", en toda su singularidad. El cocodrilo y el tigre no son buenos ni malos; son cocodrilo y tigre. "Bueno" y "malo" dicen a algo exterior a ellos. En la medida en que convienen a mi propósito, o son gratos a mis ojos, o me son útiles, o constituyen para mí una amenaza, en esa medida les llamo "buenos " o "malos".

Piensa ahora en ti mismo cuando alguien dice de ti que eres "bueno" o "atractivo" o "guapo". Una de dos: o bien te muestras duro y displicente, porque en realidad te consideras malo, y te dices a ti mismo que, si el otro te conociera tal como eres, no diría que eres bueno; o bien aceptas las palabras de esa otra persona y te crees de veras que eres bueno, y hasta te hace ilusión el cumplido. En ambos casos te equivocas, porque no eres ni bueno ni malo. Tú eres tú. Si te dejas influir por los juicios de quienes te rodean, estarás siempre acumulando tensión, inseguridad y preocupación, porque, del mismo modo que hoy te llaman "bueno", y ello te alegra, mañana pueden llamarte "malo", y te deprimirás. Por eso, la reacción apropiada y correcta, cuando alguien dice que eres "bueno", consiste en decir: "Esta persona, dada su actual percepción y talante, me ve bueno, lo cual no dice nada acerca de mí. Otro en su lugar, y con su propia manera de ser y de percibir las cosas, me vería malo, lo cual tampoco diría nada acerca de mí".

¡Con qué facilidad nos dejamos engañar por el juicio de los demás y nos formamos una imagen de nosotros mismos basada en ese juicio...!

Para liberarte de verdad necesitas escuchar las cosas buenas y malas que ellos quieran contarte, pero no has de reaccionar con mayor emoción que la que manifiesta un ordenador cuando le introducen datos. Y es que lo que ellos digan acerca de ti revela mucho más sobre ellos mismos que sobre tu persona.

En realidad, también tienes que ser consciente de los juicios que tú hagas acerca de ti mismo, porque incluso éstos se basan, por lo general, en los sistemas de valores de las personas que te rodean.

Si juzgas, condenas o apruebas, ¿acaso ves la realidad?

Si contemplas algo a través del prisma del juicio, de la aprobación o de la condena, ¿no es ese el principal obstáculo para comprender y observar las cosas tal como son?

Cuenta hasta diez cuando una persona te diga que eres alguien muy especial para ella; si aceptas el cumplido, empezarás a acumular tensión.

¿Para qué quieres ser especial para alguien y someterte a semejante clase de juicio aprobatorio? ¿Por qué no contentarte simplemente con ser tú mismo?.

Cuando una persona te haga saber lo especial que eres para ella, todo lo que puedes decir es: "Esta persona, dados sus gustos y necesidades, sus instintos, sus apetencias y sus proyecciones, siente una especial atracción hacia mí, lo cual no dice nada de mí como persona".

En el momento que aceptes el cumplido y te complazcas en él, habrás dado a esa persona el control sobre ti.

Temerás constantemente que conozca a otra persona que le resulte muy especial y te haga perder la posición de privilegio que ocupas en su vida.

Consiguientemente, te pasarás la vida bailando al son que ella quiera tocar y respondiendo a sus expectativas, con lo cual habrás perdido tu libertad. En suma, habrás conseguido depender de ella para ser feliz, porque has hecho que tu felicidad dependa del juicio de ella acerca de ti.


Por si fuera poco, aún puedes empeorar las cosas poniéndote a buscar a otras personas que te digan lo especial que eres para ellas e invirtiendo un montón de tiempo y energías de asegurarte que nunca van a cambiar esa imagen que tienen de ti. ¡Qué forma de vivir más agotadora...! De pronto el miedo hace acto de presencia en tu vida; miedo a que se destruya tu imagen. Pero, si lo que buscas es la audacia y la libertad, tienes que deshacerte de ese miedo. ¿Cómo? Negándote a tomar en serio a cualquiera que te diga lo especial que eres para él. Las palabras: "Tú eres algo muy especial para mí" tan sólo dicen algo de mi actual disposición con respecto a ti, de mis gustos, de mi actual estado de ánimo y de la fase evolutiva en que me encuentro. no dicen otra cosa. Acéptalas, pues, como un simple dato y no te alegres por ellas. Lo que puede alegrarte es mi compañía, no mi cumplido; mi actual interacción contigo, no mi elogio. Y, si eres juicioso, me animarás a descubrir a otras personas igualmente especiales, para o verte nunca tentado a aferrarte a esa imagen que yo tengo de ti. No es dicha imagen la que ha de procurarte gozo y contento, porque eres consciente de que la imagen que yo tengo de ti puede cambiar muy fácilmente. Lo que has de disfrutar, pues, es el momento presente, porque, si te complaces en la imagen que yo tengo de ti, entonces te tendré controlado, y te dará miedo ser tu mismo, por temor a hacerme daño; te dará miedo decirme la verdad y hacer cualquier cosa que pueda deteriorar la imagen que yo tengo de ti.

Aplícalo ahora a cualquier imagen que la gente tenga de ti y que te haga ver que eres un genio, un sabio, un santo o algo parecido; siéntete halagado, y en ese momento habrás perdido tu libertad, porque en adelante no dejarás de esforzarte por conseguir que no cambien de opinión. temerás cometer errores, ser tú mismo, hacer o decir cualquier cosa que pueda dañar dicha imagen. Habrás perdido la libertad de ponerte en ridículo, de ser objeto de bromas y chanzas, de hacer y decir lo que te parezca, en lugar  de lo que parece encajar con la imagen que los demás tienen de ti. ¿Cómo se acaba con esto? A base de muchas horas de paciente estudio, concienciación y observación de lo que tan estúpida imagen te proporciona: una emoción mezclada de inseguridad, falta de libertad y sufrimiento. Si logras ver esto con claridad, te desaparecerán las ganas de ser especial para nadie o de que alguien te tenga en una elevada consideración, no temerás andar con pecadores y personales de dudosa reputación y harás y dirás lo que t plazca, sin importarte lo que la gente piense de ti. Conseguirás ser tan falto de auto-consciencia como los pájaros y las flores, demasiado ocupados en la tarea de vivir como para preocuparse lo más mínimo de lo que los demás puedan pensar de ellos y de si son o dejan de ser algo especial para otros. Y al fin, lograrás ser libre y audaz.

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 20- A. de Mello

MEDITACION 20

"--- Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien"
(Lc. 6,27)




Cuando estás enamorado, te sorprendes a ti mismo mirando a todo el mundo con ojos distintos; te vuelves generoso, compasivo, bondadoso, donde antes tal vez eras duro y mezquino. E, inevitablemente, los demás comienzan a reaccionar para contigo de la misma manera, y no tardas en comprobar que vives en un mundo de ternura que tú mismo has creado. En cambio, cuando lo que predomina en ti es el mal humor y te irritas fácilmente y te muestras ruin, suspicaz y hasta paranoide, en seguida compruebas que todo el mundo reacciona ante ti de manera negativa, y te encuentras viviendo en un mundo hostil, creado por tu mente y tus emociones.

¿Cómo podrías intentar crear un mundo feliz, amable y pacífico? Aprendiendo el sencillo y hermoso, aunque arduo "arte de mirar". Se trata de hacer lo siguiente: cada vez que te encuentres irritado o enojado con alguien, a quien tienes que mirar es a ti, no a esa persona. Lo que tienes que preguntarte no es: "¿Qué le pasa a este individuo?", sino: "Qué pasa conmigo, que estoy tan irritado?". Intenta hacerlo ahora mismo. Piensa en alguna persona cuya sola presencia te saque de quicio y formúlate a ti mismo esta dolorosa pero liberadora frase: "La causa de mi irritación no está en esa persona sino en mí mismo". Una vez dicho esto, trata de descubrir por qué y cómo se origina esta irritación. En primer lugar, considera la posibilidad, muy real, de que la razón por la que te molestan los defectos de esa persona, o lo que tú supones que lo son, es porque tú mismo tienes esos defectos; lo que ocurre es que los has reprimido y por eso los proyectas inconscientemente en el otro. Esto sucede casi siempre, aunque casi nadie lo reconoce. Trata, pues, de descubrir los defectos de esa persona en tu propio interior, en tu mente inconsciente, y tu irritación se convertirá en agradecimiento hacia dicha persona, que con su conducta te ha ayudado a desenmascararte.

Otra cosa digna de considerar es la siguiente: ¿No será que lo que te molesta de esa persona es que sus palabras o su comportamiento ponen de relieve algo de tu vida y de ti mismo que tú te niegas a ver? Fíjate cómo nos molestan el místico y el profeta que parecen alejarse mucho de lo místico o de lo profético cuando nos sentimos cuestionados por sus palabras o por su vida.

Una tercera cosa también está muy clara: tú te irritas contra esa persona porque no responde a las expectativas  que has sido "programado" para abrigar respecto a ella. Tal vez tengas derecho a exigir que esa persona responda a tu "programación"  siendo, por ejemplo, cruel o injusta, en cuyo caso no es necesario que sigas considerando esto. Pero, si tratas de cambiar a esa persona o de poner fin a su comportamiento, ¿no serías mucho más eficaz si no estuvieras irritado? La irritación sólo conseguirá embotar tu percepción y hacer que tu acción sea menos eficaz. todo el mundo sabe que, cuando un deportista pierde los nervios, la calidad de su juego decrece, porque la pasión y el acaloramiento le hacen perder coordinación. En la mayoría de los casos, sin embargo, no tienes derecho a exigir que la otra persona responda a tus expectativas; otras personas en tu lugar, ante dicho comportamiento, no experimentarían irritación alguna. No tienes más que pensar detenidamente en esta verdad, y tu irritación se diluirá. ¿o es absurdo por tu parte exigir que alguien viva con arreglo a los criterios y normas que tus padres te han inculcado?

Finalmente, he aquí otra verdad que deberías considerar: teniendo en cuenta la educación, la experiencia y los antecedentes de esa persona, seguramente no puede dejar de comportarse como lo hace. Alguien ha dicho, con mucho acierto, que comprender todo es perdonar todo. Si tú comprendes realmente a esa persona, la considerarás como una persona deficiente, pero no censurable, y tu irritación cesará al instante. Y en seguida comprobarás que comienzas a tratar a esa persona con amor y que ella te responde del mismo modo, y te encontrarás viviendo en un mundo de amor que tú mismo has creado.

LA REDIMENSION DEL SER


La Redimensión del Ser es un proceso de auto conocimiento y afirmación como individuos que nos conduce a mejorar la autoestima, la comunicación y la expresión de sentimientos, afectos y la sexualidad, liberándonos de la interferencia que produce en nosotros algunas programaciones y experiencias pasadas minusvalidantes; para así diseñar un proyecto de vida desde nuestro ser real escuchando la voz de nuestra naturaleza.




Cuantos de nosotros hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas viviendo para complacer a otros, como condición par ser querido, apreciado o aprobado. Tratando de ser un buen hijo, un buen amigo, un buen estudiante, un buen esposo, etc., y quizás con la sensación interna de no haberlo logrado nunca a cabalidad. Por esta razón, nos afecta tanto la opinión o la critica de los demás, porque nuestra estima se cifra en que se nos reconozca el que cumplimos un buen papel. 

La recomendación para esta fase es la de hacer una revisión de nuestras vidas, actividades y relaciones, con la cual nos hagamos una autoevaluación sincera que nos permita descubrir cuales son nuestras tendencias, nuestras fortalezas y debilidades y ubicar todas nuestras fuentes de conflictos. 

Como ya dijimos el conflicto es la base del stress y de la contradicción, es la fuente de la dualidad que nos atormenta. Todo conflicto nos resta energía, y su persistencia en el tiempo a la larga va a desequilibrar nuestra salud. Lo fundamental es reconocer las necesidades de nuestro Ser Real y poder ser consecuente para con ellas. Asumir que si yo no me amo, si yo no me cuido, nadie tiene porque hacerlo. Además nadie mejor que uno puede saber exactamente la medida de nuestras necesidades así que nadie más calificado para satisfacerlas que uno mismo. 

LOS IDOLOS DEL MUNDO


¿Qué es un ídolo? Un ídolo es  la imagen de una deidad representada por una persona u  objeto (escultura, pintura, etc.), a la cual se le rinde culto.




UCDM establece claramente que son los ídolos y cual es su propósito. Un ídolo es algo muy concreto, una forma que consideras te puede dar felicidad. Hay muchas formas sutiles de idolatría: amor al dinero, a las relaciones especiales, a determinados objetos o personas, a situaciones, al placer o a la conciencia autónoma entendida como rechazo a cualquier norma moral objetiva externa al hombre. Básicamente cualquier cosa que nos aleje de Dios puede convertirse en un ídolo.

Tras la búsqueda de los ídolos nace el anhelo de compleción. No hay nadie en este mundo que no piense que le falta algo, alguna esperanza, ilusión o sueño que no son sino la expresión de un sentimiento de carencia que sólo el ídolo puede llenar remediando tus deficiencias y por tanto otorgar paz y felicidad.

Buscar una per­sona o una cosa especial para añadir, a lo que tú eres y así alcan­zar tu compleción, sólo puede querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte. Y que al encontrarla, alcanzarás tu compleción en una forma que a ti te gusta.” (T-30.III.3:3-4)

Un ídolo es una imagen de tu hermano a la que atribuyes más valor que a él. Este es su único propósito, reemplazar a tu hermano sustituyendo tu realidad por formas a las que atribuyes más valor que a él mismo: cuerpos o cosas, lugares o situaciones, circunstancias u objetos que tu hermano posee y crees que tú deberías poseer.

El mundo cree en ídolos. Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. Tiene que ser más. No importa realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso más aflicción o dolor. Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. No te dejes engañar por las formas en que esa "otra cosa" se manifiesta. Un ídolo es un medio para obtener más de algo.” (T-29.VIII.8:4-12)

Es por tanto una creencia errónea, a la que tú otorgas realidad al colocarla fuera de la mente, y por lo tanto buscas con ahínco en el mundo que crees vivir, allí donde no está, pues las ideas no abandonan su fuente, y un ídolo no es sino un pensamiento que reside en aquella parte de tu mente que Dios no conoce. Esta ilusión te hará ir en pos de un ídolo tras otro, y todos te fallarán, pues no hay nada en los ídolos que tú realmente desees.

“No busques fuera de ti mismo. Pues será en vano y llorarás cada vez que un ídolo se desmorone. El Cielo no se puede encon­trar donde no está, ni es posible hallar paz en ningún otro lugar excepto en él. Ninguno de los ídolos qué veneras cuando llamas a Dios te contestará en Su lugar. Ninguna otra respuesta que pue­das utilizar como sustituto te proporcionará la felicidad que sólo Su respuesta brinda.” (T-29.VII.1:1-5)

Los ídolos solo pueden desmoronarse pues no son nada, Dios mora en tu interior y su plenitud reside en ti. ¿Cómo podrían un ídolo otorgar compleción a lo que por si ya está completo?. Ningún ídolo puede ocupar el lugar de Dios. No busques fuera de ti mismo.

Cada ídolo caído es un llorar en vano, e irremediablemente, todos, uno detrás de otro irán cayendo. A cada ídolo le otorgas un propósito dentro del sueño en el que te encuentras, pues no son sino expresión de tus deseos aunque los percibas como si estuvieran fuera. Los ídolos no hacen más que lo que tú quieres que hagan pues son la expresión de tus deseos haciendo de tu realidad un ídolo. El temor a su pérdida es el temor a la perdida de la realidad en la que crees encontrarte, de modo que el mundo es el refugio para salvar al ídolo, y la salvación en contraposición al ídolo parece amenazar “tu vida” y ofrecerte la muerte.

No es el ídolo lo que deseas, Tu único deseo es estar completo, y esa es la voluntad de Dios y ya ha sido concedida. No existe nada ajeno a Dios que tenga el poder de completar lo que ya es completo en razón de ser el Hijo de Dios. No se trata de buscar más allá de tu interior cuando todo lo posees y no hace falta más que recordarlo.

Alcanzar la compleción es la función del Hijo de Dios. Sin embargo, no tiene necesidad de buscarla. Más allá de todo ídolo se alza su santa voluntad de ser únicamente lo que él es. Pues ser más que pleno no tiene sentido” (T-30.III.5:1-4)

No hay dos realidades. Solo puedes ser consciente de una de ellas: Tu realidad es o bien un ídolo o es el Pensamiento que Dios abriga acerca de ti. Tu eliges, pero ten cuidado con tu elección, pues una lleva irremediablemente a la pérdida y la otras no hace sino conducirte a la verdad y la plenitud, cada una de ellas te lleva a un mundo diferente.

“Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo" de la culpabilidad. Cada uno de ellos se compró con la mo­neda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él.” (T-30.V.10:3-4)

LA FUNCION DEL MAESTRO

Los maestros no dicen la verdad; aunque quisieran, no podrían hacerlo. Es imposible. Entonces, cuál es su función? Qué es lo que siguen haciendo?



No pueden decir la verdad, pero pueden evocar la verdad que dormita en ti. Pueden provocarla, pueden desafiarla. Pueden conmoverte, pueden despertarte. No pueden darte ni Dios ni verdad ni nirvana, pues todo ello ya está en ti. Tú naciste con todo ello. Es innato, es intrínseco. Forma parte de tu naturaleza misma. Por tanto, cualquiera que pretenda darte la verdad simplemente está explotando tu estupidez, tu credulidad; esa persona es astuta, astuta e ignorante al mismo tiempo. No sabe nada; ni siquiera ha vislumbrado la verdad.

La verdad no se te puede dar, pues ya está en ti. Puede evocarse, suscitarse, provocarse. Puede generarse el contexto, o el espacio, para que surja en ti y no dormite más, para que despierte.

La función del maestro es mucho más compleja de lo que crees. Sería mucho más fácil, más simple, si la verdad se pudiera transmitir. Pero no puede transmitirse, por lo que deben crearse maneras y mecanismos indirectos.

La función del maestro es llamar: Lázaro, sal de la cueva! Sal de tu tumba! Sal de tu muerte! El maestro no puede darte la verdad, pero puede suscitar la verdad. Puede despertar algo en ti. Puede desencadenar un proceso en ti que encenderá una llama. La verdad eres tú, pero se ha acumulado mucho polvo a tu alrededor. La función del maestro es negativa: es darte un baño, lavarte, para que desaparezca el polvo.

Los maestros iluminan. Colman tu ser de una gran luz, son luz. Esparcen luz sobre tu ser. Son como un reflector: enfocan su ser en tu ser. De repente la linterna de un maestro comienza a iluminar algunos territorios olvidados de tu ser. Están en tu interior, el maestro no los crea, simplemente está aportando su luz, enfocando su ser en ti. El maestro enfoca sólo cuando el discípulo se abre, cuando se entrega, cuando está dispuesto, listo para aprender y no para argüir; cuando el discípulo llega, no a acumular conocimientos sino a conocer la verdad; cuando el discípulo no es simplemente un curioso sino un buscador de la verdad y está dispuesto a arriesgarlo todo. Aun si es preciso arriesgar y sacrificar la vida, el discípulo está dispuesto a hacerlo. En realidad, al arriesgar tu adormilada vida, al sacrificarla, alcanzas una calidad de vida totalmente diferente: la vida de luz, de amor, la vida que está más allá de la muerte, más allá del tiempo, más allá del cambio.

El maestro te ayuda a realizar tu propia experiencia. No te ofrece las Vedas, ni el Corán, ni la Biblia. Te enfrenta contigo mismo. Te hace tomar conciencia de tus recursos interiores, de tu propia sustancia, de tu propia divinidad. Te libera de las escrituras, de las interpretaciones ajenas. Te libera de toda creencia, de toda especulación, de toda conjetura. Te libera de la filosofía, de la religión, de la teología. En resumen, te libera del mundo de las palabras.


FUENTE: OSHO: El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos

CUATRO SECRETOS “PARA SER FELIZ”

Lo que más deseamos en la vida es la felicidad.

Pero en ocasiones saboteamos nuestros esfuerzos para alcanzarla.

La felicidad no es un destino a donde se llega, sino es la manera de caminar por la vida. Sin embargo, de manera extraña, en el trayecto podemos tropezar con dos problemas graves: algunos seres humanos tienen miedo de ser felices y muy pocos saben exactamente qué desean.

Si quieres vencer estos dos obstáculos y pertenecer al selecto grupo de gente feliz, te sugiero seguir cuatro pasos para lograrlo.



1- Desmantela tu coraza
 
Con frecuencia tememos ser felices y saboteamos nuestras ilusiones porque pensamos que no merecemos la felicidad y nos da miedo tratar de alcanzarla.

La forma más sencilla y frecuente de protegernos y mantenernos a salvo es construir una coraza de acero en la que encerramos nuestros sueños y deseos para que nadie pueda alcanzarlos ni destruirlos. Y, por supuesto, el resultado es que jamás damos un solo paso para hacerlos realidad.

Acepta que al reprimir tus sueños no los proteges, sino que impides que se realicen. Haz esfuerzos verdaderos para convertirlos en realidad. Esta decisión te puede llevar a correr algunas desilusiones y desengaños; pero también te llevará a éxitos que de otra manera no lograrías jamás.

2-Conéctate con los deseos de tu corazón
 
Haz una “cita” contigo mismo para explorar cuáles son los sueños y los deseos que duermen en el fondo de tu corazón.
Considérala y trátala como la cita más importante de tu vida.

Anota cuanta idea se te ocurra sobre lo que deseas, aunque te parezca absurda.

Lo importante es que logres conectarte con lo que tu corazón anhela realmente y que llegues a vislumbrar los diferentes caminos por medio de los cuales podrías alcanzarlo. De este modo, te será más fácil empezar a dar los pasos necesarios para convertir ese sueño en realidad.
Los esfuerzos que hagas llenarán de interés tu vida y te harán probar las primeras mieles de la felicidad.

3-Reconoce tu propio poder

Todos somos mental y físicamente capaces de hacer lo que nos proponemos; los límites los ponen nuestro miedo y nuestra imaginación. Y todos merecemos el éxito, como merecemos el amor y la felicidad.

Desafortunadamente, para muchos es más fácil decir ´no puedo´; y todos solemos creer en nuestras propias palabras.
Así que para conquistar la felicidad, empieza a practicar una actitud positiva, a fomentar la confianza en ti mismo y a decir ´sí puedo´, a todos los retos que te vaya planteando la vida. Muy pronto descubrirás que puede hacer cosas de las que antes te sentías incapaz.

4-No tomes precauciones como pretextos
 
Algunos temores son buenos. Ser precavido y cauteloso es una virtud cuando se conduce un automóvil. Pero cuando el miedo te impide lanzarte en busca de tus sueños, ha llegado el momento de deshacerse de él.

En las decisiones importantes de la vida los temores y pretextos deben dejarse a un lado y debe imponerse el valor para correr ciertos riesgos, porque se necesita determinación para perseguir y alcanzar los grandes sueños.

Para ser feliz hace falta honradez para seguir el camino correcto en su consecución y para no estropearla con la mentira o el egoísmo. Pero, ¿cómo sé en cada momento que estoy siendo honrado con las personas que realmente me importan? El problema que se nos plantea es el de reconocer el tipo de amor apropiado -cuál es la manera correcta de amar-, y distinguirla de un amor equivocado -que pueda terminar destruyendo aquello que uno ama.