DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -25- A. de Mello

Meditación 25


"Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela:
más vale entrar manco en la Vida
que con las dos manos ir a la gehenna...
Y si tu ojo te es ocasión de pecado, arráncatelo;
más vale entrar ciego en el Reino de Dios
que con los dos ojos ser arrojado al fuego"
(Mc 9.43ss)




Cuando tratas con personas ciegas, empiezas a comprender que sintonizan con unas realidades de las que tú no tienes ni idea. Su sensibilidad hacia el mundo del tacto, del olfato, del gusto y del oído es tal que, a su lado, el resto de los humanos parecemos torpes y desmañados patanes. Nos dan lástima las personas que han perdido la vista, pero rara vez tomamos en cuenta el enriquecimiento que les proporcionan los restantes sentidos. Por supuesto que es una pena el que dicho enriquecimiento se produzca al elevado precio de la ceguera, y es perfectamente concebible que se pueda tener la misma sensibilidad que tienen los ciegos hacia el mundo de los restantes sentidos sin necesidad de perder la vista. Lo que no es posible, ni siquiera concebible, es que despiertes jamás al mundo del amor sin desprenderte resueltamente de aquellas partes de tu ser psicológico que llamamos los "apegos".


Si te niegas a hacerlo, no experimentarás el amor, la única cosa que da sentido a la existencia humana, porque el amor es el pasaporte para el gozo, la paz y la libertad permanentes. Hay una sola cosa que te impide acceder a ese mundo, y esa cosa es el apego, producido por el ojo codicioso, que provoca el ansia en tu corazón, y por la mano avarienta, que intenta aferrar, poseer y hacer suyo lo que el ojo ve, y se niega a soltarlo. Ese ojo ha de ser extirpado, y esa mano cortada, si se quiere que nazca el amor. Con esos muñones por manos, no podrás apoderarte de nada más. Con esas cuencas vacías por ojos, no tardarás en hacerte sensible a ciertas realidades cuya existencia jamás habrías sospechado.


Ahora, por fin, ya puedes amar. Hasta ahora, todo lo que tenías era una cierta cordialidad y benevolencia, una cierta simpatía e interés por los demás, que erróneamente considerabas que era amor, pero que tiene tan poco en común con el amor como la mortecina luz de una vela con la luz del sol.

¿Qué es amar? Es ser sensible a cada porción de la realidad dentro y fuera de ti y, al mismo tiempo, reaccionar con entusiasmo hacia dicha realidad, unas veces para abrazarla, otras para atacarla, otras para ignorarla, y otras para prestarle toda tu atención, pero siempre respondiendo a ella, no por necesidad, sino por sensibilidad.


¿Y qué es un apego? Es una necesidad compulsiva que embota tu sensibilidad, una droga que enturbia tu percepción. Por eso, mientras tengas el más mínimo apego hacia cualquier cosa o persona, no puede nacer el amor. Porque el amor es sensibilidad, y la sensibilidad se destruye cuando resulta dañada, aunque sea mínimamente. Del mismo modo que el funcionamiento defectuoso de una pieza esencial de un sistema de radar distorsiona la recepción y falsea tu respuesta a lo que percibes.


No existe el amor defectuoso, incompleto o parcial. El amor, como la sensibilidad, o lo es en plenitud o, simplemente, no es. O lo tienes íntegro o no lo tienes. Por eso, sólo cuando desaparecen los apegos accede uno al reino ilimitado de esa libertad espiritual que llamamos "amor" y queda libre para ver y responder. Pero no hay que confundir esta libertad con la indiferencia de quienes jamás han conocido la fase del apego. ¿Cómo vas a arrancarte un ojo o cortarte una mano que no tienes? Esa indiferencia, que tantas personas confunden con el amor (como no están apegados a nadie, piensan que aman a todo el mundo), no es sensibilidad, sino un endurecimiento de corazón originado por un rechazo, por una desilusión o por la práctica de la renuncia.


Es preciso atravesar las procelosas aguas de los apegos si se desea arribar a la tierra del amor. Sin embargo. hay personas que, sin haber zarpado jamás, están convencidas de haber arribado. Pero lo cierto es que hay que estar muy sano y ser muy perspicaz para que el bisturí amputador pueda hacer su labor y el mundo del amor pueda brotar en la conciencia. Y no te engañes: eso sólo se logra con violencia. Sólo los violentos arrebatan el Reino.


¿Por qué la violencia? Porque, por sí sola, la vida jamás podría producir el amor, sino únicamente conducir a la atracción, de la atracción al placer, y más tarde al apego y a la satisfacción, que finalmente conduce al cansancio y al aburrimiento. Viene a continuación una fase neutra o "de meseta"... y vuelta a empezar: la atracción, el placer, el apego, la satisfacción... Todo ello mezclado de ansiedades, celos, posesividad, tristeza, dolor, etc.. lo cual convierte el ciclo en una especie de "montaña rusa".


Cuando se ha repetido una y otra vez el ciclo, llega un momento en que acabas harto y quisieras poner fin a todo el proceso. Si tienes la suerte de no topar con ninguna otra cosa o persona que atraiga tu atención. podrás al fin obtener una paz un tanto frágil y precaria. Eso es lo más que la vida puede darte, aunque es posible que lo confundas con la libertad y, consiguientemente, acabes muriéndote sin haber conocido jamás lo que significa ser realmente libre y amar.

No. Si deseas liberarte del ciclo y acceder al mundo del amor, deberás atacar mientras el apego siga vivito y coleando, no una vez que lo hayas superado. Y deberás atacar, no con el bisturí de la renuncia, porque esa clase de mutilación no hace más que endurecer, sino con el bisturí de la conciencia.


¿Y de qué debes ser consciente? De tres cosas: en primer lugar, debes ver el sufrimiento que esa "droga" te está ocasionando, los altibajos, los estremecimientos, las ansiedades, las decepciones y el aburrimiento a que inevitablemente te conduce. En segundo lugar, debes darte cuenta de que esa "droga" está escamoteándote algo, a saber, la libertad de amar y disfrutar de cada minuto y cada cosa de la vida. En tercer lugar, debes comprender que, debido a tu adicción y a tu programación, has atribuido al objeto de tu apego una belleza y un valor que, sencillamente, no posee: aquello de lo que estás tan enamorado tan sólo está en tu mente, no en la cosa o persona amada. Si logras ver esto, el bisturí de la conciencia deshará el hechizo.


Suele afirmarse que sólo cuando te sientes profundamente amado puedes abrirte con amor a los demás.

Pero eso no es cierto. Un hombre enamorado se abre realmente al mundo, pero no con amor, sino con euforia. Para él, el mundo adquiere un irreal color de rosa que se desvanece en cuanto desparece la euforia. Su presunto amor no se debe a que perciba claramente la realidad, sino a que está convencido, acertada o equivocadamente, de que es amado por alguien; un convencimiento peligrosamente frágil, porque se basa en la persona por la que cree ser amado, que es voluble y tornadiza por naturaleza y que en cualquier momento puede pulsar el interruptor y acabar con su euforia. No es de extrañar que quienes así proceden no consigan jamás perder su inseguridad.


Cuando te abres al mundo por causa del amor que otra persona siente por ti, estás radiante; pero lo que irradias no es tu percepción de la realidad, sino el amor que has recibido de esa otra persona, la cual controla el "interruptor", de tal manera que, cuando lo pulsa, hace que tu brillo o irradiación se desvanezca.


Cuando uses el bisturí de la conciencia para pasar del apego al amor, hay algo que debes tener en cuenta: no seas severo ni impaciente ni te detestes a ti mismo. 


¿Cómo puede nacer el amor de semejantes actitudes? Mejor será que te muestres compasivo contigo mismo y conserves la flema con que el cirujano maneja el bisturí. Puede que entonces descubras que eres maravillosamente capaz de amar el objeto de tu apego y disfrutar de él aún más que antes y, al mismo tiempo, disfrutar igualmente de cualquier otra cosa o persona.


Ésta es la piedra de toque para averiguar si lo que tienes es amor. Lejos de hacerte indiferente, ahora puedes disfrutar de todo y de todos como antes disfrutabas del objeto de tu apego. Ahora ya no hay más estremecimientos ni, consiguientemente, más sufrimiento ni incertidumbre. De hecho, podría decirse que disfrutas de todo y no disfrutas de nada, porque has hecho el gran descubrimiento de que aquello de lo que disfrutas, con ocasión de cualesquiera cosas y personas, es algo que está en tu propio interior. La orquesta está dentro de ti, y la llevas contigo adondequiera que vayas. Las cosas y las personas exteriores a ti no hacen sino determinar la melodía concreta que la orquesta debe interpretar. Y cuando no hay nada ni nadie que atraiga tu atención, la orquesta tocará su propia música, porque no necesita ningún estímulo externo. Ahora llevas en tu corazón una felicidad que nada ajeno a ti puede darte ni arrebatarte.

Y aquí radica la otra prueba del amor: eres feliz sin saber por qué. Pero ¿es duradero ese amor? La verdad es que no hay garantía alguna de que lo sea, porque, aun cuando el amor no puede ser parcial, sí puede ser de duración limitada. El amor viene y se va en la medida en que tu mente está despierta y consciente o. por el contrario, se ha vuelto a dormir. Ahora bien, aun así, una vez que has probado eso que llaman "amor", sabrás que ningún precio es demasiado elevado y ningún sacrificio demasiado grande, ni siquiera la pérdida de ambos ojos o la amputación de una mano, cuando a cambio se puede obtener la única cosa en el mundo por la que merece la pena vivir.

LA VERDADERA ORACION

Un devoto le pregunta a su maestro:
- ¿Cómo alcanzo la bendición de no juzgar nunca a mi prójimo?
A través de la oración – contesta el maestro.
- Entonces, ¿por qué todavía no lo he logrado?
- Porque no has orado en el lugar correcto
- ¿Y dónde se encuentra ese lugar?
- En el corazón de Dios
- ¿Y cómo llego hasta ahí?
- Comprende que todo aquel que comete un error no sabe lo que está haciendo y sólo merece
ser perdonado.




Toda oración, tal y como la utilizamos habitualmente, esta basada directa o indirectamente en la existencia de un Dios antropomórfico  que de algún modo mágico satisfará todas nuestras necesidades ilusorias (curación de enfermedades, sanación de relaciones, solución de problemas económicos, castigo de los enemigos…). No es fácil darse cuenta de que orar para pedir esas cosas, “regalos” externos de la clase que sean, siempre se hace para ocultarse de la culpa.


El secreto de la verdadera oración es olvidarte de las cosas que crees necesitar. Pedir cosas concretas es parecido a contemplar el pecado y luego perdonarlo.
(S-1.I.4:1)

La oración, desde el punto de vista metafísico del Curso, no es mas que un símbolo, pues si en realidad el mundo no existe fuera de nuestra mente colectiva y no hay ningún problema más allá de la creencia en la existencia de problemas, entonces la oración como tal es improcedente, pues, ¿Cómo podemos pedir ilusiones?.

En ese sentido la oración se convierte en algo similar a los milagros o a la curación, pues como símbolos o ilusiones no existen como tales en el Cielo, donde la carencia y el error carecen de sentido. Pero todo y que es una ilusión, conduce a la verdad, pues aunque de por sí, la oración no es la verdad, no hay nada en ella que se oponga a ella y no deja de ser sino un paso en la dirección correcta. Por tanto nuestra oración debe ser únicamente la petición de ayuda para la aceptación de la verdad

La verdadera oración debe evitar convertirse en una súplica. Debes pedir, más bien, recibir lo que ya ha sido dado: aceptar lo que ya está aquí.
(S-1.I.1:6)


En el Canto de la Oración la oración se describe como una escalera cuyo peldaño mas bajo simboliza nuestra experiencia como un cuerpo especifico y el peldaño más alto representa el mundo real y es más allá de la escalera donde reencuentra plenamente el verdadero significado de la oración: La unión con Dios.

La única voz que el Creador y la creación comparten; el canto que el Hijo entona al Padre, Quien devuelve a Su Hijo las gra­cias que el canto Le ofrece. Perpetúa la armonía, y perpetua también la feliz concordia del amor que eternamente se profe­san uno a otro.  Y en esto la creación se extiende.  Dios da gra­cias a Su extensión en Su Hijo. Su Hijo da gracias por su creación, en el canto de su crear en Nombre de Su Padre.  El amor que comparten es lo que toda oración habrá de ser por toda la eternidad, cuando el tiempo termine.
 (S-1.In.1:2-7)

En el pie de la escalera, la oración toma la forma que mejor se ajusta a tus necesidades  (s-1.I.1:1) pues la escalera en sí refleja nuestro progreso en el camino espiritual. En ese sentido, en los escalones inferiores, la tendencia es a pedir cosas específicas. Dado que el Espíritu Santo siempre responde a cualquier petición, ésta será satisfecha, pero no siempre en la medida que tu esperas que lo haga, pues sus respuestas están más allá de lo que tu crees necesitar. Solo Él conoce tus necesidades y por tanto Su Repuesta, si es dada por Dios se ajustará a tus necesidades reales.

Da la sensación de que Dios o el Espíritu Santo satisfacen nuestras necesidades “especiales” en base al cuerpo que vive en este mundo irreal. Claramente esta no es la enseñanza del Curso, puesto que la premisa básica es que Dios desconoce todo lo que acontece en este mundo pues no sabe nada de nuestro sueño.


 El Espíritu Santo te dará la respuesta para cada problema específico mientras creas que los problemas son específi­cos. Su respuesta es a la vez una y muchas mientras sigas creyendo que el que es Uno es muchos (T-11.VIII.5:5-6)

Ahora podemos entender mejor el significado de ciertos pasajes que hablan acerca de la respuesta del Espíritu Santo a nuestras necesidades

La oración que pide cosas de este mundo dará lugar a expe­riencias de este mundo. Si la oración del corazón pide eso, eso es lo que se le dará porque eso es lo que recibirá. Es imposible entonces que en la percepción del que pide, la oración del cora­zón no reciba respuesta. Si pide lo imposible, si desea lo que no existe o si lo que busca en su corazón son ilusiones, eso es lo que tendrá.
(M-21.3:1-4)

Por lo tanto la oración no es pedir favores o cosas especiales, sino una actitud de perdón al pedir ayuda al Espíritu Santo para unirnos a otro en una relación santa

En el siguiente escalón de la escalera, la oración reconvierte en una petición sincera a Dios, aunque sin verdadera comprensión de lo que realmente se pide. Las peticiones ya no incluyen lo material sino que abordan solicitudes mas abstractas como la bondad, la honestidad o el perdón, cualidades estas que implican la creencia en un sentimiento de pecado y de culpa y por tanto de escasez que yacen bajo la petición de cualquiera de estas necesidades. 

Estas formas de oración, de pedir-desde-la-necesidad, siempre implican sentimientos de ser débil y limitado, y ja­más podrían ser realizadas por un Hijo de Dios que sepa Quién es. Nadie, pues, que esté seguro de su Identidad po­dría orar en estas formas. Pero no es menos cierto que nadie que no tenga certeza sobre su Identidad puede evitar orar de esta manera. (S-1.II.2:1-3)

En el último escalón se reconoce que la oración en si no tiene sentido alguno pues no es necesaria escalera alguna para descubrir que no se puede alcanzar lo que uno nunca ha abandonado. Nada falta y todo lo mundano se abandona y la oración se convierte en un canto de acción de gracias al Creador en una canción en la que sobran las palabras.

Hay en la cima una transformación muy parecida a la tuya, puesto que la oración es parte de ti. Las cosas de la tierra se dejan atrás, ninguna se recuerda.  No se pide, puesto que nada falta. La Identidad en Cristo se reconoce plenamente y se establece por siempre, incorruptible y más allá de todo cambio
(S-1.II.7:2-5)

Orar es abandonarse, es un sereno instante para escuchar y amar. Es rezar con el corazón, en una oración el la que las palabras, como símbolos que son carecen de importancia

Recurre al Nombre de Dios para tu liberación y se te conce­derá. No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás. Las palabras son irrelevantes y las peticiones innecesarias cuando el Hijo de Dios invoca el Nombre de su Padre.
(LE-pI.183.10:1-3)


En resumen pues, la verdadera oración es simplemente el cambio de pensamiento del Hijo de Dios acerca de la separación y el  mundo del ataque del ego. Tomar la decisión de unión con quien hasta ahora había excluido de mi mente me permite reencontrarme con  la voz del Espíritu Santo y descubrir mi propio Ser y con unirme a mi Creador. Aprender a percibir a mi hermano, al Hijo de Dios, tal y como Dios lo creó me permite descubrir que jamás abandoné mi fuente. Este aprendizaje es el proceso de ascensión por la escalera de la oración que la separación del ego me había llevado a descender.

La oración debe ser ahora el medio por el cual el Hijo de Dios abandona las metas e inte­reses separados, y vuelve en sagrada alegría a la verdad de la unión en su Padre y en sí mismo.
(S-1.In.2:4)

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -24- A. de Mello

Meditación 24

"No juzguéis y no seréis juzgados"
(Mt 7. l)




Es tranquilizador pensar que el más excelso acto de amor que puedes realizar no es un acto de servicio, sino un acto de contemplación, de visión. Cuando sirves a las personas, lo que haces es ayudar, apoyar, consolar, aliviar su dolor... Cuando las ves en su belleza y bondad interiores, lo que haces es transformar y crear.

Piensa en algunas de las personas a las que aprecias y que te atraigan. Intenta ver a cada una de ellas como si fuera la primera vez, sin dejarte influenciar por el conocimiento o la experiencia, buena o mala, que tengas de ellas. Intenta descubrir en ellas algo que, debido a la familiaridad, se te haya pasado por alto, porque la familiaridad produce rutina, ceguera y aburrimiento. No puedes amar lo que no eres capaz de ver de un modo nuevo. No puedes amar lo que no eres capaz de estar constantemente descubriendo.

Piensa ahora en personas que te desagraden. Observa, en primer lugar, qué es lo que te desagrada de ellas: estudia sus defectos con imparcialidad y objetividad. Para ello, naturalmente, no puedes hacer uso de "clichés" referidos a ellas: orgulloso, holgazán, egoísta, arrogante... El "cliché" es producto de la pereza mental, porque resulta muy fácil aplicarle a alguien un estereotipo o una "etiqueta". En cambio, es difícil y arriesgado ver a las personas en su singularidad y unicidad.

Debes examinar esos defectos "clínicamente", es decir, debes cerciorarte de tu objetividad. Ten en cuenta la posibilidad de que lo que ves en esas personas como un defecto tal vez no lo sea en absoluto, sino que en realidad puede ser algo hacia lo que tu educación y las circunstancias te han hecho sentir aversión. Si, a pesar de todo, todavía sigues viendo en ello un defecto, trata de comprender que el origen del mismo reside en sus experiencias de la infancia, en sus condicionamientos del pasado, en una defectuosa forma de pensar y de percibir y, sobre todo, en su inconsciencia, no en su malicia. A medida que hagas esto, tu actitud se trocará en amor y en perdón, porque examinar, observar y comprender es perdonar.

Después de estudiar los defectos, intenta descubrir las virtudes que atesora esa persona y que el desagrado que sientes hacia ella te ha impedido ver hasta ahora. Y, mientras lo haces, observa cualesquiera cambios de actitud o de sentimientos que te sobrevengan, porque la aversión hacia ella ha enturbiado tu visión y te ha impedido ver.

A continuación, piensa en cada una de las personas con las que vives y trabajas, observando cómo cada una de ellas se transforma a tus ojos cuando las miras de esta manera. Al verlas así, les estás ofreciendo un don infinitamente más valioso que cualquier acto de servicio que puedas prestarles, porque, al hacerlo, las has transformado, las has "creado" en tu corazón: y, supuesto un cierto grado de contacto entre tú y ellas, también ellas experimentarán realmente una auténtica transformación. Y ahora ofrécete a ti mismo idéntico don. Si has sido capaz de hacerlo por otros, no te resultará muy difícil. Sigue el mismo procedimiento: no juzgues o condenes ninguno de tus defectos o neurosis. Si no has juzgado a los demás, tampoco tú debes ser juzgado. Indaga, estudia y analiza tus defectos para lograr una mejor comprensión que te lleve al amor y al perdón, y descubrirás con gozo cómo resultas transformado por esa actitud extrañamente tierna y comprensiva que brota en ti para contigo mismo. Una actitud que nace en tu interior y se extiende a toda criatura viviente.

EL SUEÑO LÚCIDO Y UCDM


"Ser conscientes de que están soñando es la verdadera función de los maestros de Dios". 
(M-12.6:6)


Un sueño lúcido es un sueño que se caracteriza porque el soñador es consciente de estar soñando. Este tipo de sueño se puede dar de forma espontánea o bien ser inducido por determinadas prácticas y ejercicios.


La utilización del adjetivo "lúcido" como sinónimo de "consciente" fue introducido en 1867 por el escritor, sinólogo y especialista en sueños francés Léon d'Hervey de Saint-Denys, en su obra Los sueños y cómo controlarlos.

La mayoría de los sueños lúcidos suceden en la etapa de sueño paradójico y mediante un proceso fortuito o desencadenado mediante el aprendizaje. La consciencia de soñar le da al soñador la posibilidad de controlar deliberadamente, no sólo sus acciones, sino también el contenido y desarrollo de los sueños.

Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes” (T-10.I.2:3)

 La capacidad de reconocer y controlar los estados oníricos se menciona en textos budistas del siglo VII.  Su propósito es que mediante el entrenamiento, mientras se encuentran en un cuerpo físico, reproducen los efectos de la muerte y en la llegada de la misma, pretenden, en esa condición de “no encarnado”, poder preservar el estado de lucidez que les permita decidir no volver a encarnar.

El primer paso para intentar transformar nuestra realidad es la de convertirnos en soñadores lúcidos. Reconocemos que nos encontramos en un sueño y de esta manera recuperamos y asumimos el control del mismo. Podemos elegir aquello que deseamos soñar y manejar el sueño a nuestra voluntad en busca del “sueño feliz”.

"Descansa en paz" es una bendición para los vivos, no para los muertos, ya que el descanso procede de despertar, no de dormir. Dormir es aislarse; desper­tar, unirse. Los sueños son ilusiones de unión porque reflejan las nociones distorsionadas del ego con respecto a lo que significa unirse. El Espíritu Santo, no obstante, aprovecha también el tiempo que pasas durmiendo, y puede, si se lo permites, utilizar los sueños que tienes mientras duermes para ayudarte a desper­tar.
(T-8.IX.3:5-8)

Libres de elegir el sueño en el que nos desenvolvemos, nos podemos mover por él sin temor en cada una de las situaciones soñadas, sin implicarse, sin identificarse, sin interpretarse,  sin establecerse, sabe que Él es el que sueña, y que puede soñar otra cosa, Él tiene el poder. Entregar tu sueño-mundo al Espíritu, es confiar en que se te mostrará y se te enseñará como dejar de creer en las ilusiones y aceptar tu Realidad.

El sueño se vuelve mas acorde con la Realidad,  reconocemos que estamos viendo, soñando,  exactamente lo que habíamos decidido ver… y, por tanto,  podemos cambiarlo, convirtiéndose en un medio para reconocer tu inocencia. Liberándote a través del perdón y permitiendo despertar.

La manera en que te despiertas indica cómo usaste el tiempo que pasaste durmiendo. ¿A quién se lo ofreciste? ¿Bajo que maestro lo pusiste? Siempre que te despiertas desanimado es que no se lo ofreciste al Espíritu Santo. Sólo cuando te despiertas feliz utilizaste el tiempo que pasaste durmiendo en armonía con Su propósito. Dormir puede ciertamente "drogarte" si lo usas indebidamente en favor de la enfermedad. Dormir no es una forma de muerte de la misma manera en que la muerte no es una forma de inconsciencia. La inconsciencia total es imposible. Puedes descansar en paz debido únicamente a que estás despierto. (T-8.IX.4:1-9)



Esta serie de cuatro ejercicios en audio esta diseñada para experimentar y aprender a controlar tus sueños y participar en tu propio desarrollo personal.

Los sueños lúcidos proporcionan una oportunidad única de beneficiarse de los estados de conciencia ampliada en las ocasiones en las que no estamos normalmente conscientes.

Preferiblemente para escuchar con auriculares (grabada en formato FLAC para codificar el audio sin pérdida de calidad: si deseas escucharla como MP3, utiliza cualquier conversor de audio)




(Archivos intercambiables)


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ESTAMOS TODOS CONECTADOS

En este día 11/11/11, mi contribución para la creación de una Consciencia de Unidad:

"Dios está en todo lo que veo"


"La idea de hoy explica por qué puedes ver propósito en todo. Explica por qué nada está separado, por sí mismo o en sí mismo."
(LE-pI.29.1:1-2)






UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION - 23- A. de Mello

Meditación 23

"Después de despedir a la gente.
subió al monte a solas para orar"
(Mt 14.23)



¿No se te ha ocurrido nunca pensar que sólo eres capaz de amar cuando estás solo? Pero ¿qué significa amar? Significa ver a una persona, una cosa, una situación. tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y reaccionar ante ella como merece. No puedes amar lo que ni siquiera ves.

¿Y qué es lo que te impide amar? Tus conceptos, tus categorías, tus prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los "clichés" que tú mismo has elaborado a partir de tus propios condicionamientos y experiencias pasadas. Ver es la más ardua tarea que un ser humano puede emprender. porque requiere una mente alerta y disciplinada, mientras que la mayoría de la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que tomarse la molestia de ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre nuevo, con la novedad de cada momento.

Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil. Pero el ver te exige algo aún más doloroso: liberarte del control que la sociedad ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado hasta las raíces mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de él es tanto como despedazarte.

Si quieres comprenderlo, piensa en un niño al que se le inocula el gusto por la droga. A medida que la droga penetra en su cuerpo, el niño se va haciendo adicto, y todo su ser demanda a gritos dicha droga. Llega un momento en que la falta de la droga le resulta tan insoportable que prefiere morir.

Pues bien, esto es exactamente lo que la sociedad hizo contigo cuando eras un niño. No te estaba permitido disfrutar del sólido y nutritivo alimento de la vida: el trabajo, la actividad y la compañía de las personas y los placeres de los sentidos y de la mente. Se te hizo tomar afición a unas drogas llamadas "aprobación". "aprecio", "éxito". "prestigio", "poder"... Una vez que les tomaste el gusto, te hiciste adicto a ellas y empezaste a temer la posibilidad de perderlas. Sentías terror con sólo pensar en los fallos, en los errores o en las críticas. De modo que te hiciste cobardemente dependiente de los demás y perdiste tu libertad. Ahora tienen otros el poder de hacerte feliz o desdichado. Y, por más que detestes el dolor que ello supone, te encuentras completamente desvalido.

No hay un solo minuto en el que, consciente o inconscientemente, no trates de sintonizar con las reacciones de los demás, marchando al ritmo de sus exigencias. Cuando te ves ignorado o desaprobado. experimentas una soledad tan insoportable que acudes de nuevo a los demás mendigando el consuelo de su apoyo, su aliento y sus palabras de ánimo. Vivir con los demás en este estado conlleva una tensión interminable: pero vivir sin ellos acarrea el agudo dolor de la soledad. Has perdido tu capacidad de verlos con toda claridad tal como son y de reaccionar adecuadamente ante ellos, porque, en general. tu percepción de ellos está oscurecida por tu necesidad de conseguir la "droga".

La aterradora e ineludible consecuencia de todo ello es que te has vuelto incapaz de amar nada ni a nadie. Si deseas amar, has de aprender a ver de nuevo. Y si deseas ver, has de renunciar a tu "droga". Tienes que arrancar de tu ser esas raíces de la sociedad que se te han metido hasta los tuétanos. Tienes que liberarte de ellas. Externamente, todo seguirá como antes, y tú seguirás estando en el mundo, pero sin ser del mundo. E internamente serás al fin libre y estarás absolutamente solo. Es únicamente en esa soledad, en ese absoluto aislamiento, como desaparecerán la dependencia y el deseo y brotará la capacidad de amar, porque ya no verás a los demás como medios de satisfacer tu adicción.

Sólo quien lo ha intentado conoce el terror de semejante proceso. Es como si te invitaran a morir. Es como pedirle al pobre drogadicto que renuncie a la única felicidad que ha conocido y la sustituya por el sabor del pan, la fruta, el aire limpio de la mañana y el frescor del agua del torrente, mientras se esfuerza por hacer frente al síndrome de abstinencia y al vacío que experimenta en su interior una vez desaparecida la droga. Para su enfebrecida mente, nada que no sea la droga puede llenar ese vacío. ¿Puedes imaginar una vida en la que te niegues a disfrutar de una sola palabra de aprobación y de aprecio o a contar con el apoyo de un brazo amigo; una vida en la que no dependas emocionalmente de nadie, de manera que nadie tenga ya el poder de hacerte feliz o desdichado; una vida en la que no necesites a ninguna persona en particular, ni ser especial para nadie, ni considerar a nadie como propio? Hasta las aves del cielo tienen nidos, y los zorros guaridas, pero tú no tendrás dónde reposar tu cabeza a lo largo de tu travesía de la vida.

Si alguna vez llegas a ese estado, al fin sabrás lo que significa ver con una visión despejada y no enturbiada por el miedo o el deseo. Y sabrás también lo que significa amar. Pero para llegar a esa región del amor deberás soportar el trance de la muerte, porque amar a las personas supone haber muerto a la necesidad de las mismas y estar absolutamente solo.

¿Cómo se llega ahí? A base de un incesante proceso de concienciación... y con la infinita paciencia y compasión que deberías tener para con un drogadicto. También te ayudará el emprender actividades que puedas realizar con todo tu ser; actividades que de tal manera te guste realizar que, mientras te ocupas en ellas, no signifique nada para ti ni el éxito ni el reconocimiento ni la aprobación de los demás. E igualmente útil te será volver a la naturaleza: despide a las multitudes, sube al monte y comulga silenciosamente con los árboles y las flores, con los pájaros y los animales, con el cielo, las nubes y las estrellas. Entonces sabrás que tu corazón te ha llevado al vasto desierto de la soledad, donde no hay a tu lado absolutamente nadie. Al principio te parecerá insoportable, porque no estás acostumbrado a la soledad. Pero, si consigues superar los primeros momentos, no tardarás en comprobar cómo el desierto florece en amor. Tu corazón romperá a cantar, y será primavera para siempre.

LA MEDITACION Y UCDM

“No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación, ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.
Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios”.
(T-18.VII.4:9-11)




Parece como si debiéramos romper nuestras ataduras con el cuerpo tal y como algunas practicas de meditación proponen. Sin embargo en otras ocasiones en el Curso, se nos ha instado a no hacer nada, que no es sino lo contrario a practicar meditación u otras actividades genéricas que suponen la realización de una actividad voluntaria para la consecución de un determinado objetivo.

“No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. "No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable”.
(T-18.VII.6:5-7)

En esta sección del Manual para el Maestro, se nos indica que a cada uno de nosotros se nos ha asignado un camino individual para alcanzar la Salvación. Un camino específico que nos permite ahorrar tiempo en nuestro propósito final, más allá de las diferentes formas, pero manteniendo un contenido y un propósito único:

“Cada maestro de Dios tiene su propio curso. La estructura de éste varía enormemente, así como los medios particulares de enseñanza empleados. El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema central es siempre: "El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su salvación". Esto se puede enseñar con acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier lenguaje o sin lenguaje; en todo lugar o momento, o en cualquier forma”.
(M-1.3:1-6)

En el fondo, el Curso nos exhorta a buscar un lugar interior, ausente de la influencia del cuerpo y de los sentidos, en el que encontrar la quietud necesaria para poder escuchar la Voz que nos dice quienes somos.

“Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo”.
(T-18.VI.6:1-3)

Del siguiente párrafo del Libro de Ejercicios, describe una forma de alcanzar la quietud, que mantiene en su forma, las características esenciales de cualquier práctica de meditación. Por ello aunque específicamente no existen indicaciones en cuanto a la utilización de esta técnica como forma de alcanzar el objetivo final que compartimos, parece sin duda, ser un camino adecuado para encontrar la verdad, más allá del ruido del mundo y del ego.

“Por la mañana, a ser posible tan pronto como te levantes, siéntate en silencio de tres a cinco minutos con los ojos cerrados. Al comienzo de la sesión de práctica repite la idea de hoy muy len¬tamente. No trates de pensar en nada en particular. Trata, en cambio, de experimentar la sensación de que estás sumergién¬dote en tu interior, más allá de todos los pensamientos vanos del mundo. Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, man¬teniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese dis¬traerte.

De vez en cuando puedes repetir la idea de hoy si observas que eso te ayuda. Pero sobre todo, trata de sumergirte tan pro¬fundamente como puedas en tu interior, lejos del mundo y de todos sus pensamientos disparatados. Estás tratando de llegar más allá de todo. ello. Estás tratando de dejar atrás las aparien¬cias y de aproximarte a la realidad”.
(LE-pI.41.6-7)

De este modo las diferentes prácticas de meditación, tienen un mismo objetivo y una misma intención: Llegar a conseguir periodos de calma y profunda experiencia. Llegar a ese lugar de quietud interior para poder descansar allí, y ser conducidos, con total seguridad a nuestro verdadero hogar.

El curso quita cualquier ansiedad sobre lo que se ha de hacer, las técnicas, posturas, respiración… y en raras ocasiones establece un programa para la meditación. Sin embargo dice mucho sobre el propósito final de estos periodos de quietud y describe aquello que debemos experimentar.

“Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su proce¬dencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios”.
(LE-pI.189.7.1-5)

Creo que debemos meditar y yo lo hago, y continúo haciéndolo como parte de mi práctica diaria. Pero eso no me obsesiona pues ni siquiera el curso lo requiere. Se he de evitar convertir el Curso en un ritual formalista, pues dadas las instrucciones estrictas establecidas, basadas en la forma y en el contenido, pueden determinar que el incumplimiento de determinados horarios -tal y como en ocasiones se nos indica- o la imposibilidad de realización de alguna de las lecciones, conduzcan a sentimientos de culpabilidad, ansiedad, privación o miedo.

Existen múltiples formas de conseguir la quietud de nuestra mente y cada persona debe hallar la suya. Algunos simplemente necesitarán unos segundos tras cerrar los ojos para encontrar su momento. Otros quizás precisaran más tiempo. Pero en el fondo como hemos indicado antes, “no hay que hacer nada”, pues el programa de estudios esta sumamente individualizado y todos los aspectos del mismo, están bajo el cuidado y la dirección del Espíritu Santo, que es el que toma las directrices del Curso, una vez ha sido aceptado.

“Tal como el curso subraya, no eres libre de elegir el programa de estudios, ni siquiera la forma en que lo vas a aprender. Eres libre, no obs¬tante, de decidir cuándo quieres aprenderlo. Y al aceptarlo, ya lo habrás aprendido”.
(M-2.3:6-8)