DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

L A BIODESCODIFICACION A LA LUZ DE UCDM -parte 1– Enric Corbera

Un regalito...

PADRE NUESTRO


Los estudiantes del Curso, ¿cómo deberían percibir el Padre Nuestro? ¿Deberían rezarlo como parte de su práctica, por ejemplo?

Muchos estudiantes saben que el Curso tiene su propia versión de esta oración (T-16.VII.12), pero lo que tal vez no se den cuenta es que el Curso hace literalmente decenas de referencias a distintas partes del Padre Nuestro. 



Recientemente hice una investigación sobre estas referencias, como parte de un diálogo con un amigo (que por su parte, me concienció de la forma en que tradicionalmente se percibe esta oración), y lo que encontré me resultó fascinante.

Una y otra vez el Curso alude a una parte en particular del Padre Nuestro, pero lo modifica de tal manera que sutilmente hace un comentario sobre él. En general este comentario expresa que está de acuerdo con la oración, pero también introduce gran cantidad de corrección, ya sea en el significado dentro de la oración o en el significado que nosotros le asignamos.

A continuación intentaré captar la esencia de ese comentario para cada una de las líneas del Padre nuestro.

Padre Nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre”. El Padre Nuestro comienza con esta conocida exaltación de Dios. Todo apunta hacia arriba. Dios no es sólo nuestro Padre, Su morada está alta en el Cielo y Su mismo Nombre es santo.

El Curso está de acuerdo esencialmente con todo esto. La mayoría de sus oraciones comienzan dirigiéndose a Dios como Padre, y varias, incluso, comienzan con “Padre Nuestro”.

El Curso ama la imagen de Dios como el padre perfectamente amoroso, protector, generoso y accesible. Irónicamente, sin embargo, esta imagen ubica al Curso en un lugar de cierta tensión con el resto de este primer renglón. Pues, como todos sabemos, un padre perfectamente amoroso no se exalta a sí mismo por encima de sus hijos; su actitud es más parecida a la del padre del hijo pródigo: “Hijo... todo lo mío es tuyo”. Lucas 15:31

Por esta razón, cada vez que el Curso alude a la frase “santificado sea Tu Nombre,” lo modifica de tal manera que nos exalte a nosotros conjuntamente con Dios: Santificados sean vuestros nombres y el Suyo, pues se unen. C-4.8:2

En la enseñanza del Curso, nuestro verdadero nombre no es el nombre en nuestro certificado de nacimiento. Nuestro nombre verdadero es en realidad el Nombre de Dios, pues así como un padre da su nombre a sus hijos, del mismo modo Dios nos dio Su Nombre.

Esto abre el camino para una inversión sorprendente. El Curso toma la frase final de esta petición, que normalmente le rezamos a Dios, y en su lugar nos lo dice a nosotros: Santificado sea tu nombre e inmaculada tu gloria para siempre. L-pI.rV. In.10:2-3

Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Aquí rezamos para que el Voluntad de Dios sea la fuerza soberana en la tierra; que el Cielo baje a la tierra. Este sentimiento es claro al corazón del Curso, que hace referencia más veces a esta petición que a ninguna otra (yo cuento veintitrés).

Sin embargo, el Curso trata de rebatir una presunción profunda que nosotros inadvertidamente inyectamos en esta línea: que nuestra voluntad y la Voluntad de Dios están en lados opuestos de una línea divisoria. En cambio, dice el Curso, la Voluntad de Dios está de nuestro lado. Él sólo desea que seamos eternamente felices. Y Él se asegura que nada se interponga en el camino de nuestra voluntad, incluso cuando elegimos sufrir.

Igual que con la primera petición, el Curso le da la vuelta y nos lo dice a nosotros; es más, hace que Dios nos lo diga: Pues Dios Mismo ha dicho: “Hágase tu voluntad” T-31.VI.4:7. Podemos ver también T-24.III.5:8, 8:9. 

Sin embargo, ¿por qué haría Él algo tan imprudente? Porque Él sabe que nuestra voluntad no es lo que parece. Nosotros en realidad no deseamos todos los juguetes que tan cansinamente perseguimos; no pueden satisfacer a seres infinitos. Dios es el único verdadero objetivo de nuestro deseo. Sabiendo esto, Dios pide que permitamos que se haga nuestra voluntad (T-24.III.8:7 -9),  nuestra verdadera voluntad. Y así es como cumplimos el imperativo bíblico que Su Reino sea en la tierra. Dios no decreta el cumplimiento del mundo; Él debe trabajar a través de mensajeros voluntariosos.

Al darnos cuenta de que nuestra voluntad en realidad es la Suya, nos convertimos en Su Voluntad en acción, y a través de nosotros el Cielo baja a la tierra. 

Danos hoy nuestro pan de cada día”.  Esta frase expresa una confianza maravillosa en que Dios proveerá lo que necesitamos de manera contínua. No dice, “Danos un gran beneficio de modo que por un rato no nos preocupemos por tener que confiar en Ti”. El Curso también ve a Dios (a través del Espíritu Santo) proveyendo nuestras necesidades más mundanas, si nuestras mentes están verdaderamente abiertas a Él (ver T-13.VII.12-13).

Sin embargo, ¿qué es nuestro pan de cada día exactamente? ¿Qué es lo que realmente nos da sustento? La única referencia definitiva del Curso para esta frase (T-2.III.5:10) y otra referencia posible (T-16.VII. 12:6) se combinan para dar esta respuesta: nuestro pan verdadero es la paz y liberación de todo temor que se experimenta en el instante santo.

Por lo tanto, depender de Dios para nuestro pan de cada día significa aceptar sistemáticamente Su regalo del instante santo en nuestras mentes.

Y perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Esta petición habla de dar y recibir perdón, y la manera en que uno lleva al otro; temas que son medulares en Un Curso de Milagros. No obstante, hay dos formas en que el Curso difiere con esta petición. Primero, esto suena como que el perdón de Dios depende de que nosotros perdonemos a los demás. Se puede discutir que esto no es lo que dice el idioma original, pero creo que ésta es la manera en que todos lo hemos entendido.

El Curso, por otra parte, aclara que perdonar a otros nos hace darnos cuenta de que siempre hemos sido perdonados. Segundo, el Curso enseña que no tiene sentido pedirle a Dios que nos perdone nuestros pecados, pues Él sólo nos conoce como santos. Estos dos enfoques se captan en el siguiente pasaje: No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. Pide, más bien, cómo aprender a perdonar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido [tu inocencia]. T-14.IV.3:4-5

Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal”. Creo que todos los Cristianos se han sentido intrigados por esta frase. Sé que yo sí cuando estaba en la iglesia. ¿Por qué Dios nos dejaría caer en la tentación en primer lugar, y por qué tendríamos que pedirle que no lo hiciera? Los traductores modernos tienen versiones levemente más suaves: “no nos lleves a tiempos de padecimiento” o “no nos sometas a la prueba final”. Pero no borran la impresión de que si no lo pedimos, tal vez Dios nos ponga en mala situación. El Curso, siempre alerta para corregir nuestras imágenes temerosas de Dios, se refiere muchas veces a esta frase, aclarando que somos nosotros los que nos desviamos hacia la tentación, llevados ahí por el ego, y que Dios es El Que nos conduce fuera de ella, en lugar de ser el que nos somete a ella.

Pues Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por siempre. Amén”. El Padre Nuestro termina con esta afirmación conmovedora acerca de la grandeza de Dios. Sin embargo, a la vez que afirmamos que el Reino y el poder y la gloria son de Dios, probablemente estamos presuponiendo que no son nuestros, que están tan lejos de nuestro alcance como las estrellas.

El Curso tiene un enfoque opuesto. Dice que debido a que son de Dios, también deben ser nuestros. Es la naturaleza de Dios darnos todo lo que Él tiene, incluyendo Su poder y Su gloria. Igual para Su Reino. Tal vez estemos seguros de que Dios nos desterrará de Su Reino tras consultar nuestro legajo. Sin embargo, su veredicto será una sorpresa liberadora: Su veredicto será siempre: “Tuyo es el Reino”. T-5.VI.10:8

Nuevamente el Curso toma una frase que estamos acostumbrados a decirle a Dios, y nos muestra que Dios el nos lo dice a nosotros. El Curso incluso dice que Su Reino no es algo al que entramos ni tampoco algo dentro de nosotros, sino que nosotros somos Su Reino. Nosotros somos el ámbito en que Él reina.

He aquí mi intento de compactar todo esto en una versión del Padre Nuestro según el Curso: 

Padre Nuestro, Tu santo Nombre es el nuestro, pues somos Tu Hijo. Y sólo pedimos que Tu Voluntad, que también es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que éste pase a formar parte del Cielo ahora. ( L-pI.189.10:9)  Que nosotros aceptemos el instante santo este día como un regalo Tuyo, pues ese es nuestro verdadero pan de cada día. Que nosotros perdonemos la ilusión del pecado que vemos en nuestro hermano, y así despertemos a la eterna verdad de que Tú jamás has visto el pecado en nosotros. Y cuando nos desviamos hacia la tentación, contamos con que Tú nos guíes de regreso. Pues Tú has compartido todo Tu poder y gloria con nosotros, y reconocemos que nosotros somos Tu Reino por siempre.

También sentí que era apropiado construir una versión en que Dios nos habla a nosotros, basado en ese fascinante patrón que vimos en que el Curso invirtió tres de las peticiones y los dirige a nosotros: 

Hijo Mío, santo es tu nombre, pues tu verdadero nombre es Mi Nombre. Que se haga tu voluntad. Te pido que dejes que tu voluntad se haga, pues tu verdadera voluntad es Mi Voluntad. Que tu gloria quede sin mancha por siempre. No importa cuán manchado pienses que estás, Mi veredicto siempre será “tuyo es el Reino”.

Para tener el beneficio total de estas oraciones, recomiendo que las uses: reza la primera versión, repitiéndola a Dios de manera lenta y sentida, y realmente imaginando que Dios está diciéndote la segunda versión a ti personalmente.
Creo que te sorprenderás por el resultado.

Publicado en “Boletín Mensual de Milagros en Red” (nº 90, Octubre 2009), por Patricia Besada de www.milagrosenred.org, traducido del texto original en inglés de Robert Perry.

ACEPTAR LA RESPONSABILIDAD


Soy responsable de lo que veo.
Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí. (T-21.II.2:3)

Esta es la idea básica sobre la que se apoya el comienzo de tu transformación, de tu despertar y de tu sanación. La base para un cambio de mentalidad para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del miedo y del pecado.



Las personas que tiene una autoestima elevada se hacen responsables de su propia vida y actúan de forma positiva ante cualquier tipo de dificultad: son capaces de aceptar para sí mismos su papel como responsables de cuanto les sucede y por tanto en aras de dicha responsabilidad, luchan por conseguir sus objetivos o solucionar sus problemas de manera asertiva.


Al contrario que estas personas, aquellas que no son capaces de asumir su responsabilidad se sienten víctimas de las circunstancias, achacan sus problemas a todo cuanto ven a su alrededor proyectando sobre los demás ante el fracaso, el origen del mismo, entregando por tanto su poder de decisión, a algo o a alguien, pero nunca a sí mismo.

Todo cuanto nos sucede en el mundo en el que parece que vivimos, parece suceder a pesar nuestro. No creemos tener control alguno sobre todo cuanto sucede en nuestras vidas; nacemos sufriendo, vivimos sufriendo para terminar muriendo. Buscamos el origen del problema más allá de nosotros mismos perdiendo el poder de crear un cambio de mentalidad en nuestras vidas.


Pero el mundo que vemos no es sino el testigo demente de tus propias creaciones. Fuimos nosotros quienes fabricamos a través de nuestra mente cual había de ser su testimonio, y todo lo que deseábamos que nos sucediera; y cuando sucedió, le otorgamos realidad y nos conven­cimos a nosotros mismos de que lo que todo cuanto veíamos era verdad, y estaba más allá de nosotros. Pero en realidad eres tú quien se ha causado todo esto a sí mismo, y por lo tanto solo tú tienes la opción de cambiarlo


Lo que veo da testimonio de lo que pienso. Si no pensase no existiría, ya que la vida es pensamiento. Permítaseme mirar al mundo que veo como la representación de mi propio estado de ánimo. Sé que éste puede cambiar. Y sé asimismo que el mundo que veo puede cambiar también. (LE-54.pI.2:2-6)


Encadenarte a la proyección y achacar tu propia responsabilidad a los demás implica que la corrección que tú puedes realizar es insignificante pues pones el problema y la solución en dos niveles diferentes. Tú siempre crees ser la solución al problema, y ves en el otro el origen y la culpa del mismo, por lo que no existe posibilidad de encuentro. Reconocer que el problema y la solución solo pueden tener origen en mi mente es lo que me permite cambiar la mentalidad sobre mi mismo y liberarme de las cadenas a mi propia capacidad de decisión que yo mismo me he impuesto.


El Hijo de Dios comparte el Padre todos sus pensamientos. Por eso, es imposible  que pueda ser controlado por sucesos externos a él, porque eso implicaría que Dios también lo puede ser. Tal y como Dios creó el mundo, no puede existir nada mas allá de la felicidad, y fuera de eso, nada existe; y si ves que sufres es porque tú has elegido sufrir, Es imposible pues que tú  no hayas ele­gido las cosas que te suceden, y es por tanto tu poder de decisión lo que determina cada situación en la que pareces encontrarte, ya sea por casualidad o por coincidencia, pero ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó.


Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. (T-21.II.11:1-3)


Cambiar de mentalidad implica elegir al guía de tu sistema de pensamiento. Sufrir es elegir lo que tú fabricaste, y ser feliz es poner tu mente en manos de la de Dios, de modo que puedes experimentar que lo que ves no te causa nada, sino que tú eres la causa de lo que ves. Allí estriba tu libertad para elegir el mundo que deseas ver, pues de esa elección el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. Para ello has de aceptar tu responsabilidad, reconocer que estabas equivocado y aceptar la corrección. Reconocer tu propia responsabilidad es el primer paso para querer eliminar el error y que este sea reemplazado por la verdad en tu propia mente. 


Tienes pues la oportunidad ante ti de cambiar el instante en el que te encuentras. No te conformes con menos que con la felicidad absoluta pues esa es la función que se te dio. Reconoce tu propia responsabilidad y elige de nuevo

NO SOY UN CUERPO

"No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó."
(UCDM)


 Debido a que usted identificó erróneamente a su propio yo con el cuerpo, usted piensa en la otra persona en función del cuerpo. Ni usted ni la otra persona son el cuerpo...

El nacimiento del pensamiento del "yo" es nuestro propio nacimiento, la muerte del pensamiento del "yo" es la muerte de la persona. La identidad errónea con el cuerpo surge después que surgió el pensamiento del "yo". Al pensar que usted es el cuerpo, usted da valores falsos a los demás y los identifica con los cuerpos. Así como su cuerpo nació, crece y perecerá, de igual modo usted piensa que la otra persona nació, creció y murió. ¿Usted pensaba en su hijo antes de que éste naciese? Éste pensamiento surgió después que éste nació y persiste incluso después que él muera. En la medida en que usted piense en él, él es su hijo. ¿Adónde ha ido él? El ha ido al origen del que surgió. Es uno con usted. Mientras usted exista, él está también allí. Si usted cesa de identificarse con el cuerpo y sólo ve al Yo real, esta confusión cesará. Hasta que esta verdad se comprenda, existirá siempre este pesar debido a los valores falsos que surgen del conocimiento erróneo y de la identidad errónea...

Libérese del pensamiento del "yo". Mientras el "yo" está vivo, hay pesar. Cuando el "yo" cesa de existir, no hay pesar.

Sri Ramana Maharshi.

EL PROPOSITO DE LA MUERTE

La cuestión no es si habrá vida después de la muerte, la cuestión es si te permites estar vivo antes de que te mueras

En este mundo parece haber un estado que es lo opuesto a la vida. Lo llamamos muerte.

Pero… ¿Qué significa para ti la palabra muerte?¿Cual es el significado que le has dado a dicha palabra?¿Cual es el origen del concepto de muerte?




La creencia fija e inalterable del mundo es que todas las cosas nacen para morir; Es así es como "opera la naturaleza”, y ello no se debe poner en tela de juicio, sino que debe aceptarse como la ley "natural" de la vida. Cuando dichas creencias son puestas en entredicho, te enfadas de manera incomprensible con todo aquél que tiene una perspectiva diferente a la tuya, por considerarla amenazante respecto a los esquemas que estructuran tu sistema de Pensamiento. Tienes miedo a la muerte

“La muerte no existe, lo que existe es la creencia en la muerte”
 (T-2.VII.5:11)

Podríamos definir la muerte como la extinción del cuerpo. Crees que la muerte es algo que sólo tiene que ver con el cuerpo, y esto nos aterra en la creencia de que con la muerte, de manera inevitable, nosotros desapareceremos también, al identificarnos con un cuerpo. 

Pero el cuerpo no es real, sino que es el vehículo que le permite a tu mente, dar fe de las ideas que sustenta. Una idea no implica realidad, sino solamente una creencia. La muerte es sólo una idea, y no tiene nada que ver con lo que se considera físico. La idea de la muerte adopta múltiples formas: Es todo sentimiento que no es de suprema felicidad. Es la forma de respuesta a cualquier pensamiento que no sea con perfecta alegría. Toda sensación de pérdida, sufrimiento y cualquier síntoma de cansancio, incomodidad o angustia, no son sino testimonios de la muerte, pues cualquiera de ellos está negando que vives.

Si la muerte es sólo una idea, su fuente ha de estar en tu mente, pues los pensamientos se encuentran en la mente. Es en su punto de origen donde debe efectuarse el cambio si es que éste ha de tener lugar. “Las ideas no abandonan su fuente”. Esta es en último término la razón de que puedas curar. Es la razón de que no puedas morir. 

Como estudiante de un UCDM, sabes que la muerte no existe y que al igual la enfermedad, no son sino defensas contra la verdad, testigos que la mente fabrica con el propósito de demostrar que Dios está equivocado con respecto a ti.

“La muerte y la enfermedad son invenciones tuyas, y, por lo tanto, las puedes abolir” (T-1.I.24:1)

La muerte es el pensamiento de que estás separado de tu Creador. Es la creencia de que las condiciones cambian y de que las emociones varían debido a causas que no están bajo tu control, que no son obra tuya y que tú jamás puedes cambiar. La naturaleza cambiante del mundo que ves, no es sino es la fotografía externa de nuestro estado mental. Inconscientemente creemos que cambiamos lo Inmutable, y que las ideas pueden abandonar su fuente y adquirir cualidades que ésta no posee, convirtiéndose así en algo diferente de su origen, aparte de éste en lo relativo a su naturaleza, así como en lo relativo al tiempo, a la distancia y a la forma.

“El mundo que ves es una ilusión. Dios no lo creó, lo que El crea es eterno como El mismo”

Todo lo cíclico, lo cambiante y lo incierto; lo inestable y lo inconstante; lo que percibimos como cambiante, es lo que se consi­dera la Voluntad de Dios. Pero sin embargo, nadie se pregunta si Dios hubiese podido disponer algo así: Si el mundo que percibimos fuese tal como Dios lo creó, nadie podría  pensar que Dios es amoroso. Que todo aquello que percibes y te rodea, haya de extinguirse y acabar en polvo, desilusión y desesperanza, no puede sino inspirar temor.

“Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel”.
(T-13.Int.2: 3-11)

Tu insignificante vida está en manos de Dios, suspendida de un hilo que puede cortar sin ningún remordimiento en cualquier momento y sin que le importe en absoluto. El ego cree que puede atacar a Dios y de eso es de lo que trata de convencerte, de que tú lo has hecho. Sientes el pecado dentro de tí por haberte separado. La culpa te acecha y tienes miedo… Miedo porque sabes que el final es seguro de cualquier forma. Por tanto ves la vida como un paso hacia la muerte: La muerte se ha convertido en el símbolo de la vida.

“La muerte es el símbolo del temor a Dios”.
(M-27.3:1)

Pero la muerte no puede proceder de la vida. Lo opuesto a la vida tan sólo puede ser otra forma de vida. Si la muerte fuera real, la vida no existiría, de modo que la propia muerte niega la vida. Pero si la vida es real, lo que se niega es la muerte. Y si sabemos que existe la vida, y en esto no puede haber transigencia alguna, lo opuesto a la vida no existe y tan sólo puede ser un sueño. 

La mente puede pensar que duerme, pero eso es todo. La mente no puede crear un cuerpo, ni tampoco habitar en un cuerpo. Dios sólo crea mentes despiertas y los pensamientos de Dios son eternamente inmutables, pues Él es dueño y señor de lo que hoy pensamos tal y como su voluntad dispone que sea eternamente. Dios es eterno, al igual que todas las cosas creadas en Él. Somos Hijos de Dios y como tales eternamente inmutables. ¿Como podría Dios crear algo que pueda morir?


No pienses en tratos en el que la muerte participe, pues lo que parece morir, tan sólo es que se ha perci­bido incorrectamente y se ha llevado al campo de las ilusiones. Permite que las ilusiones sean llevadas ante la verdad, pues la verdad no cambia ni fluctúa, ni sucumbe ante la muerte o ante la destrucción.


“Lo único que necesitas para descorrer ese velo que tan negro y tupido parece, es valorar la verdad por encima de cualquier fantasía y no estar dispuesto en modo alguno a conformarte con ilusiones en lugar de la verdad”
(T-16.IV.10:4)


¿Y cuál es el final de la muerte? Nada más que esto: El reconocimiento de que el Hijo de Dios es inocente ahora y siempre. La negación de la muerte como algo real y la idea de que somos parte de la mente de Dios. Tú no puedes morir, ya que quien te creó es el Dador de Vida, no obstante, puedes elegir soñar que mueres, y eso es precisamente lo que crees estar experimentando en el sueño de este mundo


“Dios afirma que la muerte no existe, tu juicio ve a la muerte como el final inevitable de la vida”
(M-11.2:5)


La vida que percibimos, no es real. Fabricamos en sueños lo que creemos ser y en realidad ansiamos la muerte porque es la liberación a todo el dolor que creemos sentir. Hoy no pediremos la muerte en ninguna de sus formas. Actuaremos como Hijos de la Verdad, sin olvidar que somos tal como Dios nos creó.

“Y así, se considera que la salvación es la muerte, pues la vida se ve como un conflicto”
(LE.pI.138.7:4)

Tener una clara consciencia de ello me recuerda que los pensamientos que no proceden de Dios, jamás serán reales, que las ideas no abandonan su fuente y que solamente mi decisión de negarme a apoyar aquello que no es real, hará posible que gradualmente, la creencia en lo irreal, en la enfermedad y en la muerte, desaparezcan de la mente.

Cuando tu cuerpo, tu ego y tus sueños hayan desaparecido, sabrás que eres eterno. Tal vez pienses que esto se logra con la muerte, pero con la muerte no se logra nada porque la muerte no es nada. Todo se logra con la vida, y la vida forma parte del ámbito de la mente y se encuentra en la mente. El cuerpo ni vive ni muere porque no puede contenerte a ti que eres vida. Si compartimos la misma mente, tú puedes superar la muerte puesto que yo la superé. La muerte es un intento de resolver conflictos no tomando ninguna decisión. Al igual que todas las demás soluciones imposibles que el ego propugna, ésta tampoco resultará”. (T-6.V.A.1)