DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

OBSTACULOS PARA LA VERDAD por Dr. Lee Jampolsky



El Curso nos dice que la verdad no puede ser enseñada sino que nos será revelada cuando practiquemos nuestra parte del perdón.




Perdonar es mirar más allá de nuestros errores y así no juzgarnos ni juzgar a los demás. La verdad nos fue dada plenamente en nuestra creación, no fue aprendida.

Por ende no podemos aprender la verdad ya que aprender implica tiempo, y nuestra creación se halla fuera de él. Nuestra tarea es la de aceptar a la verdad nuevamente en nuestra conciencia.

Al satisfacer las condiciones necesarias que son requeridas, la verdad por si sola comenzará a alborear en nuestras mentes.

Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que dejes de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de aquello que creíste haber desechado. Texto, página 502

Tenemos miedo de la verdad puesto que disolverá nuestro sentimiento de separación al revelarnos nuestra unicidad con la creación de Dios.

Cuando llega la verdad, el ego se extingue. La verdad es de la mente, no del cuerpo. Mora junto al Espíritu Santo en nuestra mente dividida.

Con el propósito de eludir esta amenaza contra su propia existencia, el ego nos aconseja permanentemente mantenernos bien lejos de la mente y ocuparnos sólo del mundo físico. El Espíritu no puede conectarse con la materia y así el ego está a salvo.

La enfermedad es una defensa en contra de la verdad nos dice la Lección 136 del Libro de Ejercicios. Cuando la verdad comienza a alborear en nuestra mente, el ego nos dice que estamos en grave peligro. Nos dice que la verdad revelará la exacta profundidad de nuestro pecado en contra de Dios y que nos conducirá al castigo que nos merecemos.

Para evadir esta situación tan difícil, el ego nos aconseja enfermarnos para desviar de esta forma nuestra atención a la mente, siendo la mente el único lugar donde la verdad puede ser encontrada.

Ahora estamos a salvo de Dios, y nos ocultamos nuevamente dentro de la materia. El ego siempre se equivoca. Al aprender a aferrarnos de la mano de Jesús y contemplar, sin juzgar ni condenar el contenido de nuestra mente, comenzamos a aprender que es la dicha, y no la condenación, quien nos espera. Al desmantelar las barreras que hemos construido en contra de la verdad, la verdad misma comenzará automáticamente a fluir hacia nuestra mente, sin ninguna ayuda de nuestra parte.

Tiempo atrás decidimos bloquear la conciencia de la verdad para jugar el juego de la separación.

Cansados ya de jugar este juego doloroso, comenzamos finalmente a levantar las barreras a la verdad para encontrar que aún está allí, inmutable, perfecta y esperando para abrazarnos nuevamente en dicha plena.

Sobre El Autor:
El Dr. Lee Jampolsky es licenciado en sicología y autor de una serie de libros basados en Un Curso de Milagros®. En Internet: www.motivationalworks.com

LOS DOCE PASOS DEL PERDON: Retira la proyección. P. Ferrini



TERCER PASO


Retira la proyección


En el paso uno aprendí a estar en compañía de mis sentimientos, y sin embargo aún tiendo a pensar que tú eres la causa de cómo me siento. En el segundo paso aprendí que lo que quiero es amor. Sin embargo, aún tiendo a recurrir a ti para recibir amor.

Mi viejo hábito es hacerte responsable de cómo me siento. Mi viejo hábito es pedirte que me soluciones las cosas, o intentar solucionártelas a ti. Mi viejo hábito es acusarte de no amarme lo suficiente, y eso sólo es otra manera de intentar hacerte responsable de mi necesidad de amor.

De modo que mi siguiente movimiento psicológico es saber que lo que quiero es amor, pero no puede depender de que tú me lo des. Tal vez me lo darás o tal vez no, pero yo no puedo hacer nada con respecto a tu elección. Si trato de influir en ti presionándote o haciendo que te sientas culpable, reduzco la posibilidad de que me ames auténticamente.

Si quiero tu amor, debo dejarte libre. Debo estar dispuesto a prescindir de él. Debo estar dispuesto a buscar el amor dentro, no fuera.

Esto suena muy hermoso, pero es mucho más duro de lo que parece. Significa que tengo que volver a entrar en ese agujero negro de mi corazón y encontrar la luz que se oculta allí. Debo rebuscar en las oscuras cavernas de mis heridas para encontrar la pequeña luz de la autoafirmación que arde en mi interior.

Pensaba que esta cuestión del perdón sería mucho más fácil. Pensaba que al darme cuenta de que lo que quiero es amor, lo pediría, y entonces el amor vendría a mí montado en un corcel blanco y en forma de un príncipe o una princesa. Ahora descubro que esto también es una ilusión.

Y en cambio se me pide que sea un minero de carbón, que me ponga el traje protector y descienda a las entrañas de la tierra para encontrar esa luz que se supone que tengo. No estoy seguro de que realmente crea que la luz está allí y, si está, no estoy seguro de poder hallarla. Estaba dispuesto a bajar allí porque había una garantía, pero ahora que la garantía se ha caído por la borda, ya no estoy seguro de querer bajar. Pensaba que el descenso se había acabado. Por favor, ¡ten compasión! ¿No podría saltarme este punto y pasar al siguiente?

¿Te suena familiar?

Si no consigo lo que yo quiero, no estoy seguro de comprar esta enseñanza. Job tenía el mismo problema, pero a la inversa. Cada vez que pensaba que ya lo tenía todo en orden y que había complacido a Dios, se le desmontaba el chiringuito.

Tendemos a buscar confirmación fuera de nosotros. Y cuando la confirmación no llega, o cuando en su lugar vienen nuevas pruebas, o bien nos sentimos unos fracasados, o nos creemos unos estúpidos por haber tenido fe en un poder superior.

Si yo pido amor y tú me amas, pienso que ya he acabado mi trabajo espiritual. Doy gracias a Dios por la gran bendición de haber podido completar mi proceso en dos pasos, cuando otros necesitan doce pasos para completarlo.

¡Quizá ésta sea la razón por la que el reloj cósmico no siempre está de acuerdo con nuestros planes y deseos personales! Aún queda trabajo por hacer porque, algún día, todo lo que está fuera de nosotros no estará ahí para confirmar nuestra experiencia.

Tenemos que conocer la verdad dentro de nuestro propio corazón. Tenemos que encontrar el amor allí donde comienza, no donde termina.

De modo que a veces nuestros deseos y planes se frustran; y, de hecho, quedan hechos añicos. Y todos nuestros objetivos, y todo lo que creíamos ser, se derrumba ante nuestros ojos. Y nos sentamos allí, como Job, entumecidos y mudos. «¿Qué quieres de mí, Señor?».

La vieja respuesta era: «Quiero que reces quince avemarías, que beses cien traseros de elefante y que hagas una donación a la causa del Señor». Ahora ya no nos lo creemos. ¡Supongo que ya tenemos demasiados pelos de elefante en la cara!

Después de Ji Jones, Rajneesh, Jim Baker, Swami Rama y Werner Erhard, ¡por fin nos hemos vuelto un poco escépticos con las autoridades externas! (Eh, no tengo nada contra estos tipos; ellos estaban aquí aprendiendo las mismas lecciones que el resto de nosotros).

Antes o después descubrimos que no hay nadie ahí fuera que tenga la respuesta para nosotros. Pero, hasta que lo descubramos, tenemos que seguir recibiendo golpes en el tercer ojo, o en la tercera pierna, según el caso.

De modo que, aunque no me quieras, sigo estando aquí. En realidad no puedo cambiar eso. Ni siquiera el suicidio puede cambiar eso porque, dondequiera que esté, yo soy. La forma de mi existencia no es lo importante. El contenido determina la forma. Y mientras tenga cierta percepción errónea de la realidad, atraeré una corrección para esa percepción equivocada.

Ser libre no tiene nada que ver con abandonar el cuerpo. Ser libre significa soltar lo que no es verdad. Si eso no puede ocurrir en el cuerpo, entonces no puede ocurrir en ninguna parte, porque el cuerpo sólo es una forma que viene y va.

De modo que aquí estoy. Y el único modo de poner mi vida en marcha es aceptándola exactamente tal como es, aceptándome y aceptándote exactamente tal como somos. Ahí es donde mi corazón se abre. Ése es el lugar donde comienza el amor.

Cuando retiro mi proyección de ti, entiendo que lo que me gusta o me disgusta de ti es completamente irrelevante con relación a lo que he venido a aprender. Si me gustas, pienso que estás aquí para ser mi pareja y para ayudarme. Si no me gustas, siento que estás aquí para atormentarme. En realidad estas creencias son la misma creencia, simplemente son distintos extremos del espectro.

Un movimiento produce deseo. El siguiente produce miedo. Estos dos, miedo y deseo, van oscilando como un balancín en nuestra vida. Como la creencia en las relaciones especiales alimenta el deseo, cualquier tipo de deseo se basa en una percepción de carencia.

Me falta algo, por lo tanto, necesito que tú me lo proporciones. Ves, esto se basa en el miedo. Y si mis deseos no quedan satisfechos, me siento herido o me enfado. El ciclo del miedo continúa.

Nos gusta elevar el deseo al nivel espiritual. Solemos hablar del deseo de Dios. Eso es un non sequitur, un falso razonamiento. Dondequiera que haya deseo, hay apego, y ahí no hay sitio para Él. Dios llega a un asiento vacío, no a uno que ya está ocupado.

La llama prende en nuestro corazón. La relación con Dios comienza en las profundidades de la soledad y del anhelo. La conciencia de la presencia de Dios se presenta cuando sabemos que no vamos a hallar satisfacción fuera de nosotros mismos.

Ves, tengo que llegar a entender que no hay nada que puedas darme que yo no posea ya. Y no hay nada que puedas arrebatarme que yo tuviera inicialmente.

Todo lo que me das es ilusión. Todo lo que me arrebatas es ilusión.

Lo que yo tengo, tú también lo tienes. Lo que yo no tengo, tú tampoco lo tienes. Ésta es la estructura de la creación divina. Se basa en la completa igualdad. Cualquier desviación de la igualdad existencial es una perversión que nosotros hemos introducido.

No podemos volver a estar en armonía con el plan divino hasta que miremos detrás de nuestras propias ilusiones. Sólo entonces veremos qué es lo real.

Es un hecho difícil de aceptar pero tenemos que afrontarlo, de modo que más vale hacerlo cuanto antes, que mi única relación apropiada con cualquier otro ser humano es una relación de hermandad. Llama a ese otro ser humano Jesús o llámale Hitler. Uno no es más hermano mío que el otro.

La parte de mí que condena a Hitler también me condena a mí, y a todos mis hermanos y hermanas, por nuestros errores. Este es un gesto que se hace en la ilusión: crear chivos expiatorios, negar la responsabilidad de llevar nuestra propia oscuridad a la luz.

Y la parte de mí que pone a Jesús en un pedestal es la que me encuentra inadecuado, y la que encontraría a otros inadecuados. Creo que porque Jesús atravesó y superó su miedo, yo no tengo que atravesar el mío. ¡Gran falacia! Como él atravesó y superó su miedo, me mostró que yo soy capaz de atravesar el mío.

Cuando elevamos o denigramos a otra persona, hacemos este gesto básico de desigualdad que encubre la verdad. Cuando pensamos que otra persona tiene la respuesta para nosotros, o creemos que alguien nos está impidiendo tomar conciencia de nuestro potencial, aceptamos esa ilusión.

Nada de eso es real. Siempre, sólo estamos tú y yo. Somos iguales, pero no solemos percibirnos de esa manera. Toda desviación de la igualdad es una danza extraña y a veces intrigante, pero siempre nos vuelve a poner cara a cara donde estamos ahora.

Finalmente entiendo el punto tres cuando reconozco que todo depende de mí. Yo soy el canal para el amor en el mundo. Sólo entonces es respondida mi llamada al amor. Porque, cuando me abro al amor, lo extiendo, y al extenderlo vuelve a mí.
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¿CUERPO, MENTE Y ESPIRITU?


En el momento de la separación, la mente pareció separase de su Fuente; se convirtió en una mente dividida y nació el ego. 

 

Al hablar de mente dividida, nos estamos refiriendo a dos mentes: Por una parte, la Mente que profesa los pensamientos de Dios y la mente, separada de El. Es en esta mente separada donde se desarrolla el ego, el yo separado. A este respecto y como condición de la existencia de estas dos mentes, UCDM distingue entre el Ser, el cual se refiere únicamente a la realidad de los pensamientos de Dios, que es la única realidad, y la existencia, que hace referencia a la mente separada, el estado ilusorio de no-ser

Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comuni­cación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones. Es un estado en el que la mente está en comunicación con todo lo que es real. En la medida en que permitas que ese estado se vea coartado, en esa misma medida estarás limitando la idea que tienes acerca de tu propia realidad, la cual se vuelve total únicamente cuando reco­noces a toda la realidad en el glorioso contexto de la verdadera relación que tiene contigo. Ésa es tu realidad. No la profanes ni la rechaces. Es tu verdadero hogar, tu verdadero templo y tu ver­dadero Ser.
(T-4.VII.4:1-8)

Podríamos considerar que somos criaturas tripartitas (cuerpo, mente y espíritu), aunque para el Curso no lo es en la forma cómo lo concibe el mundo.

Dentro de nuestra existencia, ligada al estado de no-ser, solo la mente y el cuerpo pertenecen al mundo irreal del ego. El Espíritu es Ser, y es por tanto es la única realidad. El Espíritu no se encuentra como concepto dentro de lo que sería un ser físico pues de hecho, el cuerpo se fabricó exclusivamente para excluir al Espíritu. Por tanto, el Espíritu, no juega ningún papel en lo que podríamos definir como nuestra experiencia humana.

Es por eso, que la tradicional tricotomía se convierte de esta manera en una dicotomía entre mente y cuerpo.

Ahora bien, incluso dentro de la mente, podemos distinguir tres partes. Una primera parte de la mente, que habla a favor de la separación -la voz del ego-, cuya voz solo hable del pecado, la culpa y el miedo y que hace servir las defensas para proteger su existencia. Una segunda parte cuyo mensaje es la irrealidad de la separación, -la voz del Espíritu Santo-, que solo habla del  perdón y la indefensión. Y por último, una tercera parte de la mente, -el tomador de decisiones-, que es la que se encarga de elegir entre las dos voces previas y que de hecho es la única alternativa de elección que poseemos.

La única libertad que aun nos queda en este mundo es la libertad de elegir, y la elección es siempre entre dos alternativas o voces
(C-1.7:1)


El cuerpo como tal no es más que una sombra de la mente separada, pues para protegernos de nuestra culpa y miedo, lo utiliza (el nuestro y el de otros), como medio para distraer nuestros pensamientos acerca de nuestra pecaminosa identidad que el ego ha hecho real.

La idea de la separación, proyectada como un cuerpo, jamás ha abandonado su fuente en la mente, y por tanto es en la mente donde se encuentra el problema, así como la solución. El cuerpo se convierte pues en el instrumento del ego, Jamás es el problema el cual permanece solo en la mente

Este es el origen del mundo que creemos ver. Es la voz del ego la que triunfa,  al menos en nuestra experiencia, al fabricar el mundo ilusorio que llamamos realidad, y al otorgar convencimiento de su existencia, el ego convence al Hijo de Dios que decida a favor de él en lugar de decidir a favor de Dios.

Elegir a favor del ego asegura la continuidad del yo individual y separado, con el convencimiento de haberse convertido en su propio creador. Creyéndose pecador, fabrica un cuerpo para protegerse de la imaginada ira de Dios

El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se puede corregir al ámbito de lo imposible. Pero la creencia de que es real ha hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza de curación y ser la eterna justificación del infierno. Si esto fuese cierto, lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. Y así, la Voluntad de Dios estaría dividida en dos, y toda la creación sujeta a las leyes de dos poderes contrarios, hasta que Dios llegase al límite de Su paciencia, dividiese el mundo en dos y se pusiese a Sí Mismo a cargo del ataque. De este modo Él habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su realidad y ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. Ante una imagen tan demente sólo se puede esperar una defensa igual­mente demente, pero ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.
(T-26.VII.7; 2-6)