DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LOS DOCE PASOS DEL PERDON:Estate dispuesto a aprender y a compartir. P. Ferrini




SÉPTIMO PASO


Estate dispuesto a aprender
y a compartir


En cuanto pienso que todo me cuadra, el amor me deja. ¿Por qué es así? Porque cierro la puerta en mi cabeza. Y cierro la puerta en mi corazón. Digo: «Basta. Ya tengo suficiente».

Bueno, aparentemente, mi profesor interno no está de acuerdo. Y tengo otra lección que aprender con humildad. Todo lo que sé no significa nada si en este momento no estoy en paz. Y cuando estoy en paz, la necesidad de saber queda atrás.

Un Curso de Milagros dice que enseñamos lo que necesitamos aprender. Es importante tomar conciencia de esto. Cuando me pongo de pie para compartir mis experiencias contigo, estoy reforzando mi proceso de aprendizaje.

Al compartir, profundizo en lo que he aprendido. Lo extiendo a través de los chacras. Tomo un conocimiento intelectual, lo personalizo y lo llevo al corazón. Cuando me escuchas profundamente, sé que lo que es verdad para mí también es verdad para ti.

Al compartir, aprendo a escucharte. Veo cómo has interiorizado las cosas de manera diferente, con un énfasis diferente. Queda claro que has dominado ciertas lecciones con las que yo aún estoy hecho un lío. Entiendo que tú eres mi maestro tanto como yo soy el tuyo.

Enseñar y aprender son procesos que duran toda la vida. Aún cuando represento el papel de profesor, estoy aprendiendo, y aún cuando represento el papel de alumno, estoy enseñando.

Mi manera de aprender se convierte en una enseñanza. Y mi forma de enseñar se convierte en un aprendizaje. Ves, el proceso continúa indefinidamente. Nunca hay un momento en mi vida en el que no pueda beneficiarme de la respuesta que me das. Aunque el noventa y nueve por ciento de ella sea un juicio sobre mí, puedo saborear el uno por ciento que es verdad.

No sólo los profesores deben responsabilizarse de lo que enseñan aprendiéndolo ellos mismos, sino que los alumnos también deben responsabilizarse de lo que aprenden. Nadie te enseña nada sin tu permiso.

De modo que yo siempre estoy aprendiendo. Y tú también. Ésta es la base sobre la que nos encontramos, cara a cara, como iguales.

Si bien puedo hacer parte de mi trabajo espiritual en solitario, practicando la meditación, observando mis pensamientos y sentimientos, y estudiando las Escrituras, hay una pieza importante que no puedo hacer solo.

No puedo superar la proyección a menos que la experimente. Necesito proyectar sobre ti y necesito proyectar sobre mí para poder experimentar este fenómeno. Necesito experimentar mi aparente separación de ti antes de poder rechazarla y considerarla una ilusión.

Ninguno de nosotros se salva en solitario. Aprendemos y crecemos a través de nuestras interacciones, por más dolorosas que sean.

De modo que, si me aíslo de los demás, sólo estoy posponiendo mi expiación. Antes o después, tú y yo debemos encontrarnos y desplegar nuestro drama.

Sin interacción, nuestros dos yoes separados nunca entenderían el amor de Dios. La necesidad de interacción queda confirmada por el hecho de que una parte de Dios se siente separada de otra. Donde quiera que se sienta separación, siempre es necesaria la interacción para tender un puente.

Esto es cierto aunque nos pasemos el rato pegándonos. El problema es que seguidamente nos divorciamos y seguimos caminos separados pensando: «Bueno, esto no ha funcionado», y buscamos otra persona con la que sentirnos cómodos.

Seguimos tratando de unirnos y seguimos fracasando, porque eso no es lo que se está pidiendo de nosotros. Dios no nos pide que nos unamos. Nos pide que nos honremos mutuamente.

La regla dorada dice: «Haz a los demás lo que te gustaría que ellos te hicieran a ti». No dice: «Fúndete con la persona que te resulte cómoda».

Mientras sigamos intentando fundirnos, seguiremos sin entender cuál es el punto verdaderamente importante. No estamos aquí para encontrar nuestra salvación los unos en los otros, sino a través de los otros.

No es necesario unirnos entre nosotros porque ya estamos unidos en Espíritu. Para nuestra realidad basada en el ego, parecemos estar separados. Parecemos tener distintas personalidades y diferentes necesidades. Seguimos intentando unirnos en este nivel, pero no podemos. La unificación se produce cuando esas diferencias caen.

Cuando «hacemos a los demás lo que nos gustaría que ellos nos hicieran a nosotros», ponemos de relieve lo único que compartimos legítimamente como seres separados: nuestra igualdad. Al honrarnos unos a otros como iguales, asumimos nuestra correcta relación mutua y hacemos posible que la divina presencia se manifieste a través de nosotros. Como dice Martin Buber: Dios no existe en ti o en mí, sino donde nos encontramos.

Descubrir «ese lugar de encuentro» es la danza de la vida. También es una de nuestras principales prácticas espirituales.

Cada oportunidad que aprovechamos para compartir nuestros pensamientos y sentimientos con otros nos ayuda a ir más allá de nuestra realidad basada en el ego para descubrir nuestras aspiraciones y necesidades comunes. Cada vez que abrimos mutuamente nuestros corazones, disolvemos activamente la ilusión de que estábamos separados.

En definitiva, no nos juntamos para unirnos, sino para ser testigos de que ya estamos unidos, corazón con corazón y mente con mente. Podemos salir de esa unión juzgando y resaltando nuestras diferencias, o podemos seguir juntos, aceptando y bendiciendo a cada persona tal como es.

Cuantas más veces venimos al espacio compartido, el círculo sagrado, más nos damos cuenta de que es nuestra casa, y cada excursión del ego es una desviación. Esto no significa que no volvamos a salir, pero, aunque nos alejemos uno del otro, tenemos muchas ganas de volver a estar juntos.


Sabemos dónde está nuestro hogar. Y sabemos que podemos volver a él cuando estemos listos.

LOS DOCE PASOS DEL PERDON: Acéptate como eres y acepta a los demás como son. P. Ferrini















SEXTO PASO


Acéptate como eres y acepta
a los demás como son



La aceptación es divertida. Por un lado, estamos diciendo: acepta tus errores y aprende de ellos. Por otro lado estamos diciendo: estás bien tal como eres. Estamos diciendo: acepta tu oscuridad y llévala hacia la luz. Cuando la lleves a la luz, la oscuridad desaparecerá. Pero ¿qué pasa si no desaparece?

A veces, cuando trato de llevar oscuridad a la luz, es la luz la que parece desaparecer, y me quedo en una oscuridad aún mayor. ¿Qué puedo hacer entonces? Entonces tengo ante mí una elección muy simple: puedo castigarme a mí mismo, sentirme un fracasado y condenar a Dios y al mundo, o puedo aceptar donde estoy. «Aquí estoy, en la oscuridad, y no parece haber ninguna luz. Está bien. Simplemente estoy aquí. No hay alabanza. No hay culpabilidad».

Cuando hago esto, me convierto en la luz que estaba buscando. Cada gesto de autoaceptación desvela la luz interna y ayuda a aligerar mi camino. Es posible que la ligereza sólo me dure un minuto más, pero eso está bien. Cuando me acepto, el paso siguiente viene por sí mismo.

El amor de Dios, la gracia, la guía, como quiera que lo llames, viene a través del canal de tu amor hacia ti mismo. Cuando te aceptas tal como eres, abres ese canal. Y lo mismo ocurre cuando aceptas a los demás tal como son.

El camino de la paz es simple si estás dispuesto a practicarlo:

1. Acéptate tal como eres. Estás bien con todos tus problemas, dolores y preocupaciones. No tienes que cambiar nada. No tienes que conseguir nada ni tienes que librarte de nada. Eres perfecto aquí y ahora. Deja que ese conocimiento cale dentro de ti. Conforme lo haga, los juicios se irán cayendo por sí mismos.

2. Acepta a los demás tal como son. Ellos están bien con todos sus aparentes aspectos positivos y negativos. No tienes que cambiarlos. Ellos no tienen que mejorarse a sí mismos para merecer tu aceptación. Ellos no necesitan tu aprobación y tú no necesitas la suya. Ellos están bien y tú estás bien. Nadie tiene razón. Nadie está equivocado. Existís el uno al lado del otro. A medida que aceptas a los demás, tu corazón se abre. A medida que aceptas a los demás, te haces más delicado contigo mismo.

3. Acepta tu vida tal como es ahora mismo. No tienes que cambiar nada al respecto. Cada situación es perfecta tal como es. Cada relación es perfecta tal como es. Cada lección te permite crecer. Cada obstáculo externo te ayuda a profundizar más, hasta la Fuente misma del amor. No interpretes tu vida, pues si lo haces encontrarás que le falta algo. No le falta nada. Tus interpretaciones a favor o en contra son la ilusión que has de deshacer. Acepta tu vida tal como es. Entonces, todas las creencias que no te honran o que no honran a los demás se caerán, porque no habrá nada que las sustente. Hacia el espacio vacío que creas en tu corazón al negarte a juzgar, fluye la presencia del amor. Ahora ya no estás solo. Ahora tu compañero ha llegado.

La aceptación es algo muy simple, y sin embargo es lo más difícil de aprender. Porque, con la aceptación, nuestro ego se queda a un lado. Con la aceptación, las barreras a la presencia del amor se disuelven.

Este camino es el camino de la aceptación. Te opondrás a aquello que no puedas aceptar, y en esa oposición estará tu atadura. Lo que aceptas atraviesa delicadamente tu corazón. Nada te empuja. Nada te retiene. Vas donde quiera que te lleve el amor.

Esta es una proposición que se renueva momento a momento. A cada momento, viene la resistencia o el apego. Observamos cómo viene. Observamos la lucha. Observamos cómo nos vamos cansando, hasta que finalmente soltamos. Dejamos que la lucha se despliegue. Siempre lo hace.

Nos hacemos más pacientes. Estamos más dispuestos a perdonar. Estamos más relajados. Aprendemos a ser delicados con nosotros mismos y con los demás. Esto no parece ser una gran victoria, pero lo es. Cuando no se interpone nada entre nosotros y nuestra paz, aunque sólo sea por un momento, experimentamos la divinidad dentro y fuera. No hay separación.

Éste es el fruto del camino de la aceptación.

Recuerda, en nuestra experiencia nunca hay un momento en que nuestra aceptación de nosotros mismos, y de nuestros hermanos y hermanas, no nos devuelva la paz. Nunca hay un momento en que no haya obstáculos que rendir.


Aceptamos esto no como una meta, sino como una práctica. Porque, en la práctica, conseguirnos nuestra meta.

SERGI TORRES - "Una Piedra, Una Oportunidad"

RETENER Y SOLTAR



Hemos dicho a lo largo del curso que dar y recibir son en verdad una misma cosa. Si bien en tu experiencia, la forma de dar del corazón es en verdad diferente a la de tu mente. La mente se apega  al beneficio esperado de dar, al contrario que aquella parte de ti en la que sabe dar y recibir mas allá de los limites de la mente o de las circunstancias físicas

Cualquier sensación de dar, para la mente supone en sí una perdida, razón por la cual sueles escatimar en tu “dar” poniendo limites a aquello que temes perder, incluso al amor. Pero si la única forma de recibir es dar, lo único que estas consiguiendo es privarte a ti mismo de lo que en verdad es tuyo.

En el mundo que crees vivir todas las cosas son diferentes unas de otras, asignas a cada una de ellas o a las personas, características diferenciales que en base a tus creencias o tus experiencias las hacen únicas y en definitiva especiales.

Tu mismo has creado un ser -el ego- basado en lo que crees ser, creado a tu imagen y semejanza,  siendo el principal pensamiento por el que riges tu vida y todos tus esfuerzos van dirigidos a confirmar la idea de ti. Así cualquier acción que emprendes, cualquier comentario que emites o recibes es juzgado y analizado con ese propósito: confirmar y proteger lo que crees que eres. Retener en ti la imagen que has creado de ti mismo. Decides si una acción, un comentario o un hecho es verdad si confirma tu propia imagen, y reaccionas con agravio si lo sucedido no es lo que tu piensas de ti mismo

Que ocurre por ejemplo cuando recibes una teórica ofensa? Pues que ese comentario lo asimilas con desprecio y amargura, aumentando tus resentimientos, apegándote a una situación y dando vueltas a la idea hasta que esta busca una rendija por la que escapar y explotando con el ataque o el despecho, sintiéndote culpable con ello y refugiándote más en tu propia miseria.

Retener adopta múltiples formas, pero todas ellas van encaminadas a separar la verdad de la ilusión. Que es lo que proteges sino la ilusión de ti mismo? La verdad no necesita protección, pues ante las ilusiones, estas desaparecen como la luz hace desaparecer la oscuridad.


Retienes para sentirte especial, para  sentirte diferente que los que te rodean. Tus esfuerzos por ser mejor y aumentar las diferencias se traducen en envidia, competencia, codicia… No deseas ser inteligente o tener éxito, sino ser mas inteligente o tener mas éxito que los demás, estableciendo una barrera entre tu y los que te rodean, creando una vida basada en la ilusión de la comparación  o del juicio

Reclamar como tuyo, en razón de un supuesto merecimiento basado en el especialismo, es retener para ti, quitándoselo a otro, es escatimar aquello que en realidad posees, atando tu pensamiento a lo específico en vez de a lo eterno

Soltar es apelar a la sabiduría del corazón, es retomar la relación verdadera, desprenderse de las falsas imágenes que has creado y retornar dentro de ti, al  centro de tu verdadero ser.

Es en ese centro donde descubres la verdad de la relación  en su totalidad. Rompe las barreras que tu mismo o los demás has creado entre tu y todo el resto las cosas. Has dado a muchas personas la autoridad para decidir que es lo que es la verdad, creyendo la versión que te han contado.

Decídete a aceptar una nueva autoridad: Mantén en tu corazón la idea de que más allá de tu sentimiento de ser especial, de todas las ideas de quien crees ser, abunda la verdad de tu ser verdadero, Tú mismo abrirás tu corazón a que la verdad te sea revelada, y cuando lo hagas, no reniegues de su fuente. No necesitas más que estar atento a la posibilidad de que ello pueda ocurrir, porque creer es crear, y una nueva vida fluirá llevándose todo lo viejo.