DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LA SEXUALIDAD Y UCDM



En pocos momentos del Curso se hace referencia al tema de la sexualidad. Kenneth Wapnick, en su libro “el mensaje de un curso de milagros” nos aclara algún concepto.



"La percepción (yo B) del pecado en otro (yo C), es el doloroso recordatorio de la fuente de este pecado en nuestras mentes (yo A)" [ver entrada previa].









Este mismo principio, además, es el que yace tras el fenómeno casi universal de asociar la sexualidad con el pecado (o, como en algunas religiones o sistemas de creencias seglares, con la santidad; esta inversión sigue la dinámica de reacción –formación del ego, según la cual nuestros pensamientos o comportamiento consciente se convierte en lo opuesto de lo que consideramos que es la verdad, pero una “verdad” que se mantiene inconsciente). El relato de Adán y Eva expresa gráficamente esta asociación, pues el primer acto de los dos pecadores, después de comer la fruta prohibida, fue cubrir su desnudez. Este acto expresa la proyección inmediata de su culpa por el pecado de rebelarse en contra de Dios –un pensamiento en sus mentes- sobres sus cuerpos, y muy específicamente sobre sus órganos sexuales, los cuales se convierten ahora en la “fuente” de su vergüenza. Es interesante mencionar que la palabra holandesa para vellos púbicos significa “vellos de la vergüenza”. Puesto que a Biblia surgió a través de los egos inconscientes de la gente que vivió en las distintas épocas de su escritura –en su mayor parte al menos, como lo vemos en la teología dualista de sus enseñanzas claramente fundamentadas en el ego- podemos entender esta asociación al examinar el propósito especifico que el sexo ha tenido para el ego.



El sexo es el medio para la reproducción física, la cual arrogantemente creemos que es la fuente de la vida. Esto expresa la creencia básica del ego de que nosotros –nuestros yos corporales- somos los creadores. El sexo pues, se convierte en el símbolo evidente de nuestro “pecado original” de haber usurpado la función del Creador de Dios, y de haberlo desplazado del todo. No es de extrañarse, pues, que haya tanta culpa asociada con la sexualidad, y que para tantas religiones y espiritualidades, el sexo se vea como un acto anti-espiritual, si no es que se ve como la expresión concreta del pecado. San Agustín, el muy influyente Padre de la Iglesia del siglo V, identifico el pecado original con la concupiscencia, y estableció el tono moralista para los cristianos de los siglos venideros. Es interesante señalar que antes de su conversión al cristianismo, Agustín era sexualmente promiscuo, y uno puede establecer la hipótesis de que desde un punto de vista psicológico sus enseñanzas morales posteriores fueron una reacción-formación contra su vida anterior, la cual él hubiese percibido como pecaminosa. Todo esto para desplazar el pecado y la culpa de la mente (yo A) y depositarlo en el cuerpo (yo C), el cual constantemente convierte al inocente yo B en su víctima que tiene que lidiar con esos “pecaminosos” impulsos sexuales



En segundo lugar, aunque no menos poderoso como motivador de la culpa, está el claro centro de interés que el sexo ubica en el cuerpo como fuente de placer, lo cual excluye totalmente nuestra identidad como espíritu. En un importante planteamiento Jesús nos dice:

El cuerpo ciertamente parecerá ser el símbolo del pecado mientras creas que puede proporcionarte lo que deseas. Y mientras creas que puede darte placer, creerás también que puede causarte dolor 

(T-19.IV-A.17:10-11)

Y dos secciones más adelante:

Es imposible tratar de obtener placer a través del cuerpo y no hallar dolor. Es esencial que esta relación se entienda, ya que el ego la considera la prueba del pecado. En realidad no es punitiva en absoluto. Pero si es el resultado inevitable de equipararte con el cuerpo, lo cual es la invitación al dolor. Pues ello abre las puertas al miedo, haciendo que se convierta en tu propósito. La atracción de la culpabilidad no puede sino entrar con él y cualquier cosa que el miedo le ordene hacer al cuerpo es, por lo tanto dolorosa. Este compartirá el dolor de todas las ilusiones, y la ilusión de placer se experimentara como dolor 

(T-19.IV-B12)


Tal interés en el cuerpo como fuente de placer niega la verdad de esta importante aseveración tomada del principio del texto: 

Todo placer real procede de hacer la Voluntad de Dios. Esto es así porque no hacer Su Voluntad es una negación del Ser [nuestra identidad no-física como espíritu]

(T-1.VII.1:4-5)


Es importante señalar que esta discusión no tiene definitivamente el objetivo de implicar que uno debe sentirse culpable por tener pensamientos, sentimientos o conducta sexual, como tampoco debe sentirse culpable por necesitar oxigeno o alimento para sobrevivir. Pero es útil reconocer la dinámica de la sexualidad para entender mejor la dinámica de la culpa, la cual si es el problema


Kenneth Wapnick probablemente sea -junto con Helen Schuchman- quien más  ha trabajado con Un Curso de Milagros. Inicialmente ayudó con la ardua labor de ordenar el material que fue dictado, para después dedicar su vida a la difusión del mensaje del Curso y ayudar a todos los estudiantes a entenderlo de la manera mas apegada al mensaje original que Jesús nos deseaba transmitir.