DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

ACEPTAR LA RESPONSABILIDAD


Soy responsable de lo que veo.
Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí. (T-21.II.2:3)

Esta es la idea básica sobre la que se apoya el comienzo de tu transformación, de tu despertar y de tu sanación. La base para un cambio de mentalidad para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del miedo y del pecado.



Las personas que tiene una autoestima elevada se hacen responsables de su propia vida y actúan de forma positiva ante cualquier tipo de dificultad: son capaces de aceptar para sí mismos su papel como responsables de cuanto les sucede y por tanto en aras de dicha responsabilidad, luchan por conseguir sus objetivos o solucionar sus problemas de manera asertiva.


Al contrario que estas personas, aquellas que no son capaces de asumir su responsabilidad se sienten víctimas de las circunstancias, achacan sus problemas a todo cuanto ven a su alrededor proyectando sobre los demás ante el fracaso, el origen del mismo, entregando por tanto su poder de decisión, a algo o a alguien, pero nunca a sí mismo.

Todo cuanto nos sucede en el mundo en el que parece que vivimos, parece suceder a pesar nuestro. No creemos tener control alguno sobre todo cuanto sucede en nuestras vidas; nacemos sufriendo, vivimos sufriendo para terminar muriendo. Buscamos el origen del problema más allá de nosotros mismos perdiendo el poder de crear un cambio de mentalidad en nuestras vidas.


Pero el mundo que vemos no es sino el testigo demente de tus propias creaciones. Fuimos nosotros quienes fabricamos a través de nuestra mente cual había de ser su testimonio, y todo lo que deseábamos que nos sucediera; y cuando sucedió, le otorgamos realidad y nos conven­cimos a nosotros mismos de que lo que todo cuanto veíamos era verdad, y estaba más allá de nosotros. Pero en realidad eres tú quien se ha causado todo esto a sí mismo, y por lo tanto solo tú tienes la opción de cambiarlo


Lo que veo da testimonio de lo que pienso. Si no pensase no existiría, ya que la vida es pensamiento. Permítaseme mirar al mundo que veo como la representación de mi propio estado de ánimo. Sé que éste puede cambiar. Y sé asimismo que el mundo que veo puede cambiar también. (LE-54.pI.2:2-6)


Encadenarte a la proyección y achacar tu propia responsabilidad a los demás implica que la corrección que tú puedes realizar es insignificante pues pones el problema y la solución en dos niveles diferentes. Tú siempre crees ser la solución al problema, y ves en el otro el origen y la culpa del mismo, por lo que no existe posibilidad de encuentro. Reconocer que el problema y la solución solo pueden tener origen en mi mente es lo que me permite cambiar la mentalidad sobre mi mismo y liberarme de las cadenas a mi propia capacidad de decisión que yo mismo me he impuesto.


El Hijo de Dios comparte el Padre todos sus pensamientos. Por eso, es imposible  que pueda ser controlado por sucesos externos a él, porque eso implicaría que Dios también lo puede ser. Tal y como Dios creó el mundo, no puede existir nada mas allá de la felicidad, y fuera de eso, nada existe; y si ves que sufres es porque tú has elegido sufrir, Es imposible pues que tú  no hayas ele­gido las cosas que te suceden, y es por tanto tu poder de decisión lo que determina cada situación en la que pareces encontrarte, ya sea por casualidad o por coincidencia, pero ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó.


Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. (T-21.II.11:1-3)


Cambiar de mentalidad implica elegir al guía de tu sistema de pensamiento. Sufrir es elegir lo que tú fabricaste, y ser feliz es poner tu mente en manos de la de Dios, de modo que puedes experimentar que lo que ves no te causa nada, sino que tú eres la causa de lo que ves. Allí estriba tu libertad para elegir el mundo que deseas ver, pues de esa elección el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. Para ello has de aceptar tu responsabilidad, reconocer que estabas equivocado y aceptar la corrección. Reconocer tu propia responsabilidad es el primer paso para querer eliminar el error y que este sea reemplazado por la verdad en tu propia mente. 


Tienes pues la oportunidad ante ti de cambiar el instante en el que te encuentras. No te conformes con menos que con la felicidad absoluta pues esa es la función que se te dio. Reconoce tu propia responsabilidad y elige de nuevo

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