"Cualquier forma de ataque te planta en la tortuosa
escalera que te aleja del Cielo. Sin embargo, en cualquier instante
todo esto se puede deshacer".
(T-23.II.22:4-5)
El miedo es la única razón por la que
atacas. Proyectamos nuestro miedo hacia la otra persona pretendiendo que somos
victimas de un ataque y con nuestro miedo y nuestro ataque perdemos nuestra cordura hasta
límites insospechados. Sin
embargo no somos capaces de recordar que aquella persona que pensamos nos ataca, no es sino una
proyección inconsciente de lo que creemos de nosotros mismos. Para el ego, en su locura, el ataque más atroz es irrelevante. Afortunadamente todo es una
invención de nuestra mente:
"El secreto de la salvación es sino este: que eres
tu el que se esta haciendo todo esto a si mismo. No importa cual sea la
forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quien desempeñe el papel
de enemigo y quien el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cual
parezca sea la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue
siendo verdad. Pues no reaccionarias en absoluto ante las figuras de un sueño
si supieses que eres tu el que lo esta soñando. No importa cual odiosas y cuan
depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses
cuenta de que se trata tan solo de tu propio sueño" (T-27.VIII.10:1-6)
Cualquier concepto de ataque no es sino
un vano intento de proyectar la responsabilidad de la culpa sobre otro reforzando
la idea que puedes atacar. Yo mismo no hago sino fabricar aquello de lo que me
estoy defendiendo. ¡Que locura! Y al fabricarlo lo hago real para mi, pues como
dice el Curso: “No hay pensamientos fútiles”. Aprendes a responder con ataque al ataque, y
justificas haber sido atacado, otorgas realidad al ataque y por tanto temerás
ser atacado, y si así lo crees, no puedes sino pensar que no eres invulnerable.
La vulnerabilidad al ataque hace mella
en tu sistema de pensamiento, otorgándole valor a lo que el ego piensa de ti, y
descartando todo conocimiento de lo que eres en realidad. Los pensamientos de ataque y la
invulnerabilidad se contradicen entre sí y por lo tanto no pueden aceptarse conjuntamente.
Eliges uno u otro: Aprendes lo que enseñas y si enseñas ataque, aprendes ataque: Muestras y
reconoces tu vulnerabilidad y tu pequeñez al haber elegido al ego como tu guía.
Tu eres el fuerte en este conflicto,
has elegido por un instante al guía incorrecto. Examina por qué ante cualquier ataque, respondes con las
defensas el ego, y verás que siempre es para justificar las ilusiones, pues sólo las ilusiones necesitan defensa. Si te defiendes como si te persiguieran
estarás enseñando persecución. Enseña únicamente tu inmunidad y tu invulnerabilidad, que es la verdad
acerca de ti, y date cuenta que no puede ser atacada. Pues, ¿Cómo podría la verdad necesitar
defensa alguna? Nunca trates de protegerla pues si lo haces, creerás es
susceptible de ser atacada.
Aprende que cualquier cosa que necesite defensa te
debilitará, pues no es la verdad. Tu valía la estableció Dios y no el ego y esa
es la única verdad. Tu grandeza es eterna e inmutable porque así fuiste creado.La grandeza es de Dios y sólo de Él. Por lo tanto,
siempre se encuentra en ti. Cuando te vuelves consciente de ella, abandonas al ego automáticamente, ya que en presencia de la grandeza
de Dios la insignificancia del ego resulta perfectamente evidente.
Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa.
“Enseña solo amor pues eso es lo que
eres” (T-6.I.13:2)
Por tanto, ¿qué lección podemos obtener de un ataque? Pensemos por ejemplo, que cualquier ataque es una
convocatoria de amor, una oportunidad para extender nuestro amor y mostrar todo lo que
eres; una oportunidad para recibir todo lo que das a través del perdón; pensemos que es la única opción para reconocer tu grandeza y tu mansedumbre (la verdadera
fortaleza) y la oportunidad de aceptar tu propia responsabilidad en todo cuanto
acontece.
Soy responsable de lo que
veo.
Elijo los sentimientos que
experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
Y todo lo que
parece sucederme yo mismo lo he pedido, y
se me concede tal como lo pedí. (T-21.II.2:3-5)
El Curso es muy claro con respecto a como actuar cuando
percibas que has atacado o te han atacado, y lo percibirás en seguida al notar un gran malestar interior, porque eres tú el que has
decidido no sentirte dichoso al reaccionar sin amor a una de las creaciones de
Dios. Percibes esto como un pecado: tu paz mental se altera, y te pones a la
defensiva previendo un nuevo ataque.
Pero afortunadamente el origen del
problema está en tu mente: Tú eres quién tomo la decisión de reaccionar de esa
manera y por tanto tú eres el único que la puede revocar, al decidir que
elegiste equivocadamente y que puedes hacerlo de manera diferente.
Olvida al ego y decide a favor de Dios. Pon el problema en
manos del Espíritu Santo pues en su respuesta encuentras la solución a toda incomodidad, pues esta no puede provenir de ti, sino que se encuentra en ti porque fue el propio Dios
quien la puso ahí:
Debo haber
decidido equivocadamente porque no estoy en paz.
Yo mismo tomé
esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra.
Quiero tomar
otra decisión porque deseo estar en paz.
No me siento
culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito anulará todas las consecuencias de mi
decisión equivocada.
Elijo
permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí. (T-5.VII.6:7-11)
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