En este mundo parece como si la salvación viniese asociada con lo que
tienes: Tu cuerpo, todo aquello que posees, tu status y eso que el mundo valora
no son sino la tabla de salvación sobre la que depositas todas tus ilusiones,
pero su carga es muy pesada, pues pese a lo que puedas creer estas invitando al
pesar y no a la felicidad
“En el mundo no se puede hallar ninguna satisfacción” (LE.133.pI.2:5)
Este es un mundo de elecciones, en el que cada cosa parece tener un
opuesto. Elegir es pues la manera de escapar de lo que aparentemente son
opuestos. Pensamos que nuestra libertad radica en elegir entre las alternativas
que se nos ofrecen y que elegimos aquello que deseamos.
Por ello dedicamos todos nuestros esfuerzos y nuestro tiempo a que
nuestra decisión se cumpla en aras de conseguir un trocito de felicidad; sin
embargo el tiempo pasa en vano, una miríada de elecciones se producen y con la
sensación del esfuerzo consumido y el tiempo malgastado, tenemos la sensación
de que no hemos obtenido nada de provecho.
En realidad es necesario recordarte que aunque crees enfrentarte a
miles de alternativas, en realidad sólo hay una: Eliges entre el Cielo y el infierno,
entre el amor y el miedo, incluso ésta tan sólo aparenta ser una alternativa.
“Si el Cielo
existe tiene que haber también un infierno, pues es mediante contradicciones
como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real” (LE.138.pI.1:3)
No te confundas por todas las dudas que las miles de decisiones que
tomas te pueden producir. Tomas solamente una. Y una vez que la has tomado, te das cuenta que en
realidad no fue una decisión, pues el Cielo es lo único que es real, y lo que
no es real no existe. No existe el miedo en sus múltiples formas, no existe el infierno.
No hay opuesto que elegir en lugar del Cielo.
Esta es la primera ley de la elección: Pese a que pienses que
existen muchas, aparentemente sólo hay dos alternativas que elegir, pues sería
injusto perderte en el proceso de elección si existiesen millones de
alternativas, pues ello supondría un ingente gasto de energía en conocerlas
todas así como una absoluta pérdida de tiempo la posibilidad de tenerla que
considerar a todas ellas en lugar de llegar al punto en el que la elección se
realiza solamente entre dos posibilidades.
“Es necesario que se te recuerde que aunque crees enfrentarte a miles
de alternativas, en realidad sólo hay una” (LE.138.pI.4:1)
La segunda ley indica que
no existe transigencia posible en tu elección, pues cada elección se hace en su
totalidad. No es posible tomar partes de las alternativas, no existen términos
medios en la elección.
“Cada elección que llevas a cabo
o bien te aporta todo o bien no te aporta nada” (LE.133.pI.5:3)
Por lo tanto, es importante aprender los criterios para una correcta
elección; conocer las alternativas entre las que eliges, para saber que elegir,
y así poder distinguir entre lo que es
todo y lo que no es nada, entre lo que
te acerca a tu felicidad y lo que te aleja:
- En primer
lugar, todo lo que elijas ha de durar para siempre. Si no es así, lo que
estas eligiendo, carece de valor. Cualquier valor temporal no tiene ningún
valor, pues solo lo eterno es real.
- En segundo
lugar, si aquello que eliges supone despojarle o quitarle algo a alguien, en
realidad no estás eligiendo nada, pues es tu elección te estas despojando
a ti mismo de aquello que creer estar quitando. La culpabilidad de tus
actos hará que reniegues de lo conseguido y por lo tanto no podrás ver las
cosas que realmente posees.
- Analiza en
tercer lugar la razón del valor de lo que eliges. ¿A quien sirve el propósito
de tu elección? ¿A que guía estas escuchando? El ego siempre te engañará,
pues el no reconoce lo que en verdad quiere, pues si lo llegaras a descubrir sabe que sería
su fin. El ego siempre clama por su “inocencia”, pero hay una sencilla
forma para descubrir su engaña: Ante el más mínimo vestigio de culpabilidad ante lo que has elegido, es que has
escuchado al ego y permitido que él dirija tu elección, y de esta manera,
no te permites descubrir que ante las alternativas que se te presentan solo
existe una posible elección, pues la otra no es sino nada: Todas las cosas
o bien son valiosas o bien no tienen ningún valor; o bien son dignas de
que se las procure o bien indignas de ello; son también
completamente deseables o bien no merecen que se lleve a cabo
el más mínimo esfuerzo por conseguirlas.
Esto es lo que hace que elegir sea fácil. La
complejidad no es sino una cortina de humo
que oculta el simple hecho de que tomar decisiones no es algo difícil.
No le
daré valor a lo que no lo tiene y solo iré en pos de lo que es
valioso, pues eso es lo único que deseo encontrar. (LE.133.pI.13:4)
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