DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LOS OBSTACULOS PARA LA PAZ


Durante toda la vida, pretendemos entender todo cuanto acontece en el mundo físico de la ilusión, pero no puede entenderse lo que no existe, puesto cualquier cosa que no sea eterna, no ha sido creada por Dios, y por lo tanto no es real. 

Y en la búsqueda de la verdad, buscamos maestros que nos den respuestas, pero por lo general, sus respuestas nos alejan aún más de la Verdad: Escuchar a un verdadero maestro es crucial, pues el ego sabe que una vez que la Verdad es revelada, su desaparición es segura. Por lo tanto, el ego hará todo lo posible por no contestar a nuestras preguntas o engañarnos con sus repuestas, intentando que evitemos reconocer la Verdad de quienes somos

Cuando el ego se enfrenta a un aspecto de la situación que parece  ser difícil, trata de trasladarlo  a otro lugar  y resolverlo allí. Y parecerá tener éxito, salvo que ese intento entra en conflicto con la unidad, y  no puede por menos que enturbiar el objetivo de la verdad. Y no se podrá experimentar paz, salvo en fantasías. (T-17.VI.7.1-3)




Puesto que la situación que hemos creado, la hemos creado nosotros, no podemos buscar maestros para escapar del sueño, sino que necesitamos buscar algo o alguien que a través del milagro, transmute la ilusión en Verdad. Ese algo o alguien sería el Espíritu Santo. 

El Espíritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a eliminar los obstáculos que se interponen entre tú y lo que sabes. Su memoria es tuya. (T-14.IV.9:5-6)

Su voz siempre está ahí de modo que no necesitamos descubrir  ni buscar nada por nosotros mismos. Tan solo se requiere un poco de fe para escuchar sus palabras sabiendo que está obrando para bien en nosotros. Él es el encargado de tomar todas tus decisiones por ti, las cuales solo pueden ir a favor de tu salvación y de la paz de Dios. Y puesto que la cualidad del Reino de Dios es la paz, es fácil comprender que la paz mental es la puerta que permite la entrada al Reino.


Sin embargo el ego intentará por todos los medios evitar que eso sea así, y el Curso ya nos avisa que este proceso de inversión de nuestra percepción desde la ilusión a la verdad, es por lo general  doloroso.

Sólo tú puedes privarte a ti mismo de algo. No resistas este hecho, pues es en verdad el comienzo de la iluminación. Recuerda tam­bién que la negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes aprender a reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. Éste es un paso crucial en el proceso de re-despertar. Las fases iniciales de esta inversión son con fre­cuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a alber­garla adentro. Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera.
(T-11.4.4:1-6)

Desde el milagro, recuperamos la conciencia mediante el recuerdo de que la paz mora en nosotros, como un legado o herencia. Sin embargo, el miedo es un obstáculo en nuestra experiencia de la paz. Por ello, no se trata de recordar quienes somos, sino más bien eliminar los obstáculos que hemos creado y que se encuentran en el camino  de  esta conciencia, para ello, es necesario dejarlo en manos del Espíritu para que sea Él el que lo juzgue por nosotros; para ello la tu experiencia de paz es el testigo de tu voluntad; Si el  miedo está presente, estás escuchando al ego, y sólo la paz puede asegurarte que estás escuchando la Voz correcta. 

Sin embargo, tu Redentor vive, y mora en ti en la paz de la cual Él fue creado. ¿No te gustaría intercambiar tu conciencia de miedo por ésta conciencia? Cuando hayamos superado el miedo -no ocultándolo, ni restándole importancia, ni negando en modo alguno su impacto- esto es lo que realmente verás. No puedes dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la verdadera visión a menos que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has juzgado contra ellos. Si los examinas, el Espíritu Santo los juzgará, y los juzgará correctamente.
 (T-12.II.9:3-7)

La única forma de tener tal experiencia, es mediante la eliminación de cualquier juicio que nos abra las puertas al pecado, ya que al juzgar, le otorgas. Al rechazar el juicio y el pecado mediante el perdón, nos abrimos a ver la Verdad, la  experiencia de la Unicidad.  

El miedo puede hacerse tan agudo que al pecado se le ruega su expresión. Pero mientras la culpabilidad continúe siendo atractiva, la mente sufrirá y no abandonará la idea del pecado. Pues la culpabilidad todavía la llama, y la mente la oye y la desea ardientemente, y se deja cautivar voluntariamente por su enfermiza atracción.
(T-19.III.1:3-5)

El Espíritu Santo no juzga los efectos de los problemas que afectan a tu paz, puesto que no les otorga realidad. Su propósito es obrar en la  causa que creó la ilusión. Como creadores del sueño que dormimos, nosotros somos incapaces de poder ver la causa real de los problemas, pues la salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo, pero el Espíritu Santo, como observador del sueño, sí sabe de causas, y por ello es capaz de reemplazar nuestras ilusiones por la verdad, guiándonos suavemente hacia nuestro despertar

Tú juzgas los  efectos, pero Él  ha juzgado su causa. Y  mediante Su juicio, se eliminan los efectos. (T-27.VIII.9:4-5)

Fuiste tu el que hizo la elección errada y por lo tanto estas experimentando las consecuencias de esa decisión, consecuencias en el mundo de las formas, y por tanto ilusiones. Con el milagro queremos sanar la mente, no las ilusiones, pero ahora al erradicar la culpa de la mente, se ven tal y como son, imágenes proyectadas que carecen de poder alguno de afectarnos y obstaculizar nuestra paz.

Sin embargo, la buena noticia es que tan solo se trata de un error de percepción totalmente corregible. Ese supuesto muro que no nos deja experimentar la paz es sólo una densa niebla. Pero si no le otor­gas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, esta no tiene poder ninguno. Cada uno elige ver en la niebla un obstáculo infranqueable o la oportunidad de llegar a la luz que se oculta tras ella.

¿No preferirías que todo esto no fuese más que una equivocación, completamente corregible, y de la que fuese tan fácil escapar que rectificarla totalmente sería tan sencillo como atravesar la neblina y llegar hasta al sol? Pues eso es todo lo que es. Quizá te sientas tentado de coincidir con el ego en que es mucho mejor ser pecador que estar equivocado. Mas piensa detenidamente antes de permitirte a ti mismo tomar esa decisión. No la tomes a la ligera, pues es la elección entre el Cielo y el infierno. (T-19.II.8:1-5) 

Cualquier cosa que dispare el miedo en ti es una forma de entregar poder. El miedo o falta de paz es un símbolo de un dios menor, de una ilusión y cualquiera que sea el temor, al encauzar tu conciencia en dirección contraria a la paz,  estás impidiendo que la voz del Espíritu Santo te guíe hacia tu despertar

Antes de decidir hacer algo, pregúntame si tu elección está de acuerdo con la mía. Si estás seguro de que lo está, no tendrás miedo.
(T-2.VI.4.9)

Dile únicamente al Espíritu Santo: «Decide por mí», y está hecho.
(T-14.III.16.1)

Ante cualquier signo de ausencia de paz, entrégale al Espíritu Santo todas tus decisiones, juicios e interpretaciones. ¿Por qué no hacerlo? Es tan fácil como hacerte a un lado para dejar que Dios que haga su trabajo. Para Él todos los problemas que crees ver son el mismo problema y por lo tanto, no es más difícil resolver unos que otros, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. De nada sirve intentar resolver los problemas de una  manera especial. 

Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy  en paz. Yo  mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz. No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si  se lo permito, anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada. Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí. (T-5.VII.6:7-11)

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