DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

CEDER EL PODER




Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos y que nos limitan en nuestro despertar, es dejar nuestro poder personal en manos de otras personas o cosas. Pensamos en ocasiones que nuestra felicidad depende del comportamiento de alguien o de circunstancias externas a nosotros. Y por tanto, vivimos para complacer.



Hemos sido programados de una manera tan profunda a la presión social, que nos hemos acostumbrado a percibir el mundo de esa manera tan deformada. Es un mundo en el que se premia a aquellos que “nadan a favor de la corriente”, aceptan y albergan en su mente unas falsas creencias tan introducidas en tu ego, que como el virus de un ordenador, ni siquiera se te ocurre la posibilidad de ponerlas en duda.

El mundo que ves no tiene nada que ver con la realidad (LE-pI.14.1:4)


El problema es que esta programación a la que hemos sido sometidos, no permite abrigar sospecha alguna. Te dicen que las des por sentado y que te limites a confiar en lo que tu tradición, tu cultura, tu sociedad y tu religión te imponen, condicionando de esta forma nuestro comportamiento a la búsqueda de la aprobación de otras personas.

Asumes inevitablemente esta responsabilidad en el momento en el que aceptas cualquier premisa y nadie puede organizar su vida sin un sistema de creencias. 
(T-6.Int.2:3)

Tenemos un profundo sentimiento tribal que nos ata a absurdos convencionalismos en los cuales en realidad no creemos, pero que sin embargo, debido a nuestro “sentido de pertenencia” nos vemos imposibilitados  de hacer algo diferente a lo que marca la corriente y con ello, no somos capaces de ver que con cada gesto de aceptación en lo que no creemos se provoca una intensa debilidad y disminución de la autoestima.

Por ello te resulta imprescindible liberarte de esa sensación de debilidad y resentimiento hacia ti mismo, y para ello buscas alguien en quien proyectarlo. La persona que se ofrece para tal fin es a la que consideras especial y aquella a quien le otorgas la capacidad de hacerte feliz.

El propósito fundamental de la proyección es siempre deshacerse de la culpabilidad 
(T-13.II.1:1)

Piensa en ideas, personas y cosas a las que te has aferrado en el pasado; siempre han acabado produciéndote sufrimiento o aburrimiento. Cuando permites que otras personas dicten con sus normas tu vida, les otorgas tu poder personal, dejando de vibrar con la pasión de vida que te impulsa a trazar tu propio destino. Si cedes tu poder a cualquiera de ellas en ese mismo momento prostituyes tu propio ser. Tu propia singularidad queda sepultada por capas y más capas de miedo: Miedo a ser rechazado por ser diferente si en algún momento te atreves mostrarte como eres, miedo a ser tú mismo adaptando mecánicamente tu forma de ser, tu forma de vestir, de obrar, de pensar, a la de los demás.

Ése es el precio que tienes que pagar para conseguir la aceptación por parte de tu sociedad o del grupo al que perteneces. Y así es como entras irremediablemente en el mundo de la falsedad y del control  hasta conseguir debilitarte emocional o psicológicamente.

Y son muchas los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otorgado el poder de determinar las decisiones subsiguientes 
(T-24.I.2:3)

Esa sensación descorazonadora es la que tratas de proyectar fuera de ti, y ponerla en otra persona. El mundo que estamos acostumbrados es un fiel reflejo de nuestro interior, de todo aquello que alberga nuestra mente, las ideas, los deseos y las emociones

Con este reconocimiento se le atribuye la responsabilidad a quien verdaderamente la tiene: no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo y lo ve como no es
(M.5.2.3:5)

Utilizamos la percepción para justificar nuestro comportamiento, nuestros errores, y todas aquellas manifestaciones de falta de amor; vemos un mundo lleno de maldad, y desesperación y por eso nos aferramos a cualquier sombra o ilusión que creamos nos pueda dar la felicidad

Desgraciadamente no existe nadie en este planeta que nos pueda hacer felices y si existiera, dependeríamos de él tan en sobremanera, que le habríamos otorgado el poder de quitarnos la felicidad en cualquier momento.

La dependencia es una condenación, un falso amor; el amor verdadero es libre y eterno. No es lo mismo afirmar que una persona “me hace feliz” que pensar que “me permito a mi mismo ser feliz en su presencia”, pues en la primera afirmación el otro es el dueño de tus sentimientos mientras que en la segunda lo eres tu. Por ello es indispensable evitar la búsqueda de la aprobación externa, no se puede mendigar afecto, aprobación, consejos…Ya que cuando no buscas, ni necesitas la aprobación de los demás eres más poderoso.

Y lo que piensa que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, toda vez que ésta radica en ellos 
(T-18.8.4:4-5)

La visión comienza en nuestro interior, Primero miramos dentro de nosotros y decidimos cómo es el mundo queremos ver; luego hacemos que sea real para nosotros mediante la proyección. Hacemos que sea real interpretando aquello que estamos viendo.

La proyección da lugar a la percepción.
El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. Nada más.
Pero si bien no es nada más, tampoco es menos.
Por lo tanto, es importante para ti.
Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna.
Tal como el hombre piense, así percibirá.
No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él.
La percepción es un resultado, no una causa.
(T.21.Int.1:1-8)
Es absolutamente esencial ver esto, porque, mientras no lo hagas, no habrá posibilidad alguna de que descubras el Cielo que se halla en ti. Relacionarse es una experiencia de aprendizaje y el objetivo de cualquier relación en mantener una relación armoniosa con nosotros mismos En realidad siempre puedes elegir ceder tu poder personal o bailar a tu propio ritmo.

En definitiva, se trata asumir tu propia responsabilidad y no proyectarla a otra persona. Sólo tu tienes el derecho de vivir tu propia vida o ceder tu poder personal

Tienes una gran responsabilidad para contigo mismo, y es una responsabilidad que tienes que aprender a recordar en todo momento 
(T-15.3.3.1)

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