DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LOS 50 PRINCIPIOS DE LOS MILAGROS (II)




Principio número 16: Los milagros son recursos de enseñanza para demostrar que dar es tan bienaventurado como recibir. Aumentan la fortaleza del que da y simultáneamente le dan fortaleza al que recibe.

Como nos señala Jesús en Un Curso de Milagros, “dar y recibir son parte de una misma cosa”. Cuando doy, es a mi mismo a quien doy, considerando que todos somos parte de la Mente Uno, la Mente del Hijo de Dios. Por lo tanto, recibiré exactamente aquello que ofrezca al mundo y a mis hermanos.


Principio número 17: Los milagros transcienden el cuerpo. Son cambios súbitos

Los milagros, trascienden el cuerpo ya que se producen en un nivel que está más allá de este, se producen a nivel de la mente, donde realmente puede haber cambio, a nivel del pensamiento.
Curan realmente ya que trabajan sobre la causa del “problema“, no sobre el efecto.
Al corregir la percepción acerca de quiénes somos, a nivel de la mente, el cuerpo, una herramienta que en esencia es “neutra” se pone al servicio del Espíritu Santo y da testimonio de la corrección de pensamiento a través de su salud y fortaleza.


Principio número 18: El milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le puedes prestar a otro. Es una manera de amar al prójimo como a ti mismo, en la que reconoces simultáneamente tu propia valía y la de él.

Al corregir la percepción sobre nosotros, corregimos la percepción sobre los demás, reconociéndoles como parte de la Filiación.
Dice Un Curso de Milagros: “no puedes reconocer a tu Creador si pierdes de vista a la Creación”. Por lo tanto la única forma de llegar a Dios es a través de su Creación, reconociendo en cada persona, en cada hermano, a una parte inseparable de la Filiación.
La ofrenda que podemos hacer a Quién nos otorgó el regalo de la vida eterna, es tener una percepción correcta, acertada de su Creación, bendecirla y dar testimonio de nuestra unicidad.
Por esta razón, el máximo regalo que podemos hacer a nuestros semejantes, y a nosotros mismos, es reconocerles y reconocernos como parte del Todo al que pertenecemos.


Principio número 19: Los milagros hacen que las mentes sean una en Dios. Se basan en la cooperación porque la Filiación es la suma de todo lo que Dios creó. Los milagros reflejan, por lo tanto, las leyes de la eternidad, no las del tiempo.

El milagro, el cambio de percepción acerca de Quiénes somos, realizado por el Espíritu Santo, propicia un cambio de percepción en nosotros y nos invita amorosamente a cambiar de percepción acerca de “aquel” que tenemos frente. Al verle como parte nuestra, sanamos su percepción errónea, sanando la nuestra.
Como efecto de esta corrección, se produce un verdadero colapso en el tiempo, ya que sanamos el pasado y proyectamos un futuro libre completamente de culpabilidad.
El milagro refleja la ley de la eternidad, no es la eternidad, pues el milagro opera en el mundo del tiempo, no de lo eterno. El milagro es necesario aquí en el mundo de tiempo y espacio. En el cielo no se necesita.


Principio número 20: Los milagros despiertan nuevamente la conciencia de que el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este reconocimiento es lo que le confiere al milagro su poder curativo.

Este principio nos recuerda el verdadero poder que se encuentra en la mente, en el espíritu, no en el cuerpo, en lo físico. El cuerpo sólo obedece a la mente que le envía a buscar testimonio de la voz que ha decidido escuchar. El milagro tiene poder curativo ya que trabaja con la mente superior o espíritu, no con la mente inferior, el cuerpo.


Principio número 21: “Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por medio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a otros”.

Volvemos a la ley de Causa y Efecto, y a su esencia: dar y recibir es en verdad lo mismo.
Dios no perdona, pues nunca juzga. Lo que se acepta es el Amor de Dios al verlo en cada hermano, al ver la perfección en cada persona con quién entramos en contacto. Este es el concepto de impecabilidad en la visión, con el que tengo que ver a mi hermano.
Sólo ver en él la marca universal de Dios. Nada más puede considerarse visión. Nada más es válido si realmente deseo ver la verdad.
Los milagros son expresiones naturales de perdón, la manifestación más elevada del amor en este mundo. A través del amor del perdón, un amor auténtico, cambiamos la percepción acerca de nosotros corrigiendo el único error que jamás cometimos, el pensar que estamos separados de nuestra Fuente


Principio número 22: “Los milagros se asocian con el miedo debido únicamente a la creencia de que la oscuridad tiene la capacidad de ocultar. Crees que lo que no puedes ver con los ojos del cuerpo no existe. Esta creencia te lleva a negar la visión espiritual”.

Creemos que el no ver la imagen pecaminosa que consciente o inconscientemente hemos forjado de nosotros, ésta permanecerá oculta. Lo cierto es que, al proyectarla en otros, la atacamos perpetuándola y reforzándola de esta manera en nosotros. Por lo tanto la oscuridad o falta de visión correcta, nada puede ocultar en verdad, sólo disimular o distraer la visión.
No ver un problema con los ojos del cuerpo, trasladándolo al exterior y proyectándolo sobre otros, no logra, que dicho problema desaparezca. Por otra parte si decidimos ver con los ojos del cuerpo, y darle realidad a lo que estos muestran, estaremos restando todo el valor y veracidad que la visión espiritual nos ofrece.


Principio número 23: “Los milagros reorganizan la percepción y colocan todos los niveles en su debida perspectiva. Esto cura ya que toda enfermedad es el resultado de una confusión de niveles”.

Los milagros corrigen la percepción acerca de nosotros, de quiénes somos, de nuestro linaje, de nuestra herencia, corrigiendo a su vez la percepción que tenemos sobre todo lo demás. Al corregir, revalorizamos todo, basados en una visión diametralmente opuesta a la distorsión que traíamos
La curación se produce como efecto de ver todo bajo un nuevo lente. Ponemos en orden la relación mente-cuerpo jerarquizando nuevamente la importancia de la mente sobre el cuerpo, y viendo el cuerpo como lo que es, un instrumento de comunicación al servicio de la mente que lo dirige.


Principio número 24: “Los milagros te capacitan para curar a los enfermos y resucitar a los muertos porque tanto la enfermedad como la muerte son invenciones tuyas, y, por lo tanto, las puedes abolir. Tú mismo eres un milagro, capaz de crear a semejanza de tu Creador. Todo lo demás no es más que tu propia pesadilla y no existe. Sólo las creaciones de luz son reales”.

Como resultado de corregir la percepción acerca de quiénes somos, pasamos de un estado de culpabilidad a uno de inocencia, a través de la aplicación del perdón, a todo aquello que lejos de juzgar decidimos aceptar y bendecir.
Esto como efecto permite una nueva visión, sobre todos los temas, entre ellos la enfermedad y la muerte.
Ambos conceptos, al corregir nuestra percepción desaparecen, otorgándoles el verdadero rango de ilusiones. Pues “nada real puede ser amenazado”.


Principio número 25: “Los milagros son parte de una cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es la Expiación. La Expiación opera todo el tiempo y en todas las dimensiones del tiempo”.

La Expiación como el Curso de Milagros lo señala, la única responsabilidad que debemos aceptar para nosotros mismos, constituye el des-hacer el error de percibirnos separados. Su herramienta básica para des-hacer dicho error es el perdón, y su campo de acción, las relaciones personales.
A través del perdón, corregimos la percepción de estar separados del Padre, lo que acarrea la gran culpabilidad que sentimos, pasando a un estado natural de inocencia del cual nunca realmente nos hemos apartado.
Al perdonar nuestro único error en el ahora, perdonando en el momento presente a todos y todo cuanto parece acontecer, dicho perdón, “cierra” puertas abiertas de sucesos pasados, en ese mismo orden de pensamiento, y nos proyecta a un futuro donde estos temas ya solucionados y perdonados, no vuelven a aparecer como asignaturas pendientes a resolver.
De esta manera el milagro “colapsa” el tiempo, operando en todas sus dimensiones. La Expiación opera todo el tiempo, ya que es aplicable a todo cuanto nos ocurre sin excepción.


Principio número 26: “Los milagros representan tu liberación del miedo. ″Expiar” significa “des-hacer”. Deshacer el miedo es un aspecto esencial del poder expiatorio de los milagros”.

El milagro es una corrección, corrección de percepción que nos acerca al amor, des-haciendo el miedo. Des-hacer también puede interpretarse como “no –hacer”, es decir, una vez que entregamos una situación que no estamos percibiendo correctamente, que altera nuestro estado de paz mental, al Espíritu Santo, si le dejamos actuar sin intromisiones, Él con todo el poder de Dios, des-hace el error de manera magistral, sin descuidar ningún detalle.


Principio número 27: “Un milagro es una bendición universal de Dios a todos mis hermanos por mediación mía. Perdonar es el privilegio de los perdonados”.

Jesús nuestro modelo a seguir como el primero de todos nosotros que completó el proceso de Expiación, es la mente Crística, la manifestación del Espíritu Santo, el Nexo, el Intermediario entre Dios y cada uno de nosotros, es quién verdaderamente propicia el milagro, no nosotros.
Nuestro papel es simplemente, despejar el camino de obstáculos para que Él lleve a cabo su ejecución, y esto lo hacemos a través de perdonar todos aquellos eventos y personas que convocamos a nuestra experiencia. De esta forma quitamos cualquier obstáculo para el trabajo de Jesús.


Principio número 28: “Los milagros son un modo de liberarse del miedo. La revelación produce un estado en el que el miedo ya ha sido abolido. Los milagros son, por lo tanto, un medio, y la revelación, un fin”.

Revelación y milagro son experiencias diferentes.
Durante la revelación no existe el miedo en absoluto, la manifestación de Dios en nosotros es total. Es una experiencia de plenitud absoluta, una experiencia que no es duradera, por el contrario es pasajera, fugaz. De no ser así, no estaríamos más en este plano.
Por el contrario el milagro es una experiencia propia de “esta etapa” de sueño.
El milagro es una experiencia propia de este estado de consciencia, donde aún debemos usar el tiempo, soltar, entregar al Espíritu Santo todo aquello que nos perturba la paz, para trascender el miedo. 

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