DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

QUE SON LOS GRANDES RAYOS? Por Greg Mackie


La expresión "Grandes Rayos" ocurre solo siete veces en el Curso, y sin embargo fascina considerablemente a los estudiantes del Curso. En resumen, ¿qué son los Grandes Rayos? Para algunos, la expresión evoca a las auras alrededor de la cabeza. Para otros, es una evocación a los "siete grandes rayos" descritos en los trabajos de Alice Bailey, rayos de energía cuasi física que emanan de Dios y que subyacen en el universo físico. Muchos estudiantes del Curso creen que nosotros, la Filiación, somos los Grandes Rayos, refulgiendo cual rayos del sol desde Dios nuestro Creador.




Sin embargo, y según las mismísimas referencias del Curso, creo que el Curso emplea la expresión "Grandes Rayos" para referirse a algo diferente de las descripciones anteriores. En la práctica, los Grandes Rayos son los rayos no- físicos de luz y santidad que se irradian desde el Cristo en nosotros. Esta definición es distinta de las descripciones mencionadas en al menos dos formas. En primer lugar, los Grandes Rayos del Curso son luz no-física, y esto se debe a que son revelados a través de la verdadera percepción, la cual es visión no-física. Por lo tanto, el Curso no se refiere a auras o a cualquier clase de energía cuasi física, como ser la energía astral y etérea según las tradiciones del ocultismo (aunque las visiones de luz física alrededor de las personas y de las cosas puede simbolizar luz verdadera – ver L-pI.15.2-3)
En segundo lugar, en vez de describir a los rayos emanando desde Dios, el Curso los describe siempre como emanando desde el Hijo – específicamente desde nuestros hermanos y nosotros mismos. Ahora bien, el Hijo viene del Padre, entonces bien podríamos decir que la Fuente última de los Grandes Rayos en Dios. Simplemente, el tema es que cuando el Curso emplea la expresión "Grandes Rayos", no está representando a los Rayos que emanan desde Dios el Padre sino mas bien emanando desde nuestros hermanos y nosotros mismos.
He aquí una referencia que claramente indica a los Grandes Rayos emanando desde nuestros hermanos:
Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. (T-15.IX.1:1)
También podemos ver este hermoso pasaje, que describe a los Grandes Rayos emanando tanto de nosotros como de nuestros hermanos, refulgiendo con tal intensidad que obramos cual lámparas que iluminan nuestra jornada hacia Dios:
Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la obscuridad y hacia adelante hasta Dios. (T-18.III.8:5-6) 
Los Grandes Rayos son entonces, el resplandor de Cristo que fluye desde cada uno de nosotros como un Hijo de Dios. Al igual que el halo dorado que rodea a Jesús en las pinturas medievales, los Rayos son el halo de santidad que fluye desde nosotros. Podemos imaginarlos como grandes reflejos de luz fluyendo en toda dirección desde cada uno de los hermanos que vemos, como así también de nosotros mismos. Visualizar esto es en verdad un excelente ejercicio. En el final de este artículo incluyo una visualización de este tipo). Los grandes rayos son la luz de nuestro verdadero Ser, revelado a través de la visión de Cristo. Son los omnipresentes recordatorios que dicen que nuestra verdadera Identidad en más santa y gloriosa de lo que nos imaginamos.
Sanamos tanto a nuestros hermanos como a nosotros mismos mirando más allá de la oscuridad de los cuerpos de nuestros hermanos, en dirección a los Grandes Rayos en ellos.
Si bien son pocas las referencias a los Grandes Rayos en el Curso, puede deducirse todo un proceso de sanación a partir de esas referencias. Este proceso de sanación es, esencialmente, un cambio gradual de percepción desde la vista física, que únicamente ve oscuridad en todos, hacia la visión espiritual, que revela los Grandes Rayos emanando de todos. Este proceso puede dividirse en cinco pasos básicos, que resumo a continuación.
1. Vemos oscuridad
Normalmente vemos solamente oscuridad. Esta es la forma en la que el Curso señala que normalmente contemplamos el mundo físico con nuestros ojos físicos y lo consideramos como la única realidad. Más específicamente, cuando miramos a un hermano, nuestra mirada se limita a su cuerpo, "una aislada mota de oscuridad" (T-20.VI.5:2). Siempre que vemos a alguien, vemos un cuerpo. Incluso cuando observamos una característica personal o mental de una persona, vemos características asociadas a un cuerpo en particular.
Basándonos en esas características, colocamos los cuerpos que vemos en categorías. Consideramos entonces algunos cuerpos como "enemigos" cuyo rol es el de hacernos sentir miserables y consideramos algunos otros como "amigos" de quienes esperamos que nos hagan felices. Esta oscura percepción de nuestros hermanos significa no verlos en realidad; "ver oscuridad" es en realidad un oximoron, ya que la oscuridad es la condición tal que hace imposible la visión. Ver a nuestros hermanos como cuerpos nos ciega a los Grandes Rayos en ellos, grandes rayos que representan quiénes son nuestros hermanos realmente
2. Vemos honestamente la oscuridad y nos damos cuenta que no la queremos
El primer paso para salir de esta oscuridad, es simplemente mirarla sin dolor. Con la ayuda del Espíritu Santo, comenzamos "el ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a todas exactamente como lo que son" (T-15.IX.2:1). La "interferencia" representa tanto a la percepción de nuestros hermanos y sus cuerpos como a nuestra creencia que esta percepción nos dará algo que queremos.
Debemos comenzar a darnos cuenta que todo lo que nos causado la percepción no es mas que dolor. Si los cuerpos de nuestros hermanos nos han ofendido o nos han complacido, en verdad no importa. Al verlos como cuerpos, han dejado de ser seres espirituales gloriosos e ilimitados y los hemos reducido a pequeños pedazos de carne en la tabla de picar del carnicero del mundo. Y puesto que inevitablemente nos vemos a nosotros mismos de la misma forma en la que vemos a nuestros hermanos, nos hemos condenado a la misma tabla de picar. Al observar esto y comprender cuán doloroso es, tenemos una voluntad mucho mayor para abrirnos camino a través de la interferencia que nos ha cegado la visión de los Grandes Rayos.
3. Vemos una pequeña chispa de luz en nuestros hermanos
La percepción actual tanto de nuestros hermanos como de nosotros mismos es ciertamente oscura. Sin embargo, todos llevamos en nuestro interior una pequeña chispa de luz, la chispa que originalmente encendió los Grandes Rayos cuando fuimos creados. Hemos ocultado esa luz tan profundamente que "en muchos lo único que queda es la chispa" (T-10.IV.8:1). Pero cuando tenemos la voluntad de mirar más allá de la interferencia, entramos en un instante santo y así contemplamos más allá de los cuerpos de nuestros hermanos en dirección a la pequeña chispa en ellos. Nuestros ojos físicos siguen viendo cuerpos. Pero para la visión espiritual "la pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible" (T-16.VI.6:3). Comenzamos así a vislumbrar el imperceptible resplandor de la realidad de nuestros hermanos.
4. Contemplar la pequeña chispa en nuestros hermanos, revela los Grandes Rayos en toda su gloria. Esto sana a nuestros hermanos.
Vislumbrar la realidad de nuestros hermanos bien puede ser imperceptible al principio, pero no siempre habrá de ser así. "No puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo" (T-16.VI.6:3). Contemplar la chispa conduce inevitablemente a contemplar la lámpara encendida por esa chispa: los Grandes Rayos. ¿Qué podría ofrecernos la visión del cuerpo que pudiera compararse con esto? ¿Quién querría ver trozos de carne a su alrededor cuando, en su lugar, podría observar la infinita gloria de los Grandes Rayos?
Esta visión, visión de aquello que nuestros hermanos son en realidad, es la verdadera percepción, el agente de curación y así es que inevitablemente sana a nuestros hermanos. De hecho, "al percibir la chispa sanas" (T-10.IV.8:4). Al contemplar los Grandes Rayos de luz y santidad emanando desde el Cristo en nuestros hermanos, cancelamos nuestra confirmación de la percepción que ellos tienen de sí mismos como cuerpos. Al contemplar a nuestros hermanos como el Cristo a través de esta visión, les enseñamos quiénes son en realidad. ¿Cómo no podrían entonces sanar?
5. Esto nos sana a nosotros: nos hacemos concientes de los Grandes Rayos en nosotros.
Puesto que nos vemos tal como vemos a nuestros hermanos, contemplar los Grandes Rayos en nuestros hermanos conduce inevitablemente a contemplar los Grandes Rayos en nosotros mismos. La radiante luz que contemplamos en nuestros hermanos refulge desde ellos hacia nuestra mente. El hecho de ver que nuestros hermanos son santos seres de luz nos convence del hecho de que nosotros también debemos ser santos seres de luz. Al ver más allá del cuerpo de nuestros hermanos, observando quiénes son el realidad, descubrimos quiénes somos nosotros: "Yo Soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables" (L-pII.360.1:2).


Las siete referencias a la expresión "Grandes Rayos" son: T-10.IV.8:1T-15.IX.1:1T-15.IX.3:1T-16.VI.4:5T-16.VI.6:3T-18.III.8:7, y L-pII.360.1:2.

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