DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

RELACIONES ESPECIALES DE ODIO


El Curso designa como relación especial de odio a la instancia en la que elegimos a determinadas personas y proyectamos en ellas nuestra culpa no sanada ni perdonada. Toda vez que perdemos la paz y alguien nos altera, significa que nos encontramos con un espejo de lo que no está perdonado en nosotros mismos. Nuestro ego nos dice que nuestro enojo es justificado y que debemos reaccionar atacando. El Espíritu Santo nos aconseja mirar a la oscuridad oculta en el interior de nuestra mente, y llevarla ante Su luz, para que Él con su brillo la ilumine y la haga desaparecer. El Espíritu Santo constantemente nos pide que deshagamos nuestra negación, traigamos de vuelta las proyecciones a la mente y le pidamos ayuda para liberarlas.





Si la gente avara nos molesta, es que hay avaricia en nuestra mente. Si la gente colérica nos enoja, la cólera está en nuestra propia mente. Con frecuencia la forma es diferente, pero el contenido nunca lo es. Tal vez nunca hayamos manifestado enojo, pero criticamos cuando otros se enojan. Sin embargo, si observas más atentamente tu mente, encontrarás la ira, aunque puede estar fuertemente negada y controlada. Tú, que nunca fumaste, puedes decir que la gente que fuma te molesta. Pero, ¿Qué representa fumar para ti ? Tal vez sientas que los fumadores son insensibles, egoístas e indiferentes. Si honestamente miras en tu interior, encontrarás esas características en ti, aunque expresadas de manera distinta. Por eso el Curso dice: 


La ira no es más que un intento de hacer que nuestro ser se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales...

La ira nunca está justificada. El ataque no tiene fundamento.

(T-15.VII.10:3; T-30.VI.1:1-2)


Es importante notar que el Curso no condena la ira, ni dice que no debemos ceder a ella. Establece simplemente que no se justifica. Al recurrir a la ira esperamos que nuestro enemigo se sienta culpable y admita ser la causa de nuestro malestar. El problema lo tiene ahora él y no nosotros.


Todos nos valemos mucho de la ira porque tenemos la creencia mágica de que con ella obtendremos lo que queremos. Sin embargo, todo lo que conseguimos es más culpa, porque de algún modo sabemos que nuestro ataque es injustificado. Sólo atacamos en otro lo que está en nosotros mismos. Para librarnos de este aumento de culpa, el ego nos aconseja enojarnos otra vez. Así se mantiene el círculo vicioso del ego del culpa y ataque, y se mantiene viva nuestra fidelidad al ego. Esto no quiere decir que debemos reprimir nuestro enojo sólo porque ello hace real nuestra culpa. El Espíritu Santo nos pide que lo aceptemos y se lo ofrezcamos a Él, porque así Él puede liberarnos de su ilusión. Esto es difícil para la mayoría de nosotros, porque creemos que el objeto de nuestro enojo merece nuestro justificado castigo y la ira nos da la energía para llevarlo a cabo. Parece que si nos liberamos de él, el "enemigo" escapará sin su merecido.


Con frecuencia la gente cita a los Evangelios en defensa de su ira, porque, ¿Acaso Jesús no se enojó en el templo y tiró las mesas de los prestamistas ? No obstante, los Evangelios no dicen que Jesús se encolerizó. Tal vez ese día  Él eligió enseñarles con unos vigorosos golpes. Pero lo más importante es que dio sus enseñanzas directamente contra la ira en su famoso Sermón de la Montaña.

Nuestra defensa de la ira en comprensible una vez que nos damos cuenta de que el origen de nuestros problemas está en el mundo y que somos víctimas inocentes de las circunstancias. Una vez que dejemos de recurrir a la ira, también dejaremos de considerarnos víctimas, y buscaremos la guía del Espíritu Santo y no la del ego. El ego ve esto como un completo ataque a sí mismo y hará todo lo posible por hacernos encolerizar otra vez. Cuando, paso a paso, volvamos a Dios, debemos esperar esos ataques y rezar pidiendo ayuda. La ira es un arma importante del ego, porque esconde la fuente verdadera del problema de nuestra mente y hace que en cambio nos concentremos en el mundo.

EL MILAGRO DE LA AUTOCURACIÓN por Michael Dawson

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