DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

¿CUERPO, MENTE Y ESPIRITU?


En el momento de la separación, la mente pareció separase de su Fuente; se convirtió en una mente dividida y nació el ego. 

 

Al hablar de mente dividida, nos estamos refiriendo a dos mentes: Por una parte, la Mente que profesa los pensamientos de Dios y la mente, separada de El. Es en esta mente separada donde se desarrolla el ego, el yo separado. A este respecto y como condición de la existencia de estas dos mentes, UCDM distingue entre el Ser, el cual se refiere únicamente a la realidad de los pensamientos de Dios, que es la única realidad, y la existencia, que hace referencia a la mente separada, el estado ilusorio de no-ser

Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comuni­cación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones. Es un estado en el que la mente está en comunicación con todo lo que es real. En la medida en que permitas que ese estado se vea coartado, en esa misma medida estarás limitando la idea que tienes acerca de tu propia realidad, la cual se vuelve total únicamente cuando reco­noces a toda la realidad en el glorioso contexto de la verdadera relación que tiene contigo. Ésa es tu realidad. No la profanes ni la rechaces. Es tu verdadero hogar, tu verdadero templo y tu ver­dadero Ser.
(T-4.VII.4:1-8)

Podríamos considerar que somos criaturas tripartitas (cuerpo, mente y espíritu), aunque para el Curso no lo es en la forma cómo lo concibe el mundo.

Dentro de nuestra existencia, ligada al estado de no-ser, solo la mente y el cuerpo pertenecen al mundo irreal del ego. El Espíritu es Ser, y es por tanto es la única realidad. El Espíritu no se encuentra como concepto dentro de lo que sería un ser físico pues de hecho, el cuerpo se fabricó exclusivamente para excluir al Espíritu. Por tanto, el Espíritu, no juega ningún papel en lo que podríamos definir como nuestra experiencia humana.

Es por eso, que la tradicional tricotomía se convierte de esta manera en una dicotomía entre mente y cuerpo.

Ahora bien, incluso dentro de la mente, podemos distinguir tres partes. Una primera parte de la mente, que habla a favor de la separación -la voz del ego-, cuya voz solo hable del pecado, la culpa y el miedo y que hace servir las defensas para proteger su existencia. Una segunda parte cuyo mensaje es la irrealidad de la separación, -la voz del Espíritu Santo-, que solo habla del  perdón y la indefensión. Y por último, una tercera parte de la mente, -el tomador de decisiones-, que es la que se encarga de elegir entre las dos voces previas y que de hecho es la única alternativa de elección que poseemos.

La única libertad que aun nos queda en este mundo es la libertad de elegir, y la elección es siempre entre dos alternativas o voces
(C-1.7:1)


El cuerpo como tal no es más que una sombra de la mente separada, pues para protegernos de nuestra culpa y miedo, lo utiliza (el nuestro y el de otros), como medio para distraer nuestros pensamientos acerca de nuestra pecaminosa identidad que el ego ha hecho real.

La idea de la separación, proyectada como un cuerpo, jamás ha abandonado su fuente en la mente, y por tanto es en la mente donde se encuentra el problema, así como la solución. El cuerpo se convierte pues en el instrumento del ego, Jamás es el problema el cual permanece solo en la mente

Este es el origen del mundo que creemos ver. Es la voz del ego la que triunfa,  al menos en nuestra experiencia, al fabricar el mundo ilusorio que llamamos realidad, y al otorgar convencimiento de su existencia, el ego convence al Hijo de Dios que decida a favor de él en lugar de decidir a favor de Dios.

Elegir a favor del ego asegura la continuidad del yo individual y separado, con el convencimiento de haberse convertido en su propio creador. Creyéndose pecador, fabrica un cuerpo para protegerse de la imaginada ira de Dios

El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se puede corregir al ámbito de lo imposible. Pero la creencia de que es real ha hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza de curación y ser la eterna justificación del infierno. Si esto fuese cierto, lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. Y así, la Voluntad de Dios estaría dividida en dos, y toda la creación sujeta a las leyes de dos poderes contrarios, hasta que Dios llegase al límite de Su paciencia, dividiese el mundo en dos y se pusiese a Sí Mismo a cargo del ataque. De este modo Él habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su realidad y ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. Ante una imagen tan demente sólo se puede esperar una defensa igual­mente demente, pero ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.
(T-26.VII.7; 2-6)

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