Si somos estudiantes de Un Curso de Milagros®, debemos estar aprendiendo a ser obradores de milagros, ¿no es cierto? Por lo tanto nos ocupamos de dar milagros y ofrecerlos a todos los que se cruzan con nosotros, ¿no es cierto? Esa parece ser la conclusión lógica, sin duda, aunque no sabemos si realmente lo estamos haciendo. ¿Cómo es esto? Si nos preguntaran, podríamos responder:
¿Qué es un milagro, al fin de cuentas? Y si mi "única responsabilidad" como obrador de milagros es aceptar la Expiación para mí mismo (T-2.V.5.1), ¿qué es todo esto de ofrecer milagros y darlos a otros? ¿Cómo ofrezco un milagro, y por qué?
El Curso dice que deberíamos ofrecer milagros:
"En el tiempo, se te ha dicho que obres milagros tal como yo te indique, y que permitas que el Espíritu Santo te traiga aquellos que te andan buscando." (T-15.V.10.7)
"Y ofrecerás milagros debido a que eres uno con Dios." (L-pI.77.1.3)
Para entender lo que significa ofrecer un milagro, tratemos primero de entender qué es un milagro. En una parte el Curso dice, "Un milagro es una corrección que yo [Jesús]introduzco en el pensamiento falso" (T-1.I.37.1), y en otra parte, un milagro parece ser el equivalente de restituir la mentalidad recta (T-2.V.3:1-5). Estos pasajes, y otros, me han llevado a la conclusión que un milagro es la actividad de Jesús o del Espíritu Santo que cambia nuestra percepción desde falsa a verdadera. Lo típico sería que el cambio de percepción quita de nuestra mente alguna forma de culpa, permitiéndonos ver la perfecta inocencia del Hijo de Dios tanto en otros como en nosotros.
El cambio es puramente interno. ¡Aunque de todos modos, todo es interno! Como dice Fred Alan Wolf en la película ¿Qué sabemos? "No hay un 'afuera' afuera," lo mismo que afirma el Curso: "No hay nada externo a ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado." (T-18.VI.1.2) Lo que parece ser externo viene de nuestra mente (T-20.VIII.9:4-7), y así, el cambio interno inevitablemente produce un cambio en cómo vemos el mundo, y el milagro que hemos recibido termina siendo ofrecido a otros. No buscamos un cambio en el mundo, pero sí cambiamos el mundo al cambiar nuestra mentalidad.
Probablemente preguntes, "¿Bueno, si un milagro es un acto del Espíritu Santo, cómo podré ofrecérselo a otros?" El Curso a veces parece combinar ese acto del Espíritu Santo con su efecto en la mente, el cambio en nuestra percepción. Podemos ofrecer ese cambio a nuestros hermanos y hermanas. "Cada milagro que le ofreces al Hijo de Dios no es otra cosa que la verdadera percepción de un aspecto de la totalidad." (T-13.VIII.5.2)
Por ejemplo, supón que en mi mente he juzgado y condenado a alguien por mentirme. Tal vez lo haya tildado inconscientemente de pecador indigno de mi amor. Entonces, al llevarle la situación al Espíritu Santo, la luz entra a mi mente y cambia mi percepción. ¡De repente, veo que las mentiras de mi hermano no son pecados, sino un pedido de ayuda, que no exigen castigo sino… bueno… ayuda! Después de ese cambio, me encuentro con él sin juzgar. Queda claro por mis palabras o acciones que no lo juzgo. Dicho simplemente, estoy practicando el perdón. Y cuando hago eso, ofrezco un milagro a mi hermano. Con sólo abrirme a la percepción verdadera de mi hermano (que es "un aspecto de la totalidad"), me convierto en obrador de milagros.
Mi hermano previamente recibió mi impresión de que era un mentiroso. Probablemente lo haya juzgado abiertamente por sus mentiras, y él se sintió culpable por ello. Ahora, él se encuentra con que tengo una nueva percepción de él, lo cual le permite recibir esa nueva percepción en reemplazo de la anterior. Él se puede ver a sí mismo como inocente; él puede experimentar el perdón. A través de mí, el Espíritu Santo le está ofreciendo el mismo milagro que Él me ha dado a mí. Por lo tanto, en el milagro algo nos sucede, y compartimos ese algo con otros: "Das el milagro que recibes." (T-25.IX.10.1)
"Nadie puede pedirle a otro que sane. Pero puede permitirse a sí mismo ser sanado, y así ofrecerle al otro lo que él ha recibido. (T-27.V.1.7)
Ofrecer un milagro significa compartir la percepción verdadera que el Espíritu Santo nos ha dado, que es la visión de Cristo:
"Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor." (L-pII.349.Título)
Mirar con la visión de Cristo significa que no juzgamos lo que estamos viendo, y estamos llamados a ofrecer este milagro a todos. Al hacerlo no sólo los liberamos a ellos, sino que nos beneficia a nosotros:
"Ofrece el regalo de Cristo a todo el mundo y en todas partes, pues los milagros que le ofreces al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo te sintonizan con la realidad." (T-13.VIII.7.2)
Jesús me da un milagro cuando él me restituye (temporalmente al menos) a mi mente correcta, corrigiendo los errores de mi pensamiento. Yo doy el milagro a otro al aplicar o extenderles aquello que me fue dado. Los veo como el santo Hijo de Dios, a la luz de la verdad, y tal vez le diga o haga algo que le ayude a esa persona a conectarse con su propia mente correcta. Cuando ello sucede el milagro regresa a mí: "Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí" (L-pII.345.Título). Cuando le doy un milagro a un hermano, y él lo recibe, yo también lo recibo de vuelta:
"Los milagros son una forma de dar aceptación y de recibirla." (T-9.VI.6.3)
En los Evangelios, Jesús dijo, "Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante." (Lc 6:38) Lo que dan, lo reciben de vuelta multiplicado. Ustedes reciben el milagro inicial, cambiando su percepción de un hermano. Ofrecen esa percepción cambiada, mostrándole su inocencia. Cuando lo recibe, convirtiéndose en un receptor del milagro (T-2.V.3:2), el circuito del milagro se completa. Él se libera de la culpa, tú ves los resultados, y sabes que un milagro se ha obrado a través tuyo. Sabes que Dios está en ti, y por lo tanto, la sanación que sucedió en tu mente aumenta y se refuerza. Esta progresión de tres pasos ocurre una y otra vez en el Curso: recibes, das, y recibes más profundamente. "Al dar es como reconoces que has recibido" (L-pI.159.1:7).
Ofrezcamos entonces, día a día, los milagros del perdón a todos en todos lados:
Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su instante de liberación es el tuyo. Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y que recibirás. (T-15.I.12:3-4)
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