Este mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente sabes que esto es verdad. El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si hubiera un lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la voz, ni lo que ésta te recuerda. No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí, procedente de algún lugar desconocido. No es algo tan concreto que puedas decir con certeza que eres un exilado aquí. Es más bien un sentimiento persistente, no más que una leve punzada a veces, que en otras ocasiones apenas recuerdas, algo que descartas sin ningún miramiento, pero que sin duda ha de volver a rondarte otra vez.
No hay nadie que no sepa de qué estamos hablando. Sin embargo, hay quienes tratan de ahogar su sufrimiento entreteniéndose en juegos para pasar el tiempo y no sentir su tristeza: Otros prefieren negar que están tristes, y no reconocen en absoluto que se están tragando las lágrimas. Hay quienes afirman incluso que esto de lo que estamos hablando son ilusiones y que no se debe considerar más que como un sueño. Sin embargo, ¿quién podría honestamente afirmar, sin ponerse a la defensiva o engañarse a sí mismo, que no sabe de lo que estamos hablando?
Hoy hablamos en nombre de todo aquel que vaga por este mundo, pues en él no está en su hogar. Camina a la deriva enfrascado en una búsqueda interminable, buscando en la oscuridad lo que no puede hallar, y sin reconocer qué es lo que anda buscando. Construye miles de casas, pero ninguna de ellas satisface a su desasosegada mente. No se da cuenta de que las construye en vano. El hogar que anda buscando, él no lo puede construir. El Cielo no tiene sustituto.
(LE-pI.1-3)
Si esta sensación te viene una y otra vez… Enhorabuena !!! Caminas por la senda correcta. Reconoces que más allá de la forma en la que vives, existe algo diferente; un recuerdo que despierta en tu interior. El recuerdo de una forma de vivir diferente que ya casi habías olvidado. Bienaventurado seas, que tienes dentro de ti la chispa que encenderá una nueva forma de ver y entender las cosas en un nuevo Hogar.
Ahora solo es precisa tu voluntad, porque no existe fuerza lo suficientemente fuerte o digna, excepto tu propia voluntad, como para poder guiarte. Pues no puede existir confusión alguna en la mente de un Hijo de Dios al ser su voluntad, la misma que la del Padre, toda vez que la Voluntad del Padre es su Hijo y su felicidad.
Hacer la Voluntad de Dios perfectamente es el único gozo y la única paz que pueden conocerse plenamente, al ser la única función que se puede experimentar plenamente.
(T-8.3.2:1)
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