DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

EL ORIGEN DE LA CULPA


Hemos olvidado nuestro origen. El mundo que hemos creado y en el que creemos vivir no es sino una proyección de nuestra mente a través de nuestros sentidos corporales, para hacernos creer que estamos separados de nuestro creador. En este mundo experimentamos la dualidad y la separación y el correspondiente castigo que esta separación lleva implícito.



El único origen de la culpabilidad son los pensamientos de pecado que surgen como consecuencia la separación. Son estos pensamientos los que crean en nuestra mente un profundo sentimiento de culpa por la usurpación del poder de Dios. 

La condición que existía antes de la separa­ción, el Reino de los Cielos, era el verdadero hogar del Hijo de Dios. Un Reino que no es un lugar ni una condición, sino un estado mental de perfecta unicidad entre Dios y su creación, en el que nada se necesitaba y en el que se reconocía que no había nada más. Pero un día decidiste pensar por tu cuenta… Dios, al crearte te había hecho  libre, porque la libertad es amor, y fue en ese momento de libertad, cuando ya gozabas de la unidad con todo, en un instante cósmico, cuando pensaste… “Y si…” 

Ese momento de aparente individualidad, no es otra cosa que separación y dualidad. La percepción del mundo de la multiplicidad y de los infinitos sujetos y objetos que percibes. UCDM establece una clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento (extensión) y la percepción (proyección) de los cuales surgen dos sistemas opuestos de pensamiento. En el mundo del conocimiento, el mundo de la verdad, no existe ningún pensamiento más allá de Dios, porque tanto Él como el Hijo de Dios, comparten una Voluntad única, la verdad es inalterable y eterna. El mundo de la percepción, está basado en los opuestos, en la separación, el tiempo y el conflicto permanente entre todas ellas. Lo que la separación ve y oye no es más que un sueño en el que quedas atrapado, un sueño que parece real porque sólo eres capaz de ver aquello que deseas, dando por ello origen a un mundo de ilusiones.

 El uso inadecuado de la extensión -la proyección- tiene lugar cuando crees que existe en ti alguna carencia o vacuidad, y que puedes suplirla con tus propias ideas, en lugar de con la verdad. Este proceso comprende los siguientes pasos:
Primero: Crees que tu mente puede cambiar lo que Dios creó.
Segundo: Crees que lo que es perfecto puede volverse imper­fecto o deficiente.
Tercero: Crees que puedes distorsionar las creaciones de Dios, incluido tú.
Cuarto: Crees que puedes ser tu propio creador y que estás a cargo de la dirección de tu propia creación.”
 (T-2.I.1:7-12)

Creaste un sistema de pensamiento distorsionado al percibirte como un ser necesitado fabricando al ego en pos de la consecución de dichas ilusiones: El intento de tu mente de sentirte como te gustaría ser en lugar de verte como realmente eres. 

El ego cree en la separación que es constantemente representada como un enojo o una alteración de tu paz interior que siempre es una manera de revivir aquella primera ocasión en que eras perfectamente feliz en el Cielo y de repente te sentiste muy enojado, siendo ésa la primera vez que pensaste que estabas separado de Dios. Pensaste que habías “pecado” y que merecías un castigo, un castigo que te habías de infringir a ti mismo: la culpabilidad.

El plan del ego es un permanente intento de hacerte sentir mal, culpable, o atemorizado. Todo eso implica la emisión de un juicio sobre la circunstancia que te incomoda, y al juzgar haces real el pensamiento, reforzando la realidad de la separación. Son pues las respuestas y reacciones a lo que percibimos lo que confiere realidad al mundo irreal. Durante toda tu vida, desde el momento que naces, hasta el momento en que mueres recibes permanentes mensajes destinados a recordarte que dijiste o no dijiste, que hiciste o qué dejaste de hacer, qué sentiste o no. Ese sentimiento de culpabilidad oscurece nuestro bienestar, despertando en la memoria aquel momento inicial, de ese pecado irreal que se erige en el mundo de las ilusiones

En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. ¿Cómo, entonces, ibas a poder verlo? Al hacerlo invisible, surgió el mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes. Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa
(T-13.I.2:1-5)

Pero en realidad esto nunca ha sucedido. Todo es un sueño. Un sueño demente en el que nuestro Creador nos espera al final de nuestros días, dispuesto a inflingirnos un terrible castigo por ese “pecado” que cometimos. Sueñas con un mundo donde la pérdida, la destrucción y la muerte son inevitables, y este mundo, el que percibimos a través de nuestros ojos, es el mundo en el que creemos que podemos escapar del castigo, es, el chivo expiatorio de nuestra “culpa imaginaria”.

“La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido sólo tuvo lugar en ilusiones, y todos sus "pecados" no son sino el producto de su propia imaginación. Su realidad es eternamente inmacu­lada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado. En sus sueños se ha traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que tiene lugar en sueños no tiene lugar real­mente. Es imposible convencer al que sueña de que esto es así, pues los sueños son lo que son debido a la ilusión de que son rea­les. Sólo al despertar se libera uno completamente de ellos, pues sólo entonces resulta perfectamente evidente el hecho de que no afectaron en modo alguno la realidad y de que no la han cam­biado”.
(T-17.I.1:1-7)

La regla de oro para evitar la culpa:
No les hagas a otros, lo que no deseas que te hagan a ti mismo

La regla de diamante para deshacer la culpa:
Haz a otros lo que te gustaría que te hicieran a ti mismo

2 comentarios:

Vos sos un iletrado, la culpa es un elemento de dominacion de masas y no se explica a través de un libro de fabulas. No reces porque algún día te vas a dar cuenta que dios no existe.

 

Querido hermano:
Se agradece tu comentario, pues todos son aceptados y respetados.
Tus juicios acerca de mi, y del libro (a los que por supuesto, no conoces) no son más que una manifestación y una proyección de lo que piensas de ti mismo.
Namasté

 

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