La relación
de amor especial es el arma principal del ego para impedir que llegues al
Cielo... no es más que un pobre substituto de lo que en verdad – y no en
ilusiones –
te completa.
(T-16.V.2:3
y IV.8:4)
Durante nuestra vida
generalmente pasamos mucho tiempo dentro de relaciones dependientes y de
necesidad.
Puede ser con nuestros
padres, amigos, amantes, hijos, empleadores o cualquier otro que pensemos que
cumplirá con nuestras necesidades. También creamos dependencia con la comida,
dinero, bebida, cigarrillos, libros, autos, ropa y otras cosas materiales.
Todo esto está basado en
la idea que la felicidad debe estar en lo externo, en el mundo de las formas
del ego. El curso se refiere a estas formas como ídolos que están hechos para
reemplazar el amor que Dios siente por nosotros.
¿Qué es lo que nos impulsa
a mirar afuera en busca de paz y dicha? Cuando rompimos nuestra conexión
consciente con nuestro hogar en el Cielo, nos quedamos con un terrible vacío en
la mente. El Curso lo llama “el principio de escasez”. Sentimos que nos faltaba
algo muy importante en la vida pero no éramos conscientes de lo que era.
El mecanismo del ego de la
negación nos permitió esconder nuestra culpa pero también quitó el recuerdo del
hogar. Pero no pudimos olvidarnos completamente de Dios y Su Reino, así que
queda un recuerdo tenue y evocador.
Este mundo
en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente sabes que
esto es verdad. El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si hubiera un
lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la voz, ni lo que ésta te
recuerda. No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí, procedente de
algún lugar desconocido.
(L-pI.182.1:1-4)
Le pedimos al ego su consejo
y nos dice que sí, que hay algo que falta en nosotros y que la única solución
para nuestro suplicio es mirar fuera de la mente y encontrarlo en el mundo. La
solución que el ego ofrece nos conduce hacia el mundo externo, lejos del amor
del Espíritu Santo en la mente, y eso asegura la continuidad del ego.
Ahora nos
embarcamos en una búsqueda inútil de la felicidad donde nunca podrá ser
encontrada. Debes haber notado una descollante característica en todo fin que
el ego haya aceptado como propio. Cuando lo alcanzas te deja insatisfecho.
(T-8.VIII.2:5-6)
Nuestra pobreza espiritual
se puede traducir en la búsqueda de dinero. Sin embargo, parece que nunca es
suficiente para satisfacernos. Cuando compramos ropa nueva, al principio nos
satisface pero luego vemos otra prenda que es más atractiva que la anterior y
ahora queremos esa. O tal vez traduzcamos nuestra necesidad de reunirnos con
Dios como la necesidad de unirnos sexualmente con otro cuerpo. Sentimos que la
unión sexual frecuente será un sustituto satisfactorio para la unión
espiritual.
No se quiere insinuar que
todo lo anterior quiere decir que el mundo de las formas del ego sea pecaminoso
y que se debe evitar.
Esto le daría ‘realidad al
error’ y nos conduciría al ascetismo y auto degradación. El que nos
concentremos en nuestra falta de merecimiento o escapemos en busca de placer
cumple con el objetivo del ego de mantenernos culpables y absorbidos por el
mundo.
Para el Espíritu Santo, el
mundo no es más que un aula de experiencia donde, en vez de encontrar culpa,
podremos aprender el perdón y comenzar a despertarnos del sueño de separación.
Hace falta estar ‘en el mundo pero no ser de él’, estar en el camino medio que
Buda enseñó hace 2.500 años.
No hay como las relaciones
para hacernos conscientes de todo lo que necesita curarse y perdonarse en la
mente, no importa la forma que tenga la relación. Sin el espejo de la relación,
nuestra culpa sería difícil de descubrir. Todas nuestras relaciones deben
comenzar con el objetivo de cumplir las necesidades del ego.
Dirigir el amor
incondicional a una persona es una contradicción de términos. Cuando finalmente
despertamos a lo que realmente somos, nuestro amor se extenderá a todos por
igual y sin excepción. Por lo tanto necesitamos las relaciones de este mundo
para aprender el perdón.
Miremos más de cerca de lo
que sucede en una relación especial de amor. Nuestro ejemplo será la relación
dependiente entre dos amantes. Sin embargo lo que estamos por explorar se
aplicará a todas las formas de relación que estén basados en la necesidad.
Sentimos el dolor y el vacío interno y buscamos a alguien que lo llene. Es como
si tuviéramos un hoyo sin fondo en el corazón que esperamos poder llenar con
algo externo. Buscamos a alguien especial, con características especiales.
El ego siempre es muy selectivo
y nos preparará una lista de compras adecuada. En esta lista se incluirá el
tipo de cuerpo y características que necesitamos que tenga nuestra pareja – su
edad, forma, color y grado de belleza, y si tendrá sentido del humor y es
bondadosa, sensible y considerada.
La relación
especial no significa nada sin un cuerpo. Si le atribuyes valor a la relación especial,
tienes que atribuírselo también al cuerpo. Y no podrás sino conservar aquellos a
lo que atribuyas valor. La relación especial es un
recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar
la percepción que tienes de los demás a los suyos.
(T-16.VI.4:1-4)
Las
Relaciones Especiales Fomentan La Culpa
Tal vez estamos
buscando un ‘padre protector’ o una ‘madre bondadosa’ que nos cuide. Por otro lado
tal vez queramos un ‘niño dependiente’ para que sintamos que alguien nos
necesita y que tenemos a quien rescatar.
Cuando
encontramos a alguien que coincide con nuestras necesidades (que cumple con
nuestra lista de compras) y también cumplimos con sus necesidades, se forma una
relación especial de amor. La fase inicial muchas veces se llama la etapa de
luna de miel, ya que la pareja siente felicidad, que por fin sus hoyos sin
fondo se han llenado. Dicen que se han enamorado o llenado de amor, pero la
realidad es que
se han colmado
de necesidades.
Mientras que ambas
partes mutuamente cumplen con las necesidades del otro, la pareja no se da
cuenta que esta relación no es más que otra relación especial de odio envuelto
en un embalaje atractivo. Nuestra pareja continuamente nos recuerda nuestra
sensación de falta de valía por el mismo hecho de estar usándola para llenar
nuestro hoyo sin fondo. Odiamos esta falta de valía y culpa y por lo tanto
debemos odiar al que nos lo hace recordar. Nuestra dependencia de nuestra pareja
nos hace despreciarla ya que odiamos tener que depender de otro.
De esta forma
la relación especial termina aumentando nuestro dolor y vacío en vez de reduciéndolo
como habíamos esperado inconscientemente al principio. Se ve claramente el
objetivo de todas las relaciones especiales, tanto de odio como de amor, que no
es más que crear culpa y así mantener nuestra creencia en el ego.
Sin
embargo, mientras más detenidamente examines la relación especial, más claro te
resultará que no puede sino fomentar la culpabilidad, y que, por lo tanto, no puede
sino aprisionar.
(T-16.VI.3:4)
Buscar La
Guía Del Espíritu Santo
El ego nos ha
dicho que somos pecadores y que nuestra culpa es la prueba de que tiene razón. Cuando
nuestras necesidades ya no se satisfacen, el odio soterrado que le tenemos a
nuestra pareja sale a la superficie y el ego nos dice que lo proyectemos sobre ella.
Una vez más
nuestra ira parece justificada a medida que intentamos que se satisfagan
nuestras necesidades haciendo que nuestra pareja se sienta culpable. “¡Me dijiste
que me amabas pero mira como me tratas!” es una treta común del ego. Aun cuando
la relación se compone y se reconcilian, se ha plantado una semilla de duda en
este punto. Esto se incrementará cada vez que haya una pelea y se registra una
duda acerca del futuro de la relación.
En este punto,
el ego puede aconsejar que encontremos otra pareja más apropiada. Este ciclo se
puede repetir una y otra vez al cambiar continuamente de pareja y no obstante surge
el mismo patrón.
Pero también
está disponible la orientación del Espíritu Santo, si la deseamos. Si lo consultamos
en cualquier punto de este ciclo, Él nos dirá que cambiemos el objetivo de
nuestra relación, de especial a santa, para que podamos aprender Sus lecciones de
perdón.
Michael Daawson es estudiante del Curso desde 1982,
habiendo ofrecido talleres en el Reino Unido y otros países durante 8 ochos. Dirigió
el Departamento de Sanación de la Fundación Findhorn y es autor del libro
"Healing The Cause", disponible en castellano bajo el título "El
Milagro De La Autocuración". Recientemente se ha mudado a Australia y
desde su nuevo sitio, ofrece artículos y talleres para encontrar la paz interior
a través de Un Curso de Milagros.
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