Una
de las ilusiones de las que queremos deshacernos es la creencia de que
podríamos perder a alguien que amamos. Si todos somos aspectos de la
misma alma, ¿cómo podríamos perder a alguien? Aferrarse a una relación
que no funciona es la excusa del ego para mantener un sentido de
separación. No hay una sola razón para insistir en una relación en la
que no podemos permanecer centrados y equilibrados. Algunas enseñanzas
pretenden convencernos del valor del estoicismo o la “fuerza espiritual”. Por eso, nos inclinamos a decir: “Pues, yo podría hacer esto. Voy a
ponerme en la peor situación que me pueda imaginar y luego me saldré de
ella, para probar que soy un maestro”. Ningún maestro nos dijo que lo
hiciéramos así; tampoco nos dijeron que teníamos que hacernos la vida
difícil. Superar la dificultad es un sendero kármico. Liberarse es el
sendero de la transformación y la relajación.
Todos
iniciamos relaciones porque vemos que el otro tiene algún valor. Por
consiguiente, tendemos a creer que si no toleramos la basura, perderemos
la relación y el valor que tenía originalmente. Las relaciones no se
tratan de la interacción de personas separadas, sino de descubrir la
unicidad. Son un juego con espejos, y son para sanar al ser. Por eso, no
querríamos enredarnos con la deshonestidad, pensamientos ni
sentimientos ocultos ni cualquier otra forma de separación. Pretender
que creemos en la separación cuando ya sabemos que no existe es una
forma de negación: negar que soy yo el que necesita ser sanado...
Nosotros
queremos sanar realmente o, si no, no nos hubiéramos matriculado en la
escuela tierra. Pretender que somos víctimas de los estados de ánimo o
de las conductas ajenas es una táctica del ego para retrasar nuestro
retorno a la unicidad. El ego es un estado de separatividad, y su
instinto de supervivencia exige que demoremos nuestra curación. Para
lograrlo, tal vez nos diga que podemos herir a nuestro compañero si
somos francos. La franqueza debe basarse en la bondad y en nuestro deseo
de ser inofensivo. Pero cualquier expresión de pensamientos o
sentimientos originados en el amor y la bondad conducirá a la sanación.
Quienes se pasan la vida tratando de no herir los sentimientos de los
demás, la desperdician. Y ya sabemos cómo funciona el karma: esa misma
pareja volverá a encontrarse en la próxima vida y la siguiente, hasta
que renuncien a la negación.
Aquí,
una anotación: el ego es solapado. Ya se sabe que es dado a disfrazar
sus ataques como “franqueza”. Decir algo que haga reaccionar a otro
porque sí y no porque se esté buscando su curación no es sinceridad. Por
ejemplo, ¿qué necesidad hay de hacer un recuento de las conquistas
sexuales pasadas al compañero dizque por honestidad?
Un curso de milagros dice
que la iluminación es la cosa más terrible a la que tendremos que
enfrentarnos. La sinceridad en las relaciones es la muestra perfecta. Al
principio, la franqueza no sólo es arriesgada, sino aterradora. El ego
confunde la sinceridad con ataque. Pero no podemos permanecer en
negación para siempre; en algún momento, tendremos que ser honestos con
nosotros mismos y ¿por qué no en esta vida? ¿Por qué no ahora?
Hemos
sido arrojados a este planeta con casi siete mil millones de almas,
donde se nos obliga a trabajar en las relaciones, aunque la mayoría no
lo hace conscientemente. Eso significa que estamos intentando permanecer
conscientes de lo que es útil para nuestro crecimiento personal. Cuando
vivimos conscientemente, nuestra responsabilidad con cada relación es
que alcancemos el equilibrio, la paz y la felicidad en el tiempo más
breve posible.
Todo
lo que no nos agrada de nosotros mismos es, precisamente, de lo que nos
quejamos en los demás. Así funcionan los espejos. Si la forma como
alguien se viste, conduce o come o cría a sus hijos nos fastidia, es el
reflejo perfecto y total de algo que no apreciamos de las partes no
exploradas de nuestro propio ser.
Podemos
leer libros de autoayuda y buscar respuestas en los patrones comunes de
la humanidad y, seguramente, mejorará nuestra percepción. Pero el
asunto va más allá, ya que nuestros patrones no se originaron en esta
vida.
No existe una sola relación en este mundo que no sea kármica. Eso
quiere decir que casi el ciento por ciento de los problemas que tenemos
con los demás se generaron en otra realidad. Ésta es esa próxima vida,
la repetición de la última en la que no quisimos ser francos, pacíficos
ni amorosos. Podemos intentar volver a nuestra infancia y a la relación
con nuestros padres, pero puesto que estos problemas vienen de otra
vida, no descubriremos todas las respuestas examinando únicamente las
conductas y las emociones obvias.
Afortunadamente,
al tiempo que la energía acuariana se infiltra en nuestro planeta, la
sociedad en general ha empezado a conceder credibilidad a la consejería y
a la revelación de problemas emocionales. Para muchos, encontrar a un
oyente imparcial, que obviamente está ahí para ayudar, es un avance que
produce resultados asombrosos. Muchos terapeutas experimentados han
logrado combinar lo mejor de los tratamientos emocionales convencionales
con percepciones intuitivas sobre la “vida emocional pasada” de un
individuo, con el resultado de que basta un número reducido de sesiones,
en un breve periodo, para producir sanaciones maravillosas.
Si
una persona siente que una ayuda terapéutica “no convencional” le
serviría para tratar las ramificaciones emocionales de una relación, hoy
cuenta con muchos métodos rápidos para llegar a la raíz de la
dificultad y resolverla. Estas técnicas asumen que la vida y todas
nuestras relaciones tienen millones de años de antigüedad, e incluyen
cosas como las regresiones, el “re-nacimiento”, lo que Sandra Ingerman
llama “recuperación del alma”, seminarios para grupos grandes como Insight, y los talleres de Patricia Sun.
Con
frecuencia, las apreciaciones kármicas alcanzadas a través de algún
proceso intuitivo proveen la información suficiente para que la persona
en cuestión encuentre la razón de su situación actual. O este individuo
podría ver que la situación actual no es “injusta” puesto que la
historia contenía más ingredientes de los que conocía. Muchas veces,
entienden que no han sido las víctimas de otros, sino los participantes
de una obra cósmica cuya intención era la curación y el perdón del ser.
Todo lo anterior puede proporcionarle a la mente lógica motivos
suficientes para liberar la ira y el resentimiento, para perdonar.
Nosotros,
como estudiantes del autodesarrollo, debemos recordar que si escogemos
métodos “no convencionales” de aproximarnos a nuestra propia curación,
demostramos que nos queda un poco de ego cuando decimos: “Pero ya sabes
que quien realmente necesita esto es Juan o Luis o María”. Estamos aquí
para sanarnos a nosotros mismos, no para imponer nuestras panaceas a los
demás. Y si tratáramos de arreglar a los demás, probablemente
terminarían señalando que tal como hay “adictos a las terapias”, también
hay “adictos a la regresión”.
Cuando
asumimos la responsabilidad de nuestras propias vidas, también nos
responsabilizamos de nuestros problemas. Ustedes y yo hemos andado un
camino tortuoso para llegar al lugar desde donde podemos declarar algo
como esto sin sentirnos abrumados por la culpa de crear el caos y no
retroceder a la negación y a la proyección de la culpa “allá afuera”.
Nos estamos poniendo al día: no hay culpa, no hay faltas, sólo imágenes
reflejadas por nuestros compañeros kármicos. Nuestra función es sanar
esas imágenes para nuestro propio beneficio. Con este conocimiento,
podemos evitar todo intento de “reparar” a nuestros compañeros y, en
cambio, ofrecer aceptación y comprensión.
PAXTON ROBEY
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