En un curso de
milagros se establece claramente dos
únicas posibilidades para las emociones: el amor y el miedo. Ambas son
contrapuestas y el experimentar una de ellas implica la imposibilidad de
experimentar la otra. Es decir si percibimos las cosas o los comportamientos
sin amor, será resultado del miedo a que nos hagan daño. Ello implica la
creencia a pensar que no podemos controlar nuestras vidas.
El estar enfadados
con alguien, implica la creencia de que yo soy el inocente y tú el culpable y
la razón por la que yo me siento así. La culpabilidad siempre afirma: “Tú estás
equivocado y yo tengo la razón. Estoy furioso porque tu comportamiento
inapropiado me hace daño”. Eso te convierte en el blanco de mis ataques que por
supuesto están plenamente justificados en razón de lo que me has hecho y de
cómo me siento por tu culpa.
El "razonamiento" que da lugar al mundo, sobre el que descansa y
mediante el cual se mantiene vigente, es simplemente éste: "Tú eres la
causa de lo que yo hago. Tu sola presencia justifica mi ira, y existes y piensas aparte de mí. Yo debo ser el inocente, ya que eres tú el que ataca. Y lo que me hace sufrir son tus ataques". (T-27.VII:1-4)
Si no queremos
sentir más dolor y sufrimiento, tenemos que ser responsables de nuestros
propios pensamientos y estar dispuestos
a decir: “Yo soy responsable de mi propia realidad, y tal como me siento es a
causa de mis decisiones. Reconozco en mi la causa del problema y por lo tanto
es en mí donde voy a buscar la solución al
mismo, en lugar de tratar de culpar a los demás”...
En múltiples
ocasiones los conflictos se hacen interminables, porque permitimos una
retroalimentación a través del sistema de acción/reacción (tu me atacas… yo me
defiendo y contraataco). El hecho de permitir que una persona altere nuestro
equilibrio interno es que creemos en la necesidad de defendernos.
La primera ley metafísica
o ley de la causalidad, afirma que los pensamientos son cosas. También UCDM
hace referencia a esta circunstancia:
"No hay pensamientos neutros (…)
No hay pensamientos fútiles. Todo pensamiento genera forma en algún
nivel".
Si mantenemos la
imagen de un comportamiento inadecuado sin pasarla por el tamiz del perdón garantizamos
que también habrá conflicto mañana. Estamos trasportando nuestras experiencias
pasadas al futuro, obviando el momento presente; lo que nos enoja no es lo que
creemos. El Curso afirma: “Nunca
estoy enojado por la razón que creo”.
Pero ante una
relación de conflicto Un curso de milagros encuentra una solución para
salir siempre airoso. Una manifestación de amor es siempre lo que es y no puede
ser otra cosa, pero en cambio, cualquier manifestación de ira es una petición
de amor de tu hermano, lo que viene a significar que la otra persona no está
tratando en realidad de hacernos daño con sus ataques; sólo quiere sentirse
amada y trata de obtener amor fuera de sí misma. Es por tanto una oportunidad
para a través del perdón ver la situación de otra manera, en cuanto si en lugar
de ataque, entregas amor, eso es lo que recibirás ( dar y recibir es lo mismo)
El Curso pregunta:
“Qué prefieres: ¿ser feliz o tener la razón”? Hay que escoger porque no pueden
ser las dos cosas a la vez.
De modo práctico:
Se trata de asumir mi propia responsabilidad en la reacción de otro ante ti;
asumir que mi responsabilidad recae en la interpretación que estoy haciendo del
hecho por el que me siento atacado. Por lo tanto si se trata de una
interpretación, tan solo es un error de pensamiento que es lo único por lo que
debes sentirte responsable.
Pero lo errores,
no son pecados, y como tales solo requieren corrección. ¿Cual es el origen del
problema? La única razón por la que quieres dañarte es porque te sientes
culpable. Siempre es lo mismo, es un error de identidad.
Olvidamos que
somos uno con Dios y el ego se complace en el miedo pues lo mantiene vivo, y la
mejor forma de hacerlo es recurrir a la proyección de tus propias emociones
negativas hacia otros, con el fin de no asumir su responsabilidad, de modo que
una vez somos capaces de visualizar nuestros propios errores en el otro, se
justifique nuestro ataque contra nosotros mismos.
El conflicto no
se puede superar corrigiendo los errores de otros. La única manera de terminar
un patrón repetitivo de conflicto es rehusándose a participar, reconociendo nuestra
conexión con la fuente de infinito poder, un estado del ser que no necesita
protección y en el que elegimos la paz en contraposición a la guerra.
El primer ataque contra ti mismo tuvo lugar cuando te separaste de tu hermano. Y de esto es de lo que el mundo da testimonio. No busques otra causa, ni recurras a las poderosas legiones de sus testigos para deshacerla (T-27.VII.6:4-6)
Ello nos pone al
cargo de nuestro propio destino pues evitamos que aquel que nos ataca, reconozca
que nos sentimos humillados, pues gran parte de su seguridad depende del conocimiento
de nuestras reacciones predecibles, y por tanto se ponga al mando de nuestras emociones.
Además al romper las reglas tradicionales al escoger la paz y abandonar el ataque
y la defensa, su sistema de creencias se hace añicos: Si mantenemos nuestra
paz, su ira terminará desapareciendo.
Seremos
testimonios de la paz de Dios, y en nuestro pacífico estado y se convertirán en
estudiantes de la paz, como estaba escrito en sus contratos. El amor siempre
funciona.
El
que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz tan profunda y
serena, tan imperturbable y completamente inalterable, que no hay nada
en el mundo que sea comparable. Las comparaciones cesan ante esa paz. Y
el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz lo envuelve y
lo transporta dulcemente hasta la verdad, para ya nunca volver a ser la
morada del temor. Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo al concederle la paz de Cristo. (LE-pII.305.1:1-4)
No veas a tu
hermano como un enemigo, reconoce que es tu percepción la que debemos reparar.
Si la percepción creó la dificultad, la percepción la sanará. Tu única
responsabilidad en este mundo es estar alerta de tus errores de pensamiento y
sacarlos a la luz y llevarlos a tu
conciencia. Tras eso, el deshacerlos no te corresponde a ti. Dios ha puesto a
quien ha de hacerlo. Cualquier manifestación
de ira es un llamado de amor, y tú has ofrecido amor en lugar de conflicto, y
al hacerlo sólo tú eres responsable de permitir que tu vida refleje
pensamientos reales de felicidad, autoestima, liberación.
Esa es tu única responsabilidad
y a la vez tu derecho.
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