DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LOS DOCE PASOS DEL PERDON: DÉCIMO PASO Date cuenta de que todo está bien como está P. Ferrini








DÉCIMO PASO





Date cuenta de que todo está bien como está
 


Cuando Un Curso de Milagros nos pide que «elijamos de nuevo», nos invita a cambiar nuestra percepción, a ver las cosas de otra manera. Nos pide que reconozcamos la desigualdad y que elijamos la igualdad. Nos pide que reconozcamos nuestro miedo y que comprendamos que lo que queremos es amor.



Y si no podemos cambiar nuestra percepción, y si no podemos ver que lo que queremos es amor, entonces nos pide que simplemente tomemos conciencia de que no podemos. La conciencia siempre es suficiente. Todo este proceso está relacionado con expandir nuestra conciencia. Mientras sea consciente de que tengo elección, no importa que no sea capaz de elegir el amor. ¿Puedes aceptar esto?



El ego quiere decir: «Eres una persona inmunda. Has vuelto a fracasar. Te has olvidado de elegir el amor. Nunca vas a hacer las cosas bien».



Todos sabemos que vamos a escuchar esta voz. Pero, detrás de ella, también hay otra voz que dice: «Está bien. No te preocupes. Simplemente sé consciente. Todo está bien».



Sabemos que ésta es la voz del Espíritu porque nos honra, y también honra a todas las demás personas que participan en nuestro drama. No nos ensalza a expensas de otros, ni nos hunde a nosotros para elevar a otros. Lo que nos dice es: «Está bien. Tú juzgaste. Él se sintió ofendido y atacado. Tu devolviste el ataque. Ahora los dos os sentís fatal.

Simplemente sé consciente de lo ocurrido. No hace falta juzgarlo».



Según el Espíritu, no tengo que estar siempre en lo correcto para ser aceptable. Soy aceptable aunque cometa errores. Incluso soy aceptable cuando cometo el mismo error dos o tres veces. Y también lo es mi hermano o mi hermana.



Hay una norma para todos nosotros y esa norma es: «Los errores forman parte del proceso de aprendizaje, y el perdón también». El juicio y la culpa son falsas interpretaciones no sólo de lo ocurrido, sino también de para qué sirve.



Todo lo que ocurre en nuestras vidas sólo tiene una intención: retirar los impedimentos a la presencia del amor, disolver los obstáculos a la paz. Cada esfuerzo, cada pelea en la que derribamos a alguien no es sino una herramienta para despertar, un recordatorio de que volvamos a elegir.



Cuando nos sentimos encolerizados, cuando sentimos que estamos siendo injustamente castigados o que se están aprovechando de nosotros, tenemos que recordar esto. Siempre hay algo que aprender, algo que soltar, algo que agradecer.



¿Cómo podría el amor ser un ataque? Si el estado básico de la creación es un estado de amor, entonces, incluso cuando nos sentimos atacados, el amor está presente. Incluso en medio de nuestro sufrimiento la paz es posible.



Cada momento de nuestra vida es un momento que nos pide algún gesto de perdón. Cada vez que nos juzgamos a nosotros mismos o a otros, cada vez que sentimos miedo y atacamos, cada vez que queremos atacar pero nos obligamos a no hacerlo, cada vez que justificamos nuestro ataque o nuestra defensa, se nos pide que perdonemos. Pero ¿qué significa esto?



Significa que tengo que empezar por darme cuenta de que, como quiera que me sienta ahora mismo, así es como me siento ahora. Es posible que me haya sentido así en el pasado, pero eso no hace que esto sea más real de lo que fue aquello.



Usar el pasado para justificar mi ira no hace sino reforzarla. De modo que debo dejar el pasado en paz.



No traigo el pasado al presente y no llevo el presente al futuro. Simplemente acepto el presente tal como es. Eso es perdón.



No es algo esotérico. Simplemente dejo ser a lo que es. No lucho contra ello. No intento cambiarlo. Simplemente lo dejo ser. Le dejo estar conmigo y me permito estar con ello.



Soy como un fabricante de vinos. Mi experiencia es como un vino que pongo en el tonel de la aceptación y lo dejo envejecer. Con el tiempo, la aceptación madura en entendimiento. Con el tiempo, mi experiencia se convierte en una verdad viviente que me guía e inspira a otros.



Esto exige mucha paciencia. Significa que tengo que reconocer que el vino será mucho mejor cuando haya envejecido. Si lo bebo demasiado pronto, antes de haber vivido con él, mi experiencia no podrá enseñarme. Sólo reforzará lo que he aprendido en el pasado, y es posible que buena parte de ello ya no sea relevante.



Tengo que reconocer que el cambio no es malo. Es un proceso de maduración. Si yo no cambiara, no maduraría. Si no me quedara con mi experiencia, no aprendería de ella.



Mientras siga invirtiendo en dejarlo todo igual, no puedo beneficiarme de las lecciones que la vida me ofrece espontáneamente. Tengo que estar dispuesto a cambiar. Pero no debo ser tan orgulloso como para pensar que sé en qué dirección se ha de producir el cambio.



Eso no puedo saberlo. Eso no debería saberlo. Eso viene de lo desconocido, de más allá de mí, o de un lugar tan profundo dentro de mí que no lo reconozco. Viene a través de mí y me transforma al atravesarme.



Saber que todo está bien es confiar en el proceso, traiga lo que traiga. Significa que sé que mi Creadora me ama y que está conmigo en todos mis empeños. Ella no puede interferir en mis lecciones porque no las creó.



Ella simplemente es mi testigo, tal como yo soy el suyo. Nada más y nada menos.


0 comentarios:

Publicar un comentario