DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LA DESAPARICION DEL MUNDO


Sin duda, el concepto más difícil de comprender del curso es el hecho de la desaparición del mundo: El mundo no existe.

“¡ El mundo no existe ¡ Este es el pensamiento básico que este curso se propone enseñar” (L.pI.132.6:2-3)



Un Curso de Milagros es inequívoco al señalar que Dios no creo el universo físico:

“El mundo que ves no es más que la ilusión de un mundo. Dios no lo creó, pues lo que el crea tiene que ser tan tereno como Él. En el mundo que ves, no obstante, no hay nada que haya de perdurar para siempre. Algunas cosas durarán en el tiempo más que otras. Pero llegará el momento en el que a todo lo visible le llegue su fin” (C-4.1)

El mundo no es sino una ilusión creada por el ego. El ego proyecta fragmentos del pensamiento de separación –nacido de la culpa- más allá de sí mismo, fabricando el mundo. Toma aquello que le resulta aterrador e inaceptable y lo proyecta, y de esta manera fabrica un yo o un objeto específico que se percibe, experimenta y al que se otorga realidad fuera de él. Dado que, Las ideas no abandonan su fuente, y sus efectos sólo dan la impresión de estar separados de ellas” (T-26.VII.4.7), aquello hacia lo cual se separa, permanece unido con aquello de lo que se separó. Por lo tanto, el sistema de pensamiento de separación – pecado, culpa y miedo- se proyecta como un mundo que se cree real e independiente de la mente que lo ha originado.

Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido.”(T-3.VI.2.6)

Esta situación ilusoria que es el mundo, tiene por parte del ego el único propósito de confundirnos acerca de la unidad de nuestra verdadera realidad. Proyectados desde la mente, el ego continúa fragmentando en un número infinito de formas individuales (cuerpos, objetos, animales…) y al igual que en un proceso de división celular en el que dos células y mediante una serie de divisiones celulares acaban por constituir un cuerpo macroscópico, así se construye el mundo, ocultando y protegiendo bajo capas y capas el pensamiento inicial de separación y culpabilidad...



Tal vez te sorprenda oír cuán diferente es la realidad de eso que ves. No te das cuenta de la magnitud de ese único error. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino sur­gir un mundo totalmente irreal. ¿Qué otra cosa si no podía haber surgido de él? A medida que empieces a examinar sus aspectos fragmentados te darás cuenta de que son bastante temibles. Pero nada que hayas visto puede ni remotamente empezar a mostrarte la enormidad del error original, el cual pareció expulsarte del Cielo, fragmentar el conocimiento convirtiéndolo en inútiles añi­cos de percepciones desunidas y forzarte a llevar a cabo más sus­tituciones.(T-18.I.5:1-6)

Toda la estructura de pensamiento del ego, esta basada en la existencia de este mundo, un mundo irreal con todo el sufrimiento, miedos y ansiedades, no es sino una expresión del pensamiento de separación que constituye un ataque a Dios. 

Ésa fue la primera proyección del error al exterior. El mundo surgió para ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó, la cual se interpuso entre la verdad y tú. (T-18.I.6:1-2)

Un mundo en el que todo cambia, en un estado de permanente fluctuación que dista mucho de ser perfecto, habitado por cuerpos, que se separan de todas las cosas, y limitan la comunicación entre nosotros en contraposición al Cielo de Dios en el que todo es informe, eterno, inmutable, ilimitado y perfecto. Su propósito es retener la individualidad, desviando la atención de la mente, los problemas y la verdadera causa del sufrimiento, fuera de sí misma, lejos de los orígenes pecaminosos de la mente, allí donde no hay solución posible.

El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloque­cido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel.

Si éste fuese el mundo real, Dios sería ciertamente cruel. Pues ningún Padre podría someter a Sus hijos a eso como pago por la salvación y al mismo tiempo ser amoroso.” T-13.Int.2-3:1-2)

El mundo no es sino un sueño al que nos hemos acostumbrado. Nunca ponemos en tela de juicio el mundo que vemos. Nunca cues­tionamos lo que nos muestran nuestros sentidos. Tampoco nos preguntamos cual es la razón por la que nuestra confianza es ciega en nuestros sentidos hace mucho tiempo que te diste cuenta de que los sentidos engañan. Nuestra creencia en la verdad que muestran es todavía más extraño si nos detenemos a pensar con cuánta frecuencia su testimonio ha sido erróneo. ¿Cuál es la razón de nuestra demente confianza? ¿No será por la duda subyacente que deseas ocultar tras un alarde de certeza?

“Examina el reino que fabricaste y juzga su valor imparcialmente. ¿Es acaso digno de ser la morada de una criatura de Dios? ¿Protege tal mundo su paz e irradia amor sobre ella? ¿Evita acaso que su corazón se vea afectado por el miedo, y le permite dar siempre sin experimentar ninguna sensación de pérdida? ¿Le enseña que esa forma de dar es su dicha, y que Dios Mismo le agradece lo que da? Ése es el único ambiente en el que puedes ser feliz. Tú no lo puedes "crear", como tampoco puedes "crearte" a ti mismo. Fue creado para ti, tal como tú fuiste creado para él”. (T-7.XI.3:1-8)

El mundo no significa nada, es la mente la que le tiene que otorgar un verdadero significado, pues la percepción de lo que vemos no es más que la representación de nuestros deseos, de modo que podamos verlos y creer en ellos.

 “Tal vez pienses que no fuiste tú quien construyó este mundo, sino que viniste en contra de tu voluntad a lo que ya estaba hecho, un mundo que no estaba precisamente esperando a que tus pensa­mientos le confiriesen significado. Pero la verdad es que encon­traste exactamente lo que andabas buscando cuando viniste”(LE-pI.132.4:4-5)

Por tanto, ¿como se puede juzgar? Tus juicios se basan en el testimo­nio que te ofrecen los sentidos. No obstante, jamás hubo testi­monio más falso que ése. Tienes una fe ciega en lo que tus ojos y tus oídos te informan. Crees que lo que tus dedos tocan es real y que lo que encierran en su puño es la verdad. Esto es lo único que entiendes, y lo que consideras más real que aquello de lo que da testimonio la Voz que habla por Dios.

Esa Voz da testimonio de que “eres tal como Dios te creó”. No existe un lugar en el que puedas sufrir, ni nada que pueda alterar nuestra eterna condición como espíritus. El mundo no existe más allá de la mente, porque las ideas no abandonan su fuente, y si soy tal como Dios me creó, no puedo estar separado de Él ni fabricar algo que no comparta su intemporalidad y su amor. Si yo soy real, el mundo que estoy viendo es falso, pues lo que Dios crearía es diferente al mundo que percibo desde cualquier punto de vista.

“El mundo no existe porque es un pensamiento separado de Dios, concebido para separar al Padre del Hijo y aislar una parte de Dios Mismo, destruyendo de esta manera Su Plenitud. ¿Podría acaso ser real un mundo que emana de esta idea?  ¿Dónde se le podría encontrar? Niega las ilusiones, pero acepta la verdad. (LE-pI.132.13:1-4)

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