DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

LA MEDITACION Y UCDM

“No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación, ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.
Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios”.
(T-18.VII.4:9-11)




Parece como si debiéramos romper nuestras ataduras con el cuerpo tal y como algunas practicas de meditación proponen. Sin embargo en otras ocasiones en el Curso, se nos ha instado a no hacer nada, que no es sino lo contrario a practicar meditación u otras actividades genéricas que suponen la realización de una actividad voluntaria para la consecución de un determinado objetivo.

“No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. "No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable”.
(T-18.VII.6:5-7)

En esta sección del Manual para el Maestro, se nos indica que a cada uno de nosotros se nos ha asignado un camino individual para alcanzar la Salvación. Un camino específico que nos permite ahorrar tiempo en nuestro propósito final, más allá de las diferentes formas, pero manteniendo un contenido y un propósito único:

“Cada maestro de Dios tiene su propio curso. La estructura de éste varía enormemente, así como los medios particulares de enseñanza empleados. El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema central es siempre: "El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su salvación". Esto se puede enseñar con acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier lenguaje o sin lenguaje; en todo lugar o momento, o en cualquier forma”.
(M-1.3:1-6)

En el fondo, el Curso nos exhorta a buscar un lugar interior, ausente de la influencia del cuerpo y de los sentidos, en el que encontrar la quietud necesaria para poder escuchar la Voz que nos dice quienes somos.

“Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo”.
(T-18.VI.6:1-3)

Del siguiente párrafo del Libro de Ejercicios, describe una forma de alcanzar la quietud, que mantiene en su forma, las características esenciales de cualquier práctica de meditación. Por ello aunque específicamente no existen indicaciones en cuanto a la utilización de esta técnica como forma de alcanzar el objetivo final que compartimos, parece sin duda, ser un camino adecuado para encontrar la verdad, más allá del ruido del mundo y del ego.

“Por la mañana, a ser posible tan pronto como te levantes, siéntate en silencio de tres a cinco minutos con los ojos cerrados. Al comienzo de la sesión de práctica repite la idea de hoy muy len¬tamente. No trates de pensar en nada en particular. Trata, en cambio, de experimentar la sensación de que estás sumergién¬dote en tu interior, más allá de todos los pensamientos vanos del mundo. Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, man¬teniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese dis¬traerte.

De vez en cuando puedes repetir la idea de hoy si observas que eso te ayuda. Pero sobre todo, trata de sumergirte tan pro¬fundamente como puedas en tu interior, lejos del mundo y de todos sus pensamientos disparatados. Estás tratando de llegar más allá de todo. ello. Estás tratando de dejar atrás las aparien¬cias y de aproximarte a la realidad”.
(LE-pI.41.6-7)

De este modo las diferentes prácticas de meditación, tienen un mismo objetivo y una misma intención: Llegar a conseguir periodos de calma y profunda experiencia. Llegar a ese lugar de quietud interior para poder descansar allí, y ser conducidos, con total seguridad a nuestro verdadero hogar.

El curso quita cualquier ansiedad sobre lo que se ha de hacer, las técnicas, posturas, respiración… y en raras ocasiones establece un programa para la meditación. Sin embargo dice mucho sobre el propósito final de estos periodos de quietud y describe aquello que debemos experimentar.

“Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su proce¬dencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios”.
(LE-pI.189.7.1-5)

Creo que debemos meditar y yo lo hago, y continúo haciéndolo como parte de mi práctica diaria. Pero eso no me obsesiona pues ni siquiera el curso lo requiere. Se he de evitar convertir el Curso en un ritual formalista, pues dadas las instrucciones estrictas establecidas, basadas en la forma y en el contenido, pueden determinar que el incumplimiento de determinados horarios -tal y como en ocasiones se nos indica- o la imposibilidad de realización de alguna de las lecciones, conduzcan a sentimientos de culpabilidad, ansiedad, privación o miedo.

Existen múltiples formas de conseguir la quietud de nuestra mente y cada persona debe hallar la suya. Algunos simplemente necesitarán unos segundos tras cerrar los ojos para encontrar su momento. Otros quizás precisaran más tiempo. Pero en el fondo como hemos indicado antes, “no hay que hacer nada”, pues el programa de estudios esta sumamente individualizado y todos los aspectos del mismo, están bajo el cuidado y la dirección del Espíritu Santo, que es el que toma las directrices del Curso, una vez ha sido aceptado.

“Tal como el curso subraya, no eres libre de elegir el programa de estudios, ni siquiera la forma en que lo vas a aprender. Eres libre, no obs¬tante, de decidir cuándo quieres aprenderlo. Y al aceptarlo, ya lo habrás aprendido”.
(M-2.3:6-8)

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