Principio
no. 1: “No hay grados de dificultad en los
milagros. No hay ninguno que sea más “difícil” o más “grande” que otro. Todos
son iguales. Todas las expresiones de amor son máximas”.
La
ilusión es siempre ilusión, más allá de la forma que adopte, y por ende el
milagro le deshace siempre de la misma manera al contemplarlo todo desde una
única perspectiva, como parte de un sueño, algo que no es real
independientemente de cómo se llame.
No
existe grado de dificultad en absoluto, ya que todos los aparentes problemas a
los que creemos enfrentarnos, no son más que la misma percepción errónea
adoptando diferente forma.
El
mundo que vemos y que percibimos con los sentidos, es el testigo “fiel” de que
nos hemos separado de Dios, de que estamos en oposición a él, y todo lo que
fabricamos para atrincherarnos o defendernos persigue el mismo fin, escondernos
del supuesto castigo que decimos merecer y que de un momento a otro recibiremos.
Al
percibirnos culpables, proyectamos dicha culpa fuera y el mundo que vivimos con
todas sus situaciones se transforma en el “merecido castigo”. El milagro, la
percepción correcta acerca de quiénes somos, activado por nuestro deseo de “una
forma diferente de vivir la vida”, transita por el sueño, transformándolo todo
en tierra santa, poniendo todo aquello que fabricamos con un fin profano al
servicio del despertar de la mente del Santo Hijo de Dios.
El
milagro muestra que la separación nunca ocurrió, por lo tanto, muestra que
aquello que de testimonio de que nos separamos, no es malo ni bueno,
simplemente nunca existió.
Principio
no. 2: “Los
milagros -de por sí- no importan. Lo único que importa es su Origen, El Cual
está más allá de toda posible evaluación”.
El
milagro no importa ya que es una corrección, una ilusión para un mundo de
ilusiones, pues sólo en un sueño podemos pensar que lo eterno puede volverse
perecedero, que lo ilimitado puede volverse finito y que lo perfecto puede
convertirse en imperfecto.
Lo
importante del milagro es su Origen, un origen que habla de la Presencia divina
en nuestra mente, de la lo que siempre estuvo allí, de la presencia de Dios en
la mente de santo Su hijo.
El
Origen del milagro siempre es Dios, el Espíritu Santo, la voz que habla por Él
dentro de la mente de Su hijo, es lo único relevante en todo el proceso.
Principio
no. 3: “Los
milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es
el amor que los inspira. En este sentido todo lo que procede del amor es un
milagro”.
El
verdadero milagro es el amor que los inspira, hace alusión al “mínimo de buena
voluntad” que es indispensable de parte nuestra para que el Espíritu Santo
entre a formar parte de todas nuestras relaciones. Ese mínimo de buena voluntad
es lo que propicia el milagro. Sin él, el Espíritu jamás acudirá a la cita ya
que no fuerza situaciones o ejerce presión de ningún tipo.
Por
otra parte, es Dios o Su voz a través del Espíritu Santo quien opera el milagro
no nosotros. Todo lo que procede del milagro (de Dios o de Su voz) es un
milagro. Todo lo que procede de Dios es únicamente amor.
Principio
no. 4: “Todos
los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará
muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber”.
Cuando
se habla de vida, se habla de un concepto muy diferente al que conocemos de
vida aquí en la tierra, en el mundo de las formas, de tiempo y espacio, el
mundo del cuerpo.
La
voz del Espíritu Santo nos guiará, nos dirá todo lo que necesitamos saber para
conducirnos de regreso al hogar, a la paz, si aceptamos y deseamos realmente su
conducción. Nos guiará a través de un estado de paz, de certeza, de confianza,
mostrándonos por donde transitar a través de lecciones, vivencias,
experiencias, que se sucederán una a otra amorosamente y que veremos
desplegarse frente a nosotros con absoluta claridad.
Principio
no. 5: “Los
milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. No deben controlarse
conscientemente. Los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de
un falso asesoramiento”.
El
milagro es aplicable a toda situación, imparcialmente. Es decir hemos de pedir
al Espíritu Santo ver “esto” de otra manera, cuando haya situaciones que muevan
de alguna forma nuestra paz interior. Ser realmente humildes y pedir Su
intervención para propiciar un cambio no en forma, en el aspecto que tienen las
cosas, sino en la mente a través de la cual estamos contemplando lo que
acontece y que arbitrariamente juzgamos como adverso.
Ha
de ser involuntario en el sentido que no podemos dar amor en algunas ocasiones
y en otras no. O amamos o no, pero no podemos ser parcialmente amorosos. Eso es
tratar de aplicar el milagro selectivamente y eso nunca funciona.
Principio
no. 6: “Los milagros son naturales. Cuando no
ocurren, es que algo anda mal”.
El
milagro ha de ser nuestro estado natural. Provenimos del amor, por lo tanto, el
amor, la dicha, la paz, la armonía, la felicidad son nuestro estado natural. Si
no vivo en estado de dicha y armonía, algo antinatural estamos haciendo
(juicio), hemos interpuesto algún obstáculo entre la paz y nosotros, que nos
está impidiendo percibir correctamente.
Principio
no. 7: “Todo
el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesario una
purificación”.
El
milagro no es selectivo, Dios no hace favores especiales, ni tiene hijos
preferidos a los que otorga dones distintos, todos las partes de la Filiación,
todos quienes formamos la mente del Hijo de Dios, quienes compartimos una misma
identidad, tenemos derecho a los milagros por igual.
La
purificación, alude a “desechar” todos aquellos pensamientos de distorsión
acerca de quiénes somos.
“Vende
todo, regálalo a los pobres y sígueme”. No habla de lo material, sino de los
pensamientos que requieren purificación. “Vende todo” puede leerse como:
replantéate todo lo que hasta ahora has creído, suelta y abandona todo concepto
aprendido en el pasado, y sígueme con mente abierta, receptiva.
Principio
no 8: “Los
milagros curan porque suplen una falta; los obran aquellos que temporalmente
tienen más para aquellos que temporalmente tienen menos”.
Los
milagros suplen una falta, remplazan la idea de escasez en la mente que cree que
le falta algo, y la sustituyen por la idea de plenitud, de abundancia.
Los
obra una mente que está en paz, desde un estado mental de plenitud, para
aquellos que aún creen no poseerla.
Principio
no. 9: “Los
milagros son una especie de intercambio. Como toda expresión de amor, que en
el auténtico sentido de la palabra es siempre milagrosa, dicho intercambio
invierte las leyes físicas. Brindan más amor tanto al que da como al que
recibe”.
El
mundo de lo físico, de la forma, el mundo del ego, nos ha enseñado que al dar
algo, dividimos su propiedad y nos quedamos con “menos”.
El milagro invierte esas leyes físicas, mostrándonos que al dar, no perdemos,
sino que por el contrario, multiplicamos aquello que poseemos. Si todo es una
idea, un pensamiento, al compartirlo y ser adoptado por otro, esta idea se
refuerza, se afianza en quien la adopta y por efecto, se reafirma en nosotros.
Por
otra parte, si siempre es a nosotros mismos a quien damos, toda vez que no
existe nadie fuera, cuanto más damos, más recibiremos.
Principio
no. 10: “Cuando
se obran milagros con vistas a hacer de ellos un espectáculo para atraer
creyentes, es que no se ha comprendido su propósito”.
La
Filiación, los Hijos de Dios, sin excepción, contamos con el mismo poder
creativo en la mente.
Cuando
se obran milagros para mostrar que se cuenta con algo “especial” con lo que no
todos cuentan, se confunde el milagro del que habla el Curso, con la magia.
Cuándo
se habla de “dones especiales”, se está hablando o haciendo alusión a poderes
psíquicos con los que cuenta toda mente y confundiéndolos con el milagro. Sin
duda al destrabar la mente de muchas barreras y obstáculos que hemos instalado
en ella, afloran poderes con los que todos contamos sin excepción, poderes que
hacen ver a aquellos que los emplean como “especiales o diferentes”. Nada de
ello tiene que ver con el milagro que habla de unidad, de igualdad. Dios el
Padre, creó a su Hijo perfecto, pleno, sin excepciones, a todos indistinta e
imparcialmente, a Su Imagen y Semejanza, con el mismo poder en nuestra mente,
unida eternamente a la de Él a través del Espíritu Santo.
El
que algunos contaran con ciertos atributos y otros carecieran de ellos,
hablaría de niveles en la Creación, de mejores y peores, de más aptos y menos
aptos. Esto nada tiene que ver con el Dios del Amor, el Dios de Un Curso de
Milagros.
Principio
no. 11: “La
oración es el vehículo de los milagros. Es el medio de comunicación entre lo
creado y el Creador. Por medio de la oración se recibe amor, y por medio de los
milagros se expresa amor”
La
única oración válida es la del Perdón, dice el Curso.
El
perdón es sinónimo de bendición, de aceptación, de no juicio, de entregar, de
fluir, de soltar, de agradecer. Al bendecir cuanta situación parece sucedernos,
sin excepción, entramos en la frecuencia de que todo es perfecto, no porqué lo
que está ocurriendo sea perfecto por sí mismo, sino que al contemplarlo todo a
través de Él, todo se ver de una manera absolutamente diferente.
Principio
no. 12: Los
milagros son pensamientos. Los pensamientos pueden representar el nivel
inferior o corporal de experiencia, o el nivel superior o espiritual de
experiencia. Uno de ellos da lugar a lo físico, el otro crea lo espiritual.
Los
milagros son pensamientos ya que son cambios en el nivel de la mente,
corrección en la percepción, en la forma de pensar acerca de nosotros. A través
de pensamientos inferiores, a través de la percepción, hemos fabricado el mundo
físico, el mundo de la forma, de la materia y el cuerpo. A través de
pensamientos de nivel superior, mantenemos la conexión con nuestra mente
superior, la Mente Recta, la morada del Espíritu Santo.
Principio
no. 13. Los
milagros son a la vez comienzos y finales, y así, alteran el orden temporal. Son
siempre afirmaciones de renacimiento, que parecen retroceder, pero que en
realidad van hacia adelante. Cancelan el pasado en el presente, y así, liberan
el futuro.
Al
producirse en la mente la corrección de percepción guiada por el Espíritu
Santo, éste que conoce sólo de eternidad, trabaja en el presente, corrigiendo
el pasado y proyectando un futuro libre de culpa.
Cuando
“sanamos” una situación y la trascendemos, esa situación que estamos sanando en
el ahora, “cierra todas las puertas abiertas” de ese orden (apego,
desconfianza, falta de fe, inseguridad, carencia) que había abiertas producto
de situaciones vividas en el pasado. Al trascenderlas y sanarlas
verdaderamente, no volverán a sucederse en el futuro. Quizás las volvamos a ver
en la forma como eventos que pasan frente a nosotros, pero ahora no habrá
emoción ligada a ellos lo que hablará de que se ha producido sanación en ese
orden. Una vez aprendida la lección el maestro desaparece. Hemos trascendido
esa asignatura o nivel de aprendizaje, a través del milagro. Nuestra mente
literalmente ha renacido.
Principio
no. 14: Los
milagros dan fe de la verdad. Son convincentes porque proceden de la
convicción. Sin convicción degeneran en magia, que
es insensata, y, por lo tanto, destructiva; o más bien, el uso no creativo de
la mente.
Este
principio nos habla de la verdadera fe, la confianza de que el cambio de
percepción se producirá en nosotros. Nos habla de la convicción de que al
entregar al Espíritu Santo todo problema aparente, toda situación, ésta se
resolverá a favor de nuestra paz mental.
El
uso no creativo de la mente, la magia, aparece cuando lejos de entregar el
problema al Espíritu Santo, lo deseamos resolver nosotros por nuestra cuenta “a
nuestro modo”.
Principio no. 15: Todos los días deberían consagrarse a los milagros. El propósito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje.
Hemos de usar el tiempo como un medio al servicio del Plan de regreso a casa.
El tiempo como cualquier otro recurso de enseñanza, de no usarse, se desperdicia y se pierde. La única finalidad del tiempo, es la de ayudarnos a regresar a casa. Entonces cada situación en la que parecemos encontrarnos, ha de ser usada a “nuestro favor” para perdonar, para dar un paso más en el despertar de la mente. De no ser así, literalmente se desperdicia, o es usada para demorar el regreso.
Perdemos tiempo cuando en lugar de perdonar, elegimos el juicio y el ataque. Dejando pasar una magnífica oportunidad de corregir nuestro pensamiento falso.
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