Principio
número 16: Los
milagros son recursos de enseñanza para demostrar que dar es tan bienaventurado
como recibir. Aumentan la fortaleza del que da y simultáneamente le dan
fortaleza al que recibe.
Como
nos señala Jesús en Un Curso de Milagros, “dar y recibir son parte de una misma
cosa”. Cuando doy, es a mi mismo a quien doy, considerando que todos somos
parte de la Mente Uno, la Mente del Hijo de Dios. Por lo tanto, recibiré
exactamente aquello que ofrezca al mundo y a mis hermanos.
Principio
número 17: Los
milagros transcienden el cuerpo. Son cambios súbitos
Los
milagros, trascienden el cuerpo ya que se producen en un nivel que está más
allá de este, se producen a nivel de la mente, donde realmente puede haber
cambio, a nivel del pensamiento.
Curan
realmente ya que trabajan sobre la causa del “problema“, no sobre el efecto.
Al
corregir la percepción acerca de quiénes somos, a nivel de la mente, el cuerpo,
una herramienta que en esencia es “neutra” se pone al servicio del Espíritu
Santo y da testimonio de la corrección de pensamiento a través de su salud y
fortaleza.
Principio
número 18: El
milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le puedes prestar a otro. Es
una manera de amar al prójimo como a ti mismo, en la que reconoces
simultáneamente tu propia valía y la de él.
Al
corregir la percepción sobre nosotros, corregimos la percepción sobre los
demás, reconociéndoles como parte de la Filiación.
Dice Un Curso de Milagros: “no puedes reconocer a tu Creador si pierdes de
vista a la Creación”. Por lo tanto la única forma de llegar a Dios es a través
de su Creación, reconociendo en cada persona, en cada hermano, a una parte
inseparable de la Filiación.
La
ofrenda que podemos hacer a Quién nos otorgó el regalo de la vida eterna, es
tener una percepción correcta, acertada de su Creación, bendecirla y dar
testimonio de nuestra unicidad.
Por
esta razón, el máximo regalo que podemos hacer a nuestros semejantes, y a
nosotros mismos, es reconocerles y reconocernos como parte del Todo al que
pertenecemos.
Principio
número 19: Los
milagros hacen que las mentes sean una en Dios. Se basan en la cooperación
porque la Filiación es la suma de todo lo que Dios creó. Los milagros reflejan,
por lo tanto, las leyes de la eternidad, no las del tiempo.
El
milagro, el cambio de percepción acerca de Quiénes somos, realizado por el
Espíritu Santo, propicia un cambio de percepción en nosotros y nos invita
amorosamente a cambiar de percepción acerca de “aquel” que tenemos frente. Al
verle como parte nuestra, sanamos su percepción errónea, sanando la nuestra.
Como
efecto de esta corrección, se produce un verdadero colapso en el tiempo, ya que
sanamos el pasado y proyectamos un futuro libre completamente de culpabilidad.
El
milagro refleja la ley de la eternidad, no es la eternidad, pues el milagro
opera en el mundo del tiempo, no de lo eterno. El milagro es necesario aquí en
el mundo de tiempo y espacio. En el cielo no se necesita.
Principio
número 20: Los
milagros despiertan nuevamente la conciencia de que el espíritu, no el cuerpo,
es el altar de la verdad. Este reconocimiento es lo que le confiere al milagro
su poder curativo.
Este
principio nos recuerda el verdadero poder que se encuentra en la mente, en el
espíritu, no en el cuerpo, en lo físico. El cuerpo sólo obedece a la mente que
le envía a buscar testimonio de la voz que ha decidido escuchar. El milagro
tiene poder curativo ya que trabaja con la mente superior o espíritu, no con la
mente inferior, el cuerpo.
Principio
número 21: “Los
milagros son expresiones naturales de perdón. Por medio de los milagros aceptas
el perdón de Dios al extendérselo a otros”.
Volvemos
a la ley de Causa y Efecto, y a su esencia: dar y recibir es en verdad lo
mismo.
Dios
no perdona, pues nunca juzga. Lo que se acepta es el Amor de Dios al verlo en
cada hermano, al ver la perfección en cada persona con quién entramos en
contacto. Este es el concepto de impecabilidad en la visión, con el que tengo
que ver a mi hermano.
Sólo
ver en él la marca universal de Dios. Nada más puede considerarse visión. Nada
más es válido si realmente deseo ver la verdad.
Los
milagros son expresiones naturales de perdón, la manifestación más elevada del
amor en este mundo. A través del amor del perdón, un amor auténtico, cambiamos
la percepción acerca de nosotros corrigiendo el único error que jamás
cometimos, el pensar que estamos separados de nuestra Fuente
Principio
número 22: “Los milagros se asocian con el miedo
debido únicamente a la creencia de que la oscuridad tiene la capacidad de
ocultar. Crees que lo que no puedes ver con los ojos del cuerpo no existe. Esta
creencia te lleva a negar la visión espiritual”.
Creemos
que el no ver la imagen pecaminosa que consciente o inconscientemente hemos
forjado de nosotros, ésta permanecerá oculta. Lo cierto es que, al proyectarla
en otros, la atacamos perpetuándola y reforzándola de esta manera en nosotros.
Por lo tanto la oscuridad o falta de visión correcta, nada puede ocultar en
verdad, sólo disimular o distraer la visión.
No
ver un problema con los ojos del cuerpo, trasladándolo al exterior y
proyectándolo sobre otros, no logra, que dicho problema desaparezca. Por otra
parte si decidimos ver con los ojos del cuerpo, y darle realidad a lo que estos
muestran, estaremos restando todo el valor y veracidad que la visión espiritual
nos ofrece.
Principio
número 23: “Los
milagros reorganizan la percepción y colocan todos los niveles en su debida
perspectiva. Esto cura ya que toda enfermedad es el resultado de una confusión
de niveles”.
Los
milagros corrigen la percepción acerca de nosotros, de quiénes somos, de
nuestro linaje, de nuestra herencia, corrigiendo a su vez la percepción que
tenemos sobre todo lo demás. Al corregir, revalorizamos todo, basados en una
visión diametralmente opuesta a la distorsión que traíamos
La
curación se produce como efecto de ver todo bajo un nuevo lente. Ponemos en
orden la relación mente-cuerpo jerarquizando nuevamente la importancia de la
mente sobre el cuerpo, y viendo el cuerpo como lo que es, un instrumento de
comunicación al servicio de la mente que lo dirige.
Principio
número 24: “Los
milagros te capacitan para curar a los enfermos y resucitar a los muertos
porque tanto la enfermedad como la muerte son invenciones tuyas, y, por lo
tanto, las puedes abolir. Tú mismo eres un milagro, capaz de crear a semejanza
de tu Creador. Todo lo demás no es más que tu propia pesadilla y no existe. Sólo las creaciones de luz son reales”.
Como
resultado de corregir la percepción acerca de quiénes somos, pasamos de un
estado de culpabilidad a uno de inocencia, a través de la aplicación del
perdón, a todo aquello que lejos de juzgar decidimos aceptar y bendecir.
Esto
como efecto permite una nueva visión, sobre todos los temas, entre ellos la
enfermedad y la muerte.
Ambos
conceptos, al corregir nuestra percepción desaparecen, otorgándoles el
verdadero rango de ilusiones. Pues “nada real puede ser amenazado”.
Principio
número 25: “Los
milagros son parte de una cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es
la Expiación. La Expiación opera todo el tiempo y en todas las dimensiones del
tiempo”.
La
Expiación como el Curso de Milagros lo señala, la única responsabilidad que
debemos aceptar para nosotros mismos, constituye el des-hacer el error de
percibirnos separados. Su herramienta básica para des-hacer dicho error es el
perdón, y su campo de acción, las relaciones personales.
A
través del perdón, corregimos la percepción de estar separados del Padre, lo
que acarrea la gran culpabilidad que sentimos, pasando a un estado natural de
inocencia del cual nunca realmente nos hemos apartado.
Al
perdonar nuestro único error en el ahora, perdonando en el momento presente a
todos y todo cuanto parece acontecer, dicho perdón, “cierra” puertas abiertas
de sucesos pasados, en ese mismo orden de pensamiento, y nos proyecta a un
futuro donde estos temas ya solucionados y perdonados, no vuelven a aparecer
como asignaturas pendientes a resolver.
De
esta manera el milagro “colapsa” el tiempo, operando en todas sus dimensiones.
La Expiación opera todo el tiempo, ya que es aplicable a todo cuanto nos ocurre
sin excepción.
Principio
número 26: “Los
milagros representan tu liberación del miedo. ″Expiar” significa “des-hacer”. Deshacer
el miedo es un aspecto esencial del poder expiatorio de los milagros”.
El
milagro es una corrección, corrección de percepción que nos acerca al amor,
des-haciendo el miedo. Des-hacer también puede interpretarse como “no –hacer”,
es decir, una vez que entregamos una situación que no estamos percibiendo
correctamente, que altera nuestro estado de paz mental, al Espíritu Santo, si
le dejamos actuar sin intromisiones, Él con todo el poder de Dios, des-hace el
error de manera magistral, sin descuidar ningún detalle.
Principio
número 27: “Un
milagro es una bendición universal de Dios a todos mis hermanos por mediación
mía. Perdonar es el privilegio de los perdonados”.
Jesús
nuestro modelo a seguir como el primero de todos nosotros que completó el
proceso de Expiación, es la mente Crística, la manifestación del Espíritu
Santo, el Nexo, el Intermediario entre Dios y cada uno de nosotros, es quién
verdaderamente propicia el milagro, no nosotros.
Nuestro
papel es simplemente, despejar el camino de obstáculos para que Él lleve a cabo
su ejecución, y esto lo hacemos a través de perdonar todos aquellos eventos y
personas que convocamos a nuestra experiencia. De esta forma quitamos cualquier
obstáculo para el trabajo de Jesús.
Principio
número 28: “Los
milagros son un modo de liberarse del miedo. La revelación produce un estado en
el que el miedo ya ha sido abolido. Los milagros son, por lo tanto, un medio, y
la revelación, un fin”.
Revelación y milagro son experiencias
diferentes.
Durante
la revelación no existe el miedo en absoluto, la manifestación de Dios en
nosotros es total. Es una experiencia de plenitud absoluta, una experiencia que
no es duradera, por el contrario es pasajera, fugaz. De no ser así, no
estaríamos más en este plano.
Por
el contrario el milagro es una experiencia propia de “esta etapa” de sueño.
El
milagro es una experiencia propia de este estado de consciencia, donde aún
debemos usar el tiempo, soltar, entregar al Espíritu Santo todo aquello que nos
perturba la paz, para trascender el miedo.
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