Principio
número 29: “Los
milagros alaban a Dios a través de ti. Lo alaban al honrar a Sus creaciones,
afirmando así la perfección de las mismas. Curan porque niegan la
identificación con el cuerpo y afirman la identificación con el espíritu”.
El
milagro es la corrección de la percepción acerca de quiénes somos. Se logra al
ver únicamente al Espíritu Santo en cada hermano, al ver perfección en cada uno
de nosotros y no debilidad ni vulnerabilidad. Ésta por otra parte es la
verdadera empatía.
De
esta manera lo reforzamos tanto en él como en nosotros. Así se produce el milagro,
la corrección de percepción en ambos, en nosotros y en el hermano que tenemos
frente, en la experiencia. Así, a través del milagro nos vemos como lo que
verdaderamente somos, espíritu invulnerable, fuerte, ilimitado, una expresión
de la divinidad, espíritu teniendo una experiencia en lo corporal, y no un
cuerpo en una experiencia espiritual.
Principio
número 30: “Dado
que los milagros reconocen el espíritu, ajustan los niveles de percepción y los
muestran en su debido lugar. Esto sitúa al espíritu en el centro, desde donde
puede comunicarse directamente”.
El
milagro nos muestra el preciso nivel donde se encuentra “el problema”, en un
error de pensamiento, en la mente y no en el cuerpo.
Nos muestra que el problema es nuestra idea de culpabilidad, más allá de la
forma que adopta. Nos permite ver que todo aparente problema, no es más que un
error de pensamiento. Esto es lo que genera la sensación de ausencia de amor en
nosotros, un amor que creemos perdido. Allí, a donde debe acudir el amor del
Espíritu Santo en nuestra ayuda para rectificar la forma errónea en que nos
percibimos. En ese Amor verdadero está nuestra esencia. Ahí el espíritu ocupa
el papel central.
Principio número 31.- Los
milagros deben inspirar gratitud, no reverencia. Debes dar gracias a Dios por
lo que realmente eres. Los Hijos de Dios son santos y los milagros honran su
santidad que ellos pueden ocultar, mas nunca perder.
Debemos
sentirnos agradecidos por la magnificencia del milagro, este maravilloso y
majestuoso regalo de parte de nuestro Padre hacia nosotros, Sus Hijos. Sólo un
amor ilimitado, profundo e incondicional, una expresión de Amor verdadero y
auténtico puede traernos este regalo. Con el Padre, es con el único que hemos
de tener reverencia o gratitud, pues es el verdadero artífice de un estado de
consciencia latente en todos nosotros, estado que ante un “mínimo de buena
voluntad” aflora para guiarnos de regreso al hogar.
Principio
número 32.- Yo
inspiro todos los milagros, que en realidad son intercesiones. Interceden a
favor de tu santidad y santifican tus percepciones. Al ubicarte más allá de las
leyes físicas te elevan a la esfera del orden celestial. En ese orden tú eres
perfecto.
Jesús
es la fuente de todos los milagros. Al optar por el milagro que es escuchar la
voz de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, en lugar de la del Ego, estamos
propiciando su intervención. Al invocar su intervención, pasamos del plano
terrenal a actuar en el plano celestial, donde se recuerda nuestra perfección y
se corrige la percepción sobre cualquier error que suponemos haber cometido.
Esta
intervención es la convocatoria a nuestro “interprete”, quién juega su papel
utilizando todo lo de este mundo y lo re-interpreta, lo re-codifica en nombre
de Dios y de su reino, a favor de nuestra paz.
Principio
número 33.- Los
milagros te honran porque eres digno de ser amado. Desvanecen las ilusiones que
albergas a cerca de ti mismo y perciben la luz en ti. De esta forma, al
liberarte de tus pensadillas, expían tus errores. Al liberar a tu mente de la
prisión de tus ilusiones te restauran la cordura.
Nuevamente,
como ya mencionamos, el milagro corrige la percepción acerca de quiénes somos.
De esta manera se corrigen todos los errores que creemos haber cometido, y
desaparecen las ilusiones que son los efectos de dichos errores.
Principio
número 34.- Los
milagros le devuelven a la mente su llenura. Al expiar su sensación de carencia
establecen perfecta protección. La fortaleza del espíritu no da cabida a
intromisiones.
Al
corregir la percepción en vuestra mente, reaparece algo que siempre ha estado
allí, que es parte de nuestro estado natural del Ser, la plenitud, la sensación
de abundancia.
Sólo
habíamos colocado una cortina frente a nuestra sensación de plenitud, pero
jamás desapareció.
Principio
número 35.- Los
milagros son expresiones de amor pero puede que no siempre tengan efectos
observables.
Los
milagros siempre ocurren, aunque en el plano material no siempre veamos sus
efectos. Esto nos hace pensar, de guiarnos por los ojos del cuerpo, que nada
está pasando. No obstante, el milagro está ocurriendo en el verdadero plano
donde debe ocurrir, en la mente. La corrección se da en la mente no el plano
físico donde intentar corregir algo, es simplemente creer en la magia y dejar
todo igual.
Principio
número 36.- Los
milagros son ejemplos de recto pensar que armonizan tus percepciones con la
verdad tal como Dios la creó.
Recto
pensar o mentalidad recta alude a pensar a través del Espíritu Santo, nuestro
Maestro Interno, la Voz que habla por Dios dentro de nosotros desde la
eternidad.
La
Verdad tal como Dios la creó, es que todos somos Uno. Somos el mismo Hijo de
Dios manifestado en muchos cuerpos, unidos por una Única mente.
Principio
número 37.- Un
milagro es una corrección que yo introduzco en el pensamiento falso. Actúa como
catalizador, disolviendo la percepción errónea y reorganizándola debidamente.
Esto te coloca bajo el principio de la Expiación, donde la percepción sana.
Hasta que esto no ocurra no podrás
Nuevamente,
este principio nos habla de la intervención de Cristo, del Espíritu Santo en la
corrección de la percepción acerca de quiénes somos. Al des-hacer, de la mano
del Espíritu Santo, y con el perdón genuino y verdadero como eje central, todos
los errores que creemos haber cometido, están siendo expiados, caminando hacia
una percepción correcta.
Principio
número 38.- El
Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros. Él reconoce las creaciones de
Dios así como tus ilusiones. Separa lo verdadero de lo falso mediante Su
capacidad para percibir totalmente en vez de selectivamente.
El
Espíritu Santo si se lo permitimos, sin interponer obstáculos (expectativas,
deseos personales de que las cosas sean a nuestra manera, sueños, ap-egos a la
forma, a los tiempos), re-interpreta absolutamente todo lo que hemos hecho en
este mundo, todas nuestras relaciones y las evalúa en nombre de la Verdad de
Dios, mostrándonos amorosamente, qué es verdad y qué es ilusión. Así una vez
iniciado el camino de los milagros vemos “encajar” cada cosa en su lugar y en
ocasiones, vemos desaparecer todo tipo de rituales, hábitos, costumbres y
creencias. El sólo hecho de que desaparezcan, nos da la pauta de la irrealidad
de éstos. Nada real puede ser amenazado”.
El
Espíritu Santo trabaja en este mundo de pasado, presente y futuro desde la
Eternidad. Al guiarnos, evalúa cada situación, cada relación, cada cosa que
hemos fabricado, sabiendo con exactitud cuál de todas ellas “juega a favor” de
nuestra paz, cuál da testimonio de nuestra verdadera Identidad y cuál no. A
estas últimas, simplemente las des-hace amorosamente.
Principio
número 39.- El
milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identifica como falso o
irreal. Esto es lo mismo que decir que al percibirse la luz la oscuridad
desaparece automáticamente.
Expiar,
corregir, eliminar, des-hacer son todos sinónimos de lo que hace el Espíritu
Santo. No hay diferentes errores, todos son parte del único error que nunca
cometimos, pero que creemos real, el error de percibirnos separados de Dios.
Principio
número 40.- El
milagro reconoce que todo el mundo es tu hermano así como mi hermano también. Es
una manera de percibir la marca universal de Dios.
El
milagro nos recuerda que todos somos Uno, el Unigénito Hijo de Dios. Cada uno
de nosotros unidos como parte de la Filiación, a través de una misma Mente, y
Cristo unido a nosotros como uno más en esa mente que compartimos.
El
milagro corrige la percepción de la separación. Nos recuerda la unicidad. Nos
habla de comunión de mente, de pensamiento compartido. Esa es la marca
universal de Dios.
Principio
número 41.- El
contenido perceptual de los milagros es la plenitud. De ahí que puedan corregir
o redimir la errada percepción de carencia.
El
milagro al corregir la percepción de separación, nos recuerda que somos parte
de un todo íntegro, de una unidad que jamás se dividió a pesar de que los ojos
del cuerpo muestren otra cosa. Al percibirnos separados de Dios, la idea de
carencia se adentra en la mente, ya que la carencia es la idea que engendró al
ego y al mundo de las formas. Separados de Dios, nos sentimos carentes, lejos
de casa, lejos del amor, nos percibimos en el miedo. Lejos del hogar todo nos
indica que las cosas dependen sólo de nosotros.
Todo
en este mundo de ilusiones, nos habla de que “algo nos falta”. Esta idea de
carencia el mundo la trata de suplir en el plano material, siguiendo una
premisa del ego de “busca pero no halles”, pero realmente se encuentra en el
plano de la mente. Allí trabaja el milagro corrigiendo donde verdaderamente está
el problema, llevándonos amorosamente al estado de plenitud.
Principio
número 42.- Uno
de los mayores beneficios que se deriva de los milagros es su poder para
liberarte de tu falso sentido de aislamiento, privación y carencia.
La
idea de separación nos hace percibirnos divididos, aislados y carentes.
Esta
carencia la proyectamos en los demás, y creemos que son los responsables de
todo lo que nos acontece, de todo lo que carecemos, de todo lo que nos falta.
El
milagro nos permite percibir correctamente, y ver que somos los únicos
responsables a través de nuestros pensamientos, de todo cuanto nos acontece, y
por lo tanto, que nadie nos priva de nada ni nos ha tratado injustamente.
Principio
número 43.- Los
milagros surgen de un estado mental milagroso, o de un estado de estar listo
para ellos.
Estar
listo para el milagro, es desear por encima de todo el Reino de los Cielos,
desear ser feliz por sobre todas las cosas. Es una decisión. Es haber entregado
al Espíritu Santo todo aquello que nos perturba, que nos mueve nuestra paz
interior, nuestras situaciones conflictivas, sin excepción, con absoluta
confianza, sin guardarnos nada para resolverlo nosotros (en secreto) por
nuestra cuenta. Es entregar, soltar, toda angustia, toda aflicción con la
profunda convicción de que el poder de Dios está detrás de ello para corregir
absolutamente cualquier pensamiento erróneo de miedo.
Este
estado de confianza plena, sinónimo de amor absoluto y auténtico, que el mundo
ve como aparente “despreocupación” o “dejadez”, es el ámbito donde se produce
el milagro.
Los
milagros son expresiones de una conciencia interna de Cristo y de haber
aceptado Su Expiación.
Conciencia
de Cristo, nos habla de un Cristo que somos todos. Una mente Crística que todos
compartimos. La parte de nuestra mente unida desde la Creación a la Divinidad,
a la Fuente.
Generalmente
asociamos a Cristo con Jesús. Jesús el hombre, era parte del Cristo, de la
Mente del Hijo de Dios que formamos todos quienes integramos la Filiación.
El
Cristo en nosotros es esa parte de la Mente Divina que nos une, que permanece
intacta en nosotros, donde el Cristo, el Espíritu Santo lleva a cabo su misión
de conducirnos de regreso a casa. Él es, quien realiza el milagro.
Principio
número 45.- Un
milagro nunca se pierde. Puede afectar a mucha gente que ni siquiera conoces y
producir cambios inimaginables en situaciones de las que ni siquiera eres
consciente.
El
milagro tiene un alcance insospechado. Al producirse en la mente, al no “verlo”
con los ojos del cuerpo, no percibimos en ocasiones su verdadero alcance. El
milagro es un cambio que nosotros con ese “mínimo de buena voluntad”,
entregándolo todo, y colaborando en no interponer obstáculos, para que Cristo
haga el trabajo de llevarnos de vuelta a casa, producimos un cambio enorme,
maravilloso en la mente UNO, en la mente que nos mantiene unidos desde la
eternidad como Hijo de Dios a todos y a todo. Los efectos de esa corrección en
nuestro pensamiento, en ocasiones, no los podemos observar, pero es un hecho
que se dieron, que a alguna parte de la Filiación ayudaron a sanar.
Al
producirse en el plano de la mente, y al ser el Hijo de Dios de una misma
mente, estamos llegando a rincones infinitos. Cada vez que realizamos un cambio
en nuestra percepción, de alguna manera estamos moviendo la percepción
universal hacia un mayor despertar.
Principio
número 46.- El
Espíritu Santo es el medio de comunicación más elevado. Los milagros no
entrañan ese tipo de comunicación debido a que son medios temporales de
comunicación. Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios, por
revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios.
El
trabajo del Espíritu Santo como “mediador” entre Dios y su hijo, cesará cuando
hayamos culminado el proceso de Expiación. Allí retomaremos a la comunicación
directa con Dios, sin la necesidad de intervención del Espíritu Santo como nexo.
El
milagro nos ayuda a corregir la percepción en el camino hacia Dios, ese es su
alcance, su propósito. El milagro sólo tiene sentido en este mundo, donde la
idea ilusoria de separación, aun existe.
Principio
número 47.- El
milagro es un recurso de aprendizaje que reduce la necesidad de tiempo.
Establece un intervalo temporal fuera de lo normal que no está sujeto a las
leyes usuales del tiempo. En ese sentido es intemporal.
El
milagro es la corrección de la percepción que nos permite “ahorrar” una cantidad
insospechada de tiempo a través de su manifestación.
Al
entregar, soltar cada situación vivida que nos angustia, propiciamos el
des-hacimiento de la culpa, una culpa pesada que al cargarla a través del
tiempo, demora, deteriora, corroe y hace lento nuestro tránsito de regreso a
casa.
El
perdón, el des-hacimiento del error de separación, colapsa el tiempo, lo
acelera y desacelera e introduce en el tiempo intervalos que la mente racional,
lógica, no alcanza a comprender. Este es el efecto que el Espíritu Santo logra
en tiempo a través del milagro.
Principio
número 48.- El
milagro es el único recurso que tienes a tu inmediata disposición para
controlar el tiempo. Sólo la revelación lo trasciende al no tener absolutamente
nada que ver con el tiempo.
La
revelación nos conecta directamente con Dios, a diferencia del milagro que se
da a través del Espíritu Santo como intermediario.
La
experiencia de la revelación es una experiencia en la que sentimos la presencia
de Dios directamente, es breve, efímera, fugaz, y es un acto recordatorio donde
por un instante todo se paraliza, todo se transforma, todo brilla, todo reluce.
La experiencia de la revelación es contundente, hace desaparecer el tiempo.
El
milagro es un acto de corrección, de rectificación, de percepción, este es el
verdadero objetivo del Curso de Milagros, no la revelación. Si bien con Dios
todo puede acontecer
Principio
número 49.- El
milagro no distingue entre diferentes grados de percepción errónea. Es un
recurso para sanar la percepción que es eficaz independientemente del grado o
dirección del error.
En
eso radica su verdadera imparcialidad. El milagro corrige todo error sin poner
énfasis o detenerse en grados, niveles, tipos o clases de ilusión.
Un
error de percepción es un error, sin importar del tipo que sea. El único que ve
niveles y grados es el ego. El milagro corrige toda ilusión por igual, sin
distinguir grado alguno.
Detenerse
a evaluar grados en los errores, la dinámica del ego, hace que caigamos en la
trampa de pensar que en el mundo hay algunas cosas que son mejores que otras,
algunos errores peores que otros, y algunos que merecen perdón y otros castigo.
Esto es dar realidad al error, cosa que el milagro no hace.
El
milagro des-hace toda ilusión por igual al acercar luz a la oscuridad, sin dar
realidad a nada que no lo tenga. Evalúa todo a través del Espíritu Santo bajo
la óptica de lo que es verdad, según el plan de Dios y de Su Reino.
Nada
que no sea verdad es conservado en el milagro. Toda ilusión es des-hecha
imparcialmente.
Principio
número 50.- El
milagro compara lo que tú has hecho con la creación, aceptando como cierto lo
que concuerda con ella, y rechazando como falso lo que no.
Nada
que no sea verdad es conservado en el milagro, como mencionamos en el principio
anterior. Todo lo que hacemos para unirnos a nuestros hermanos tiene que ver
con la Creación. Todo lo que hacemos para separarnos aun más, tiene que ver con
el mundo de la ilusión. El milagro sólo conserva, aquello que tiene que ver con
nuestra esencia, con la verdad. La maestría del Espíritu Santo si se lo
permitimos sin interponer obstáculos, con “cosas” que queramos conservar “para
nosotros”, evalúa y conserva aquello que sirve en nuestra vida a Dios, y a Su
plan, lo otro lo ilumina y muestra que nunca existió.
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