DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

PRINCIPIOS DE LOS MILAGROS. INTERPRETACIÓN (Y III)




Principio número 29: “Los milagros alaban a Dios a través de ti. Lo alaban al honrar a Sus creaciones, afirmando así la perfección de las mismas. Curan porque niegan la identificación con el cuerpo y afirman la identificación con el espíritu”.

El milagro es la corrección de la percepción acerca de quiénes somos. Se logra al ver únicamente al Espíritu Santo en cada hermano, al ver perfección en cada uno de nosotros y no debilidad ni vulnerabilidad. Ésta por otra parte es la verdadera empatía.
De esta manera lo reforzamos tanto en él como en nosotros. Así se produce el milagro, la corrección de percepción en ambos, en nosotros y en el hermano que tenemos frente, en la experiencia. Así, a través del milagro nos vemos como lo que verdaderamente somos, espíritu invulnerable, fuerte, ilimitado, una expresión de la divinidad, espíritu teniendo una experiencia en lo corporal, y no un cuerpo en una experiencia espiritual.


Principio número 30: “Dado que los milagros reconocen el espíritu, ajustan los niveles de percepción y los muestran en su debido lugar. Esto sitúa al espíritu en el centro, desde donde puede comunicarse directamente”.

El milagro nos muestra el preciso nivel donde se encuentra “el problema”, en un error de pensamiento, en la mente y no en el cuerpo.
Nos muestra que el problema es nuestra idea de culpabilidad, más allá de la forma que adopta. Nos permite ver que todo aparente problema, no es más que un error de pensamiento. Esto es lo que genera la sensación de ausencia de amor en nosotros, un amor que creemos perdido. Allí, a donde debe acudir el amor del Espíritu Santo en nuestra ayuda para rectificar la forma errónea en que nos percibimos. En ese Amor verdadero está nuestra esencia. Ahí el espíritu ocupa el papel central.


Principio número 31.- Los milagros deben inspirar gratitud, no reverencia. Debes dar gracias a Dios por lo que realmente eres. Los Hijos de Dios son santos y los milagros honran su santidad que ellos pueden ocultar, mas nunca perder.
Debemos sentirnos agradecidos por la magnificencia del milagro, este maravilloso y majestuoso regalo de parte de nuestro Padre hacia nosotros, Sus Hijos. Sólo un amor ilimitado, profundo e incondicional, una expresión de Amor verdadero y auténtico puede traernos este regalo. Con el Padre, es con el único que hemos de tener reverencia o gratitud, pues es el verdadero artífice de un estado de consciencia latente en todos nosotros, estado que ante un “mínimo de buena voluntad” aflora para guiarnos de regreso al hogar.



Principio número 32.- Yo inspiro todos los milagros, que en realidad son intercesiones. Interceden a favor de tu santidad y santifican tus percepciones. Al ubicarte más allá de las leyes físicas te elevan a la esfera del orden celestial. En ese orden tú eres perfecto.

Jesús es la fuente de todos los milagros. Al optar por el milagro que es escuchar la voz de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, en lugar de la del Ego, estamos propiciando su intervención. Al invocar su intervención, pasamos del plano terrenal a actuar en el plano celestial, donde se recuerda nuestra perfección y se corrige la percepción sobre cualquier error que suponemos haber cometido.
Esta intervención es la convocatoria a nuestro “interprete”, quién juega su papel utilizando todo lo de este mundo y lo re-interpreta, lo re-codifica en nombre de Dios y de su reino, a favor de nuestra paz.


Principio número 33.- Los milagros te honran porque eres digno de ser amado. Desvanecen las ilusiones que albergas a cerca de ti mismo y perciben la luz en ti. De esta forma, al liberarte de tus pensadillas, expían tus errores. Al liberar a tu mente de la prisión de tus ilusiones te restauran la cordura.

Nuevamente, como ya mencionamos, el milagro corrige la percepción acerca de quiénes somos. De esta manera se corrigen todos los errores que creemos haber cometido, y desaparecen las ilusiones que son los efectos de dichos errores.


Principio número 34.- Los milagros le devuelven a la mente su llenura. Al expiar su sensación de carencia establecen perfecta protección. La fortaleza del espíritu no da cabida a intromisiones.

Al corregir la percepción en vuestra mente, reaparece algo que siempre ha estado allí, que es parte de nuestro estado natural del Ser, la plenitud, la sensación de abundancia.
Sólo habíamos colocado una cortina frente a nuestra sensación de plenitud, pero jamás desapareció.


Principio número 35.- Los milagros son expresiones de amor pero puede que no siempre tengan efectos observables.

Los milagros siempre ocurren, aunque en el plano material no siempre veamos sus efectos. Esto nos hace pensar, de guiarnos por los ojos del cuerpo, que nada está pasando. No obstante, el milagro está ocurriendo en el verdadero plano donde debe ocurrir, en la mente. La corrección se da en la mente no el plano físico donde intentar corregir algo, es simplemente creer en la magia y dejar todo igual.


Principio número 36.- Los milagros son ejemplos de recto pensar que armonizan tus percepciones con la verdad tal como Dios la creó.

Recto pensar o mentalidad recta alude a pensar a través del Espíritu Santo, nuestro Maestro Interno, la Voz que habla por Dios dentro de nosotros desde la eternidad.
La Verdad tal como Dios la creó, es que todos somos Uno. Somos el mismo Hijo de Dios manifestado en muchos cuerpos, unidos por una Única mente.


Principio número 37.- Un milagro es una corrección que yo introduzco en el pensamiento falso. Actúa como catalizador, disolviendo la percepción errónea y reorganizándola debidamente. Esto te coloca bajo el principio de la Expiación, donde la percepción sana. Hasta que esto no ocurra no podrás

Nuevamente, este principio nos habla de la intervención de Cristo, del Espíritu Santo en la corrección de la percepción acerca de quiénes somos. Al des-hacer, de la mano del Espíritu Santo, y con el perdón genuino y verdadero como eje central, todos los errores que creemos haber cometido, están siendo expiados, caminando hacia una percepción correcta.


Principio número 38.- El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros. Él reconoce las creaciones de Dios así como tus ilusiones. Separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir totalmente en vez de selectivamente.

El Espíritu Santo si se lo permitimos, sin interponer obstáculos (expectativas, deseos personales de que las cosas sean a nuestra manera, sueños, ap-egos a la forma, a los tiempos), re-interpreta absolutamente todo lo que hemos hecho en este mundo, todas nuestras relaciones y las evalúa en nombre de la Verdad de Dios, mostrándonos amorosamente, qué es verdad y qué es ilusión. Así una vez iniciado el camino de los milagros vemos “encajar” cada cosa en su lugar y en ocasiones, vemos desaparecer todo tipo de rituales, hábitos, costumbres y creencias. El sólo hecho de que desaparezcan, nos da la pauta de la irrealidad de éstos. Nada real puede ser amenazado”.
El Espíritu Santo trabaja en este mundo de pasado, presente y futuro desde la Eternidad. Al guiarnos, evalúa cada situación, cada relación, cada cosa que hemos fabricado, sabiendo con exactitud cuál de todas ellas “juega a favor” de nuestra paz, cuál da testimonio de nuestra verdadera Identidad y cuál no. A estas últimas, simplemente las des-hace amorosamente.


Principio número 39.- El milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identifica como falso o irreal. Esto es lo mismo que decir que al percibirse la luz la oscuridad desaparece automáticamente.

Expiar, corregir, eliminar, des-hacer son todos sinónimos de lo que hace el Espíritu Santo. No hay diferentes errores, todos son parte del único error que nunca cometimos, pero que creemos real, el error de percibirnos separados de Dios.


Principio número 40.- El milagro reconoce que todo el mundo es tu hermano así como mi hermano también. Es una manera de percibir la marca universal de Dios.

El milagro nos recuerda que todos somos Uno, el Unigénito Hijo de Dios. Cada uno de nosotros unidos como parte de la Filiación, a través de una misma Mente, y Cristo unido a nosotros como uno más en esa mente que compartimos.
El milagro corrige la percepción de la separación. Nos recuerda la unicidad. Nos habla de comunión de mente, de pensamiento compartido. Esa es la marca universal de Dios.


Principio número 41.- El contenido perceptual de los milagros es la plenitud. De ahí que puedan corregir o redimir la errada percepción de carencia.

El milagro al corregir la percepción de separación, nos recuerda que somos parte de un todo íntegro, de una unidad que jamás se dividió a pesar de que los ojos del cuerpo muestren otra cosa. Al percibirnos separados de Dios, la idea de carencia se adentra en la mente, ya que la carencia es la idea que engendró al ego y al mundo de las formas. Separados de Dios, nos sentimos carentes, lejos de casa, lejos del amor, nos percibimos en el miedo. Lejos del hogar todo nos indica que las cosas dependen sólo de nosotros.
Todo en este mundo de ilusiones, nos habla de que “algo nos falta”. Esta idea de carencia el mundo la trata de suplir en el plano material, siguiendo una premisa del ego de “busca pero no halles”, pero realmente se encuentra en el plano de la mente. Allí trabaja el milagro corrigiendo donde verdaderamente está el problema, llevándonos amorosamente al estado de plenitud.


Principio número 42.- Uno de los mayores beneficios que se deriva de los milagros es su poder para liberarte de tu falso sentido de aislamiento, privación y carencia.

La idea de separación nos hace percibirnos divididos, aislados y carentes.
Esta carencia la proyectamos en los demás, y creemos que son los responsables de todo lo que nos acontece, de todo lo que carecemos, de todo lo que nos falta.
El milagro nos permite percibir correctamente, y ver que somos los únicos responsables a través de nuestros pensamientos, de todo cuanto nos acontece, y por lo tanto, que nadie nos priva de nada ni nos ha tratado injustamente.


Principio número 43.- Los milagros surgen de un estado mental milagroso, o de un estado de estar listo para ellos.

Estar listo para el milagro, es desear por encima de todo el Reino de los Cielos, desear ser feliz por sobre todas las cosas. Es una decisión. Es haber entregado al Espíritu Santo todo aquello que nos perturba, que nos mueve nuestra paz interior, nuestras situaciones conflictivas, sin excepción, con absoluta confianza, sin guardarnos nada para resolverlo nosotros (en secreto) por nuestra cuenta. Es entregar, soltar, toda angustia, toda aflicción con la profunda convicción de que el poder de Dios está detrás de ello para corregir absolutamente cualquier pensamiento erróneo de miedo.
Este estado de confianza plena, sinónimo de amor absoluto y auténtico, que el mundo ve como aparente “despreocupación” o “dejadez”, es el ámbito donde se produce el milagro.
Los milagros son expresiones de una conciencia interna de Cristo y de haber aceptado Su Expiación.
Conciencia de Cristo, nos habla de un Cristo que somos todos. Una mente Crística que todos compartimos. La parte de nuestra mente unida desde la Creación a la Divinidad, a la Fuente.
Generalmente asociamos a Cristo con Jesús. Jesús el hombre, era parte del Cristo, de la Mente del Hijo de Dios que formamos todos quienes integramos la Filiación.
El Cristo en nosotros es esa parte de la Mente Divina que nos une, que permanece intacta en nosotros, donde el Cristo, el Espíritu Santo lleva a cabo su misión de conducirnos de regreso a casa. Él es, quien realiza el milagro.


Principio número 45.- Un milagro nunca se pierde. Puede afectar a mucha gente que ni siquiera conoces y producir cambios inimaginables en situaciones de las que ni siquiera eres consciente.

El milagro tiene un alcance insospechado. Al producirse en la mente, al no “verlo” con los ojos del cuerpo, no percibimos en ocasiones su verdadero alcance. El milagro es un cambio que nosotros con ese “mínimo de buena voluntad”, entregándolo todo, y colaborando en no interponer obstáculos, para que Cristo haga el trabajo de llevarnos de vuelta a casa, producimos un cambio enorme, maravilloso en la mente UNO, en la mente que nos mantiene unidos desde la eternidad como Hijo de Dios a todos y a todo. Los efectos de esa corrección en nuestro pensamiento, en ocasiones, no los podemos observar, pero es un hecho que se dieron, que a alguna parte de la Filiación ayudaron a sanar.
Al producirse en el plano de la mente, y al ser el Hijo de Dios de una misma mente, estamos llegando a rincones infinitos. Cada vez que realizamos un cambio en nuestra percepción, de alguna manera estamos moviendo la percepción universal hacia un mayor despertar.


Principio número 46.- El Espíritu Santo es el medio de comunicación más elevado. Los milagros no entrañan ese tipo de comunicación debido a que son medios temporales de comunicación. Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios, por revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios.

El trabajo del Espíritu Santo como “mediador” entre Dios y su hijo, cesará cuando hayamos culminado el proceso de Expiación. Allí retomaremos a la comunicación directa con Dios, sin la necesidad de intervención del Espíritu Santo como nexo.
El milagro nos ayuda a corregir la percepción en el camino hacia Dios, ese es su alcance, su propósito. El milagro sólo tiene sentido en este mundo, donde la idea ilusoria de separación, aun existe.


Principio número 47.- El milagro es un recurso de aprendizaje que reduce la necesidad de tiempo. Establece un intervalo temporal fuera de lo normal que no está sujeto a las leyes usuales del tiempo. En ese sentido es intemporal.

El milagro es la corrección de la percepción que nos permite “ahorrar” una cantidad insospechada de tiempo a través de su manifestación.
Al entregar, soltar cada situación vivida que nos angustia, propiciamos el des-hacimiento de la culpa, una culpa pesada que al cargarla a través del tiempo, demora, deteriora, corroe y hace lento nuestro tránsito de regreso a casa.
El perdón, el des-hacimiento del error de separación, colapsa el tiempo, lo acelera y desacelera e introduce en el tiempo intervalos que la mente racional, lógica, no alcanza a comprender. Este es el efecto que el Espíritu Santo logra en tiempo a través del milagro.


Principio número 48.- El milagro es el único recurso que tienes a tu inmediata disposición para controlar el tiempo. Sólo la revelación lo trasciende al no tener absolutamente nada que ver con el tiempo.

La revelación nos conecta directamente con Dios, a diferencia del milagro que se da a través del Espíritu Santo como intermediario.
La experiencia de la revelación es una experiencia en la que sentimos la presencia de Dios directamente, es breve, efímera, fugaz, y es un acto recordatorio donde por un instante todo se paraliza, todo se transforma, todo brilla, todo reluce. La experiencia de la revelación es contundente, hace desaparecer el tiempo.
El milagro es un acto de corrección, de rectificación, de percepción, este es el verdadero objetivo del Curso de Milagros, no la revelación. Si bien con Dios todo puede acontecer


Principio número 49.- El milagro no distingue entre diferentes grados de percepción errónea. Es un recurso para sanar la percepción que es eficaz independientemente del grado o dirección del error.

En eso radica su verdadera imparcialidad. El milagro corrige todo error sin poner énfasis o detenerse en grados, niveles, tipos o clases de ilusión.
Un error de percepción es un error, sin importar del tipo que sea. El único que ve niveles y grados es el ego. El milagro corrige toda ilusión por igual, sin distinguir grado alguno.
Detenerse a evaluar grados en los errores, la dinámica del ego, hace que caigamos en la trampa de pensar que en el mundo hay algunas cosas que son mejores que otras, algunos errores peores que otros, y algunos que merecen perdón y otros castigo. Esto es dar realidad al error, cosa que el milagro no hace.
El milagro des-hace toda ilusión por igual al acercar luz a la oscuridad, sin dar realidad a nada que no lo tenga. Evalúa todo a través del Espíritu Santo bajo la óptica de lo que es verdad, según el plan de Dios y de Su Reino.
Nada que no sea verdad es conservado en el milagro. Toda ilusión es des-hecha imparcialmente.


Principio número 50.- El milagro compara lo que tú has hecho con la creación, aceptando como cierto lo que concuerda con ella, y rechazando como falso lo que no.

Nada que no sea verdad es conservado en el milagro, como mencionamos en el principio anterior. Todo lo que hacemos para unirnos a nuestros hermanos tiene que ver con la Creación. Todo lo que hacemos para separarnos aun más, tiene que ver con el mundo de la ilusión. El milagro sólo conserva, aquello que tiene que ver con nuestra esencia, con la verdad. La maestría del Espíritu Santo si se lo permitimos sin interponer obstáculos, con “cosas” que queramos conservar “para nosotros”, evalúa y conserva aquello que sirve en nuestra vida a Dios, y a Su plan, lo otro lo ilumina y muestra que nunca existió.

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