"Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo"
(T-8.III.4:1)
Los encuentros entre personas no ocurren al azar. Cada uno de ellos tiene el potencial de convertirse en una situación de enseñanza-aprendizaje. Hay una “regla de oro” que siempre debe observarse: Trata a tu prójimo como desearías que te tratasen a tí, no rechaces nunca a nadie, porque nadie es enviado a otro por accidente. Las relaciones siempre tienen un propósito.
"Recuerda que nadie está donde está por casualidad y que nada en el plan de Dios es al azar".
(M-9.1.3)
Cualquier encuentro es un encuentro santo; quien quiera que llegue, ha sido enviado. Dios planea que ciertas personas se encuentren debido específicamente al potencial que existe entre ellos. Cuando tu vida se cruce con alguien recuerda que tal como consideres a la otra persona, así te estarás considerando a ti mismo. Tal y como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal y como pienses de él, así pensaras de ti mismo. Es la lección que nunca se ha de olvidar, porque en cada encuentro te encuentras a ti mismo o te pierdes a ti mismo. Cualquier relación siempre es una oportunidad de salvación. Ofrece la salvación para así poderla recibirla tú.
“Por lo tanto, el plan dispone que cada maestro de Dios establezca contactos muy específicos. En la salvación no hay coincidencias. Los que tienen que conocerse se conocerán, ya que juntos tienen el potencial para desarrollar una relación santa. Están listos el uno para el otro”
(M-3.1.5-8)...
Nosotros somos los que elegimos los eventos de nuestras vidas, nada puede acontecer sin haber sido antes pedido. Todo cuanto sucede no son sino la expresión de mis deseos. Lo que no ocurre, es lo que no deseo que ocurra. Cualquier acontecimiento y cualquier relación siempre es una prueba. Esas pruebas por las que pasas, no son más que lecciones que aún no has aprendido, que vuelven a presentarse de nuevo a fin de que donde antes hiciste una elección errónea, puedas ahora hacer una mejor y escaparte así del dolor que te ocasionó lo que elegiste previamente. Para cada situación recuerda:
En toda dificultad, disgusto o confusión Cristo te llama y te dice con ternura: "Hermano mío, elige de nuevo".
(T-31.VIII.3:1-2)
Piensa en algún encuentro casual que hayas tenido hoy, alguna interacción con alguien al que no diste demasiada importancia ni antes, ni durante, ni después. Imagínalo en tu mente. Ahora date cuenta que no fue un encuentro al azar. Los dos os encontrasteis por disposición del Espíritu Santo. Él vio una predisposición en vosotros, para que algo santo sucediera entre los dos. Él vio que existía el potencial para ser un encuentro santo.
Imagina que el encuentro sucede de nuevo y obsérvate en la situación recordándote: "Tal como lo consideres a él , así me consideraré a mí mismo”. Ahora solo piensa...“Somos dos Hijos de Dios que se encuentran a quienes se les proporciona una nueva oportunidad para salvarse."
Asegúrate de extender la promesa de la idea de hoy a todo aquel con quien te encuentres en este día diciéndole:
"Tú y yo somos un solo Ser, unidos con nuestro Creador en este Ser. Te honro por razón de lo que soy, y de lo que es Aquel que nos ama a ambos cual uno solo".
(L-pI.95.15:2-4)
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