Hemos nacido con la capacidad innata del aprendizaje. A lo largo de nuestra vida un sinfín de conocimientos se almacena en nuestra mente. La mayor parte de esas ideas nos llegan por lo que los demás dicen o por lo que nuestros sentidos perciben. En la mayor parte de las ocasiones las aceptamos, en confianza a las personas que nos las transmitieron y en la creencia absoluta de la impecabilidad de nuestros sentidos. Por ello aprendemos sin evaluación de todo aquello que recibimos, con lo que condicionamos nuestro sistema de creencias acerca de lo que somos y de lo que sabemos, determinando nuestro comportamiento y nuestras acciones ante la vida.
Nuestra consciencia individual de lo que creemos ser, no es sino una respuesta al mundo en el que vivimos desde que nacemos, forjando nuestras actitudes ante la vida en respuesta a las experiencias, conocimientos y vivencias recibidas. No existe la posibilidad del sometimiento a la capacidad inquisitiva constructiva durante la adquisición de la misma, pues desgraciadamente hoy en día, el aprendizaje es puramente mecánico y basado en la repetición de los conceptos...
Ya describimos en el anterior post (creencias y verdad) que este sistema de creencias que constituye lo que se ha dado en llamar ego, está siempre dirigido por una realidad cambiante, en la que las verdades se vuelven relativas conduciendo a la confusión en nuestras mentes, porque… ¿Cómo no podemos estar confusos si lo que aprendimos como verdad un día, deja de serlo al siguiente? ¿Qué maestro es capaz de transmitir una enseñanza a su alumno cuando lo puede hacer en dos sentidos completamente contrarios?
Aprender es más que recibir o acopiar información. Sugiere un proceso en el que hay que cambiar; dejar de hacer, pensar o ser como éramos antes del proceso de aprendizaje.
Desaprender no es regresar a la ignorancia, sino todo lo contrario, desaprender quiere decir limpiar nuestra mente de todo lo mal aprendido para dar cabida a un nuevo aprender de conocimientos basados en la verdad y que posibiliten un verdadero cambio. Necesitamos desaprender para liberarnos de todos los prejuicios que nos aprisionan. Necesitamos recuperar nuestra capacidad inquisitiva de análisis, de raciocinio, y de sano escepticismo acerca de cualquier idea que nos sea transmitida o percibida.
Para ello debemos de dejar de creer en lo que percibimos pues no es sino un mundo irreal basado en la prisión de las ilusiones. Dejaremos de juzgar nada de lo que parece existir afuera, puesto que los pensamientos son creadores y creemos en lo que creamos, por lo que si atribuimos un juicio, una falsa idea a algo o a alguien, no hacemos sino otorgar poder y realidad a la misma.
En el fondo el trabajo consiste en limpiar nuestra mente, ir recorriendo nuestras ideas y creencias, examinándolas y analizándolas objetivamente. Las que nos gustan las mantenemos y las que nos disgustan, las reparamos si es posible o si no, directamente nos deshacemos de ellas. Debemos desaprender todo lo que interfiere y paraliza nuestro crecimiento como personas: Todas las creencias que limitan nuestro cambio personal, la suposiciones sin fundamento, los conceptos asignados a las personas que nos rodean o a nosotros mismos, el miedo, la negación de la realidad o la dilación ante el cambio.
Este es el verdadero trabajo personal, la decisión sobre el cambio de nuestra manera de ser y de actuar, que nos conducirá a la vivencia de un nuevo mundo que se abrirá a nosotros como reflejo de nuestra nueva manera de pensar.
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