DESPERTAR AL AMOR

con un curso de milagros

EL NUEVO HOLOGRAMA DEL AMOR por Master Teacher



Esto es lo que tienes que ver. Esta es la idea entera de lo que es un holograma y te lo explicaré de una manera bien simple porque tienes la tendencia a creer que un holograma es algo diferente a lo que eres.  El problema del holograma es la certeza de que representará un proceso dentro de tu propia mente acerca de lo que quieres ver.  



Voy a leerte un poco al respecto, y aunque parezcan ideas un poco dispersas, no las organices, son una división de tu idea de ti mismo. Y la razón de que así sea es que puedes depender de una vieja asociación de muerte, otra de muerte y otra de muerte y manifestarla en otra idea de muerte que quieres ver en tu holograma.

Para aquellos de ustedes que no han leído algo como esto, les será un poco difícil reconocer lo que está pasando realmente. Mira, este mundo es un holograma. Y lo que realmente aprendimos de él es a entrar al ahora. Mira esto, entro al ahora y me rodearé de un holograma.  El reflejo que estoy recibiendo de ti realmente está en mi propia mente. Debido a que lo consideras como algo que esta separado de ti, limitas la luz a tu alrededor para no reconocer que realmente es tu propia luz. 

Ahora, cuando haces eso, obtendrás una objeción temerosa de lo que parezco ser en mi conciencia del Ser. En otras palabras, voy a ser un ser humano diferente a ti. ¡Vamos! Todos los seres humanos mueren, dímelo...  ¡mueren!. Por supuesto, holográficamente son imágenes que comienzan y terminan, y en alguna parte dentro de la idea de este ciclo de 40 mil años hay un comienzo y un final y lo sabes. Quedas muy satisfecho con ello y vives dentro de ese círculo, pero ¿cómo vas a salir al universo? ¿Cómo vas a expandirte en la idea del holograma, a menos que estes en condiciones de convertir la oscuridad en luz? Eso es lo que te ofrezco 


Ahora, escúchame, Estábamos esperando a que esa luz entre aquí. Aquí viene. Ahora, ¿De donde viene? ¿De una referencia futura? Viene de una referencia futura pero en realidad ya pasó, y aunque todavía no estaba programada, la idea de una combinación de pensamientos le permitirá que sea cierta para ti.

Escucha conmigo...Escucha...Un holograma de luz, un holograma de luz, un holograma de un reflejo de luz del cual no tengo miedo. Ahora, cuando esa imagen aparece repentinamente, les aseguro queridos amigos, que ustedes han sido concientes por cuarenta mil años de  imágenes que surgen de la nada, la idea de que surgen de la nada es simplemente el hecho que en ese instante tienes un atisbo de ellas dentro de una imagen holográfica de lo que piensas que eres.


Ahora escucha conmigo, escucha…


Lectura, revista Scientific American 



Podemos responder ahora algunas de esas evasivas preguntas sobre los límites máximos de almacenamiento de la información. Un dispositivo que mide un centímetro de diámetro podría en teoría almacenar hasta 10 a la 66 potencia bits de entropía, una cantidad asombrosa. El universo visible contiene al menos 10 a la 100 potencia bits de entropía, lo cual teóricamente podrá depositarse en una esfera que mida una décima de un año luz de diámetro. Estimar la entropía del universo, sin embargo, es un problema difícil, y estimaciones más altas que requieren que la esfera sea tan grande como el universo mismo son totalmente loables.

Pero lo increíble es que la capacidad teórica máxima de información ocupada por la pila solo incremente con el área de la superficie, en algún punto la entropía de todos los chips excederán la frontera holográfica.


La pila misma (de energía) es lo que se desploma: Colapsaría bajo su propia gravedad y formaría un agujero negro, antes de llegar a ese impasse. Pero lo que es verdaderamente sorprendente es otro aspecto del límite holográfico. A saber, que la máxima entropía posible depende del área límite (lo que parece que te rodea) en vez del volumen. Imagine que estemos amontonando chips de memoria de computador en una gran pila. El número de transistores incrementa con el volumen de la pila.

(De la revista Scientific American, para leer más haga click aquí)


Ahora, estoy hablándote a ti directamente, en la racionabilidad de tu mente no hay razón por la que no sepas que la idea del holograma de luz que estás recibiendo, en realidad sólo esta relacionada con lo que eres en la relación que tienes contigo mismo. ¿Estás en condiciones de verlo? No. ¿Sabes por qué no puedes verlo? Porque le tienes miedo. ¿Qué es lo que Jesús te dice acerca de tener que amar a tu enemigo? Lo que dice es que: “el reflejo de luz que estás recibiendo ya ha sido incluido dentro ti mismo si bien lo resistes al rehusarte a hacerte a un lado en la asociación de tu ser con relación a lo que quieres ver". ¿Puedes ver eso conmigo? ¿Puedes ver la idea que el milagro a través del cual desempeñas una imagen holográfica de ti mismo es lo que eres? Escucha un minuto acerca de esto, escucha... Lo sorprendente de esto, es que el reflejo de luz que oyes es una memoria que está en lo más profundo de ti.

EL MUNDO COMO UN HOLOGRAMA

Una teoría asombrosa llamada el principio holográfico sostiene que el mundo es como un holograma: Tal como un truco de luz permite que una imagen tridimensional se grabe en un pedazo de película plano, nuestro universo aparentemente tridimensional podría ser totalmente equivalente a campos cuánticos alternos y a leyes físicas "pintadas" en una superficie vasta y distante. 




La física de los agujeros negros –concentraciones de masa inmensamente densas- dan un indicio que el principio puede ser verdad. Estudios de los agujeros negros muestran que, aunque desafíe al sentido común, la entropía o el contenido informático máximo de cualquier región del espacio no lo define su volumen sino el área de su superficie.

Podemos responder ahora algunas de esas evasivas preguntas sobre los límites máximos de almacenamiento de la información. Un dispositivo que mide un centímetro de diámetro podría en teoría almacenar hasta 10 a la 66 potencia bits de entropía, una cantidad asombrosa. El universo visible contiene al menos 10 a la 100 potencia bits de entropía, lo cual teóricamente podría depositarse en una esfera que mida una décima de un año luz de diámetro. Estimar la entropía del universo, sin embargo, es un problema difícil, y estimaciones más altas que requieren que la esfera sea tan grande como el universo mismo son totalmente loables.
 
Pero lo que es verdaderamente sorprendente es otro aspecto del límite holográfico. A saber, que la máxima entropía posible depende del área límite (lo que parece que te rodea) en vez del volumen. Imagine que estemos amontonando chips de memoria de computador en una gran pila. El número de transistores incrementa con el volumen de la pila.
 
holodeckPero lo increíble es que la capacidad teórica máxima de información ocupada por la pila solo incremente con el área de la superficie, en algún punto la entropía de todos los chips excederán la frontera holográfica. La pila misma (de chips) es lo que se desploma: colapsaría bajo su propia gravedad y formaría un agujero negro, antes de llegar a ese impasse.

...Un personaje central en estos avances es el agujero negro. Los agujeros negros son una consecuencia de la teoría general de la relatividad que es la teoría geométrica de la gravitación que Albert Einstein completó en 1915. En dicha teoría, la gravedad es ocasionada por la curvatura del espacio-tiempo, que hace que los objetos se muevan como si una fuerza los halara. Por otro lado, la curvatura es causada por la presencia de materia y energía. De acuerdo con las ecuaciones de Einstein, una concentración de masa o energía suficientemente densa curvará el espacio-tiempo a tal extremo que lo desgarra, formando un agujero negro. Las leyes de la gravedad prohíben que algo que entre a un agujero negro vuelva a salir, al menos bajo las descripciones de las leyes clásicas (no-cuánticas) de la física. El punto de no-retorno, llamado el evento horizonte del agujero negro, es de crucial importancia. En el caso más sencillo, el horizonte es una esfera, cuya área de superficie es más grande cuanto más masivo sea el agujero negro.
 
 
 

Es imposible determinar lo que hay dentro de un agujero negro. No puede surgir a través del horizonte información detallada que escape al mundo exterior. Al desaparecer por siempre en un agujero negro, sin embargo, un pedazo de materia si deja algunos rastros.




...En el mundo cotidiano, un holograma es un tipo especial de fotografía que genera una imagen tridimensional completa cuando se ilumina de manera apropiada. Toda la información que describe la escena en 3-D (tres dimensiones) se codifica en un patrón áreas oscuras y de luz en un pedazo de película de dos dimensiones, listo para ser reproducido. El principio holográfico sostiene que se puede aplicar un modelo análogo de esta magia visual a la descripción física total de cualquier sistema que ocupe una región en 3-D:  propone que otra teoría física definida únicamente en la frontera de 2-D de la región describe completamente la física de 3-D. Si un sistema de 3-D puede ser descrito plenamente mediante una teoría física que opera únicamente en su frontera de 2-D, uno esperaría que el contenido informático del sistema no puede exceder el de la descripción en la frontera.

TENEMOS QUE DESPERTAR

Tú no puedes despertarte a ti mismo. No obstante, puedes permitir que se te despierte. 

T-29-III.3:2


El mundo no ha experimentado todavía ningún despertar o renacimiento completo. Un renacer así es imposible mientras sigas proyectando o creando falsamente. 
T-2.I.3

Es imposible no creer en lo que ves, pero es igualmente imposi­ble ver lo que no crees. La vision se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias, por tanto estamos acostumbrados a creer en lo que vemos. Pero mientras veas con los ojos la visión fisica no te darás cuenta que en realidad estás soñando, simplemente teniendo pesadillas.

No  eres consciente de tus sueños. Pues crees que lo que ves se convierten en pensamientos y en realidad ocurre al revés: tus pensamientos se convierten en visión.

 El aprendizaje que verdaderamente corrige comienza siempre con el despertar del Espíritu y con el rechazo de la fe en la Visión física. Esto frecuentemente entraña temor, ya que tienes miedo de lo que tu Visión Espíritual te mostraría. 
T-2.V.7.

Despertar es cambiar la percepción física por la espiritual. Ver las cosas de otra manera, abrir la mente y reeducarla para volver a pensar desde una mentalidad de amor y paz que es nuestra esencia natural, mediante la eliminación de las creencias limitantes de la mente que obstaculizan esta experiencia de paz y amor verdadero. Los grados de limitación se encuentran en la mente de las personas, por tanto el despertar ha de producirse en la mente. UCDM te invita a cambiar la percepción de limitación y temor por una percepción de amor y unión acerca de ti mismo, pues según como te veas a ti, verás a los demás y a tu vida

 La resistencia al dolor puede ser grande, pero no es ilimitada. A la larga, todo el mundo empieza a reconocer, por muy vagamente que sea, que tiene que haber un camino mejor. A medida que este reconocimiento se arraiga más, acaba por convertirse en un punto decisivo en la vida de cada persona. Esto finalmente vuelve a despertar la Visión Espiritual y, al mismo tiempo, mitiga el apego a la Visión física. 
T-2.III.3.


Si el problema esta en la mente, es afortunado poder sentir que dentro de mí están todas las  las respuestas y que cada vez que me olvido de quien soy, o que me siento limitada en algún modo, no tengo que acudir a buscar las respuestas afuera, sino que puedo acudir inmediatamente a mi Guía interior y pudiendo trascender cualquier límite que mi percepción o modo de ver la vida conflictivo haya podido inventar. 

Cuando tomas la decisión de despertar y encontrarte contigo mismo, con tu Ser interno, los ayudantes y los medios llegan a ti de forma natural para apoyar tu elección. No importa en donde te encuentres, no importa que tan grandes parezcan los problemas, aquellos que te han de ayudar llegarán en las formas perfectas, incluso de los modos más inesperados porque tú ser los ha pedido, y cualquiera de tus peticiones obtiene respuesta. Tan solo es necesaria tu buena voluntad para conseguirlo.

Solo tú puedes ser el testigo de experimentar una vida de paz y amor verdadero. Despertarás a tu propia llamada, pues la Llamada a despertar se encuentra dentro de ti.
Nadie puede caminar el camino por ti. 






UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -31- A. de Mello

Meditación 31



"Por eso, estad también vosotros preparados, porque
cuando menos lo esperéis vendrá el Hijo del hombre"
(Mt 24,44)




Tarde o temprano brota en todo corazón humano el deseo de santidad, de espiritualidad, de Dios, o como se quiera llamar. Oímos a los místicos hablar de una divinidad que les envuelve por todas partes, que está a nuestro alcance y que, si fuéramos capaces de descubrirla, podría hacer que nuestras vidas tuvieran sentido y fueran ricas y hermosas. La gente tiene una vaga idea a este respecto, y por ello lee libros y consulta a los gurus, tratando de averiguar qué es lo que deben hacer para obtener esa cosa tan esquiva que llamamos "santidad" o "espiritualidad". Para lo cual prueban toda clase de métodos, técnicas, ejercicios espirituales y fórmulas... y, al cabo de años de inútiles esfuerzos, acaban desanimados y confundidos y se preguntan en qué se habrán equivocado. Y, por lo general, se culpan a sí mismos: si hubieran practicado las técnicas con mayor regularidad, si hubieran sido más fervorosos o más generosos..., lo habrían logrado. ¿Lograr qué? De hecho, no tienen muy claro en qué consiste esa santidad que andan buscando, aunque sí saben, ciertamente, que sus vidas siguen siendo un fracaso y que ellos siguen siendo unos seres angustiados, inseguros, llenos de miedo, resentidos, despiadados, avaros, ambiciosos y manipuladores. Por eso vuelven a emprender, con renovado ímpetu, el esfuerzo y el trabajo que creen imprescindibles para alcanzar su objetivo.


Nunca se han parado a considerar algo tan simple como es el hecho de que sus esfuerzos no van a llevarles a ninguna parte. Lo único que van a conseguir con sus esfuerzos es empeorar las cosas, del mismo modo que empeoran las cosas cuando se intenta apagar un fuego con más fuego. El esfuerzo no produce el crecimiento; sea cual sea la forma que adopte (la fuerza, la costumbre, una determinada técnica o un determinado ejercicio espiritual), el esfuerzo no origina el cambio. A lo más, conduce a la represión y a encubrir el verdadero mal.


El esfuerzo sí puede modificar la conducta, pero no cambia a la persona. Piensa en la mentalidad que subyace a la pregunta "¿Qué debo hacer para alcanzar la santidad?". Es algo así como preguntar: "¿Cuánto dinero tengo que gastar para comprar tal cosa?, ¿qué sacrificio debo hacer?, ¿a qué disciplina tengo que someterme?, ¿qué clase de meditación debo practicar para obtenerlo?... " Imagínate a un hombre que deseara obtener el amor de una mujer y, para ello, tratara de mejorar su apariencia, reconstruir su cuerpo, cambiar su conducta y practicar técnicas de seducción...


De hecho, no vas a conseguir el amor de los demás a base de practicar técnicas, sino a base de ser una determinada clase de persona. Y esto no se logra con esfuerzos ni con técnicas de ningún tipo. Lo mismo sucede con la espiritualidad y la santidad. No dependen de lo que hagas (no se trata de una mercancía que pueda comprarse ni de un premio que pueda ganarse); dependen de lo que seas. La santidad no es un logro, es una Gracia. Una Gracia llamada conciencia, visión, observación, comprensión... Sólo con que encendieras la luz de la conciencia y te observaras a ti mismo y cuanto te rodea a lo largo del día; sólo con que te vieras reflejado en el espejo de la conciencia del mismo modo que ves tu rostro reflejado en un espejo de cristal, es decir, con fidelidad y claridad, tal como eres, sin la menor distorsión ni el menor añadido, y observaras dicho reflejo sin emitir juicio ni condena de ningún tipo, experimentarías los maravillosos cambios de toda clase que se producen en ti. Lo que ocurre es que no puedes controlar dichos cambios, ni eres capaz de planificarlos de antemano ni de decidir cómo y cuándo tienen que producirse. Es esta clase de conciencia que no emite juicios la única capaz de sanarte, de cambiarte y de hacerte crecer. Pero lo hace a su manera y a su tiempo.


¿De qué debes ser consciente concretamente? De tus reacciones y de tus relaciones. Cada vez que estás en presencia de una persona (la que sea y en la situación en que sea), tienes toda clase de reacciones, positivas y negativas. Estudia esas reacciones, observa cuáles son exactamente y de dónde provienen, sin reconvención o culpabilización de ningún tipo, incluso sin deseo alguno, y, sobre todo, sin tratar de cambiarlas. Eso es todo lo que hace falta para que brote la santidad.


Pero ¿no constituye la conciencia en sí misma un esfuerzo? No, si la has percibido aunque no sea más que una vez. Porque entonces comprenderás que la conciencia es un placer: el placer de un niño que sale asombrado a descubrir el mundo; porque, incluso cuando la conciencia te hace descubrir en ti cosas que te desagradan, siempre ocasiona liberación y gozo. Y entonces sabrás que la vida inconsciente no merece ser vivida, porque está excesivamente llena de oscuridad y de dolor.


Si al principio sientes pereza en practicar la conciencia, no te violentes. Sería un esfuerzo más. Limítate a ser consciente de tu pereza, sin juzgar ni condenar. Comprenderás entonces que la conciencia requiere el mismo esfuerzo que el que tiene que realizar un enamorado para acudir junto a su amada, o un hambriento para comer, o un montañero para escalar la montaña de sus sueños; tal vez haya que emplear mucha energía, tal vez sea incluso penoso, pero no es cuestión de esfuerzo; ¡es hasta divertido! En otras palabras, la conciencia es una actividad fácil.


Pero ¿te va a proporcionar la conciencia la santidad que tanto anhelas? Sí y no. De hecho, nunca lo sabrás, porque la verdadera santidad, la que no se obtiene a base de técnicas, de esfuerzos y de represión, es absolutamente espontánea. Jamás vas a tener la menor conciencia de que se da en ti. Por lo demás, no debes preocuparte, porque la misma ambición de ser santo se desvanecerá en cuanto vivas, momento a momento, una vida plena, feliz y transparente gracias a la conciencia. Te basta con estar vigilante y despierto, porque así tus ojos verán al Salvador. No te hace falta absolutamente nada más: ni la seguridad, ni el amor, ni el pertenecer a alguien, ni la belleza, ni el poder, ni la santidad, ni ninguna otra cosa tendrán ya importancia.


FIN DEL LIBRO

UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -30- A. de Mello

Meditación 30



"La lámpara de tu cuerpo es tu ojo;
si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero, si está enfermo, tu cuerpo estará a oscuras"
(Lc 11,34)



Pensamos que el mundo se salvaría si tan sólo fuéramos capaces de generar mayores dosis de buena voluntad y tolerancia. Lo cual es falso. Lo que puede salvar al mundo no es la buena voluntad o la tolerancia, sino la clarividencia. ¿De qué sirve que seas tolerante con los demás si estás convencido de que eres tú quien tiene razón y de que quienes no piensan como tú están equivocados? Eso no es tolerancia, sino condescendencia. Eso no lleva a la unión de los corazones, sino a la división, porque tú te colocas arriba y pones a los demás abajo: unas posiciones que sólo pueden dar lugar a un sentido de superioridad por tu parte y a un resentimiento por parte de tus semejantes, originando con ello una mayor intolerancia.


La verdadera tolerancia brota únicamente de una viva conciencia de la profunda ignorancia que a todos nos aqueja en relación con la verdad. Porque la verdad es, esencialmente, misterio. La mente puede sentirla, pero no comprenderla, y menos aún formularla. Nuestras creencias pueden vislumbrarla, pero no expresarla con palabras. A pesar de lo cual, la gente habla con entusiasmo del valor del diálogo, el cual, en el peor de los casos, es un intento camuflado de convencer al otro de la rectitud de tu propia postura, y en la mejor de las hipótesis te impedirá parecerte a la rana en su charca, que piensa que ésta (la charca) es el único mundo que existe.


¿Qué ocurre cuando se reúnen ranas de diferentes charcas para dialogar acerca de sus convicciones y experiencias? Ocurre que sus horizontes se ensanchan, hasta el punto de admitir la existencia de otras charcas distintas de la propia. Pero aún no tienen la menor sospecha de que existe un océano de verdad que no puede ser encerrado dentro de los límites de sus charcas conceptuales. Y nuestras pobres ranas siguen divididas y hablando en términos de tuyo y mío: tus experiencias, tus convicciones, tu ideología... y las mías.

El compartir fórmulas no enriquece a quienes las comparten, porque las fórmulas, al igual que los límites de las charcas, dividen; sólo el océano ilimitado une. Ahora bien, para llegar a ese océano de verdad que no conoce los límites de las fórmulas, es esencial poseer el don de la clarividencia.


¿Qué es la clarividencia y cómo se obtiene? Lo primero que debes saber es que la clarividencia no requiere demasiados conocimientos. Es algo tan simple que está al alcance de un niño de diez meses. No requiere conocimientos, sino ignorancia; no requiere talento, sino valor. Lo comprenderás si piensas en un niño en brazos de una vieja y fea criada. El niño es demasiado joven para haber adquirido los prejuicios de sus mayores. Por eso, cuando se encuentra cálidamente instalado entre los brazos de esa mujer, no está respondiendo a ningún tipo de "clichés" mentales (clichés como "mujer blanca-mujer negra", "fea-guapa", "vieja-joven", "madre-criada", etc.) sino que está respondiendo a la realidad. Esa mujer satisface la necesidad que el niño tiene de amor, y es a esta realidad a la que el niño responde, no al nombre, la apariencia, la religión o la raza de la mujer. Todas estas cosas son para él absolutamente irrelevantes. El niño carece todavía de creencias y de prejuicios. Éste es el medio en el que puede darse la clarividencia, y para obtenerla hay que olvidarse de todo cuanto se ha aprendido y adquirir la mente del niño, libre de esas experiencias pasadas y esa "programación" que tanto oscurecen nuestra forma de ver la realidad.


Mira en tu interior, estudia tus reacciones frente a las personas y las situaciones, y sentirás horror al descubrir la cantidad de prejuicios que subyacen a tus reacciones. Casi nunca respondes a la realidad concreta de la persona o cosa que tienes delante. A lo que respondes es a una serie de principios, ideologías y creencias económicas, políticas, religiosas y psicológicas; a un montón de ideas preconcebidas y de prejuicios, tanto positivos como negativos. Considera, una por una, cada persona, cada cosa y cada situación, y trata de averiguar cuál es tu predisposición con respecto a cada una de ellas, separando la realidad respectiva de tus percepciones y proyecciones programadas. Este ejercicio te proporcionará una revelación tan divina como cualquiera de las que pueda proporcionarte la Escritura.


Pero no son los prejuicios y las creencias los únicos enemigos de la clarividencia. Hay otra pareja de enemigos que llamamos "deseo" y "miedo". Para que el pensamiento esté incontaminado de toda emoción, y concretamente de deseo, de miedo y de egoísmo, se requiere una ascesis verdaderamente aterradora. Las personas creen equivocadamente que su pensamiento es producto de su mente; en realidad es producto de su corazón, que primero dicta una determinada conclusión y luego ordena a la mente que elabore el razonamiento con que poder apoyarla. He aquí, pues, otra fuente de revelación divina. Examina algunas de las conclusiones a las que has llegado y comprueba cómo han sido adulteradas por tu egoísmo. Esto vale para cualquier conclusión, a no ser que la consideres provisional. Fíjate cuán estrechamente te aferras a tus conclusiones relativas a las personas, por ejemplo. ¿Acaso están esos juicios completamente libres de toda emoción? Si así lo crees, es muy probable que no te hayas fijado suficientemente.


Ésta es, precisamente, la principal causa de los desacuerdos y las divisiones que se dan entre naciones y entre individuos. Tus intereses no coinciden con los míos, y por eso tu pensamiento y tus conclusiones tampoco concuerdan con los míos. ¿Cuántas personas conoces cuya manera de pensar, al menos en ocasiones, se oponga a sus intereses? ¿Cuántas veces has conseguido conseguido colocar una barrera insalvable entre los pensamientos que ocupan tu mente y los miedos y deseos que se agitan en tu corazón? Cada vez que lo intentes, comprobarás que lo que la clarividencia requiere no son conocimientos o informaciones. Esto se adquiere fácilmente; no así el valor para hacer frente con éxito al miedo y al deseo, porque, en el momento en que desees o temas algo, tu corazón, consciente o inconscientemente, se interpondrá y servirá de obstáculo a tu pensamiento.


Ésta es una consideración para "gigantes" espirituales que han logrado darse cuenta de que, para encontrar la verdad, lo que necesitan no son formulaciones doctrinales, sino un corazón capaz de renunciar a su "programación" y a su egoísmo cada vez que el pensamiento se pone en marcha; un corazón que no tenga nada que proteger y nada que ambicionar y que, por consiguiente, deje a la mente vagar sin trabas, libre y sin ningún temor, en busca de la verdad; un corazón que esté siempre dispuesto a aceptar nuevos datos y a cambiar de opinión. Un corazón así acaba convirtiéndose en una lámpara que disipa la oscuridad que envuelve el cuerpo entero de la humanidad. Si todos los seres humanos estuvieran dotados de un corazón semejante, ya no se verían a sí mismos como "comunistas" o "capitalistas", como "cristianos", "musulmanes" o "budistas", sino que su propia clarividencia les haría ver que todos sus pensamientos, conceptos y creencias son lámparas apagadas, signos de su ignorancia. Y, al verlo, desaparecerían los límites de sus respectivas charcas, y se verían inundados por el océano que une a todos los seres humanos en la verdad.

EL PROCESO DE SEPARACION (3/4): la tercera división


LA TERCERA DIVISIÓN


Tras la segunda división la mente del Hijo de Dios parece haberse convertido en un campo de batalla en el cual el “tomador de decisiones” debe decidir por el sistema de pensamiento del ego o por el Espíritu Santo, ya que la decisión unívoca sobre uno de ellos implica la desaparición inmediata del otro.


El ego es consciente de la existencia de un poder superior al suyo, y que en cualquier momento el “tomador de decisiones” puede retirarle su creencia, por que todas las maniobras del ego van dirigidas desde este momento a mantener este poder oculto de la mente del Hijo de Dios, con vistas a que este olvide su error en la elección y pueda cambiar su decisión a favor del Espíritu Santo

Sin tu lealtad, protección y amor, el ego no puede existir. Deja que sea juzgado imparcial­mente y no podrás por menos que retirarle tu lealtad, tu protec­ción y tu amor.
(T-4.IV.8:9-10)

Por lo tanto es imperioso hacer creer al Hijo de Dios, que la separación es real y que la Expiación nunca ha acontecido, por eso el ego le dice al hijo de Dios: “Mira lo que has hecho, con tu elección te has separado de Dios, has renunciado a tu Padre, cometiendo un pecado imperdonable”

El Hijo no puede sino contemplar apesadumbrado lo que ha hecho, y eso no es sino el origen de la culpa  a sabiendas de haber cometido un terrible pecado que Dios jamás podrá perdonar. Dios se convierte con su inmensidad en una terrible amenaza, en una espera perpetua a su venganza y en un miedo insuperable al que hasta ahora había sido nuestro Padre amado. Dios se transforma en el enemigo como se destaca en la “tercera ley del caos:

Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

No hay manera de liberarse o escapar. La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. Y Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo.
(T-23.7-8:1-5)

De esta manera se establece una disociación perfecta entre Padre e Hijo, por la cual no parece existir posibilidad de reconciliación entre ambos

Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. Pues uno de ellos no puede sino estar por siem­pre condenado, y por el otro. Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. Y su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. 
(T-23.5:1-6)

El pensamiento de separación del ego, ha conseguido su objetivo basado en la trilogía del pecado, la culpa y el miedo, olvidando por medio de los ídolos, la verdad de sus opuestos, el perdón, la paz y el amor en su permanente guerra con este dios asesino imaginado sin que al parecer exista aparente salida al problema.

El pecado, la culpa y el miedo se convierten en los protectores de la separación manteniendo a Dios alejado y otorgándoles un valor ficticio como salvadores de la individualidad, la autonomía y el deseo de ser especial  respecto a la Unidad:

Y ahora te encuentras aterrorizado ante lo que juraste no vol­ver a mirar nunca más. Bajas la vista, al recordar la promesa que les hiciste a tus "amigos". La "belleza" del pecado, la sutil atrac­ción de la culpabilidad, la "santa" imagen encerada de la muerte y el temor de la venganza del ego a quien le juraste con sangre que no lo abandonarías, se alzan todos, y te ruegan que no levan­tes la mirada. Pues te das cuenta de que si miras ahí y permites que el velo se descorra, ellos desaparecerán para siempre. Todos tus "amigos", tus "protectores" y tu "hogar" se desvanecerían. 
(T-19.IV-D.6:1-5)

Estos pensamientos horribles, nos obligan a buscar defensas que nos protejan de esas sensaciones, de modo que no seamos conscientes de nuestra culpa y por tanto incapaces de percibir el miedo y el error en nosotros mismos, de modo que seamos incapaces de elegir cambiar de mentalidad y regresar a la Mente Unida.

Una vez que el Hijo de Dios elige para sí el pensamiento del ego, elige una estrategia de individualidad y en un pensamiento de culpa y miedo, y la única forma de librarse del mismo es proyectando el pecado percibido sobre uno mismo en los demás, y ver el pecado lejos de uno en lugar de verlo en nosotros mismos.

Aquí es donde nace realmente la tercera división, en la que el ego convence al Hijo de Dios a que para evitar el miedo y la culpa la mejor solución es atajar la causa, de modo que la manera más sencilla es realizar una nueva división: crear un nuevo yo que se convierta en el poseedor del pecado, de la culpa y del miedo, un nuevo yo, separado de mí, que me permita mantener mi individualidad sin la pesada carga del miedo.


En un nuevo proceso de creación el yo pecaminoso (A), abrumado por los pensamientos de miedo, se descompone en dos yos: Un yo fuera de uno mismo (C) que conserva todos los sentimientos rechazados, y un yo (B) libre de pecado. De esta manera el yo original (A) consigue dos objetivos fundamentales de cara a su supervivencia: Retiene su individualidad y logra hacer el pecado real, alejándolo de sí mismo (B) y alejando la culpabilidad en otro yo (C) fuera de él. Ese otro yo (C) culpable se convierte en Dios, pues quien si no continuamente procura castigar al yo victima (B), versión inocente del yo (A).
                                             
                                                             A
                                    (Yo culpable: pecado, culpa, miedo)

                                    B                               C
                                           (Yo inocente y víctima: miedo)     (Yo culpable: pecado y culpa)
                                                            [Hijo]                                                 [Dios]

Sin embargo, el plan no termina de funcionar, pues en seguida el yo víctima (B) se aterroriza de inmediato del yo culpable (C)  presto a realizar su ataque contra su inocencia. Ahora el Hijo (yo B) y el Padre-Dios (yo C) son enemigos irreconciliables

En la mente que Dios creó perfecta como Él Mismo se adentró un sueño de juicios. Y en este sueño el Cielo se trocó en infierno y Dios se convirtió en el enemigo de su Hijo
(T-29.IX.2:1-2)


UNA LLAMADA AL AMOR: MEDITACION -29- A. de Mello

Meditación 29


"El que encuentre su vida, la perderá:
y el que pierda su vida por mí. !a encontrará"
(Mt 10.39)



¿Has pensado alguna vez que quienes más miedo tienen a morir son los que más miedo tienen a vivir? ¿Que al pretender escapar a la muerte estamos huyendo de la vida?

Imagínate a un hombre que viviera en un miserable ático sin luz y sin apenas ventilación; imagínate además que a ese hombre le da verdadero terror bajar las escaleras, porque ha oído hablar de quienes han rodado por ellas y se han roto el cuello, y que jamás se le ocurriría cruzar la calle, porque le han dicho que al intentar hacerlo han sido atropelladas centenares de personas. Y, naturalmente, si no es capaz de cruzar una calle, mucho menos podrá cruzar un océano, o un continente... o pasar de un universo mental a otro. Lo que hace ese hombre es aferrarse a su pequeño cuchitril, en un desesperado intento de eludir la muerte, con lo que al mismo tiempo elude también la vida.


¿Qué es la muerte? Una pérdida, una desaparición, un marcharse, un decir adiós. Cuando te aferras a algo, te niegas a marcharte, te niegas a decir adiós, te resistes a la muerte. Y, aunque no te des cuenta, te resistes también a la vida.

Porque la vida está en movimiento, y tú, en cambio, estás fijo; la vida fluye, y tú, en cambio, te has estancado; la vida es flexible y libre, y tú, en cambio, estás rígido y paralizado. La vida se lo lleva todo, y tú, en cambio, ansías estabilidad y permanencia.


Por eso temes a la vida y temes a la muerte: porque te aferras. Si no te aferraras a nada, si no temieras perder nada, entonces serías libre para fluir como el torrente de la montaña, siempre fresco, vivo y cambiante.


Hay personas que no pueden soportar la sola idea de perder a un ser querido, y prefieren no pensar siquiera en ello; o bien, les horroriza la simple posibilidad de poner en duda y acabar perdiendo una creencia, una ideología o una teoría que siempre han estimado; o están convencidas de que jamás podrían vivir sin tal o cual persona, lugar o cosa que tienen en gran aprecio.

¿Quieres conocer una forma de medir tu grado de rigidez y de inercia? Observa la cantidad de dolor que experimentas cuando pierdes a una persona, una cosa o una idea muy queridas para ti. El dolor y la aflicción revelan tu apego a ellas, ¿no es verdad? ¿Por qué te aflige tanto la muerte de un ser querido o la pérdida de un amigo? Porque nunca te paras a pensar en serio que todas las cosas cambian, pasan y mueren.


Por eso la muerte, la pérdida y la separación te pillan tan de sorpresa. Prefieres vivir en el pequeño ático de tu ilusión, pretendiendo que las cosas no cambien nunca y sigan siendo siempre las mismas. Por eso, cuando la vida hace añicos violentamente tu ilusión, experimentas tanto dolor. Para vivir debes mirar de frente a la realidad; sólo así te liberarás del temor a perder a las personas y adquirirás el gusto por la novedad, el cambio y la incertidumbre; sólo así se desvanecerá tu miedo a perder lo ya familiar y conocido y esperarás y acogerás ilusionado lo nuevo y desconocido. Si es la vida lo que ambicionas, he aquí un ejercicio que tal vez te resulte doloroso, pero que, si eres capaz de hacerlo, te proporcionará el optimismo de la libertad:


Pregúntate si hay algo o alguien cuya pérdida te causaría una gran aflicción. Puede que seas de esas personas que no pueden soportar la mera idea de la muerte o la pérdida de un ser querido. Si es así, y en la medida en que lo sea, estás muerto. Lo que hay que hacer es afrontar la muerte, la pérdida, la separación de las cosas y personas queridas.

Considera, una por una, a esas personas y cosas e imagina que han desaparecido de tu lado para siempre, y diles adiós en tu corazón. Dale las gracias y dile adiós a cada una de ellas.


Vas a sentir dolor, y vas a sentir también cómo dejas de aferrarte a ello; a continuación brotará en tu conciencia algo distinto: una soledad que crece cada vez más, hasta convertirse en algo parecido a la infinita inmensidad del cielo. Pues bien, en esa soledad está la libertad. En esa soledad está la vida. En ese no-aferrarse está la decisión de fluir libremente, de disfrutar, gustar y saborear cada nuevo instante de la vida; una vida que ahora es mucho más dulce, porque ha quedado libre de la inquietud, la tensión y la inseguridad; libre del temor a la pérdida y a la muerte que siempre acompaña al deseo de permanecer y de aferrarse.